—¿Qué es lo que está usted diciendo, Hastings?
Dejó la fina tostada que había estado mordisqueando, adelantando la cabeza hacia mí.
—Explíquese, explíquese de nuevo, rápidamente.
Volví a contarle la historia.
—Aquel día él vio algo a través de sus prismáticos —repitió Poirot, pensativo—. Algo que no ha querido decirle —su mano salió disparada, oprimiendo mi brazo—. No habrá referido a nadie nada de esto, ¿eh?
—No creo... Bueno, estoy seguro de que no.
—Tenga mucho cuidado, Hastings. Es muy importante que no hable con nadie... Ni siquiera una insinuación es permisible. Lo contrario podría ser peligroso.
—¿Peligroso?
—Muy peligroso.
Poirot estaba muy serio.
—Hable con él, mon ami. Que venga a verme esta tarde. Una visita amistosa, simplemente, ¿comprende? Nadie debe sospechar que me visita por un motivo especial. Y sea prudente, Hastings. Tenga mucho, mucho cuidado. ¿Cuál es la otra persona que dijo usted que les acompañaba cuando lo de los prismáticos?
—Elizabeth Cole.
—¿Observó ella algo raro en las maneras de Norton?
Me esforcé por recordar...
—No lo sé. Es posible. ¿Le pregunto si... ?
—Usted no va a preguntar nada, Hastings, absolutamente nada.