Unas palabras de la autora
El prodigio es una historia inventada. Sin embargo, está inspirada en casi cincuenta casos de «niñas de ayuno», que aseguraron sobrevivir sin comida durante largos periodos en Gran Bretaña, Europa Occidental y Norteamérica entre los siglos XVI y XX.
Estas niñas y mujeres variaban mucho en edad y origen social. Algunas (protestantes o católicas) aducían un motivo religioso, pero muchas otras no. También hubo casos de hombres, aunque muchos menos. Algunas fueron sometidas a vigilancia durante semanas enteras; algunas volvieron a comer, voluntariamente o después de ser coaccionadas, encarceladas, hospitalizadas o alimentadas a la fuerza; algunas murieron; otras vivieron durante décadas afirmando no necesitar comida.
Gracias por sus cruciales sugerencias a mis agentes Kathleen Anderson y Caroline Davidson y a mis editores: Iris Tupholme, en Harper Collins, Canadá; Judy Clain en Little, Brown, y Paul Baggaley en Picador. Tana Wollen y Cormac Kinsella me ayudaron amablemente a usar con corrección tanto el inglés de Hibernia como el británico, y la corrección de estilo de Tracy Roe como siempre, no tiene precio. La doctora Lisa Godson, del Colegio Nacional de Arte y Diseño de Dublín, compartió conmigo sus conocimientos acerca de los objetos devocionales católicos del siglo XIX. Mis Amigos Sinéad McBrearty y Katherine O’Donnell prestaron el apellido a algunos de mis personajes, y otro lleva el nombre de la generosa Maggie Ryan, recaudadora de fondos para el Kaleidoscope Trust.