Capítulo
20
Cuando Josie vio el restaurante donde ella y Ash habían quedado con sus amigos, la inquietud se apoderó de ella. Era un restaurante que Michael frecuentaba a menudo. Era su lugar favorito para comer, un lugar al que la había llevado a ella muchas veces.
Deshaciéndose de su momentánea vacilación, se situó junto a Ash y este le pasó el brazo a su alrededor para agarrarla con firmeza a la vez que entraban. Si se encontraba con Michael, y parecía bastante probable ya que él cenaba aquí casi todos los domingos por la noche, no actuaría como si estuviera avergonzada de nada. Definitivamente no de que la hubiera atacado. Y por supuesto tampoco de salir con Ash a pesar de lo rápido que hubiera empezado otra relación tras haber roto con Michael.
—¿Te pasa algo? —murmuró Ash mientras el servicio los llevaba hasta su mesa.
Ella negó con la cabeza y sonrió alegremente.
—No estarás nerviosa, ¿verdad? Relájate, cariño. Te adorarán.
Esta vez la sonrisa vino con mucha más facilidad.
—No estoy preocupada, Ash. De verdad.
Ash la pegó contra su costado.
—Bien. Quiero que te lo pases bien.
Cuando llegaron a la mesa, que estaba situada en la esquina más alejada donde tendrían silencio y privacidad, Josie vio que sus amigos ya estaban allí.
Parpadeó cuando pudo ver a los dos hombres que se levantaron una vez ella y Ash llegaron a la mesa. Virgen santa, madre de Dios. Por separado, cada uno de ellos era guapísimo. Pero juntos eran el paradigma de la belleza absoluta mezclada con arrogancia y dinero.
Josie no se paró a mirar a las dos mujeres que estaban sentadas porque… ¿hola? Ella era una mujer, ¿cómo podría siquiera ver más allá de esos tres machos alfa que se habían juntado ante sus narices?
—Josie, te presento a mis amigos y socios de trabajo, Gabe Hamilton y Jace Crestwell.
El que se llamaba Gabe dio un paso al frente con una sonrisa enorme dibujada en su pétreo rostro. Extendió su mano y ella se estremeció cuando sus pieles hicieron contacto.
—Me alegro mucho de conocerte, Josie —dijo Gabe con una voz ronca que gritaba sexualidad en cada palabra—. Lo había estado esperando con ansia.
—Es un placer conocerte a ti también —murmuró Josie.
Se volvió hacia Jace y tragó saliva. El hombre era el polo opuesto de Ash. Serio y pensativo donde Ash era más despreocupado y aparentemente menos pensativo, pero Josie sabía que las apariencias engañaban. La de Ash era completamente contraria a su verdadera personalidad. Podría parecer relajado y despreocupado, pero era totalmente serio. Al menos con ella lo era.
Jace se inclinó hacia delante y la besó en ambas mejillas antes de separarse con una sonrisa que hacía que sus ojos marrones parecieran sensuales y seductores.
—He oído hablar mucho de ti, Josie. Me alegro de que Ash por fin te dejara salir de su apartamento el tiempo suficiente para encontrarte con todos nosotros.
Ella se rio y se relajó y luego centró su atención en las dos mujeres por las que se moría locamente de curiosidad. Cualquiera que se las arreglara para capturar y cautivar a dos hombres como Gabe y Jace tenía que ser increíblemente especial. Según Ash, ambos estaban totalmente cautivados y completa e irremediablemente enamorados.
Ella quería eso. Lo ansiaba. Lo quería con Ash, y si sus palabras eran ciertas, estaban en ello. Aún la desconcertaba que hubiera ocurrido tan rápido, pero luego él le explicó que había ocurrido exactamente igual de rápido con sus amigos. Con ese historial, a lo mejor no era tan raro que la relación entre ella y Ash se hubiera vuelto tan seria en tan poco tiempo.
—Cariño, te presento a dos mujeres muy especiales, Mia y Bethany. Mia es la recién casada y estoy seguro de que si Jace se sale con la suya, Bethany no se quedará muy atrás en lo que al matrimonio se refiere.
—Totalmente cierto —gruñó Jace.
—Hola, Josie —dijo Mia con una sonrisa abierta y simpática. Era la hermana de Jace según le había dicho Ash y ahora Josie podía ver el parecido.
—Hola —contestó Josie—. Me alegro mucho de conoceros a ambas.
—Hola, Josie —dijo Bethany con una sonrisa no menos simpática que la de Mia, pero era evidente que la muchacha era más tímida y más reservada que Mia.
Acordándose de todo lo que Ash le había dicho sobre Bethany, Josie la estudió y asimiló que la mujer joven sentada justo al lado de donde Jace había vuelto a tomar asiento había pasado por muchas cosas y había tenido una vida muy dura.
Y también estaba el detalle de que esa mujer había estado en la cama con Ash. Con Ash y Jace al mismo tiempo. Josie no sabía si sentir celos de que Bethany hubiera tenido las manos de Ash sobre su cuerpo, o envidia de que hubiera podido disfrutar de un trío con dos machos alfa increíblemente atractivos.
La segunda opción estaba ganando por goleada.
—Hola, Bethany —le devolvió Josie con amabilidad—. He oído hablar mucho de todos vosotros. Sois muy importantes para Ash. Su familia, como él os llama. Me moría de ganas por conoceros a todos.
Ash la llevó hasta la silla situada junto a Gabe y frente a Bethany y Mia.
—Él es nuestra familia —dijo Jace con voz firme—. Y nosotros somos la suya. Por supuesto.
—Creo que es maravilloso que tenga amigos tan leales —comentó Josie en voz baja.
—Bueno, Ash dice que eres una artista, Josie —habló Jace una vez todos estuvieron instalados en sus asientos—. Y que diseñas joyas.
Josie asintió, sintiéndose de repente cohibida por tener tanta atención centrada en ella.
—Es asombrosa —dijo Ash—. Sus obras son preciosas.
Josie se giró hacia Ash, sorprendida.
—Pero no las has visto. O al menos no muchas. Todavía no.
Ash pareció incomodarse por un breve espacio de tiempo, pero luego sonrió.
—He visto en lo que estás trabajando ahora. Es muy bueno.
El calor se apoderó de sus mejillas y ella supo que se estaba ruborizando. Los cuadros en los que estaba trabajando ahora eran un poquito más eróticos que los anteriores. Pero eran única y exclusivamente para Ash.
—¿Has diseñado tú esa gargantilla que llevas? —preguntó Mia echándose hacia delante y con la vista fija en el collar de Josie—. ¡Es precioso!
Ahora sí que se estaba ruborizando de verdad. Estaba convencida. Ash le dio un apretón en la mano por debajo de la mesa y ella controló su incomodidad. Esto era importante. Era lo que él quería: que no se avergonzara nunca de hacerle saber a la gente que era suya.
—No —respondió con voz ronca—. Ash mandó que lo diseñaran por mí. Fue un regalo.
Mia abrió los ojos como platos, entendiendo a lo que se estaba refiriendo. Sin embargo, había que agradecerle que no ahondara más en el tema y que intentara hacer desaparecer la incomodidad del momento al apresurarse a añadir algo más.
La mirada de Josie recayó entonces en la gargantilla que Bethany llevaba. La joven se había llevado la mano automáticamente hasta el collar en el mismo momento en que Mia había hecho el comentario sobre el de Josie. Evidentemente también era un collar de sumisa. Uno que le había regalado Jace. ¿Compartían todos sus amigos sus mismas tendencias sexuales? Definitivamente, sí que veía a Gabe y a Jace en el rol de dominantes. Estaba claro por la forma en que miraban a Mia y a Bethany. Por su lenguaje corporal. Por lo protectores que eran con ellas incluso cuando estaban sentados en un sitio público.
Era posible que otros no se dieran cuenta, pero Josie sí. Josie estaba bien sintonizada con ese aspecto porque era el estilo de vida que ella vivía. Era una necesidad que residía en ella tal y como parecía ser también para Ash, Gabe y Jace.
Tenía un millón de preguntas. Preguntas indiscretas que le encantaría hacer a Mia y a Bethany, pero se contuvo la lengua. A ella no le gustaría que las otras dos mujeres empezaran a indagar en su relación con Ash, así que les ofreció la misma consideración. Pero eso no palió la enorme curiosidad que sentía. Quizás con el tiempo, si se hacían amigas, se sintiera más cómoda teniendo esa clase de conversación con ellas. Pero aun así, sabía sin duda alguna que no quería tener nunca en la vida una conversación con Bethany sobre el hecho de que había tenido un trío con Ash y Jace. ¡Tanta envidia era imposible de manejar!
Gabe y Jace la estaban mirando con clara curiosidad en los ojos. Seguramente sentían tanta curiosidad por ella como ella por ellos. Pero si conocían a Ash y eran tan amigos íntimos como Ash le había sugerido, no cabía mucha duda de que sabían la clase de relación que él prefería y que Josie era… una sumisa.
Pero si pensaba que la irían a mirar con «menos» en los ojos, o que la iban a mirar como si ellos fueran «más», estaba equivocada. No la miraban con nada más que interés. Se preocupaban por su amigo, sin duda, y seguramente estaban considerando si Josie era una buena elección para él o no.
Ash le había dicho al principio que no había creído que Bethany fuera buena para Jace, y de hecho había sido bastante abierto con el tema. ¿Estaban pensando lo mismo de ella sus amigos?
No quería que la consideraran indigna de Ash. No la conocían y no quería que la juzgaran después de haberla visto tan solo una vez.
—Me encantaría ver tus obras algún día —dijo Gabe—. Creo que nos vendría bien tener un poco de color en las oficinas. Todo lo que tenemos es un puñado de cuadros abstractos y aburridos que no los entiende nadie. ¿Crees que podrías venir a echarle un ojo algún día para intentar darle un poco de vida a las paredes?
Ella sonrió.
—Por supuesto. Me encantaría. Pero te lo advierto, mis pinturas son bastante coloridas. No me va todo ese rollo oscuro y serio. Me gustan los colores vivos. Las intensidades. Y tendría que cambiar de tema por completo, porque los cuadros en los que estoy trabajando ahora no es que sean muy apropiados para un lugar de trabajo.
Ash tosió para ocultar su risa.
Las cejas de Jace se alzaron.
—¿Oh? Cuéntanos. ¿En qué estás trabajando?
Ella se ruborizó de nuevo sabiendo que había metido la pata.
—Nunca verás esos cuadros —dijo Ash con un tono neutro—. Esos son solo para mí y mis ojos, pero sí que puedes venir a ver todo lo demás que quiera enseñarte.
—¡Jo, ahora tengo curiosidad! —exclamó Mia—. ¿De qué está hablando, Josie?
Ella se aclaró la garganta, avergonzada de haberse quedado ella solita con el culo al aire. Su boca siempre iba por delante que su cerebro, por desgracia.
—Esto… bueno, son algo así como eróticos —se ruborizó de nuevo—. Autorretratos. Tampoco es que tuviera a nadie más para usar de modelo.
—Oh —dijo Bethany con la risa reflejada en sus ojos—. Sí, apuesto a que Ash se volvería loco si enseñaras esos cuadros a la gente.
—Exactamente —murmuró Ash—. Nadie los verá excepto yo.
Pero alguien más sí que los había visto. O al menos el primero que le había llevado al señor Downing. Lo había vendido junto a todas sus otras pinturas y el resto de esa misma serie que había llevado a la galería tras esa primera venta. Se preguntaba si a Ash le molestaría que una persona desconocida hubiera adquirido esos cuadros en los que posaba ella. Ahora deseaba no haberlos vendido. Deseaba que fueran solo y exclusivamente para Ash.
—Josie, estamos planeando una noche de chicas esta semana y nos encantaría que vinieras —dijo Mia.
Gabe y Jace no tardaron en dejar escapar un quejido, y Ash sonrió.
—¿Y esas quejas? —preguntó Josie.
Ash se rio.
—Según todo lo que me han dicho, creo sin ninguna duda que es una muy buena idea y deberías ir. Pero me decepcionaré si no vuelves a casa borracha perdida con un vestido muy sugerente y unos zapatos que griten a los cuatro vientos: fóllame. Me han estado torturando con eso desde la última vez que salieron todos. Ahora que voy a poder experimentarlo de primera mano, tengo que decir que estoy ansioso.
Josie les envió a todos miradas llenas de confusión.
Gabe se rio entre dientes.
—Digamos que cuando nuestras chicas salen, se emborrachan y se divierten, pero luego vuelven a casa y se aprovechan de nosotros, sus pobres hombres.
Bethany resopló.
—Vaya, como que no lo disfrutáis vosotros tampoco.
—No hemos dicho eso, nena —dijo Jace con la voz cargada de diversión. Sin embargo, su expresión y sus ojos lo decían todo. Ambos habían comenzado a arder mientras Jace se comía a Bethany con la mirada.
—¿Te parece bien? —le susurró a Ash para que los otros no los pudieran oír.
Ash entrelazó sus dedos con los de ella por debajo de la mesa, pero enseguida le soltó la mano, le rodeó la cintura con el brazo y la acercó hacia él hasta que sus sillas chocaron y ella estaba casi en su regazo.
Era evidente que no había mentido cuando le dijo que querría tocarla y estar cerca de ella sin importarle un comino quién lo viera.
—Oh, sí, me parece perfecto —le devolvió en un murmullo—. Si al terminar la noche consigo lo que Gabe y Jace consiguen de sus mujeres cuando salen y se emborrachan, entonces sí, por supuesto. Incluso iré a comprarte un vestido y unos zapatos para la ocasión.
Ella se rio con suavidad.
—¿Esto merece vestido nuevo y también los zapatos?
—Por supuesto.
—Yo no bebo mucho, como te dije, pero por esta vez a lo mejor tendré que hacer una excepción.
Los ojos de Ash resplandecieron y se la quedó mirando.
—Haz una excepción. Me aseguraré de que luego no te arrepientas.
Charlaron de temas triviales. La luna de miel de Gabe y Mia monopolizó la mayor parte de la conversación cuando la recién casada relató cómo había sido su viaje a París. Una vez la comida estuvo servida y hubieron comido, el camarero trajo la carta de postres y Josie se disculpó para ir al baño.
Mia y Bethany se levantaron para acompañarla, así que las tres mujeres se encaminaron hacia el baño de señoras.
Josie terminó primero y las esperó fuera. Oyó el ruido de una puerta al abrirse y se giró para ver si eran ellas, pero se quedó con la boca abierta cuando vio a Michael salir del lavabo de caballeros que estaba justo enfrente del de señoras.
¡Tenía un aspecto terrible!
Sus miradas coincidieron y se quedaron mirándose a los ojos durante un breve instante antes de que él parpadeara y apartara la vista precipitadamente.
—¿Michael? —susurró—. ¿Qué demonios te ha pasado?
Josie podría jurar que el miedo se acentuó en sus ojos. Él, no obstante, pareció no poder marcharse todo lo rápido que quería y Josie estaba demasiado impresionada como para hacer algo más además de observar cómo se esfumaba de su vista.
No había superficie de piel en su rostro que no hubiera estado amoratada y tenía un aspecto bastante malo. Tenía el labio partido y un ojo morado.
—¿Josie?
Josie se dio la vuelta y vio a Mia y a Bethany ahí, mirándola con preocupación.
—¿Conoces a ese hombre? —preguntó Mia—. ¿Va todo bien?
—Lo conocía, sí —murmuró Josie—. Y todo va bien. Vayamos a comernos el postre. Estoy segura de que lo habrán traído ya.
Durante todo el camino de vuelta hasta la mesa, la cabeza de Josie no fue más que un remolino de preguntas. No se había imaginado el rostro de Michael así de magullado ni tampoco el hecho de que había estado a punto de romperse el cuello intentando alejarse de ella. Y claramente tampoco se había imaginado el miedo en sus ojos. ¿Por qué iría a tener miedo precisamente de ella?
La mirada que Ash le dedicó cuando se sentó en la mesa fue intensa. Estudió todos su movimientos y entrecerró los ojos para mirarla a ella y luego a Bethany y a Mia como si pensara que las otras dos mujeres hubieran hecho algo para molestarla.
—¿Qué te pasa? —le exigió—. Estás pálida. ¿Ha pasado algo?
—Aquí no —le respondió en voz baja.
Sin decir una palabra más, Ash se puso de pie y la cogió de la mano. Ella lo siguió con la boca abierta mientras él la arrastraba hasta el patio, frente a la fuente. La acercó hacia él, apoyó una mano sobre su mejilla y la miró a los ojos con intensidad.
—Cuéntame lo que ha pasado —le dijo sin rodeos—. ¿Te han dicho algo Mia o Bethany que te haya molestado?
Ella negó con la cabeza, sus pensamientos aún eran un revoltijo. No podía quitarse ese último pensamiento de la cabeza aunque fuera una auténtica estupidez. ¿No?
—He visto a Michael —soltó.
El rostro de Ash se ensombreció de ira y sus ojos echaron chispas.
—¿Qué? ¿Te ha dicho algo? ¿Te ha seguido el cabrón hasta aquí? ¿Por qué no viniste a mí inmediatamente, Josie?
Ella levantó una mano para frenar la riada de preguntas.
—Este es su lugar favorito para comer. Él y yo hemos venido aquí bastante a menudo. Y siempre está aquí los domingos. Habría estado más sorprendida si no lo hubiera visto.
Ash soltó una maldición.
—Deberías habérmelo dicho, Josie. Habríamos cenado en otro sitio.
Ella tragó saliva y levantó la mirada hacia Ash.
—Tenía un aspecto terrible, Ash. Parecía como si alguien le hubiera dado la paliza del siglo.
—¿Sí? No le podía haber pasado a un tío mejor. Quizás ahora no vuelva a levantarle la mano a una mujer en su vida.
—Dime una cosa, Ash. ¿Has tenido tú algo que ver con esa paliza?
Era arriesgado. Una pregunta peligrosa incentivada por el miedo que la había sacudido en el mismo momento en que hubo visto a Michael. Se acordó de la absoluta resolución de Ash de hacerse cargo del asunto, de decirle que ya no tenía que preocuparse más de Michael. Por entonces había pensado que solamente eran palabras de consuelo, compartidas en el calor del momento. Todo el mundo decía cosas en caliente, ¡pero no significaba que tuvieran que hacerlas al pie de la letra!
Sus ojos titilaron y él la miró sin alterarse y con los labios apretados.
—No te voy a mentir, Josie, así que ten cuidado con lo que preguntas.
—Oh, Dios —susurró—. Sí que has tenido algo que ver. Dios mío, Ash. ¿Qué has hecho? ¿Cómo has podido hacerlo? ¿Y por qué?
—¿Y tienes que preguntar por qué? —replicó mordazmente—. Joder, Josie. Te hizo daño. Ese hijo de puta te dejó tirada en el suelo. ¿No piensas que esa es razón suficiente como para asegurarme de que no vuelva a hacer algo así nunca más?
El color desapareció de su rostro. Josie se tambaleó, perdiendo el sentido del equilibrio momentáneamente. Ash maldijo de nuevo y luego la agarró para atraerla contra sí una vez más. Le acarició la mejilla con una mano y le echó el pelo hacia atrás.
—Te pusiste bajo mi cuidado, Josie. Eso no es algo que me tome a la ligera. Cuando me diste eso, cuando te sometiste a mí, también me diste el derecho de hacerme cargo de cualquier amenaza que tengas sobre ti. Tienes que afrontarlo. Aceptarlo. Porque no voy a cambiar. No vacilaré ni por un segundo en volver a hacerlo si alguna vez vuelves a estar en peligro.
—Por dios, Ash. No puedes hacer cosas así. ¿Y si te ha denunciado? Te arrestarían. Por el amor de Dios, Ash, ¡podrías ir a la cárcel!
La expresión de su rostro se suavizó.
—No va a pasar, nena.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó con desesperación.
—Me encargué de ello. Eso es todo lo que necesitas saber. No te salpicará, nena. Desearía que me hubieras dicho que había grandes probabilidades de encontrárnoslo aquí. No nos habríamos quedado. Quiero que te olvides del asunto y de él.
—¿Cómo se supone que voy a olvidarme de haberlo visto así? Ahora no voy a poder dormir por las noches preocupada de que la policía venga y te detenga. Ash, ¡esto podría destrozarte la vida! No merece la pena. Nada puede equipararse al valor de tu vida.
—Estás equivocada —replicó—. Asegurarme de que ese maldito cabrón nunca vuelve a acercarse a ti lo merece todo. No voy a discutir contigo por esto, Josie. Fue mi idea, así que lo haremos a mi manera. Ya lo sabías desde el principio. Las reglas no cambian solo porque decidas que no te gusta algo.
—Pero dijiste…
—¿Qué dije, nena?
Ella resopló y dejó que el aire saliera de su boca con lentitud.
—Dijiste que no era así. Que yo tenía voz y voto. Que no harías nada que yo no quisiera.
Él suspiró con paciencia mientras clavaba los ojos en su rostro.
—Nena, ya está hecho. No tienes voz y voto porque la decisión ya se ha tomado. No voy a disculparme por no hablarlo contigo de antemano. Era mi decisión. Me perteneces. Te dije desde el principio que yo me tomo eso muy en serio. Significa que tengo que protegerte. Que haré todo lo que haga falta para asegurarme de que estás a salvo y bien cuidada.
—¿Me lo habrías dicho de no haberme encontrado con él? —susurró.
Ash inmediatamente negó con la cabeza. Sin remordimientos. Con la mirada firme. Sin flaquear.
—No. No es algo que hubiera querido que supieras ni que pensaras nunca en ello. Estoy cabreado porque hayas tenido que verlo.
Ella cerró los ojos y negó con la cabeza en un intento de hacer desaparecer ese zumbido que se había apoderado de sus oídos. Era una locura, ¿verdad? Ash se había arriesgado una barbaridad por ella. Algo que ella no había querido que hiciera. Nunca. ¿Cómo podía estar tan seguro de que no le iba a caer nada encima? Lo único por lo que parecía estar enfadado era porque se había encontrado con Michael. Estaba claro que Ash nunca había tenido la intención de contarle nada de esto, y aún no sabía cómo sentirse con respecto a eso.
El dicho decía que la ignorancia daba la felicidad, y suponía que en este caso era verdad. Ojalá no se hubiera enterado. Quizás así no se sentiría tan alterada ni tan insegura del hombre al que se había entregado de tantas formas.
—Josie, estás dándole demasiadas vueltas —la reprendió—. Esta es la razón por la que nunca te habría dicho nada. Nada bueno puede salir si te preocupas y te estresas tanto. Y si esto te hacer dudar de nosotros, solo puedo decirte que he sido honesto contigo. He sido directo. Nunca he intentado esconderte la clase de hombre que soy. Y te dije desde el principio que haríamos las cosas a mi manera. Eres mía, así que debo protegerte y cuidarte. Te puedo garantizar que nada de esto te salpicará a ti, jamás. No quiero que pienses en ello. ¿Puedes hacerlo por mí?
Ella respiró hondo mientras Ash la observaba atentamente, esperando su respuesta. Esto era grande. Básicamente le estaba preguntando si podía superarlo y continuar con su vida. Le estaba pidiendo que no perdiera los papeles por esto, que confiara en él. Y todas esas cosas eran enormes. Josie había asumido que Ash era un hombre de negocios. Uno rico y bastante poderoso. Nunca se hubiera imaginado ni por un instante que estuviera metido en cosas oscuras y turbias o que fuera siquiera capaz de repartir tanta violencia a alguien que hubiera tocado algo que él consideraba suyo.
No debería sorprenderla, y quizás eso era lo que le molestaba más: la idea de que a lo mejor no había sido tan extraño para ella como debería. Al menos explicaría por qué estaba intentando luchar contra su indignación. O contra todas las respuestas que podrían considerarse apropiadas para esta situación. Porque no las sentía y creía que debería.
—¿Josie? —le preguntó con voz queda—. Necesito que me des una respuesta, nena.
—Sí —dijo al fin—. Puedo hacerlo, Ash.
Él la estrechó entre sus brazos y la besó en la frente. Josie cerró los ojos mientras se derretía en su abrazo.
—Me asusta, Ash. No por las razones que puedas pensar, y quizás me sienta culpable por eso. Pero lo que me asusta no es que seas esta persona que ha ido y le ha dado una paliza a alguien. No me preocupa que puedas hacerme daño así. Lo que me asusta es la idea de perderte. De que vayas a la cárcel porque me estabas protegiendo. No quiero eso. Nunca.
Él sonrió y ladeó la cabeza para besarla en los labios.
—No te preocupes por mí, cariño. Lo tengo solucionado. No salí y le di una paliza sin más. Y no te estoy diciendo esto para asustarte, pero no quiero que te vuelvas a preocupar por eso. Después de esta noche, no volveremos a hablar de ello. No sacaremos el tema. Pero llevé a cabo un plan bastante bien pensado. Tengo una coartada y Michael fue advertido de las represalias que habría contra él si volvía a acercarse a ti y también si iba a la policía. No creo que tengamos más problemas con él. Le dejé las cosas bastante claras.
Ella apoyó la frente sobre el pecho de Ash a una altura donde la parte superior de su cabeza quedaba justo rozando la barbilla de él.
—Está bien —susurró—. No me preocuparé y no volveremos a hablar otra vez del tema.
Él la estrechó contra él.
—Gracias, nena. Por confiar en mí. No te decepcionaré. Ahora volvamos adentro y terminémonos el postre. Tienes una noche de chicas que planear y ambos tenemos que ir a comprarte un vestido y unos zapatos nuevos.