Capítulo 15

Oliver

 

Tiro mi cuerpo a la cama sin quitarme la toalla, tal desazón es la que siento en estos instantes, que no tengo fuerza ni para colocarme el pijama. Ignoro los golpes de Hugo, no tengo ganas de hablar con nadie ahora mismo, si no consigo cubrir las plazas mi proyecto se evapora. El sonido de la puerta me avisa de que no capta la idea, sin permiso se mete en mi cuarto, no pienso hacerle caso.

—¿Puedo pasar? —mi cuerpo reacciona a su voz y se me eriza todo el bello.

Me incorporo de un salto sin reparar en que se me cae la toalla en el proceso. Al girarme hacia ella, descubro que me come con la mirada. La idea de que sí se acuerde de nuestro encuentro empieza a formarse en mi cabeza.

Debo llamarla un par de veces para que me preste atención. Al ver su estado de excitación, decidido romper el espacio que nos separa y me acerco. Sus castaños ojos traspasan todo mi ser, me dejaría llevar por ellos toda la eternidad. Sonrío al comprobar cómo le afecta mi presencia. Al comunicarme su intención de viajar con nosotros, evito saltar de alegría, debo mantenerme sereno si deseo conquistarla.

Mi mente comienza a cavilar al escuchar de sus labios la queja de tener que compartir habitación. Aunque no sería capaz de hacer tal cosa.

Me molesta la interrupción de Hugo, para una vez que tengo su atención, su presencia rompe el encanto.

—Si Abel no puede, Fran ocupa un lugar —no escucho nada más, la furia se apodera de mí.

Ahora comprendo por qué Sofía desea venir a Las Vegas, no es por la ciudad ni por mí, como en un principio he querido creer, es por el otro.

Me adentro en la habitación y con rabia escribo el número de cuenta en un papel.

—Que hagan el ingreso antes del viernes si quieren venirse —la ignoro y antes de que vuelva abrir la boca cierro la puerta.

Enfurecido me tiro a la cama, ¿cómo puedo ser tan tonto al pensar que ella siente algo por mí? Esa mirada solo es el efecto de verme desnudo, no es a la primera mujer que le sucede. Lo compruebo a diario cuando debo desnudarme para una sesión, todas las féminas no apartan sus lujuriosas miradas de mi cuerpo expuesto.

Pronto me viene a la mente una cruel idea, enciendo el ordenador y gestiono las reservas hechas. Al capullo de Fran lo pongo con mi compañero de facultad, y a ella la registro en mi dormitorio. Si acepta el viaje por estar con él, se va a llevar una grata sorpresa porque será conmigo con quien duerma, antes de cerrar el programa solicito una cama de matrimonio. Ya deseo ver su cara cuando entre a la habitación. Y tengo claro que en el suelo no duermo, así que si desea descansar deberá dormir a mi lado.

Accedo al juego, necesito distraerme y él lo consigue. Enfrasco mi rabia en enviar ataques a todos los puntos rojos que tengo alrededor, de algún modo debo desfogarme y solo se me ocurre este, pensándolo bien, hay otra forma aunque dudo mucho que me acepte en su cama, preferirá a Fran antes que a mí.

Diez minutos me lleva hablar con mi compañero de tribu para organizar la siguiente ofensiva. Los únicos objetivos que no incluyo son los pueblos de Sigrún, la cual me avisa de que está conectada.

Sigrún: Hola, holita, hola

Dalibor: Te noto de buen humor.

Sigrún: No te creas, pero disimulo bien.

Dalibor: ¿Qué te sucede?

Sigrún: No alucines, ¿vale?

Dalibor: Te lo prometo. Cuenta.

Sigrún: Te acuerdas que el pasado fin de semana no fue bueno para ninguno de los dos. La cuestión, es que al final creo recordar que sucedió con el chico con el que desperté.

Dalibor: Y resulta ser que es patético en la cama.

Sigrún: Tanto no recuerdo. El problema, es que no sé si es un capricho tonto por no recordar o realmente me gusta para algo más. ¡Ay Dios!, soy gilipollas.

Dalibor: ¿Y por qué no hablas con él? Nunca le das tantas vueltas a nada.

Sigrún: Lo he intentado, pero me ha dejado con la palabra en la boca.

Dalibor: Entonces no merece la pena. Siento ser yo quien te lo diga, pero si no se ha acercado a ti en toda la semana, es que solo fuiste la conquista de una noche.

Sigrún: Sí, ¿verdad? Si ya me han advertido de que es un mujeriego.

Dalibor: De verdad que no entiendo a las mujeres. Tú que llevas tantos años sin querer nada serio con nadie y vas ahora y te encaprichas de un capullo. Y yo, que soy un trozo de pan, mi compañera pasa de mí.

Sigrún: Así somos las mujeres, no tenemos remedio. Veo que a ti no te va mejor que a mí.

Dalibor: Sabes, uno de los dos debería cambiar de ciudad y hacernos pareja.

Sigrún: ¿No dices que es de tu compañera de piso de la que estás enamorado?

Dalibor: Me refiero a ti y a mí. Nos llevamos bien, sabemos qué nos gusta y qué no. Solo nos separa la distancia.

Sigrún: Obvias un pequeño problema. Tú estás enamorado de otra que no soy yo y yo creo que me estoy enamorando de otro que no eres tú. No sería justo para ninguno de los dos.

Dalibor: Con el tiempo llegará el amor.

Sigrún: Ni se te ocurra volver a decir eso. Tienes el derecho de estar con la persona que te llena, así que demuéstrale a tu compañera que eres su hombre ideal y no dejes de luchar hasta que no lo consigas.

Dalibor: Tienes razón. Y tú hazme caso. Pasa de ese tío, solo te causará problemas.

Sigrún: Anotado.

Rato después desconecto del juego, no sin antes despedirme de Sigrún. Al ver lo tarde que es, decido acostarme sin terminar las gestiones del viaje.

Cuando despierto estoy solo en casa, así que decido no ir a comer a La Latina, no me apetece ver a Sofía. Paso la mañana en compañía de mis hermanos, pero lo malo de juntarme con ellos es que no paramos de beber cerveza. A falta de quince minutos para que se congreguen los amigos de Hugo en el restaurante, recuerdo las palabras de Sigrún. Me despido de Abel y Diego y les prometo que el próximo sábado no falto a nuestra cita con los chicos del orfanato. Conduzco como un loco por las calles de la ciudad para no llegar más tarde de lo que ya voy.

Desde la puerta del restaurante miro en dirección a la mesa. Todos están en sus respectivos asientos. Avanzo hacía ellos de forma lenta y me freno al lado de Sofía. Fran no para de mirarla con lujuria, leo sus intenciones en sus ojos, pero intentaré por todos los medios que no se aproxime a ella.