Introducción

Confío en que no serán éstas las únicas memorias que publique Richard Feynman. Sin duda, las reminiscencias aquí presentadas nos pintan, real y genuinamente, gran parte de su carácter —su necesidad, casi compulsiva, de resolver problemas, su provocativa malicia, su indignada impaciencia ante la falsedad y la hipocresía, y su talento para quedar por encima de quien trate de imponérsele. Es libro éste muy grato de leer. Escandaloso, chocante, y empero, cálido y muy humano.

Por todo ello, tan sólo toca de pasada la que ha sido y es piedra angular de la vida de Feynman: la ciencia. Ciencia que en el libro solamente vemos acá y allá, a modo de telón de fondo de una anécdota o de un acontecido, pero nunca como el punto focal de su existencia, como bien saben generaciones de alumnos y colegas suyos. Tal vez no haya otro remedio. Tal vez no haya otra forma de construir una serie de sabrosas historias sobre sí mismo y sobre su obra como ésta: el reto y la frustración, la excitación que produce la visión, la hondura del gozo que la comprensión científica produce, y que ha sido la fuente de felicidad de su vida.

Recuerdo, de cuando fui alumno suyo, lo que pasaba cuando íbamos a recibir sus lecciones. Se plantaba en la parte delantera de la sala, sonriéndonos conforme íbamos entrando, tabaleando con los dedos ritmos complicados sobre la negra superficie de la mesa de experimentos que corría de un lado a otro del aula. Mientras los rezagados iban ocupando sus asientos, cogía la tiza y la hacía girar rápidamente entre sus dedos, lo mismo que un jugador profesional con una ficha de póquer, sonriendo todavía feliz, con la sonrisa de esa broma que sólo uno mismo conoce. Y después, sonriente aún, nos hablaba de física, ayudándonos con sus ecuaciones y sus diagramas a compartir su comprensión. No era ninguna broma secreta lo que traía a sus labios la sonrisa y lo que hacía chispear sus ojos; era la física. ¡El gozo de la física! Este gozo era contagioso. Grande ha sido la fortuna de quienes nos hemos contagiado. He aquí, lector, su oportunidad de verse irradiado por el gozo y alegría de vivir, al estilo de Feynman.

ALBERT R. HIBBS

Senior Member of the Technical Staff

Jet Propulsion Laboratory

Instituto Tecnológico de California