Libro IV
1 Oh Señor Pasta, hay aquí un refrán para el sabio: "No hay furia en el infierno como la de mujer despechada."
2 ¡Ay de mí!, pues la ramera de Phoenix ha roto mis dientes con guijarros y arrugado mi mollera, pues la mostré la puerta
3 Y le dije yo a ella: "Ramera, has quebrado tú mis dientes, has segado tu mi pelo, ahora mis fuerzas y mis esperanzas perecen."
4 Y aconteció que ella murmuró: "¡Lo que sea! Extranjero papanatas..." Y observad, luego se reorganizó sus pechos y, una vez hubo terminado, ella rodó grácilmente por los escalones del porche y salió directamente de mi vida. (Sigue rodando, rodando...)
5 El Señor Pasta es misericordioso en Sus caminos misteriosos; ¿acaso no me ha liberado Él de quedar atado a la pagana monstruosa?
6 Sí, y ahora yo saldré y compraré una lata de Su Representativo Cuerpo Preservado, pues necesito recuperar mis fuerzas; si tal es Su voluntad. RAmén