Gracias

A Julien y Sarah Bobroff, por su inestimable ayuda con las pesquisas realizadas en París. A Ulla Kassel, por el acercamiento al oficio de escenógrafo, a Richard Reiss por orientarme en East Village y a Anna Ehrman por instruirme sobre la legislación francesa. A Elisabeth L. Fort, del Joyce Theatre de Nueva York, a Juan Triviño Domínguez de la Cruz Roja de Tarifa y a Johanna Eriksson-Strand de la Dirección General de Medicina Legal de Umeå.

También quiero dar las gracias a Boell Forssell, Claes Forssell Andersson, Kina Alsterdal, Olivia Taghioff, Kicki Linna, Nikolaj Alsterdal y a todos vosotros que me habéis echado una mano, que habéis respondido a mis preguntas, leído y ayudado de una manera u otra. A Kristoffer Lind, por creer en esta historia y a los demás magníficos colaboradores de la editorial.

A Liza Marklund, ¡siempre! Por sus lecturas y relecturas, por el aliento y la sagaz crítica. Sin ti, no me las hubiese arreglado.

Por último, mi eterno agradecimiento a Elsa Bolin, por todo.