La obra, escrita en 1897, contiene muchas tramas secundarias, pero el eje central de la misma lo constituye la relación que se entabla entre el catedrático de literatura latina de la Facultad de Letras Luciano Bergeret y el rector del seminario Lantaigne. Estos dos hombres, siempre que pueden conversan en un paseo, a la sombra de los olmos. Ambos personajes compadrean pero son de opiniones contrarias. Bergeret pretende penetrar en el alma del rector del seminario, hombre inteligente y piadoso. En realidad Lantaigne es una especie de prolongación del propio Bergeret, como portavoz de ideas que el mismo catedrático no desea expresar personalmente. El decano de la facultad y el cardenal-arzobispo no ven con buenos ojos esta amistad. Pero los dos amigos no le dan importancia.

En una aburrida ciudad provinciana, para Bergeret no hay otra distracción que sus estudios clásicos y las tertulias en el rincón de la librería Paillot. En ese «rincón de pergaminos y pastas viejas» hay tres sillas, a las que llaman «académicas», cuyo asiento está reservado para el profesor Bergeret, Mazure (archivero municipal) y el señor Terremondre, presidente de la Sociedad de Agricultura y Arqueología.

En la narración aparecen también diferentes tipos de la sociedad francesa del momento: un judío francmasón, Worms-Clavelin; Noemi, su mujer, coleccionista de antigüedades eclesiásticas, piezas que se las busca el padre Guitrel, maestro de elocuencia sagrada en el seminario; el general Cartier de Chalmot, contrario a la República, su mujer Paulina y el cardenal-arzobispo, monseñor Carlot.