DE DIFERENTES MANERAS DE MATAR

Como en el cuento del pastor y el lobo: la invasión de Nicaragua tan anunciada a lo largo de estos meses no se produce, por lo cual en Europa se tiende a pensar en un estancamiento sine die de la situación. Otros vórtices de violencia atraen la atención del público: América Central se deslíe lentamente en las memorias. Y en su más reciente reencarnación, Maquiavelo cuenta con eso para armar una estrategia diferente y más peligrosa que el ataque frontal a la manera de Granada.

En el ajedrez de estas últimas semanas se han acumulado jugadas como las siguientes que enumero sin orden cronológico y sin agotarlas:

— Rechazo expreso o tácito por parte de Washington de todas las aperturas hechas por Nicaragua en favor de una negociación clara y limpia basada en el retiro de la ayuda militar y económica de los Estados Unidos a El Salvador y a Honduras, destinada a favorecer la invasión de Nicaragua por fuerzas antisandinistas, y recíprocamente la suspensión de todo contacto o ayuda de Nicaragua a las fuerzas rebeldes de El Salvador.

— Negativa a conceder un visado al comandante Tomás Borge para que discuta ésas y otras cuestiones análogas con los responsables de la administración Reagan en Washington.

— Crédito de 25 millones de dólares otorgado públicamente por el Congreso norteamericano: a la CÍA para que lleve adelante sus operaciones «destinadas a desestabilizar el régimen sandinista».

— Revelación hecha por el New York Times de que el avión utilizado en el intento de bombardeo a Managua fue comprado en Estados Unidos con fondos facilitados indirecta pero probadamente por la CÍA y entregado al contrarrevolucionario Edén Pastora.

— Confesión ante periodistas y cámaras de TV en Managua, del piloto aviador Amador Narváez, capturado por los sandinistas, de la que resulta que los ataques aéreos a Nicaragua se organizan en Honduras bajo la supervisión directa de la CÍA; con la participación de militares hondureños y de asesores argentinos que entrenan a las fuerzas somocistas.

Mientras estas formas directas e indirectas de hostigamiento, a las que podrían agregarse muchas otras, se van acumulando a lo largo de los días, los esfuerzos de Nicaragua por mostrar su voluntad de negociación son objeto de un total silencio o de comentarios escépticos por parte de funcionarios norteamericanos y de dirigentes contrarrevolucionarios. Así, el hecho de que la Junta de Gobierno de Managua haya informado del regreso a Cuba de los asesores de ese país (maestros y médicos en su enorme mayoría) no se considera como «suficiente» en Washington de la misma manera que se ignora o se comenta irónicamente, la serie de disposiciones tomadas por el gobierno nicaragüense con vistas a las elecciones. Resulta obvio que Reagan y sus asesores han decidido de antemano que toda tentativa para lograr una normalización por vía pacífica no merece ser tenida en cuenta. Su meta está clara: conseguir que los contrarrevolucionarios continúen sus ataques hasta posesionarse de una fracción de territorio nicaragüense y proclamar un gobierno «democrático», con vistas a ser reconocidos oficialmente por los Estados Unidos y sus países cómplices.

Todo esto ocurre en forma parcelada, de manera de distraer la atención mundial de algo que de hecho es una ofensiva cada vez más cerrada y continua. La mejor prueba de su siniestra eficacia viene de la misma Nicaragua, a poco que se examine su situación interior. Por un lado, los problemas militares en las fronteras hondureña y costarricense, y los ataques aéreos contra ciudades y puertos petroleros; obliga al país a un esfuerzo de guerra que se está haciendo sentir en el plano del trabajo —cultivos, producción y distribución en general—, en el plano de la cultura (postalfabetización y educación en todos los niveles), y en el ritmo de la vida en el país. Por otro lado, la Junta de Gobierno ha mostrado al máximo su buena voluntad para negociar en un plano que no atente contra los derechos y la dignidad de su pueblo, y es evidente que no puede ni quiere ir más allá de ese límite. ¿Qué se pretende de Nicaragua al acorralarla de ésa manera? Los que no conocen el coraje y la decisión del pueblo sandinista esperan un derrumbe interior, favorecido no sólo por todo lo dicho más arriba sino por la actitud de la iglesia conservadora del país y los grupos opositores abiertamente alineados en lo que ellos llaman «democracia» a la manera de la señora Kirkpatrick. La actitud del arzobispado nicaragüense ante la necesidad de un servicio militar que abarque a la totalidad del pueblo, es una prueba clarísima de esta obstrucción sistemática a los legítimos esfuerzos de la Junta para defender una revolución amenazada desde todos los ángulos.

Tal es en síntesis el panorama, pero lo qué no todo el mundo pregunta en España y América Latina es cuáles son las razones más profundas que mueven a los Estados Unidos a buscar el aniquilamiento del proceso social sandinista. En Sábado, suplemento del diario mexicano Uno mas Uno, acabo de leer un lúcido ensayo de Sol Argüedas sobre este tema, que resumo aquí parcialmente. Argüedas señala que el propósito expreso de Nicaragua ha sido desde un comienzo el de organizar una economía mixta partiendo de una hegemonía de las fuerzas populares, y es esto lo que resulta inaceptable a los intereses del capitalismo norteamericano y a la burguesía nicaragüense; porque si bien la economía mixta existe y funciona en muchos países, lo hace bajo una égida exclusivamente burguesa, y por tanto en detrimento de las clases desfavorecidas. Cuando en un reciente programa de TV en España dije que detrás de todo el palabrerío «democrático» de Kirkpatrick and Co estaban como siempre los dólares, quise decir lo mismo. Argüedas hace notar que la tentativa nicaragüense tiene estrecha relación con los postulados del llamado «eurocomunismo» que se aparta de la línea leninista (para escándalo de los ortodoxos) al sostener que a esta altura de la historia no se trata de destruir el «Estado burgués» ni mucho menos, sino de transformar la sociedad partiendo del mismo Estado, sólo que bajo la hegemonía de las fuerzas del trabajo y de la cultura y no de la envejecida «dictadura del proletariado». Y esto, que para los europeos no es más que un ideal, Nicaragua lo ha puesto en marcha desde el 19 de julio de 1979.

Pero, claro, Washington prefiere callar algo que sabe muy bien, y en cambio clama contra lo que considera trabas a la democracia en el campo del pluralismo político y la libertad de expresión, trabas inevitables en el caso de una nación agredida y que debe defenderse de enemigos internos y externos. ¿Se sabe de algún país en guerra —y Nicaragua lo está— que no haya controlado los medios informativos y los grupos opositores? Argüedas cita palabras de Olof Palme que resumen esto claramente: «No se puede exigir una total pureza democrática, con prensa libre y elecciones inmediatas, a un país que está siendo agredido constantemente y sometido a presiones como le ocurre ahora a Nicaragua».

A mí, asistente a la campaña de alfabetización en la primera etapa del gobierno sandinista, me consta la decidida voluntad de los dirigentes en el sentido de crear un grado de conciencia intelectual y política capaz de llevar al pueblo hacía la democracia sin que ésta, como en tantos casos, sea parodiada por una mera demagogia. Ese gigantesco esfuerzo en un país tan desposeído, pobre e ignorante como Nicaragua, se ha visto brutalmente frenado por los ataques somocistas telecomandados desde Washington. ¡Y Washington reclama democracia! También he visto la forma en qué procede la iglesia reaccionaria del país, y que llega al colmo en la campaña en contra de la conscripción militar. ¡Y Washington reclama libertad de prensa y pluralidad política! No joroben. Reagan and Co, el juego es demasiado claro, y ese juego es una estrangulación paulatina de un país al que se le van quitando uno a uno los medios para llevar a cabo su proceso en busca de una democracia verdadera y de raíz popular, a la vez que se le reprocha airadamente que no cumpla con los postulados de la democracia tal como es concebible en los países más desarrollados. (Y ahora que pienso en mi mención inicial de Maquiavelo, recuerdo que éste elogia con entusiasmo a César Borgia que alguna vez hizo caer en una trampa a sus enemigos y los mandó estrangular uno a uno…)

Todo está tristemente claro: Nicaragua caerá si no multiplicamos nuestros esfuerzos solidarios, y esto significa algo más que leer un texto como éste y estar de acuerdo con él; significa una movilización ante los poderes nacionales en América Latina y en Europa —especialmente en España—, para que sepan que sus pueblos no toleran esa ejecución retardada, ese lento suplicio inferido con tanto cinismo. ¿Vamos a dejar sola a Nicaragua en esta hora que es como su Huerto de los Olivos? ¿Dejaremos que le claven las manos y los pies para que un insolente procónsul siga jugando con el resto del mundo en nombre de una pax… norteamericana?

Febrero 1984