Epílogo
Me enjugo la frente empapada en sudor con las manos recién humedecidas en las frescas aguas del ancho río. Como es costumbre traigo hasta acá a los caballos para abrevarlos y dejarlos pastar a su antojo por los alrededores. Attis acaba de llevarse a cuatro de ellos para las cuadras. Pronto debo empezar a juntar los que restan para ir a acicalarles el pelaje. El sol brilla con fuerza desprendiendo destellos brillantes sobre la superficie cristalina. Observo como la suave brisa danza en el agua formando extrañas formas. De repente las copas de los árboles susurran con intensidad movidas por una feroz ráfaga de viento que las azota poniendo nerviosas a las monturas que retozan en la cercanía. Incontables pájaros asustados dejan sus sitios entre el ramaje para salir volando al azulado firmamento. Me levanto con apremio, contemplando mi entorno con cierto desasosiego, todo luce en calma ya... volteo para ir por la montura más cercana cuando percibo un repentino movimiento en el agua llamando mi atención.
Me detengo unos instantes con una mano sobre los ojos para protegerlos de la claridad y ver mejor. Entornándolos hacia el centro de las diáfanas aguas veo una aparición...un vahído me golpea con más fuerza de la que creo soportar. Pienso demasiadas cosas a la vez aturdiendo más mis sentidos... ¿ es real esto que estoy viendo?. Sin pensar más nada me arrojo al río sintiendo el corazón pulsar demasiado potente. Me acerco más...conforme la distancia se acorta el júbilo...el alborozo que pensé no volvería a experimentar jamás se agolpa dentro de mi. Apenas si puedo respirar...
—¡ Amor...mi amor...mi...— digo con notas quebradas de emoción. Cuando la toco por fin sé que es real. Las palabras se arremolinan todas en mi pecho por querer salir todas a la vez. Es ella... volvió... está aquí, la estrecho con fuerza entre mis brazos, mi piel se eriza por la exaltación.
—Bastiaan...— susurra ciñéndose contra mi cuerpo. Húmeda...divina...rompe en llanto a la vez que ríe, sus ojos empañados mirándome fijamente— eres tú... pensé que jamás...— todo este tiempo, incluso llegué a pensar que ella me habría olvidado. La elevo en brazos...sobre el agua para sentirla más cerca de mi, su respiración agitada acariciando mi pecho— te amo...sentí que moría sin ti...— me atrapa con un beso... el más grande de los regocijos me inunda. Su mano acaricia mi rostro, es como un sueño... el más hermoso que jamás he tenido. Estamos juntos otra vez...
—Perderte ha sido una agonía... aún no puedo creer que realmente estés aquí— junto mi frente con la suya. No quiero cerrar mis ojos, temo que si lo hago se va a desvanecer de entre mis brazos. Me doy cuenta que es la primera vez que la veo a la luz del día... es más bella aún, su túnica húmeda pegada contra la magnificencia de su cuerpo— mi diosa... mi obsequio — murmuro contra sus labios.
—Soy yo...cielo... ya no te perderé... ya no más— el suave susurro de su voz es lo único que deseo escuchar. Tenerla aquí...ahora me vuelve a la vida. De pronto el día se torna más claro, más maravilloso...el porvenir se llena de esperanzas y anhelos, lo que había perdido me ha sido devuelto.
—Gracias... por regresar. Amarte, así como lo hago fué siempre mi destino...de cualquier forma que puedas imaginar, soy tuyo hasta que la fuerza de mi corazón me abandone— murmuro. Cada palabra rebosante de la más grande felicidad, no ha habido...ni habrá jamás hombre más dichoso que yo.
Tomo su mano y la volteo para besarla justo ahí donde las finas líneas azuladas palpitan contra mis labios. Sí...ésta noche mi hoguera será la más refulgente de todas. Debo dar infinitas gracias porque hoy he recibido la más grande de las bendiciones.