Capítulo 14

No puedo evitar pensar que hay más... y que Caroline me lo está ocultando. Todo ese...ritual, lo que hablaron los ancianos con ella, es mucho y sólo me dice que ellos dijeron que es peligroso...que debo dejarlo todo, ¿así... simplemente?, como si fuera tan fácil. La tensión entre nosotras es muy fuerte en este momento, durante el regreso ninguna dijo ni media palabra. No quise entrar a la casa, así que decido sentarme en la hamaca hermosamente tejida que cuelga en uno de los árboles del patio trasero. No pasa del mediodía, el sol resplandece en lo alto sobre los árboles dejando parches irregulares en el suelo debajo de mi, percibo algo... más bien a alguien a mis espaldas, cuando me doy la vuelta Richard está de pie algo incómodo. Supongo que luego de las lecciones se quedó revisando algún trabajo pues viene con algunos libros y papeles en las manos.

—Lo lamento... no sabía que estabas aquí, no era mi intención...— se enrojece notoriamente y mira en cualquier dirección menos a mi.

—No hay cuidado, creo que sólo quería estar aquí un rato y...pensar— intento hacer algo parecido a una sonrisa con mi boca.

—Bueno... escogiste un buen lugar. Yo suelo sentarme también ahí en ocasiones buscando tranquilidad o simplemente para no pensar nada en absoluto— pequeñas arrugas se forman en las esquinas de sus ojos mientras ríe con un poco más de confianza, es un hombre bastante atractivo, calculo que apenas pasa de sus cuarentas. Su porte es muy elegante aún debajo de los pantalones caqui y camisa blanca holgada, usa la barba no tan crecida cuidadosamente recortada, todo un señor inglés.

—¿ De qué parte de Inglaterra eres, no reconozco el acento?— pregunto para suavizar un poco las tensiones reminiscentes.

—¡ Oh!...soy de Leicester— esboza una sonrisa nostálgica. Aún está de pie, así que lo invito a sentarse en la silla de mimbre enfrente de mi.

—Leicester ¿eh?...estás muy lejos de casa— digo en voz baja.

—La distancia necesaria— responde en tono neutro. Presiento que hay más debajo de eso pero temo preguntar— no quiero parecer entrometido... pero...sólo quiero decirte que ella es una mujer grandiosa... pude notar que algo pasó entre ustedes... por eso estás aquí. Dale tiempo, a que las cosas se asienten y luego habla con ella— lo dice como un consejo, tiene razón... Caroline es muy difícil a veces. Me agrada Richard, mucho.

—¿ Cómo la conociste?— suspira profundamente haciendo memoria. Una tímida sonrisa juega en sus delgados labios.

—Fué hace como año y medio atrás más o menos. Chocamos...literalmente— una sonora carcajada sale desde su pecho— yo volvía de la escuela cierto día, era casi de noche, cuando de pronto un auto me golpeó de costado. No fué aparatoso pero abolló toda la puerta. Posterior al susto inicial salí por el lado del pasajero para ver si el otro conductor se encontraba bien y ahí estaba ella, con su hermoso cabello revuelto y ojos agrandados gritándome que yo era un perfecto idiota, que no sabía conducir y...bueno así pasó. La verdad yo no tuve la culpa— se inclina hacia mi con expresión de humor, las comisuras de sus ojos se arrugan con diversión nuevamente a la vez que susurra arrugando muy gracioso la naríz— tu hermana es pésima conduciendo...pero no le digas— reímos juntos.

—No lo haré...descuida. Y así después que te llamó idiota estás aquí, colaborando con ella.

—Quizás sí lo soy después de todo...pero, bueno me gusta, quiero decir, el trabajo con los niños... a eso me refiero— se corrige rápidamente. ¡ Oh Richard!...¿ a quién crees que engañas?

—No te vas aún ¿verdad?, puedes quedarte a comer con nosotras.

—Yo...no quisiera molestar, quizá en otra ocasión...

—Tonterías, vamos a preparar algo— me levanto un poco más animada y extiendo mi mano invitándolo a seguirme a la casa.

Caminamos despacio conversando, me cuenta un poco de su trabajo y de cómo ha cambiado su vida luego de haberse mudado a la enigmática India. Al acercarnos a la cocina escucho las voces de mis hermanas, provenientes del estudio de Caroline. Se oyen algo airadas llamando mi atención. Preocupada me aproximo para escuchar mejor. Richard me mira con desaprobación pero no dice nada.

—¡No tienes ningún derecho, es su elección!— dice Emma con molestia.

—Es peligroso... tienen razón. Es mi culpa, no debí alentarla, es cierto que me parece algo fascinante pero no sabemos lo que podría pasarle, ¿no lo puedes comprender?, su vida está en riesgo. Ya nos contó cómo son las cosas ahí, y esa es sólo una pequeña muestra, guerra Emma...un lugar en guerra, y él buscado por asesinato, ¡ni más ni menos que de un rey!— Richard escucha también, su expresión desconcertada al no comprender en absoluto nada de la conversación que se desarrolla al otro lado de la puerta.

—Claro que entiendo, pero también entiendo lo que sienten el uno por el otro. Sé que April arriesgaría todo por él, no deberías negarle siquiera la opción de que lo decida por ella misma.

—Ni siquiera sé por dónde empezar, no quisieron decirme nada. Aunque lo deseara... no soy de mucha ayuda.

Fastidiada de escuchar tras la puerta decido entrar sin anunciarme. Ambas estupefactas al verme súbitamente con Richard no muy lejos, apenas unos cuantos pasos atrás de mi.

—¿Entonces no hay nada que hacer?— pregunto directamente a Caroline— ¿ Y aunque lo hubiera... no me piensas ayudar?...¡pensé que podía contar contigo!— elevo un poco la voz aunque no es mi intención.

—¿Puedes ponerte en mi lugar un momento? es exponerte a situaciones que no entiendes...

—Lo único que entiendo es que me asfixio de impotencia cuando lo que más quiero es poder estar con él...y no puedo— la voz sale de mi estrangulada. Caroline me mira con sus enormes ojos. En ellos hay una mezcla de emociones peleando en su semblante.

—Sé que no debería estar aquí, lo siento, tampoco entiendo nada. Pero pienso que sería beneficioso para ustedes calmarse un poco primero para que luego puedan solucionar...

—¡ Cierra la boca Richard, me importarán tus consejos cuando te los haya pedido!— le grita Caroline.

—¡No le hables así!...¿qué demonios pasa contigo?— exclama Emma lanzándole una mirada incisiva.

—Tranquilas... no pasa nada, yo... no debí inmiscuirme, será mejor que me vaya— murmura Richard disimulando una expresión dolida, da media vuelta para irse.

—¿ Qué pasa contigo?— susurro sin esperar respuesta y corro tras él avergonzada por lo que acaba de pasar.

—¡ Cómo lo siento... ella no quiso hablarte así!, es por mi culpa que se alteró...no te vayas...

—Pierde cuidado April...— dice con gesto apenado— dejaremos la comida para otra ocasión— me ofrece una sonrisa a medias. Nos despedimos con un abrazo. Lo miro irse cabizbajo y se me encoge el corazón.

*******

Casi no hemos tenido tiempo para reparar en que estamos encerrados en una pequeña habitación con apenas un angosto camastro contra la pared y un montón de sacos llenos de semillas amontonados en la esquina. Cada uno ha formulado su propia teoría de la intriga que ha estado creciendo como la mala hierba en el palacio, pero todas al final terminan apuntando en la misma dirección. Necesitaban al rey muerto, y para mi mala fortuna aparecí justo en el momento menos oportuno para ser culpado por ello.

Ya ha pasado suficiente tiempo desde que Ilithya acompañada por una criada nos trajo comida, agua y vino. Nos dijo que para el anochecer ya no habrá peligro de tropezar por accidente con alguien de la guardia, podremos salir a estirarnos un poco sin abandonar la propiedad. En éste preciso momento en lo que menos puedo pensar es en estirarme, hemos bebido demasiado y al no haber podido salir en todo el día... bueno, ha sido la peor parte del encierro. Según nos dijo los soldados se desplazan más hacia las afueras, por la ribera del río para montar su campamento, de esa forma no estarán tan cerca de nosotros. Me asomo al ventanuco dejando entrar un poco de brisa, el camino de tierra luce despejado ahora, el entorno va adquiriendo paulatinamente las tonalidades propias del crepúsculo. Ellas vienen a mi mente...mi madre y April. A una ya la perdí para siempre, y a la otra ni siquiera sé cómo conservarla a mi lado. Pienso que tal vez se canse de esto... de mi.

Es tan bella...no tengo dudas de que en su mundo los hombres han de mirarla con deseo. Me encuentro apretando los puños con frustración, la sola idea de imaginarla en brazos de otro hombre me arranca un furioso sentimiento de desesperanza. Intento no pensar en eso, sé que lo estoy haciendo por mi reciente pérdida y porque siento que hace demasiado no la veo, trago aire con fuerza y cierro los ojos alejando esos absurdos pensamientos. Escucho la puerta abrirse y giro para ver a Deo asomar su calva cabeza. Nos anuncia que podemos salir, envió a unos de sus sirvientes a vigilar para estar seguros que no hay guardias en los alrededores. No ha terminado de decirlo cuando Attis pasa por mi lado corriendo directo al patio. Cuando llego afuera está con la túnica a medio levantar regando con efusividad uno de los árboles al fondo. Me uno a él haciendo lo mismo...¡ por fin!...me siento más aliviado. La noche es fresca, el cielo luce algo nuboso pero tímidas estrellas se asoman brillantes contra el manto oscuro del cielo.

—¿ Cuando partiremos para Lernos?— pregunta Attis colocándose bien el quitón.

—Apenas la guardia se aleje lo suficiente... pienso que debemos viajar de noche para evitarnos cualquier sorpresa.

—¿Has estado antes en Pantalea?— dice muy emocionado— yo nunca he estado fuera de Esthios, ya quiero atravesar el gran mar de los dioses he irme de aquí.

—Estuve si... hace mucho, pero nunca creí que iba a regresar— un pesar sordo se asienta en mi pecho. Irme de éste estado, abandonar mis tierras por ser buscado injustamente... me va a costar mucho aceptarlo. Pero permanece una ilusión en mi, con April a mi lado sé que soy capaz de superarlo todo.

—No he querido ser inoportuno pero... tu madre...¿ella te pudo decir algo antes de?...

—Lo intentó... pero las pocas fuerzas que le quedaban la abandonaron antes de poder hacerlo.

—Cómo lo siento... todo esto. Quisiera poder serte de más ayuda...

—Ya lo haces— le estrecho el hombro con agradecimiento— sigues aquí ¿ no es así?

—Siempre... amigo. Parece que los demás están reunidos en la casa, ¿ vamos?

—Quiero permanecer un rato más aquí, estuvimos todo el día encerrados, quizás mañana también. Ahora me reúno con ustedes, voy a estar en las cuadras.

—No dejes de mirar hacia atrás un sólo momento. La guardia aún no se ha ido Bastiaan, creo que será mejor que no te quedes mucho.

—No lo haré— le respondo consciente de que tiene razón— creo que hace demasiado tiempo que no hago una oración a los dioses...necesito hacerla ahora— asiente y marcha de vuelta a la casa. No miento, solía hacerlo antes y lo dejé abruptamente, tal vez deba empezar de nuevo... mi madre siempre dijo que ellos escuchan, que no nos prueban más allá de lo que somos capaces de soportar, y que cuando estemos listos seremos recompensados con su gracia para que no olvidemos que sólo debemos confiar, aunque en ocasiones parece que es imposible. Cambio de opinión cuando estoy a medio camino de los establos, los caballos resoplan ruidosos al acercarme. Paseo la mirada alrededor buscando el lugar adecuado, entonces lo veo; el tronco grueso y retorcido apenas se vislumbra en la sombra de la noche, su copa frondosa y ancha se mece con sosiego por la leve brisa nocturna. Camino hacia el enorme olivo, será el testigo silencioso de mi primera plegaria después de tantos años.

Mis padres me enseñaron que no hay lugar mejor para orar que al pie de un olivo. «Son perennes, como la benignidad de los dioses», dijo una vez mi padre, « sus hojas con forma de lanza nos recuerdan a Arsen, su fuerza y su protección», me enseñó mi madre.

Hinco las rodillas en el suelo de blanda tierra, agacho la cabeza y comienzo.

Arsen, guíame fuerte y certero como tu lanza por la difícil senda por venir

Helenka, ilumina mis pasos aún en la más profunda de las oscuridades

Leksi, concédeme tu protección para luego yo poder proteger a los míos

Y así prosigo...no sé por cuanto tiempo. Uno a uno, invocando sus nombres. Primero como una súplica, después con consuelo y al final con agradecimiento.

Su presencia es demasiado fuerte, pero continúo con los ojos cerrados hasta haber terminado—. Gracias por estar aquí... no sabes cuanto te he necesitado— le susurro. Su tibia mano se posa sobre mi hombro. El vigor debilitado en mi de pronto se aviva, como las ascuas al soplar sobre ellas. Aún queda mucho porque luchar... y no voy a rendirme.

*******

Necesitaba verlo... sólo quiero sentirlo a mi lado. Hincado como está se voltea. Me rodea a la altura de la cadera con sus brazos y apoya su cabeza contra mi vientre. Acaricio su cabello, deslizo mis manos por sus orejas...por su cuello. La barba rasposa cosquillea en mis dedos. Nos quedamos así por largos minutos, sintiendo esa paz que sólo podemos hallar en el otro.

Lo escuché murmurar, un rezo... una oración. Sus palabras se quebraban dolidas. Creí que mi día no había ido para nada bien pero presiento que el suyo lo supera. Lentamente se pone de pie, mucho más alto que yo, debo elevar mi rostro para ver su semblante, su expresión dice mil cosas, todas a la vez, pero la que predomina por sobre ellas es el deseo. Sin pronunciar palabra toma mi mano llevándome con prisa no sé a donde... sólo me dejo ir. Está oscuro, es una noche sin luna, las estrellas iluminan muy poco el camino frente a mí. Entorno los ojos, tratando de adaptarlos, una estructura de madera aparece al final, un cobertizo pienso. Abre la puerta y somos tragados por una negrura aún mayor. Nada importa porque estoy ahí... con él.

Sus brazos fuertes me estrujan contra la pared en un abrazo de hierro. Me besa...con dureza...con urgencia, su lengua retorciéndose en mi boca, sus manos corren por mi cuerpo dejando un rastro de caricias ardientes. Ligeramente mareada por el sopor de su ansiedad me retuerzo contra él, buscando, sintiendo su dureza a través de las delgadas capas de tela. Enrollo mis manos sobre sus hombros, alrededor de su cuello, sintiendo como me devora.

—Creo que voy a enloquecer... si no te tomo aquí mismo— susurra entre gemidos— quiero poseerte... eres mía... sólo mía.

—Soy tuya Bastiaan... siempre...—respondo jadeante. El calor del deseo por éste hombre me quema...me llena. Me besa el cuello, inclino la cabeza hacia un lado a la vez que pasea su lengua a todo lo largo. Sus dedos enredados en mi cabello, su pelvis empujando contra la mía...mi sexo se contrae de deseo, es agonizante... quiero tenerlo dentro de mi ahora mismo.

Se aleja momentáneamente. Con un rápido movimiento se quita su cinturón y la túnica, a pesar de la oscuridad mis ojos pueden vislumbrar la perfección de su cuerpo. Se agacha y levanta mi ropa con suavidad... hasta la cintura, la aspereza de la madera contra la suavidad de mi piel, no interesa. Me llena de pequeños besos ardientes, su cálido aliento me produce un escalofrío delicioso torturándome con el más primario deseo. Ya no son besos, ahora es su lengua la que me acaricia. Pongo mis manos sobre su cabeza mientras las suyas me sujetan por el trasero presionando. Su nariz juega entre mi vello púbico y baja... creo que el corazón me va a estallar en cualquier momento.

—Eres deliciosa...— gime ahogadamente. Su lengua masajea la suave piel de mi vagina...¡ahhh!, es exquisito— levanta la pierna— ordena con voz áspera. Hago lo que me dice. La coloco sobre su hombro y hunde más la cabeza entre mis piernas... sólo estoy ahí deshecha sobre él dejando que haga lo que quiera conmigo... y me encanta. Sus rizos carmesíes ahora oscurecidos por la negrura circundante acarician la cara interna de mis muslos como el toque de una pluma. Jadeo... gimo y vuelvo a jadear.

Muy despacio baja mi pierna y se pone de pie... toma mi cara en sus manos y me besa...besos almizclados y húmedos. Baja una mano... con firmeza hunde un dedo dentro de mi y gruño dentro de su boca— tómame...por favor— le pido... le suplico. Quita su mano y toma su miembro... se acaricia mientras me besa, es una locura. Se acerca a mi...inhala bruscamente y me penetra. Su ancho miembro se hunde frenéticamente...muy adentro, inundándome por completo. Ahogo un grito... toma una pierna y luego la otra. De pronto estoy suspendida entre su cuerpo y la pared. Gira las caderas... se agacha un poco y embiste... repite el movimiento una vez y otra. No quiero correrme aún... quiero más, pero mi cuerpo me me va a traicionar... lo sé.

Gritamos y jadeamos totalmente perdidos en las deliciosas sensaciones. Me acaricia los senos con su boca...me besa de nuevo... deslizo mi lengua por su garganta...está salada por el sudor.

—Te a...mo Bastiaan... ¡ ohhh!— me estremezco. Vibro al ser sacudida por el poder de su cuerpo. Sus manos me sostienen con fuerza, los dedos hundidos en mi piel... lo siento aproximarse, hunde la cara junto a mi cuello con respiración trabajosa.

—Mi vida...cómo te amo April— gime ahogado, su aliento quema contra mi piel. No deja de presionar...de entrar y salir en constante movimiento.

—No te detengas...— gimoteo en el clamor del éxtasis. Bastiaan empuja con ritmo deleitable...determinado a llevarme más allá, mi interior se estremece... palpita y se convulsiona... sujeta mi rostro con una mano mientras me sostiene con la otra...unimos nuestros labios de nuevo...se corre con vivacidad al tiempo que su lengua se entrelaza abrasadora con la mía.

—¡Mmmm!, te extrañé tanto...— susurra en mi oído mientras me abraza con ternura— hace demasiado tiempo que no vienes a verme— percibo un leve humor en su tono de voz. Después de hacerlo contra la pared me trajo en brazos hasta un suave montículo de hierba seca, el lugar está lleno de forraje para los caballos, cabras y no sé cuantos animales que tienen aquí en la granja, según me dijo. A diferencia de las veces anteriores, solamente aparecí en medio del gran patio. Al girar en redondo pude verlo... de rodillas, con sus hombros encogidos al pie del enorme olivo. Me pregunto porqué no ha sido así desde el principio.

—Yo te he extrañado más— le doy un casto beso en los labios y me acerco más a su costado. Estamos desnudos, aún recuperando el aliento después de nuestro enérgico encuentro. Sus dedos se mueven juguetones a lo largo de mi brazo cruzado sobre su pecho— ¿estamos en Tisius?— pregunto dubitativa.

—Así es...— responde soñoliento contra mi cabello. Quiere decir que aquí está su madre, inesperadamente me pongo muy ansiosa... tengo muchos deseos de conocerla aunque no había reparado en ello antes.

—¿ Cómo está ella?, apuesto que se puso muy felíz de verte— le digo acariciando su bello rostro. Inmediatamente siento sus músculos ponerse rígidos debajo de mi, algo no está bien— Bastiaan...—susurro con la voz hecha un hilo.

—Al menos pude verla y hablar un poco con ella antes...— su tono dolido, tratando de sonar entero, carraspea con disimulo aclarando la garganta.

—Lo siento... lo siento tanto mi amor...— lo cubro con el cuerpo intentando darle mi calor. Su pena me duele también... no sé que más decir.

—Ahora está descansando... habría dado lo que sea por sepultar sus en nuestras tierras, siguiendo el ritual como es debido...

—Ella lo sabe... lo supo. Puedo asegurarte, que ella siempre estuvo orgullosa de ti y que dejó ésta vida tranquila, porque sabe el gran hombre que crió.

—Me habló de ti... dijo que eres una gran mujer— murmura por lo bajo. Tardo un instante procesando lo que oigo, lo miro dubitativa pensando que talvez lo imaginé— sí... sin yo haberlo mencionado siquiera, lo sabía. No entiendo aún cómo.

—Entonces... sabía qué hacer, te lo dijo— brota en mi la esperanza.

—No alcanzó a decírmelo... lo siento— se sienta y me envuelve en su abrazo tragando con fuerza. Experimento un horrible dolor en el pecho... el desconcierto me azota con más fuerza de la que esperaba. En algún rincón, dentro de mi aguardaba una chispa de esperanza. Pensé, que si Caroline no quería ayudarme, Bastiaan podía encontrar la respuesta con su madre, sólo que llegó muy tarde— no pierdas la fe... yo no lo hago— sentada sobre él me acaricia la espalda con suavidad y cariño. Con mi cara apoyada en su hombro procuro guardar la compostura.

—La tengo...lo vamos a lograr— susurro aferrándome más a él.

—Nos queda tu hermana... no la conozco, pero si es como tú...sé que nos va a ayudar— no puedo decirle, no quiero que sufra más. Lo de su pobre madre ya es suficiente... demasiado. Me estrecho contra su pecho, huele a sudor y almizcle, quiero impregnarme de su aroma, sumergirme en él para no dejarlo nunca más. Una atmósfera de silente cavilación se asienta en nuestra burbuja. Su pulso haciendo eco contra mi oído. Un súbito crujido de madera nos arranca bruscamente de nuestro estado. Alerta, Bastiaan se levanta como una exhalación sujetando su enorme cuchillo.

Una mujer de cabello rubio entra cautelosa, la refulgente luz de su candil dibuja cerosas sombras fantasmagóricas en su semblante, viene seguida de un hombre sujetando algo en su mano cuyo rostro no veo bien. No saben que Bastiaan y yo estamos aquí. El me mira inquisitivo, no creo que sea buena idea que alguien me vea. Asiente con la cabeza y esperamos, escondidos hasta el final, detrás de las altas columnas de paja. Los recién llegados cierran la puerta e inmediatamente empieza un concierto de jadeos y gemidos eufóricos. Al parecer ésta noche el cobertizo se hizo muy popular. Por suerte tenemos nuestra ropa a mano, paseo la vista buscando una forma de salir sin ser vistos pero no veo ninguna.

Ya vestidos y muy silenciosos aguardamos que nuestros acompañantes inesperados terminen, aunque por lo que escucho las cosas están muy animadas por allá. Bastiaan susurra en mi oído con humor, trato de esconder una risilla traviesa. Me acurruco contra su cuerpo tibio, feliz de estar a su lado a pesar de las circunstancias que insisten en separarnos. En algún momento debimos quedarnos dormidos; muy profundo en mi inconsciencia escucho un murmullo distorsionado en la distancia. Gradualmente voy saliendo de mi letargo, Bastiaan está despertando junto a mi arrugando la nariz, el fuerte olor a humo invade todo el lugar. Con la celeridad de un parpadeo nos ponemos de pie para encontrarnos frente a frente con las gigantescas lenguas de fuego que están consumiendo el cobertizo con nosotros dos adentro.

*******

El calor se intensifica a la vez que el forraje arde furioso a nuestro alrededor. Estamos contra la pared trasera de la agonizante estructura, siento un pánico horrible extenderse por mi cuerpo, y no es por mi, April no puede evitar la mirada de horror con la que contempla la pared ardiende que ruge hacia nosotros. Oigo hacia la entrada principal los gritos variados, entre esos puedo escuchar a alguien llamándome, no creo que tengan plena seguridad que estoy aquí adentro. Después de todo estaba intentando tener privacidad para April y para mi, sin jamás haber sospechado que se convertiría en una trampa mortal... ahora también la culpa me corroe, si no me hubiera dormido...la estrecho contra mi siento desbocado su corazón contra mi cuerpo.

—¡Estamos aquí!— grito a todo pulmón. La garganta me arde por el esfuerzo, el humo es asfixiante, penetra por mi boca, arde en mis ojos. Alguien responde al otro lado, ya confirmé nuestra presencia pero temo que no dé tiempo. El pozo está del otro lado del patio y no recuerdo haber visto agua almacenada lo bastante cerca, y ni que decir del río, más lejos aún. Me enjugo la cara con la mano libre y volteo a mirarla, su cara está brillante de sudor, mi propio miedo reflejado en sus ojos.

—Lo vamos a lograr... no te apartes— le digo junto al oído. Hace un gesto de asentimiento esperanzado. Intento buscar algo, cualquier cosa que pueda ayudarnos a salir de éste infierno. El techo no va a tardar mucho en caer. Sujetando fuertemente su mano camino un poco mirando en todas direcciones, debajo de un montículo que aún no ha sido tocado por el fuego hay una horca medio hundida, apenas si veo el mango sobresalir por la espesa humareda que se dispersa incontenible. April tose tapándose la cara con el antebrazo, boquea en busca de aire pero no queda más que vaho quemado. Cae de rodillas limpiándose el hollín de la cara, me mira con su expresión perdida. La suelto momentáneamente y tomo la horca e intento aclarar el camino removiendo el forraje ardiente para abrirnos paso poco a poco. Funciona.

Entre las toses sofocadas y las lágrimas logro ver la salida. El cuerpo me arde pero continúo, cada tantos pasos me detengo para atraer a April a mi lado, sus ojos están cerrados. Dos surcos cruzan sus mejillas tiznadas. De pronto parte del techo se desmorona muy cerca de nosotros en un restallido de humo y ceniza. April grita asustada, ya casi llegamos... ya casi, aguanta por favor. Puedo ver personas corriendo una detrás de la otra lanzando cubos de agua que no hacen casi nada contra el fuego abrasador. Caitus aparece en la entrada gritando, trae algo voluminoso y goteando en las manos. Se impulsa hacia atrás y lo lanza. Es una manta de lana empapada con agua, bien pensado amigo. Cae con pesadez a unos pasos por delante de mi. Lo alcanzo con la horca, de cuclillas recojo a mi mujer casi desfallecida en el suelo, a como puedo nos cubro con la manta.

Un nuevo estruendo me paraliza el corazón. Pasa tan rápido que cuando giro para mirar ya está sobre nosotros. Otra parte del techo, de menor tamaño que la anterior cae sobre ambos, golpeándome por un lado, caigo sobre mis rodillas, rápidamente examino su rostro, está desmayada y laxa, pero pude evitar que fuera golpeada. Me levanto marchando a todo lo que puedo hasta la puerta, apenas la pongo en el suelo húmedo me convulsiono tosiendo hasta que pierdo el aire, me recupero un poco para ver a mis hombres a través de los ojos irritados ya en torno a nosotros visiblemente preocupados. April sigue ahí, inerte, toda ella ennegrecida por el hollín adherido a su cuerpo. Un horrible recuerdo se fija en mi cabeza, un recuerdo... y una pesadilla que me hielan el corazón. Caitus me mira significativamente. Filip corre a no sé donde para estar pronto de vuelta con una jofaina llena de agua. La tomo apresurado y me mojo las manos para tratar de limpiar un poco la cara de April. Por favor dioses... se los ruego, no otra vez, pienso vehemente.

Ya nadie corre a intentar apagar el fuego, es inútil, lo que una vez fué un cobertizo se desploma en una lluvia de chispeantes volutas carmesíes. Ilithya llega apresuradamente junto a nosotros con gran desasosiego.

—Rápido llévenla adentro— nos dice, sus grandes ojos recorriendo con nerviosismo el tumulto agitado a nuestro alrededor. Me incorporo con piernas temblorosas para recoger a April, entramos rápidamente a la casona. La servidumbre pulula de un lado al otro siguiendo las órdenes apresuradas que grita Deo mientras soy guiado por Ilithya a una de las habitaciones.

Pongo a mi mujer sobre la enorme cama. Puedo sentir las miradas inquisitivas sobre mi, a excepción de mis hombres nadie había visto a April antes, mucho menos tienen idea de como llegó ahí o qué hacíamos en el cobertizo, pero nadie pregunta nada, al menos por ahora.

—Puedo sentir su corazón, levemente pero ahí está— dice Ilithya poniendo su mano sobre el pecho, apenas veo el ligero movimiento, subir y bajar— Gryta, trae agua para limpiarla, ropa limpia y un odre con vino, tragó mucho humo pero aún está respirando, esperemos un poco, le hará bien un poco de aire. Sybilla, busca algo para abanicarla. Será mejor que no salgan, ninguno de ustedes— dice con seriedad mirándonos a cada uno— no sería raro que el fuego haya llamado la atención de la guardia, tal vez quieran venir a ver qué sucedió— voltea para mirarme con ojos acusadores. Piensa que el incendio es mi culpa.

Cuando las dos muchachas vuelven con todo lo que se les pidió, se nos pide que dejemos los aposentos, me rehúso a dejarla pero no quiero discutir con la dueña de la casa.

—¿ Qué pasó Bastiaan, qué hacías en el cobertizo?— pregunta Caitus en un susurro. Lo miro con cansancio— ¡ Ah...por supuesto!...¿ qué pasó, cómo inició el fuego?

—Una de las sirvientas...llegó con un hombre— susurro, ya los otros se dispersaron, estoy de pie a solas con él en el estrecho corredor— llevaban un candil, supongo que ellos sin querer prendieron el lugar. Quedamos atrapados— no creo necesario dar más detalles. Un escozor que no había notado antes me sacude. Es como si un avispero se posara a lo largo de todo el brazo, las punzadas palpitantes de dolor las siento hasta en la cabeza. Caitus baja la mirada al tiempo que me sostengo el brazo para ver mejor.

—¡ Maldición!, estás herido— exclama alarmado— vamos a lavarte eso inmediatamente.

A regañadientes lo sigo a uno de los cuartos. Me recuerda un poco al que había en palacio; todo de piedra gris... algo tosca con vetas rojizas aquí y allá. Una bañera de madera pulida descansa en el centro, una banca de piedra cruza la pared posterior de la estancia de lado a lado.

—Quitate la ropa...voy a mandar traer agua fresca— me dice apresurado. Desaparece por la puerta como un borrón. Con cuidado me quito los andrajos renegridos y ahumados. Después de bañarme Caitus me aplica un ungüento seboso en la quemadura y la cubre con tiras de tela limpia.

—Tremenda quemadura hombre...a veces es más rápido de curar una herida de cuchillo. ¿Puedes mover los dedos?

Lo intento pero los siento tiesos y doloridos. En el momento no me di cuenta, debió pasar cuando parte del techo en llamas nos cayó encima. El ardor es terrible, del hombro para abajo la piel está hinchada y escoriada. Ya más limpio e ignorando el dolor de mi brazo me encamino a la habitación donde está April. Al entrar sólo está la joven del cobertizo, sentada en una silla junto a la ventana, al verme entrar mira en otra dirección.

—Puedes retirarte... yo me quedaré con ella— espeto con la mandíbula apretada. La única vela, colocada sobre una mesa cerca del ventanuco apenas ilumina el rostro arrepentido de la joven. Parece muy preocupada, ella lo sabe... sabe que yo estoy enterado que ella junto con su acompañante son los culpables de lo que pasó ésta noche. Muy silenciosa marcha encogida con paso veloz hacia la salida.

—Como lo siento— apenas escucho su disculpa a mis espaldas. No me doy la vuelta para verla irse y cerrar la puerta.

April aún no despierta, no puedo contener mi preocupación. Pero respira... acerco mi rostro al suyo y siento su cálido aliento sobre mi piel. Creo que sólo está conmocionada por lo sucedido, casi morimos ahí, los dos. Me siento a su lado un momento, sólo para verla dormir. La asearon y pusieron ropa limpia, luce serena. De vez en cuando tose, la respiración se escucha silbante desde su pecho pero luego se calma. Yo también siento un poco de dolor al tragar aire. El cansancio me enturbia la visión así que cierro los ojos para descansar un poco. El ruido apagado de gente aún afuera llega distante hasta aquí. Hoy volví a vivir mi peor pesadilla, sólo que en ésta ocasión pude salvarla...sigue aquí conmigo.

Despierto, súbitamente. Por un instante había olvidado donde estaba. Giro para verla aún dormida junto a mi. Debió moverse mientras dormía, está boca arriba con los labios ligeramente abiertos... hay algo diferente, algo falta pero no logro saber que es. Con sumo cuidado me levanto para acercarme a la ventana. El cielo está cambiando, adquiriendo esas cálidas tonalidades áureas y bermejas inconfundibles del amanecer. El amanecer...corro de vuelta a su lado. El collar... pienso casi sin aire al ver su cuello desnudo.

Recorro la habitación, buscando pero no está, ni en la cama o la mesilla, tampoco en la repisa de piedra del hogar. Salgo como una exhalación, es casi el amanecer, si April no lleva el collar consigo la voy a perder, no habrá forma alguna para que pueda regresar. Pulsa mi brazo dolorido pero más mi corazón. El estómago se me hace un nudo. Al llegar al patio veo a Ilithya hablando con unas de sus sirvientas, me aproximo a ellas dando pasos largos.

—El collar... ¿ vió usted el collar de mi esposa?— me mira con ojos agrandados y confundidos, negando con la cabeza— es muy importante que lo encuentre.

—No traía ninguno que yo recuerde, espero que no esté suponiendo...

—Nunca lo haría, tal vez alguien lo haya encontrado— la mujer gira y pregunta a los sirvientes en voz alta, paran un momento en sus quehaceres para negar con la cabeza. Miro al cielo, maldita sea... no hay tiempo.

—No tema usted, en cuanto aparezca me encargaré de que le sea devuelto— me dice sonriendo. No entiende mi urgencia... no podría.

Corro otra vez, de vuelta a la habitación ya más iluminada apenas para verla tosiendo y revolverse aún con los ojos cerrados. Se queja y se retuerce con expresión angustiosa... me lanzo a su lado y la sostengo con frenesí contra mi cuerpo.

—Por favor... por favor no...eres lo único que me queda— me balanceo rogando... suplicando otra vez, como lo hice anoche al pie del olivo. Alguien entra en la habitación, pero no levanto la mirada. Sólo la miro a ella entre lágrimas...quiero retenerla conmigo y no puedo. Hundo la cara contra su cuello... es tarde... demasiado, su aroma me inunda ¿ una vez más la voy a perder?. Debo haber hecho algo muy despreciable en otra vida para ser castigado de ésta forma tan cruel.

 Como agua entre los dedos... una vez más la pierdo. Sólo que ésta vez es la definitiva, sin el collar no hay posibilidad alguna de volver a verla. Estoy destrozado...

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Me estoy ahogando, busco aire pero no hay. Por más que lo intento, no puedo abrir los ojos y aunque lo hiciera no hay más que humo gris cubriéndolo todo. Toso con violencia...me lastima la garganta, el sabor ahumado en la boca me produce náuseas. Vuelvo a toser e inhalo profundamente, ésta vez una bocanada de aire limpio entra rauda y me recorre el cuerpo adolorido devolviéndome a la vida.

Las escucho llamarme e intento responder pero es como si no hubiera pronunciado palabra en mucho tiempo. Por fin logro conectarme con las voces que me sacuden cada vez más cercanas.

—Despierta... April, ¿ me oyes?— pregunta una voz preocupada. Emma— ¿ qué pasa Caroline, porqué no despierta?

—Mira...parece que está abriendo los ojos— suelta Caroline con un gritillo. Las brumas del sueño retroceden poco a poco. Abro los ojos parpadeando varias veces para adecuarme al brillo intenso del amanecer. Toso nuevamente, Caroline me acerca un vaso con jugo de naranja y doy un trago para aclararme la garganta.

—Nos asustaste mucho... estabas gritando y no podías despertar— dice Emma atropelladamente— ¿ qué sucedió?

—Hubo un incendio...— mi voz suena rasposa— ¡ oh dioses!, Bastiaan... no recuerdo qué pasó, debí desmayarme, quedamos atrapados...— comienzo a sentir un miedo espantoso subir efervescente por mi cuerpo y llegar al estómago, me golpea, pesado como una roca.

—April...no está tu collar— señala Emma con un hilo estrangulado de voz. Mis manos lo buscan trémulas, esperando que no sea cierto.

Me da un vuelco el corazón, siento que toda la sangre del cuerpo se me escurre de golpe. Tiene razón... no está.