Capítulo
32
—¿Qué mierdas está pasando? —exigió Jace mientras entraba con paso largo en la sala de espera de Urgencias.
Ash se giró y luego les hizo un gesto tanto a Gabe como a Jace para que se dirigieran a una de las salas privadas más pequeñas donde los médicos se reunían con los familiares.
—Tenemos un grave problema —dijo Ash seriamente.
—¿Qué demonios le ha pasado a Josie? —preguntó Jace—. Gabe me ha llamado muy preocupado por Mia y por Bethany, me dijo que las encerrara a ambas y que me asegurara de que estuvieran a salvo. He llamado a Kaden Ginsberg y ahora tengo a dos mujeres extremadamente cabreadas porque he hecho que Kaden las vigilara a ambas y tienen miedo y quieren saber qué coño pasa, ¡lo cual no he podido decirles porque ni yo mismo lo sé!
Ash levantó una mano y se metió la otra en el bolsillo. Sacó la foto que había encontrado en la mano de Josie y se la mostró a Gabe.
La expresión de Gabe fue una mezcla de conmoción y rabia. Y luego, extrañamente, de culpabilidad también. Se puso gris y seguidamente retrocedió dando tumbos hasta sentarse en una de las sillas. Escondió el rostro entre las manos y arrugó la foto con uno de sus puños.
Jace se la quitó y luego empalideció al ver a su hermana desnuda, atada, y con otro hombre intentando meterle la polla en la boca.
—¿Qué cojones es esto?
La explosiva pregunta de Jace retumbó en la habitación.
—Josie la tenía en la mano cuando llegué —dijo Ash con voz queda—. Y luego me dijo que el hombre que le había dado la paliza tenía un mensaje para mí, para ti y para Gabe.
—¿Qué? —dijo Jace con incredulidad.
—Le dijo que nada de lo que tuviéramos en alta estima estaba a salvo de él. Que lo arruinamos y ahora él nos va a arruinar a nosotros. Diría que Josie fue el primer objetivo porque era la más fácil. Estaba sola y vulnerable. Sería mucho más complicado acercarse a Mia o a Bethany.
—Quiero saber de qué coño va esta foto —dijo Jace en un tono furioso—. Ese de la fotografía era Charles Willis. ¿Es él el que le ha hecho daño a Josie y ahora nos está amenazando?
—Sí —respondió Gabe con desolación.
—¿Qué sabes tú que no nos hayas contado? —preguntó Ash con un tono peligrosamente grave. Era evidente por la expresión del rostro de Gabe que había muchas más cosas que Ash y Jace no sabían.
Gabe se pasó una mano por la cara con cansancio; sus ojos rebosaban de angustia.
—Lo que voy a decir os va a cabrear a ambos. Pensé que era algo que habíamos dejado atrás Mia y yo, pero aparentemente me equivoqué.
—Sí, diría que sí —soltó Jace con mordacidad—. ¿Qué demonios has hecho, Gabe?
—Cuando Mia y yo estábamos juntos, antes, cuando te lo estábamos ocultando, justo antes de que fuéramos a París por negocios, mi exmujer vino a la oficina diciendo toda clase de estupideces. Luego me acusó de estar enamorado de Mia. Me acusó de estar enamorado de ella cuando aún estaba casado con Lisa. No lo supe asimilar bien. No estaba preparado para admitir mis sentimientos por Mia. Y en un esfuerzo por distanciarnos, por demostrarme a mí mismo que solo era sexo, preparé algo en París.
—¿Qué quiere decir ese algo? —gruñó Ash.
Gabe soltó su respiración.
—Mia y yo habíamos discutido, antes, su interés por estar con otro hombre. Conmigo, quiero decir. Supongo que era más o menos como tú y Jace cuando compartíais a las mujeres. Así que lo preparé con Charles Willis y otros dos hombres más en nuestra habitación. Joder, esto es complicado.
Jace miraba fijamente a Gabe con los ojos echando chispas.
—Las cosas se salieron de madre. Yo iba a dejar que la tocaran, nada más. Les dejé clarito que no podían hacer nada más que tocar, lo cual significaba que tenían que quedarse con las pollas bien guardaditas. Pero cuando la cosa empezó, supe que estaba mal. Me di cuenta de lo que estaba haciendo, pero antes de poder pararlo todo, Charles se sobrepasó con Mia. Estaba intentando meterle la polla en la boca y luego la golpeó cuando ella protestó.
—¡Hijo de puta! —maldijo Jace—. ¿Qué demonios esperabas, tío? ¿Cómo pudiste hacerle eso? ¿En qué estabas pensando?
Gabe levantó la mano.
—Hay más. Se pone peor.
—Dios —murmuró Ash.
—Cuando volvimos, Charles se enfrentó a Mia fuera del edificio de oficinas cuando fue a comprarnos algo para comer. Intentó chantajearla para que le diera información sobre las ofertas. Sabía que yo no tenía ninguna intención en hacer negocios con él, pero supuso que si ofrecía el precio más bajo no tendríamos elección. Le enseñó esa imagen a ella y le dijo que si no le daba lo que quería, la haría pública.
—Increíble —gruñó Jace.
—Mia vino a mí en vez de sucumbir, y yo me ocupé del asunto. O al menos pensé que lo había hecho —terminó Gabe con cansancio.
La mandíbula de Ash estaba apretada con fuerza. La ira lo quemaba por dentro.
—Me ocuparé de ello —dijo Gabe con voz queda—. La cagué, por lo que me aseguraré de que ese maldito cabrón no le ponga las manos encima ni a Mia ni a Bethany y me aseguraré de que pague por lo que le ha hecho a Josie.
—No —dijo Ash, y la palabra salió de sus labios con tanta brusquedad que pareció un disparo.
Tanto Gabe como Jace miraron a Ash con los ojos entornados.
—Tú ya tuviste tu oportunidad —dijo Ash con una voz plana—. Ahora voy a ser yo quien se ocupe de ese cabrón.
El rostro de Jace destelló, alarmado.
—No creo que eso sea una buena idea, tío. Tus emociones están apoderándose de ti ahora mismo. Deja que yo y Gabe nos encarguemos de esto.
—He dicho que no —espetó Ash—. Es mi turno. Gabe tuvo su oportunidad. La cagó, así que no le voy a dejar esto a él.
—Ash —replicó Gabe, pero Ash lo calló con una mirada.
—Si fuera Mia o Bethany la que estuviera tumbada en una cama de hospital, con moratones, huesos rotos, un pulmón perforado y Dios sabe qué más, ¿os quedaríais sentados, dejando que otra persona se ocupara del cabrón que le ha hecho todo eso?
Jace torció la boca y luego suspiró.
—No. Pero, joder, tío. Después de lo que ha pasado con Michael, esto es demasiado arriesgado. Te has librado de la primera, no te vas a librar de esta. Charles Willis no tiene nada que perder. No va a ceder ante amenazas. Tócalo, y tendrá tu cabeza en una bandeja de plata.
—¿Quién ha dicho nada de amenazas? —preguntó Ash con calma—. En mi mundo, las amenazas no valen nada a menos que hagas algo que las respalde. Yo no tengo intención de amenazar a Charles Willis. Pero sí que tengo toda la intención de cargármelo.
Gabe y Jace intercambiaron miradas de preocupación, pero Ash las ignoró. Intentarían hacer que se lo pensara dos veces, pero no lo iban a disuadir.
—Esto no os salpicará. Y mucho menos les salpicará ni a Mia, ni a Bethany ni a Josie. Nunca más. No tenéis de qué preocuparos. No estaréis relacionados con esto.
—Que te jodan —dijo Jace con rudeza—. Ni de coña voy a dejar que toda esta mierda te caiga encima a ti solo. Ya hemos pasado por eso. No tienes que pedirlo. Siempre te cubriremos las espaldas.
—Significa mucho —dijo Ash calladamente—. Pero no voy a arrastrar a mi familia conmigo. Vosotros y las chicas significáis demasiado para mí. Yo no voy a caer tampoco, eso lo podéis tener claro. Ni en el peor de los sueños voy a dejar que Josie sobreviva sola. Yo voy a estar ahí en todo momento y no se volverá a tener que preocupar de que algún gilipollas que nos tenga rencor la use para llegar hasta nosotros. Esto no volverá a pasar.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Gabe quedamente.
—Mejor que no lo sepas —respondió Ash.
Gabe se pasó una mano por el pelo.
—Joder, tío. Esto es por mi culpa.
—Tuviste tu oportunidad —dijo Ash con cuidado—. No estoy diciendo que lo hicieras mal, pero fuera lo que fuese, no fue suficiente. Yo voy a asegurarme de que esta vez sí lo sea. Él no le ha dado una paliza a tu mujer hasta casi dejarla muerta, aunque ella fuera el verdadero blanco. Ha jodido a Josie, y voy a cerciorarme de que eso no vuelva a pasar.
—¿Por qué narices no nos contaste esto antes? —le reprochó Jace a Gabe—. No me puedo creer que nos ocultaras esto, especialmente si no te aseguraste del todo de que Charles no fuera a ser una amenaza en el futuro.
—No os lo podía contar cuando ocurrió —dijo Gabe entre dientes—. Mia estaba histérica porque no quería que su hermano se enterara de la clase de relación que teníamos o ni siquiera de que teníamos una relación. Y después ya no parecía tan importante. Él desapareció. Los meses pasaron y él pareció esfumarse de la faz de la Tierra. Pensé que no volvería a ser un problema.
—Lo que hiciste fue enfadarlo hasta tal punto de querer darle una paliza a Josie y de tener ahora en el punto de mira a Mia y a Bethany —dijo Jace con un tono furioso.
—Tienes que mantenerte ojo avizor con las chicas —dijo Ash desviando el tema que tenía enfurecido a Jace. Tenía ese derecho. Mia era su hermana. Pero eso no era lo importante ahora. La seguridad de las mujeres, sí.
—Sí —gruñó Gabe—. No van a ir a ninguna parte hasta que Charles ya no sea un problema.
Ash asintió.
—Os lo haré saber cuando el asunto se haya resuelto.
La expresión de Jace aún era intranquila pero se mantuvo en silencio, aunque era obvio que ni él ni Gabe habían terminado con la conversación.
—¿Señor McIntyre?
Ash se giró y vio a una enfermera en la puerta. Se precipitó hacia ella.
—¿Cómo está Josie? —exigió—. ¿Puedo verla ya?
La enfermera sonrió.
—La doctora les atenderá enseguida. Ella les dirá cuál es el estado de Josie y luego podrán preguntarle si pueden ir a verla. Quédense aquí mientras les informo de dónde está.
Ash se movió con impaciencia. Había pasado mucho tiempo sin que le dijeran nada y se estaba volviendo loco. No le gustaba que Josie estuviera sola. O al menos rodeada de extraños. Se estaría preguntando dónde estaría él. Le había jurado que no la dejaría, que estaría con ella en todo momento. ¿Cómo podía mantener esa promesa cuando lo habían echado de su habitación mientras la trataban?
Un momento más tarde, una mujer vestida con una bata entró por la puerta. Parecía joven, y la cola de caballo que llevaba contribuía a realzar su juvenil apariencia.
—¿Señor McIntyre?
—Sí, ese soy yo —dijo Ash dando un paso hacia delante.
Ella extendió la mano y la estrechó firmemente con la de él.
—Doctora Newton. Soy la doctora de urgencias que lleva el caso de la señorita Carlysle.
—¿Cómo está? —preguntó Ash con ansiedad—. ¿Cuándo puedo verla?
La expresión de la doctora se suavizó.
—Está bastante magullada. Lo más preocupante es el trauma que presenta en el neumotórax. Le he insertado un tubo en el pecho para ayudarla a eliminar el aire que se ha quedado atrapado entre el pulmón y la cavidad torácica y también ayudará a que el pulmón se vuelva a inflar. Vamos a vigilarla de cerca para ver si hay infección y también para ver cómo mejora el pulmón. Ahora mismo no creo que requiera operación, pero consultaremos a un cirujano y él tomará la decisión final.
»Tiene varias costillas rotas, una conmoción cerebral y algunos dedos fracturados en su mano derecha. Tiene también una pequeña fisura en la muñeca derecha. Numerosas contusiones y otras lesiones menores. La dejaron muy mal, señor McIntyre. Tiene suerte de estar viva.
Ash dejó escapar el aire que tenía en los pulmones mientras Gabe y Jace maldecían suavemente a su espalda.
—¿Puedo verla?
—Puede entrar. Acaba de volver de hacerse una radiografía y la van a trasladar a la UCI en cuanto el papeleo quede solucionado y haya sido admitida. No puedo decir con ninguna autoridad el tiempo que permanecerá en la UCI. Eso dependerá del médico que se le asigne. Pero puede quedarse con ella hasta que se la lleven a la unidad. Normalmente suelen ser muy indulgentes dejando a los familiares entrar aunque no sean las horas de visita.
—No la voy a dejar —soltó Ash.
En la expresión de la doctora se reflejó la compasión.
—Lo entiendo. Y como he dicho, normalmente suelen ser muy indulgentes. Desafortunadamente, cuando la trasladen allí por primera vez, tendrá que esperar hasta que la instalen, pero le avisarán cuando pueda volver a estar con ella.
—Gracias —dijo Ash en voz baja—. Aprecio todo lo que ha hecho por ella.
—Es mi trabajo, señor McIntyre —contestó con una voz animada—. Ahora, si me perdonan, tengo otros pacientes que atender. Si quiere, le acompaño dentro y le muestro en qué habitación está.
Ash se giró hacia Gabe y Jace.
—¿Le vais a contar a Mia y a Bethany lo que ha pasado? Estarán preocupadas por Josie.
—Se lo diremos —dijo Jace—. Le diré a Kaden que las traiga y se quedarán con nosotros hasta que nos vayamos.
Ash asintió y luego se volvió a girar para seguir a la doctora hasta la habitación de Josie.
Cuando entró en el pequeño cubículo en el que Josie se encontraba, se le cortó la respiración y las lágrimas se le acumularon en el rabillo del ojo. Le dolía respirar. El pecho lo tenía tan tenso que se llevó la mano automáticamente hasta allí para acariciarlo e intentar hacer desaparecer esa incomodidad.
—Dios —susurró.
Le destrozaba verla tumbada en una cama de hospital porque un gilipollas tuviera una guerra abierta con él, Gabe y Jace. Fue hasta el lado de su cama y, vacilante, levantó la mano para acariciarle la frente. Le pasó la mano por el pelo y luego se inclinó hacia delante para darle un beso en la frente.
—Te quiero —murmuró—. Estoy aquí. Contigo, tal y como te dije. Siempre estaré aquí, Josie. Tú y yo, para siempre, nena. No voy a conformarme con menos.
Estaba tumbada perfectamente quieta. El único sonido que se oía era el leve zumbido que la máquina de oxígeno hacía al llevar el oxígeno hasta la máscara que tenía colocada sobre su rostro, y el pitido del monitor cardíaco. Parecía muy frágil, amoratada e hinchada. Le habían limpiado la sangre, pero el color oscuro de los moratones ya se veía claramente en contraste con su pálida piel.
Le tocó la parte del cuello donde la gargantilla que él le había dado había estado antes. Ahora parecía desnudo. Quería que ese collar volviera a lucir alrededor de su cuello. Quería que tuviera su anillo en el dedo y la promesa de casarse con él. Quería atarla a él de todas las formas de las que no podría escapar. Pero serían las ataduras más sedosas y cariñosas del mundo.
La mimaría, la amaría y la adoraría todos los días de su vida.
Se quedó junto a su cama durante dos horas, y solo se movió cuando una de las enfermeras entró para ver qué tal iba. Y luego, finalmente, vinieron para llevársela a la UCI.
Para su completa frustración, le dijeron que pasaría un buen rato antes de que pudiera volver a verla. Pero no pasaba nada porque tenía que hacerse cargo del problema de Charles Willis. En cuanto antes estuviera fuera del mapa, antes se podrían relajar todos y antes dejarían de preocuparse por que Mia o Bethany pudieran ser las siguientes.
Tras contarle a Gabe, Jace, Mia y Bethany cuál era el estado de Josie, y conseguir la promesa de que se quedarían con ella hasta que él volviera, salió con paso largo del hospital, decidido a vengarse del maldito cabrón que le había hecho daño a Josie.