Nicaragua, a diferencia de Vietnam, no tiene tras de sí dos mil años de guerra en la selva. Su enfrentamiento con el poderío estadounidense tiene algo de inusitado, sorprende como sorprenden las heroicas causas perdidas. Y como éstas, reclama irresistiblemente nuestra solidaridad, por encima de todo cálculo e ideología. Desgraciadamente la fuerza del proselitismo anticomunista, encauzado por los ambiguos medios de comunicación masiva, insiste machaconamente en los lugares comunes y penetra con extremada facilidad en nuestras conciencias, que por mucho que velemos terminan por sucumbir a la intoxicación. Nuestro último asidero ha de ser el de trazar una línea clara, que hemos de respetar a rajatabla: ningún país tiene derecho de hacer pesar sobre otro país la amenaza crónica de una invasión. Ni la Unión Soviética sobre Polonia, ni los Estados Unidos sobre Nicaragua. A partir de ello, nuestro deber es el de informarnos. Éste es el sentido de este libro.