Capítulo
24

Ash se estiró en su sofá, bebida en mano, mientras Gabe se repantingaba en el sillón frente a él. Los dos habían cenado comida para llevar que Gabe había comprado de camino al apartamento tras haber dejado a las chicas en el suyo.

Ash comprobó la hora en su reloj de muñeca y sonrió.

—¿Crees que estarán muy borrachas ahora mismo?

Gabe hizo una mueca.

—Estoy seguro de que estarán en ello.

Ash se rio entre dientes, aunque tenía ganas de que las horas pasaran. Quería que Josie volviera, borracha, adorable, y se moría por verla con ese vestido y esos zapatos que había comprado. No dejó que la viera siquiera cuando se lo probó en la tienda. Todo lo que le dijo fue que pensaba que a él le gustaría el resultado final.

Por Dios, a él ella le gustaría hasta vestida con un saco o con una bolsa de papel en la cabeza. A él no le importaba lo que llevara puesto, porque la tendría desnuda más que rápido. Lo que había debajo era lo que más importaba. Sin embargo, verla pintada, contoneándose con esos tacones sexis y con los ojos nublados por el alcohol… sí, eso tenía su atractivo. Había escuchado a Gabe y a Jace suficiente como para saber que las noches de chicas no eran algo que debieran perderse.

Ninguno de los hombres tenía ningún problema con que sus mujeres salieran y se divirtieran porque después volvían con ellos a casa y la recompensa era bastante espectacular.

Su teléfono móvil sonó y él lo cogió de inmediato pensando que podría ser Josie. Esperaba que la noche estuviera yendo bien y que estuviera relajada y divirtiéndose.

Frunció el ceño cuando vio el nombre de su portero en la pantalla.

—Ash —dijo él secamente.

—Señor McIntyre, tiene visita en el vestíbulo. Quieren subir, pero le llamé antes. Dicen que son sus padres.

—Oh, Señor —murmuró Ash. Que alguien le pegara un tiro ahora mismo. ¿Tenían que venir esta noche de entre todas las noches que tenía el año? Ellos nunca habían pisado el edificio donde vivía, al igual que tampoco habían pisado la oficina. Y joder, antes de que su madre los interrumpiera hacía unos días, también dudaba mucho de que hubieran puesto un pie en alguno de sus hoteles.

Dar tal paso ahora olía totalmente a desesperación. Su madre había querido «hablar» tras haber montado una escena en el restaurante, y él le había dejado muy claro que no tenía ninguna gana de hablar nada con ella. Le había prohibido la entrada a todas sus propiedades hoteleras, pero a lo mejor tendría que haber ampliado los parámetros un poco más. Pero no se habría imaginado que vinieran aquí. Hacer que él fuera a ellos era más su estilo.

Le echó una mirada a Gabe, que lo estaba mirando con el ceño fruncido. Negó con la cabeza para hacerle saber que no era nada que tuviera relación con las mujeres.

—Voy para abajo. No los deje subir. De hecho, no los deje subir nunca, en caso de que vuelvan a aparecer. No son bienvenidos aquí —soltó Ash, mordaz—. Bajaré y me ocuparé del asunto personalmente, pero en el futuro, si vuelven a aparecer, enséñeles dónde tienen la puerta. Y mejor que no los deje subir cuando yo no esté aquí y Josie sí.

—Sí, señor.

Ash colgó y luego se puso de pie.

—¿Qué ocurre, tío? —exigió Gabe—. ¿Qué pasa?

—Mis padres me han hecho una visita —contestó Ash con sequedad—. Voy abajo a informarles de que no son bienvenidos.

—Mierda —maldijo Gabe—. Bajaré contigo.

—No es necesario —replicó Ash con voz calmada—. Tú espera aquí. Volveré en nada.

Gabe ignoró la respuesta de Ash y se levantó.

—No he dicho que fuera necesario. Pero voy a bajar contigo.

Ash se encogió de hombros. La mayoría de la gente no querría que sus trapos sucios ni sus problemas familiares se airearan frente a otra gente. Pero Gabe no era cualquiera. Él era familia de verdad, al igual que Jace. Y Gabe sabía todo lo que había que saber sobre su mamá querida, excepto su aparición durante el almuerzo. No es que Ash no hubiera querido contárselo ni a él ni a Jace, pero se le había ido de la cabeza. Había estado demasiado pendiente de otras cosas.

—Mi madre hizo acto de aparición el otro día —dijo Ash mientras entraban en el ascensor—. Yo estaba almorzando con Josie y Brittany en el Bentley, y ella entró pavoneándose y montó una escena. Hice que la acompañaran hasta fuera y di instrucciones de que no la volvieran a dejar entrar en ninguna de nuestras propiedades hoteleras.

—Dios, ¿no se cansa nunca?

Ash sacudió la cabeza.

—Evidentemente, no. Insultó a Britt y a Josie. Y luego quería que hablásemos. Como si yo fuera a hacerle caso aunque no hubiera escupido su veneno contra Britt y Josie.

Gabe negó con la cabeza mientras el ascensor descendía.

—Es triste, pero a lo mejor deberías pensar en ponerles una orden de alejamiento. Así los detendrían la próxima vez que vinieran dando por culo. Podría ser un aviso para hacerles saber lo en serio que vas con que se mantengan alejados de ti y de Brittany.

—Les dejaré las cosas claras cara a cara —dijo Ash endureciendo el rostro por culpa de la confrontación que se avecinaba.

Tener una discusión con sus padres en el vestíbulo del edificio donde vivía no era su primera opción, pero ni en sueños iba a permitir que entraran en su casa. Ese era su santuario. Y el de Josie. No iba a tenerlo invadido por personas a las que detestaba. Y estaba claro que no iba a tener esta confrontación en territorio conocido de sus padres. No les daría la satisfacción de ir hasta ellos. Nunca.

Cuando salieron del ascensor, Ash vio a su madre y a su padre esperando en el vestíbulo. Ninguno de ellos parecía contento, y cuando se giraron y lo vieron, no había ninguna expresión de bienvenida en sus ojos. No había reconocimiento alguno de que él fuera su hijo. Pero a decir verdad, nunca lo había habido. Ash no lo entendía. No podía concebir ser tan frío con tus propios hijos. Él no trataría a los suyos de ese modo jamás.

Se acercó con paso largo y se paró a cierta distancia de ellos con una expresión en el rostro más dura que un glaciar de hielo. Se los quedó mirando con frialdad hasta que su padre se encogió de verdad y apartó la mirada con una nota de culpabilidad.

—¿Por qué estáis aquí? —les exigió, cortante.

Los ojos de su madre recayeron sobre él y luego sobre Gabe, y comenzaron a echar chispas.

—¿De verdad, Ash? Este es un asunto privado. ¿No podríamos hablar en privado? ¿Quizás en tu apartamento?

—Gabe es familia —dijo Ash con un tono de voz plano—. Todo lo que tengáis que decir lo podéis decir delante de él.

Ella aspiró con delicadeza y luego dominó su expresión. Ash juraría que estaba intentado parecer… agradable. Suplicante, incluso. Los pelos de la nuca se le erizaron porque parecía un vampiro sediento de sangre acechando a su presa.

—Quería disculparme por mi desafortunado comportamiento del otro día.

Un rubor apareció en sus mejillas y pareció como si las palabras casi la hubieran ahogado. Probablemente sí que lo habían hecho. Ofrecer disculpas no era algo que solía hacer nunca.

—Disculpas aceptadas. ¿Eso es todo?

La ira destelló brevemente en sus ojos antes de desecharla y volver a recomponer su expresión una vez más para parecer más agradable.

—Tu abuelo quiere que vayamos a cenar. Brittany también. A él… y a mí… nos encantaría que vinierais. Tus hermanos y sus mujeres e hijos también estarán allí, por supuesto.

Ash entrecerró los ojos.

—Ni en broma.

Su padre se aclaró la garganta para hablar por primera vez.

—Espero que lo reconsideres, hijo.

Ash se lo quedó mirando con disgusto.

—¿Hijo? ¿Cuándo he sido yo vuestro hijo? Cortad el rollo y decidme exactamente qué es lo que queréis. Porque está claro que no es pasar tiempo con la familia en una cena.

Los labios de su madre se afinaron y sus ojos destellaron. Esta vez no hizo nada para intentar esconder su enfado.

—Va a cambiar el testamento. Está enfadado porque nuestra familia se ha ido al garete, como él dice. No está contento con la defección de Brittany. Dijo que si yo fuera mejor madre, mis niños no me despreciarían. Ha empezado a decir que deberíamos comenzar a mantenernos nosotros solos y que está cansado de tirar el dinero en este nido de víboras. Dijo que si una madre y un padre no podían siquiera mantener su familia unida, que entonces por qué debería recompensarnos dejándonoslo todo.

Ash se rio, lo que solo consiguió enfadar a su madre incluso más.

—Esto también te afecta a ti —siseó—. ¡Y a Brittany! Si nos deja fuera del testamento, es a todos. Tú no cogerás ni un céntimo, y Brittany tampoco.

Ash sacudió la cabeza, aun riéndose entre dientes.

—A lo mejor no me has estado escuchando durante todos estos años, querida mamá. Me importa una mierda el dinero del viejo. Nunca me ha importado. Viene con demasiadas condiciones. Al igual que todo lo que tiene que ver contigo también tiene condiciones.

—Si a ti te da igual, entonces al menos piensa en cómo afectará esto a tu hermana. Ella tampoco se quedará con nada.

—Yo la apoyaré económicamente para que nunca tenga que preocuparse por el dinero del viejo ni de las condiciones con las que viene —dijo Ash ácidamente—. Ella no quiere formar parte de esta venenosa familia más que yo. Quiere alejarse de vosotros, y yo le he dado esa opción.

Los dedos de su madre se encogieron hasta formar dos puños a cada lado de su cuerpo. Luego se giró hacia su padre y comenzó a gritarle.

—¡Haz algo, William! No te quedes ahí callado como un cobarde. ¡Estaremos arruinados si cambia el testamento!

—No hay nada que él pueda hacer —dijo Ash con calma—. No hay nada que ninguno de vosotros dos podáis hacer para que vaya a jugar a las familias con vosotros. Me importan una mierda mis hermanos o el hecho de que no puedan mantener a sus esposas e hijos. Me importáis una mierda tú y mi querido padre. Tú sola te has buscado esta situación, así que ahora arréglatelas tú sola. Brittany y yo estaremos perfectamente.

—Te odio —siseó su madre.

Él se encogió, aunque ya lo sabía. Sin embargo, de alguna manera, escuchar esas palabras en boca de la mujer que le dio a luz dolía.

—Elizabeth, para —espetó su padre—. No lo estás diciendo de verdad. Es nuestro hijo, por el amor de Dios. ¿Te sorprende que no quiera tener nada que ver con ninguno de nosotros? Piensa en lo que estás diciendo.

Pero Ash sabía que sí que lo decía de verdad. Lo veía en sus ojos. Siempre había estado ahí desde el día en que mandó a freír espárragos a su familia y siguió su propio camino en el mundo.

—Creo que ya es hora de que os vayáis —dijo Ash con voz queda—. Y no volváis. No sois bienvenidos. No sois bienvenidos en ninguna de mis propiedades. Y aquí tenéis una advertencia. Manteneos bien alejados de Brittany. Manteneos bien alejados de mí. Y por vuestro bien manteneos bien alejados de Josie y el resto de mi familia. Como esparzáis vuestro veneno hacia alguno de ellos, iré a por vosotros. Os lo quitaré todo. Es más, me aseguraré de que el viejo sí que cambie el testamento y no os deje nada. Y si no creéis que vaya completamente en serio, solamente ponedme a prueba.

—Te estás marcando un farol —espetó su madre.

Ash arqueó una ceja y se la quedó mirando fijamente. No dijo nada. No tuvo necesidad de hacerlo. Ella empalideció y luego apartó la mirada; se había dado cuenta de lo en serio que sí que iba.

Cuando volvió a mirarlo, parecía… mayor. Ojerosa y derrotada. Ella dio un paso hacia delante y posó una mano en su brazo. Le costó todo lo que no estaba escrito no apartarse de una sacudida.

—Ash, por favor. Te lo suplico. No lo hagas. Si quieres que te dejemos en paz, lo haremos. No volveremos a molestarte más, ni siquiera a Brittany, si haces que el abuelo cambie de parecer. Si vienes únicamente a una cena, te juro que no nos volverás a ver a menos que tú quieras. Te haré esta promesa por escrito. Lo que quieras. No dejes que tu odio hacia mí arruine las vidas de tus hermanos. Piensa en sus niños. Sus mujeres. Piensa en tu padre y en mí. No tendremos absolutamente nada.

—No dejes que te coma la cabeza, Ash —gruñó Gabe, hablando por primera vez.

Ash levantó la mano.

—No iré a cenar. No expondría a Britt a esa situación nunca. Ni a Josie. Y a donde yo voy, ella va. Eso está escrito en piedra.

Viendo su madre que podría estar yendo por buen camino, se inclinó hacia delante con demasiado ímpetu.

—No tienes que venir a cenar. Pero ve a verle, Ash. Tú puedes explicarle lo de Brittany de un modo diferente. Dile lo que quieras. Dile que nos hemos reconciliado. Haz lo que tengas que hacer para convencerlo de que no nos quite del testamento.

—Señor —espetó Gabe—. Esto es patético.

Ella le lanzó a Gabe una mirada fría y tan llena de odio que Ash retrocedió. ¿Qué narices le pasaba a esta gente? ¿Cómo podía él haber nacido de estos dos egoístas avariciosos?

—Llamaré al viejo —ofreció Ash.

Gabe sacudió la cabeza con disgusto.

—Pero eso es todo lo que voy a hacer —continuó Ash—. Y os lo estoy diciendo ahora: toda esta mierda de acosarme se termina aquí. Si me entero de que os acercáis a Britt o a Josie, si aparecéis en alguno de mis hoteles, en mi oficina o especialmente en mi casa, os bajaré del carro tan rápido que no os habréis dado cuenta siquiera de qué ha pasado. ¿Entendido?

Ella asintió con rapidez y los ojos se le llenaron de esperanza. El adjetivo «desesperada» no empezaba siquiera a describir la situación que tenía ante sus narices. El hecho de que se hubiera humillado lo suficiente como para suplicarle a él ya le decía lo desesperada y asustada que estaba.

Debería irse. Debería lavarse las manos de todos ellos. Pero eran su familia. Su sangre. Aunque nunca quisiera una relación de familia con ellos, la idea que quedaran en la ruina le dejaba un sabor amargo en la boca.

—Fuera —dijo Ash—. Ya he terminado con vosotros. No voy a dejar que me arruinéis la noche.

—Gracias, hijo —dijo su padre con voz queda—. Esto significa mucho para tu madre. Para mí. Y para tus hermanos también. Dile a Brittany… —se paró con un suspiro y se pasó la mano por la cara—. Dile a Brittany que la quiero y que la echo de menos y que espero que le esté yendo bien.

Ash asintió y luego miró enfáticamente hacia la puerta.

Su madre, obviamente satisfecha de haber ganado esta ronda, se giró y se alejó con la barbilla bien alta.

Cuando Ash se volvió para dirigirse hacia el ascensor, Gabe lo estaba mirando con una mueca dibujada en sus labios.

—Joder, tío, qué mierda. Sabía que eran malos, pero hasta no ver esto, no tenía ni idea de cuánto.

Ash se encogió de hombros.

—¿Cómo dice el dicho? ¿«Los amigos se eligen pero la familia, no»?