ESCENA VII
ELECTRA, sola
ELECTRA.— ¿Gritará? (Una pausa, Presta atención.) Camina por el corredor. Cuando haya abierto la cuarta puerta… ¡Ah! ¡Yo lo quise! Lo quiero, es preciso que siga queriéndolo. (Mira a EGISTO.) Ha muerto. Esto es, entonces, lo que yo quería. No me daba cuenta. (Se le acerca.) Cien veces lo he visto en sueños, extendido en este mismo lugar, con una espada en el corazón. Tenía los ojos cerrados, parecía dormir. ¡Cómo lo odiaba, cómo me alegraba odiarlo! No parece dormido, y sus ojos están abiertos; me mira. Está muerto, y mi odio ha muerto con él. Y estoy aquí; y espero, y la otra sigue viva aún, en el fondo de su aposento, y dentro de un instante gritará. Gritará como un animal. ¡Ah! Ya no puedo soportar esta mirada. (Se arrodilla y echa una capa sobre el rostro de EGISTO) ¿Pero qué es lo que yo quería? (Silencio. Luego gritos de CLITEMNESTRA.) La ha herido. Era nuestra madre y la ha herido. (Se levanta.) Mis enemigos han muerto. Durante años enteros he gozado anticipadamente de esta muerte y ahora tengo el corazón apretado. ¿Acaso me he mentido durante quince años? ¡No es cierto! ¡No es cierto! No puede ser cierto: ¡no soy cobarde! Quise este minuto y lo quiero aún. Quise ver a este puerco inmundo acostado a mis pies. (Arranca la capa.) Qué me importa tu mirada de pescado muerto. Quise esta mirada y gozo de ella. (Gritos más débiles de CLITEMNESTRA.) ¡Que grite! ¡Que grite! Quiero sus gritos de horror y quiero sus padecimientos. (Los gritos cesan.) ¡Alegría! ¡Alegría! Lloro de alegría: mis enemigos han muerto y mi padre está vengado.
ORESTES vuelve con una espada sangrienta en la mano - ELECTRA corre hacia él.