Capítulo
7
Era imposible que la sorpresa de Ash fuera fingida. Claramente lo había pillado con la guardia baja al soltarle aquello. Sus ojos se entrecerraron y se inclinó más hacia ella sobre la mesa. Aún le sostenía una mano, pero cubrió la otra que tenía libre también deslizando la palma sobre sus nudillos.
El hombre era letal. Con cada caricia la seducía, y dudaba de que él siquiera se diese cuenta. O a lo mejor sí. Quizás supiera exactamente lo que estaba haciendo.
—Yo no —dijo en voz baja—. Porque si así hubiera sido, ahora mismo estarías en mi cama.
Su voz salió como un gruñido ronco deslizándose sobre su piel hasta que los pelos de la nuca se le pusieran de punta.
Ella intentó apartar las manos, pero él se las sujetó y no permitió que escapara.
—Sí que eres tú lo que ha pasado —refutó—. Ese día en el parque. Hiciste que me lo cuestionara todo. Y no me gustó lo que descubrí como resultado.
—¿Y qué fue?
Ella se removió incómoda en la silla bajo su intenso escrutinio. No quería mantener esta conversación. Era demasiado íntima. Era demasiado… reveladora. Ash era un hombre al que si le dabas la mano, te cogía el brazo.
—¿Qué hice que te cuestionaras, Josie?
Estaba claro que él no iba a darse por vencido.
—Lo que el collar significaba —dijo, accediendo por fin.
—¿Qué quieres decir con eso? —la animó delicadamente.
Ella respiró hondo.
—Las cosas que dijiste, lo que el collar significaba para ti y lo que debería significar para mí. Me di cuenta de eso. Pensé mucho en ello, y cuando fui a ver a Michael para averiguar lo que el collar significaba para él, ni siquiera se percató de que no lo llevaba puesto. Puede que me equivoque, pero pensé que a un hombre no le gustaría el hecho de que su mujer se quitara el collar. Es decir, claro está, si se supone que significa todo lo que tú insinuaste.
—No te equivocas —dijo Ash.
—Es un juego para él. Quizás para mí también lo era —susurró—. Me dijo que me estaba tomando las cosas con demasiada seriedad. Que el collar era divertido, pero sin ningún significado. Es como si estuviera jugando a algún juego de rol y nada de eso fuera real. Y cuando me di cuenta de eso, también me di cuenta de que yo no quería un juego. Aunque al mismo tiempo, no sé si quiero que sea real. Contigo… creo… que sería muy diferente. Con un hombre como tú, me refiero.
—Sí que tiene un significado —gruñó Ash con el ceño fruncido—. Y sí que sería diferente conmigo. ¿Pero sabes qué? Sería real. Y significaría algo.
—¿Qué significaría? —preguntó ella con los labios temblorosos mientras le devolvía la mirada a esos ojos tan intensos.
—Significaría que me perteneces. Solo a mí. Que te sometes a mí. Que te cuidaré, te daré lo que necesites y te haré el amor.
Ash no podía saber el efecto que sus palabras tenían sobre ella. De que le habían llegado tan adentro del alma y habían despertado una parte de ella que no sabía ni que existía. Con Michael, todo había sido un juego, ahora lo veía. Habían sido dos personas actuando, haciendo cosas por el simple morbo de hacerlas. No había nada malo en ello, pero no era lo que ella quería.
Pero la idea de estar con Ash, de pertenecer a él en el sentido que él decía, la asustaba. Era abrumador en todos los sentidos de la palabra.
—Creo que sabes que te deseo, Josie. Está claro que no lo he ocultado. La pregunta es si tú me deseas igual y quieres todo lo que te puedo dar. Pero también tienes que pensar en todo lo que yo voy a coger. Porque voy a coger mucho. Te daré más, pero yo me adueñaré de todo.
Ella tragó saliva; las manos le temblaban bajo las de él. Ash enroscó más sus dedos alrededor de las manos de Josie y le dio un pequeño apretón.
—No sé qué decir.
—Di que pensarás en ello —murmuró—. Al menos dame eso.
Ella se relamió los labios; el pecho le subía y bajaba debido a sus rápidas respiraciones. Decir que lo pensaría no era un compromiso. No tenía por qué decir nada definitivo. Y sí que necesitaba tiempo para considerar en dónde se estaba metiendo.
—Lo pensaré —concedió finalmente.
La satisfacción, no, el evidente triunfo brilló con fuerza en los ojos de Ash. Actuaba como si hubiera aceptado ya. Quizás pensaba que así era al haberle dicho que lo pensaría. O a lo mejor era que no le gustaba obtener un no por respuesta.
El camarero volvió con los entrantes. Ash se quedó en silencio hasta que sirvió los platos y el camarero se hubo retirado.
—Ahora cuéntame más sobre ti. Eres una artista, obviamente.
Ella asintió, sin siquiera saborear la comida que se había metido en la boca. El solomillo olía deliciosamente bien y estaba tan tierno que podía cortarlo solo con el tenedor. Pero cuando se lo llevó a la boca, no percibió ningún sabor. Estaba demasiado preocupada con Ash y con la proposición que le había hecho.
—¿Puedes vivir de ello? —le preguntó.
Era una pregunta personal, pero Ash no parecía ser el tipo de hombre que se preocupara demasiado por lo que era apropiado o no.
—Ahora más —dijo con remordimiento—. He podido hacerlo. No siempre es fácil. Pero lo he intentado con trabajos de ocho horas, y no tengo una gran pasión por ellos. No como cuando pinto. He vendido algunos cuantos cuadros aquí y allí y diseño joyas y las vendo por Internet. Gano lo suficiente como para pagar el alquiler. La mayoría de las veces —añadió con una mueca en el rostro—. Este mes ha sido malo. Los pedidos de Internet, que normalmente son regulares, bajaron y no había vendido ninguno de los cuadros que expongo en una galería en las últimas seis semanas. Esa es la razón por la que fui a la casa de empeños a vender las joyas de mi madre. Odié tener que hacerlo, pero no veía otra opción para pagar las facturas. Podía haber conseguido un préstamo, pero eso no me beneficiaría si no tengo el dinero para pagarlo con intereses.
—¿Y dónde demonios estaba Michael cuando pasó todo esto? —exigió Ash.
Ella parpadeó ante la ferocidad de su mirada y de la ira que vio reflejada en sus ojos.
—No estoy segura de saber a lo que te refieres.
Ash curvó los labios con irritación.
—Tenías problemas económicos, lo que te obligó a elegir entre vender las joyas de tu madre, algo que obviamente significa mucho para ti, o no poder pagar el alquiler y por lo tanto acabar sin un lugar en el que vivir. Michael debería haberte ayudado.
Ella negó con la cabeza.
—No. No es así. No quiero que me mantenga. Él gana bastante dinero, pero nuestra relación no era por eso. No podía pedirle dinero. Sería como si estuviera pagándome por tener sexo.
Ash la miró incluso más molesto.
—Tienes una forma de razonar un poco retorcida, Josie. Si fuera elegir entre vivir en la calle o coger dinero de un hombre que debería haberte protegido mejor de lo que lo ha hecho, no hay ningún duda de que él te tenía que haber ayudado. No deberías haber tenido ni que pedirlo. Si él estaba contigo, si él era tu dominante y lo conocía todo sobre ti, entonces debería haber sabido que tenías dificultades. Debería haber sabido que estabas en una maldita casa de empeños vendiendo joyas para no quedarte en la puta calle. Y debería haber aparecido y haberse encargado de ti. Si te hubiera tratado como se supone que debería hacerlo, no te sentirías incómoda con que te ayudara. Deberías tener completa confianza en el hombre al que te has entregado. Y él debería cuidar y mantener ese regalo asegurándose de que no tienes preocupaciones, económicas o de lo que sea.
—Supongo que nunca lo miré de esa forma —murmuró.
—Lo harás —dijo él.
La determinación en su voz la hizo quedarse muy quieta. Estaba tan seguro de sí mismo, de ella. De que habría al final un «nosotros».
—¿Cómo está tu comida? —le preguntó, cambiando la dirección de la conversación por completo.
Ella se quedó mirando su plato y se dio cuenta de que el filete estaba a medio comer y de que no se había acordado de seguir comiendo mientas hablaban.
—Buena —dijo quedamente—. En realidad, excelente. Nunca había comido aquí antes. Es demasiado pijo para mí. ¿Qué te hizo elegirlo?
Ash sonrió ligeramente.
—Soy dueño del hotel, así que es lógico que tenga un restaurante en él en el que me guste comer. Me alegro de que el solomillo fuera de tu gusto.
Josie se quedó mirándolo boquiabierta.
—¿El hotel es tuyo?
Él arqueó las cejas.
—Pareces sorprendida. Te dije que mis socios y yo teníamos varios hoteles.
—Supongo que pensé que te referías a una pequeña cadena de hoteles o algo más modesto. Este hotel es… —luchó por encontrar la palabra correcta para evitar parecer como una auténtica idiota.
—Es ¿qué? —preguntó.
—Es muy pomposo y obviamente un buen reclamo para gente adinerada. Supongo que pensé que eras dueño de algo a una escala mucho menor —murmuró ella.
—¿Eso te molesta?
Josie sacudió la cabeza.
—No. Solo me ha pillado por sorpresa. Bueno, sí que aparentas ser rico, pero quizás no pensé que lo fueras… tanto.
—¿Y piensas que si aceptas lo que te he propuesto te hará parecer una cazafortunas?
Lo acertó a la primera. El hombre era muy hábil leyendo la mente.
—Digamos que no juego en tu misma liga. Cualquiera que nos mire a los dos me etiquetaría inmediatamente de oportunista. Nadie se creería nunca que no estoy contigo por tu dinero.
—¿Y lo estarías? —preguntó él de sopetón.
Ella no pudo esconder su reacción. Los labios formaron una fina línea.
—¡Por supuesto que no! No quiero ni necesito que me mantengas, Ash. No quiero tu dinero. Quiero…
Ella se paró, horrorizada, ante lo que había estado a punto de decir. Pero Ash no perdió detalle y su mirada se volvió mucho más intensa.
—¿Qué quieres?
—A ti —susurró—. Solo a ti.
La satisfacción se reflejó en sus ojos y una sonrisa lenta apareció en sus labios.
—Entonces tienes que lidiar con ello, Josie. Porque conmigo viene todo lo que puedo darte, y no me hará feliz que rechaces lo que yo elijo darte o hacer por ti. Mientras tú y yo sepamos de qué va la cosa, no me importa una mierda lo que los demás piensen y a ti tampoco debería importarte.
Ella se relamió los labios mientras las palabras de Ash volvían a ella como en cascada. Lo había querido interrogar entonces, pero el momento no había parecido el correcto, y luego la comida llegó. Pero la pregunta le estaba quemando la punta de la lengua y tenía que saber la respuesta.
—Antes dijiste algo… quiero decir, cuando dijiste que darías pero que cogerías… mucho. ¿Qué querías decir con eso?
—Todo —dijo él abruptamente—. Tú en mi cama. Tú en mi espacio. Tú bajo mi protección. Lo voy a coger todo, Josie, y tú me lo darás.
—Eso no parece muy igualitario —murmuró.
—Nada que te pueda dar yo se puede comparar con el regalo de tu sumisión. El regalo de tu confianza. Nada es más valioso que eso, y no puedes ponerle un precio a esa clase de regalo. Me pasaría toda la vida intentando llegar al mismo valor, porque, joder, claro que no es igual. Lo que tú me darías sobrepasaría todo lo que yo pudiera darte.
—¿No me estarías tú dando a ti mismo también? Quiero decir, dijiste que me entregaría a ti, pero tú te entregarías a mí a cambio, ¿verdad?
Él hizo una breve pausa durante un momento pero siguió mirándola intensamente a los ojos.
—Me tendrás a mí. Todo lo que soy. Lo que yo elija darte. Nada más. Y tú tienes que entender eso. Si te molesta, entonces tienes que aguantarte y tomar una decisión porque no te podré dar más.
Ella digirió sus palabras durante un largo rato y luego volvió a alzar la mirada hacia él con una ceja arqueada mientras volvía a prepararse con su siguiente pregunta, o mejor dicho, condición. Puede que no se la tomara muy bien, pero no podría considerar esto si se negaba a ello.
—No te compartiré con ninguna otra mujer —dijo—. Me refiero a que, si hacemos esto, no toleraré que estés con ninguna otra mujer. No sé cómo funciona esto, si ya tienes a otra mujer como yo. Pero no quiero tener que preocuparme de que estés con ninguna otra. Porque si yo te doy todo lo que estás exigiendo, especialmente mi confianza, entonces yo esperaré que tú me seas fiel durante todo el tiempo que dure.
—No tengo intención de acostarme con ninguna otra mujer o incluso estar con ninguna otra mujer si te tengo a ti. ¿Por qué necesitaría a alguien más si tú te has sometido a mí y estás en mi cama? Yo nunca te faltaría el respeto así, Josie. De todo lo que te doy, el respeto es lo principal. Te cuidaré, te protegeré y te querré. Ninguna otra mujer tendrá esas cosas de mí.
Josie no estaba del todo segura de saber qué responder a eso. Ash sonaba tan… decisivo. Como si ya diera su relación por hecha.
Se inclinó hacia delante con la mirada volviéndose mucho más intensa aún y su tono de voz persuasivo, como si quisiera que le diera una respuesta ahora en vez de tomarse su tiempo para pensarlo mejor.
—Una cosa de la que tienes que darte cuenta es que no soy más que tú, Josie. Entiendo que hay una desigualdad de poder en la relación. La balanza está inclinada a mi favor, pero eso no significa que yo sea más. Nunca más. Tú lo eres absolutamente todo en esta ecuación. Tú no vas a bajar la mirada. No vas a sentir nunca que eres menos, porque eso sí que me cabreará. No necesitas arrodillarte a menos que eso sea lo que yo quiera que hagas cuando estés mamándome la polla. Yo tomo las decisiones y tú te sometes a mí, pero eso no me hace a mí superior ni a ti inferior; te hace a ti el todo. Y tu poder sobre mí es, de lejos, mucho mayor que el poder que puedas percibir que tengo yo sobre ti. Hablas de lo que tú me das y lo que yo te doy. Sin mí, estás bien. Puedes apañártelas sola, ya lo has demostrado. Pero sin ti, yo no soy nada, porque el dinero, la riqueza, el poder, no significan nada sin tener a alguien con quien compartirlos. Así que a lo mejor mi necesidad de ti es superior a la tuya de mí. Pero eso no significa que no vaya a hacer todo lo que esté en mi poder para que me necesites tanto como yo te necesito a ti.
Josie abrió los ojos como platos ante su apasionado discurso. Joder, ¿lo decía de verdad? ¿Todo?
—¿Me necesitas? —susurró ella.
Él le soltó la mano y se echó hacia atrás al mismo tiempo que se pasaba la mano por el pelo con nerviosismo.
—No puedo explicarlo. Esta cosa, lo que hay entre nosotros. Pero sí, te necesito. No estoy siquiera seguro de que «necesitar» sea la palabra adecuada porque es muy inadecuada para la urgencia loca que tengo de estar contigo. De tenerte. De tener tu sumisión. Nunca ha sido así con ninguna otra mujer. Es algo que quiero, algo que deseo, algo que disfruto. Pero contigo lo necesito y si no lo tengo, voy a perder la puta cabeza. Así que sí, te necesito, Josie. Y eso es decirlo de un modo suave. Y si te asusta, lo siento, pero no puedo ser de ninguna otra manera contigo. Te estoy diciendo las cosas claras. Intentaré no abrumarte, pero solo conozco un único modo de actuar contigo, sin frenos y sin restricciones.
Se había quedado sin palabras. Josie no tenía ni idea de qué responder. Esto era una locura. Todo. Solo se habían visto dos veces antes de esta cena. ¿Cómo podría haber determinado que era algo que necesitaba cuando no conocían casi nada el uno del otro? Y, a todo esto, ¿cómo podía sentirse ella como si lo necesitara a él?
—Otra cosa que tienes que saber —dijo él antes de que pudiera responder—. A mí no me van las fantasías, Josie, sino la realidad. Y quizás tu fantasía es mi realidad, y eso me parece bien siempre y cuando sepas que al final esa fantasía se convierte en realidad. Lo que hacemos es real. Está aquí. Es sólido. No se va a ir mañana o al día siguiente. Tienes que estar segura de que puedes lidiar con eso porque, sí, te daré la fantasía pero va a ser muy real. Nada de ilusiones con las que solo sueñas en la cabeza. ¿Estás preparada para eso? ¿Puedes lidiar con que esto sea real y permanente?
—Pero ¿cómo? Quiero decir, entiendo adónde quieres llegar con lo de la línea entre la fantasía y la realidad. Sé que Michael claramente quería un juego. No era real con él, y me di cuenta de que yo no quería jugar a un juego. Pero si no estoy siquiera segura de lo que quiero, ¿cómo puedes esperar saberlo tú?
Él sonrió y extendió su mano sobre la de ella otra vez.
—Ese es mi trabajo. El tuyo es someterte, entregarte libremente. Mi trabajo es estar al día de tus necesidades y deseos, conocerlos mejor que los míos propios.
—Suena demasiado bien como para ser verdad —admitió—. Dices que esto no es una fantasía, que sería real contigo, pero sí que suena como una fantasía.
—No lo sabrás a menos que decidas dar el paso. Pero créeme cuando digo que no es ningún juego. Si te sometes a mí, sabrás que es real. Nada de actuar ni de juegos tontos. Eso lo sentirás en tus huesos, te lo garantizo.
Tenía en la punta de la lengua decir que sí, que aceptaba dar el paso, como él había dicho. Pero sería estúpido por su parte no tomarse tiempo para pensar sobre ello, preferiblemente cuando él no estuviera sentado frente a ella seduciéndola con cada mirada, roce y cada palabra que salía de su boca.
No había ninguna duda de que él la atrapaba y despertaba una parte de su alma que nunca había salido a la luz. Hacía que quisiera cosas que nunca había considerado. Sabía sin ninguna duda que una relación con él sería muy diferente a la que había tenido con Michael. Y ella no estaba totalmente segura de poder manejar eso. Ash tenía una presencia abrumadora. La asustaba y la intrigaba a partes iguales.
—Lo pensaré —dijo quedamente—. Necesito tiempo, Ash. Esto es… muy fuerte. Es una decisión enorme que no puedo tomar a la ligera. No querría faltarte al respeto accediendo y luego negándome a los términos de nuestra relación. Si acepto tengo que saber que soy capaz de darte todas las cosas que pides.
—Te daré tiempo —dijo—. Espero que no tardes demasiado, pero tampoco tienes un tiempo límite para decidirte. No voy a conseguirme otra mujer en una semana porque no me hayas dado tu decisión. Has de saber que no hay ninguna otra mujer. Nadie que esté considerando. Otra cosa que has de saber es que yo no hago esta oferta a la ligera. De hecho, nunca le he propuesto a ninguna otra mujer una relación de estas características.
Ella frunció el ceño.
—Pero dijiste que esto es quien tú eres. Lo que eres. ¿Cómo puedes no haberle pedido a ninguna otra mujer estas cosas? Dudo que hayas estado célibe toda tu vida.
Él se rio.
—No, claro que no. Las mujeres con las que he estado sabían dónde se metían, lo que esperaba de ellas y lo que cogería. Pero nunca las consideré una relación de verdad, porque, voy más allá, tanto ellas como yo sabíamos que era temporal. Para nada lo que yo llamaría una relación de verdad.
—¿Entonces esto no sería temporal? —preguntó, dándole voz quizás a su mayor miedo. Miedo a que él se cansara de ella en una semana y simplemente la dejara por otra.
¿Pero qué era lo que esperaba? ¿Qué era lo que pedía siquiera? ¿Algo a largo plazo? ¿Cómo podría pedirle eso a él cuando no estaba segura de querer algo más permanente? Era dar un paso enorme. Era posible que no fuera capaz de lidiar con las exigencias que él pedía. Y aun así, la sola idea de que él quisiera únicamente algo temporal la molestaba.
—No puedo decir con alguna autoridad lo que serás, Josie —dijo en voz baja—. Pero lo que puedo decir es que no, seguramente no vas a ser temporal. Tengo toda la intención de conservarte durante mucho tiempo. Y si te hace sentir mejor, nunca antes le he propuesto a una mujer nada más allá de unas pocas semanas, y ninguna de esas mujeres me tenían tan amarrado como tú ya me tienes.
El calor le recorrió las venas y su pecho se hinchó de placer. Era estúpido este sentimiento de atolondramiento de que de alguna manera fuera más para él que cualquier otra mujer. ¿Pero a qué mujer no le gustaba sentirse así con el hombre con el que estaba?
No importaba lo que el futuro tuviera preparado para ellos ni para la relación que empezarían; ella se sentía más tranquila al pensar que por alguna razón él sentía por ella lo que no había sentido nunca por ninguna otra mujer.
—No me llevará mucho —dijo ella—. Solo dame unos pocos días para que me aclare la cabeza.
Él asintió.
—De acuerdo. Te daré mi número de móvil. Cuando hayas tenido tiempo de considerar todo lo que he dicho, llámame y cenaremos en mi apartamento. Luego, si has aceptado, pasaremos a los términos, o mejor dicho, a mis expectativas.
Ella frunció el ceño.
—¿No deberíamos hacer eso antes de que tome mi decisión?
Ash sonrió.
—Ahí es donde entra la confianza, Josie. Considera todo lo que te he dicho, cómo será, y luego cuando digas que sí, pasaremos a los detalles más íntimos de nuestro acuerdo.