Capítulo 7

Oliver

 

Sin darme cuenta la semana transcurre con celeridad y otra vez es viernes, no puedo creer que haya pasado ya una semana desde que regresé de México. Durante estos días no tengo ocasión de conocer a la nueva compañera de vivienda, he estado bastante liado con los trabajos pendientes de la facultad. Lo que me extraña es que tampoco coincido con Hugo, cosa rara. Es inaudito en él que no haya organizado a mitad de semana una de sus fiestas particulares, deduzco que será por respeto a su amiga de la infancia. La ventaja que saco, es que no tengo que soportar la falsa amistad de mi compañero de casa y no sabe lo que se lo agradece mi salud mental.

El lunes por la noche retomé mi cuenta de Slava, solo accedo el tiempo justo de poner tropas y edificios en construcción, al seguir Sigrún en modo vacaciones el juego no tiene aliciente, lo que hace que no merezca la pena pasar muchas horas frente al ordenador.

A media tarde regreso de una sesión de fotos y para mi sorpresa, Hugo está en casa.

—¡Qué pasa, tío! ¡Cuánto tiempo sin verte! —Saludo desde la distancia.

Me responde con un abrazo, el cual, no rechazo por educación.

—Hola, Oli. Ya tenía ganas de verte. Llevas perdido toda la semana.

Enarco la ceja ante su comentario, es él quien está desaparecido.                    

—Estoy donde siempre —respondo a la defensiva—. Hasta el día de hoy no ha cambiado nada en mi vida. Eres tú quien no para por casa.

Ríe tan escandaloso como siempre.

—Tengo los mismos horarios de siempre. Pero para cuando Sofi y yo llegamos a casa, nunca estás y cuando apareces, como para molestarte, macho.

Sé a qué se refiere, esta semana Silvia ha dormido conmigo todos los días. Sonrío con picardía, como dándole a entender lo que desea escuchar, aunque no se parezca nada a la realidad.

—Lo siento, pero se han sentido abandonadas durante mi ausencia.    

—Capullo.     

—¿Qué quieres que haga? No se resisten a mis encantos.

Me aprieto el paquete con la mano para enfatizar mis palabras, hasta yo me doy asco, pero aparentar ser un mujeriego conlleva unos actos.

Me golpea el hombro de forma suave.

—Madura de una vez, tío. Ya tienes una edad. 

—Ya sabes que soy un lobo solitario. Y el día que me decida, solo será con una. —Su semblante pasa a serio. Me viene a la memoria que todavía no conozco a su amiga—. Por cierto, ¿te has beneficiado ya a la amiga de la juventud?

Esta vez el golpe que me propina duele.

—Solo somos amigos, nada más. Es como una hermana. Además, es demasiado mojigata para mi gusto.                    

—Vamos, que es fea de cojones.     

—Eso tendrás que comprobarlo tú mismo. Si te hubieses dignado a llegar algún día a una hora decente y solo la habrías conocido. —Al no rectificarme deduzco que no fallo mucho—. Por si te interesa y estás libre, esta noche he quedado con el grupo para enseñarle la zona a Sofi, quiero que conozca la auténtica noche tinerfeña.

Sé a qué zona se refiere y me encanta el lugar y el ambiente que se respira en la calle te contagia de felicidad, pero debo declinar la oferta.

—No puedo, he quedado con Silvia.

Su expresión de decepción me llama la atención.

—Quedamos en que este fin de semana hablarías con Carla. —Antes de que le responda prosigue—. Mañana vamos a comer a La Latina, podrías venir y de paso…                     

—Llegaré un poco tarde, tengo asuntos que resolver. Pero sí, allí estaré. ¿A la misma hora de siempre? —pregunto mientras dirijo mis pasos a mi cuarto, deseo finalizar pronto la conversación.      

—Sí, y la misma mesa.

La cena con Silvia transcurre entre risas, es lo bueno de conocernos tan bien. Insiste en venir a casa otra vez, tras varios bailes y besos ardientes me dejo convencer. Llegamos a mitad de noche, al ver que no han regresado mis compañeros, me meto rápido a mi cuarto seguido por ella. Para cuando llegue Hugo, y su amiga, solo escuchará los gemidos de una chica, pero no sabrá que se trata de mi amiga, la misma de toda la semana.

Antes de llegar a la cama, la tengo desnuda. Está tan excitada que le cuesta quitarme la ropa, cosa que tengo que hacer solo. La tumbo y cojo un condón del primer cajón de la mesilla. Antes de que se dé cuenta la penetro con lo que logro que chille de placer.

Me muevo sobre ella con ritmo pausado al principio, llegado un momento aumento las embestidas para inducirle más goce y satisfacerme yo también. No deja de chillar de placer y llamarme a gritos.

Estoy a punto de llegar al orgasmo cuando alguien abre la puerta y grita para hacerse oír.

—¿Puedes decirle a tu ligue que deje de berrear? Hay gente en esta casa que intenta descansar.

Para ser la primera vez que se dirige a mí, ya la odio. No me da tiempo a verle la cara, al girarme hacia la puerta la ha cerrado de un portazo. Miro a Silvia y le pido perdón con la mirada, parece que no le molesta la intromisión porque comienza a reírse.

Antes de que pueda volver a la tarea que me tiene ocupado la puerta vuelve abrirse, al mirar para darle un desplante como se merece, solo observo un mechón de pelo negro rizado. Intento proseguir con la faena, pero la odiosa de mi compañera me corta el rollo.  Con mucho tacto me despido de mi acompañante y regreso frustrado a la cama; solo. Antes de dormirme conecto la alarma.