Relato 15
Rescate

3 de Abril de 1980.

Hoy me desperté y te encontré a mi lado. Estabas ahí no podía creerlo. Lo estabas, había vuelto justo a tiempo para poder verte una vez más. Todo se desvaneció cuando abriste los ojos y me cegaste con tus ojos color esmeralda. Entonces regresé.

3 de Abril de 1990.

No termina de funcionar, le he dado una y mil vueltas y apenas consigo unos minutos contigo. Pero voy a hacer que funcione mi amor, lo voy a lograr.

3 de Abril de 1980.

De pie te miro dormida, estoy cronometrando cada segundo que paso de nuevo contigo. Cuando salta la alarma, mi corazón se para, y el tuyo… el tuyo deja de latir.

10 de Junio de 1990.

No puedo aguantar más. Cada día son segundos a tu lado. Es una tortura. No puedo. Lo siento. Tengo que dejarlo. Tengo que dejarte.

16 de Abril de 1995

He estado tiempo alejado de todo. Tiempo, qué ironía. Es allí y sólo allí donde puedo encontrarte. Cuando lo pensé, cuando me senté en aquella silla que podía transportarme hasta ti, yo, creí que, yo, ingenuo de mí, estaba seguro de que podría llegar y, sí, salvarte. Te quiero en el pasado, donde existes. Te quiero en el presente, donde ya no eres más que un recuerdo. He intentado llevar una vida sin ti, avanzar, poner un pie delante del otro, pero no puedo, la sombra del árbol me persigue, te dibujo allí, en esas formas que contrastan con el sol, te imagino, te rememoro, ríes, ambos lo hacemos mientras comemos un par de sándwiches recostado sobre el césped, el resto del mundo no importa, tu y yo hemos formado un universo en sí mismo. Y fue el big-bang lo que lo destruyó. Dicen que toda ruptura lleva consigo una nueva oportunidad. No dejo de preguntarme dónde está la mía. Me siento egoísta por no aceptar mi tiempo y querer sacarte a ti del tuyo.

20 de Mayo de 1999

Últimamente he visto bastante a Kevin y a su familia. Me invita a comer y a cenar. Acepto las comidas, es un buen amigo, y su mujer Jobeth, es agradable, te gustaría, Jobeth irradia energía por donde quiera que va, en eso me recuerda a ti. El hijo de Kevin y Jobeth tiene ocho años, se llama Mark, es un niño inteligentísimo, muy activo, lee todo lo que cae en sus manos. Siento envidia, les veo en su perfección, y me veo en mi soledad. Familia. Creo que odio esa palabra, porque cariño mi familia eres tú y no estás aquí conmigo.

10 de Noviembre de 1999

He tomado una determinación. Voy a abrir mi mano y te voy a traer de vuelta, no me importa si muero en el intento. Ya no me importa nada. Solo siento que si estiro mi brazo lo suficiente, podré llegar hasta ti, y podrás vendrás conmigo.

29 de Diciembre de 1999

He activado la silla de nuevo. Después de años de ligeras correcciones, creo que estoy listo otra vez. Estoy preparado para llevarte conmigo o para quedarme contigo, atrapado allí donde tú estés. La noche es perfecta, me siento como Víctor Frankenstein a punto de dar vida a su criatura, estoy nervioso y ansioso, esto no es solo un experimento, es un rescate. Me siento en la silla, activo los aceleradores, el reloj está en el momento exacto, frunzo el ceño, cojo los mandos y con el pulgar activo el impulsor.

La nada. El todo.

Viajo entre momentos.

En el 3 de Abril de 1980 estamos en la cama, me despierto, te despiertas, te veo y es allí donde encuentro... no.... no, tengo que avanzar más, un día después, estamos en el interior de un supermercado, me preguntas si vamos a necesitar toda esa comida para tan solo un fin de semana fuera, pienso, pienso y vuelvo a saltar fuera del espacio y el lugar para encontrarme, encontrarnos en esa cabaña, junto a la chimenea, jugamos una mano de cartas, tú me ganas, como siempre, fuera una tormenta se avecina y de repente vuelvo a columpiarme entre las manecillas de un reloj que muevo a mi antojo, pero no mucho después, no mucho, así que estamos de nuevo en la carretera, conduces tú, te empeñas en conducir tú, ese era el trato, yo a la ida, tú a la vuelta, y miro el reloj, noto como me sangra la nariz, estoy sentado deslizándome en el tiempo y una ola temporal me sacude, la silla se tambalea, soy preso de una turbulencia, siento como la cabeza me va a estallar de un momento a otro, tengo que aguantar, tengo que..

5 de Abril de 1980.

Entramos en la cabaña, ¡no¡ ¡no! He vuelto hacia atrás de nuevo. Mi nariz no para de sangrar, siento que la vida se me escapa por momentos. Me obligo a permanecer despierto, no voy a derrumbarme. Aún no. No estando tan cerca. Vamos. ¡Vamos!

6 de Abril de 1980 23:30, entramos en el coche, arrancas, me besas, pongo la radio, suena una vieja canción de los Rolling Stones. Adelanto los minutos poco a poco, estoy viendo mi propia película, la avanzo buscando la secuencia exacta, sigo avanzando mientras el coche ilumina con sus faros la oscura carretera.

7 de Abril de 1980 00:15 un animal cruza de improviso y pegas un volantazo para evitar llevártelo por delante. El coche se sale de la carretera y nos chocamos contra un árbol. Todo es silencio, a eso de de las 00:20 me veo salir del coche, pero no soy él, soy yo, es confuso, pero lo recuerdo todo, y sé lo que ocurrirá de un momento a otro, atontado me alejaré del coche tambaleante, te habré olvidado, olvidaré que a las 00:21 sigues en el coche y que dentro de un minuto una chispa prenderá fuego al combustible y a las 00:22 comenzarás a arder dentro del vehículo, escucharé tus gritos y no podré hacer nada mientras te consumes hasta que llega –el big-bang- la gran explosión que te apartará definitivamente de mi. Todo eso lo sé, lo sé mientras dejo que la silla me consuma –duele, duele como el demonio- para llegar a ese justo momento. Son las 00:20 y en mis ojos cien millones de bombillas se encienden haciendo que la noche y la verdad se fundan, cojeando vuelvo al coche, tengo un par de costillas rotas, siento que respiro fuego, me aferro a cada aliento, entro de nuevo en el coche y te veo, veo como intentas quitarte el cinturón pero no puedes, tus manos tiemblan, las mías llegan hasta ti. Te quito el cinturón y caes, libre, respiras, pero no es suficiente, son las 00:21, han transcurrido veinte segundos y dentro de exactamente 40 segundos más saltará una chispa, así que te saco de allí a rastras, salimos de allí cuando la chispa surge y las llamas se originan, corremos como podemos, por momentos volamos en esa nueva realidad que estamos inventando, las llamas envuelven al vehículo y luchamos palmo a palmo por alejarnos de allí.

La explosión retumba en nuestros oídos. Pierdo el conocimiento y mi reloj se para.

Se para.

Un mano surge de la nada y pone en hora de nuevo un reloj que había dejado de hacer tic-tac.

30 de diciembre de 1999, estoy tirado en el sótano de la casa, el suelo está frío y mis ropas, siento que he pasado una semana sin cambiarme. No veo la silla, no está. Subo las escaleras y accedo al interior de la casa, todo está en orden, la luz del sol entra por las ventanas, pero no la veo, no la veo. Entro en la cocina, tengo hambre y estoy cansado al mismo tiempo, devoro un par de sándwiches y bebo hasta saciarme, luego derrotado caigo rendido en el sofá, hay algo en mi mente que ya no está, me siento extrañamente liberado, de algún modo todo va bien. Sin embargo la casa está tan vacía, como ¿siempre? Oigo la puerta de la casa abrirse, oigo su voz anunciando su llegada, entra en el salón, es ella. ¡Oh dios mío es ella!, me levanto y la abrazo tan, tan fuerte, como si hiciera décadas que no la sintiera. Está viva.

¿Qué te ocurre?, me dice.

Te echaba de menos, le respondo, te he echado mucho de menos.

Me quito el reloj y lo dejo caer en el suelo.