-Durante el curso de la investigación de los homicidios de Greene y Wade, -empezó Eve- encontré que las finazas de Greene no encajaban con su estilo de vida. Incluso asumiendo unos sustanciales ingresos sin reportar provenientes de sus negocios laterales de ilegales y servicios sexuales, las compras y otros activos acumulados en el año anterior excedían por mucho cualquier ingreso proyectado.
-Usted asume que él tenía otras fuentes. –apuntó Whitney.
-Si, señor. Durante la búsqueda inicial y barrida del lugar ...
-Teniente. –Tibble levantó una mano para detenerla. –Hay una razón para que nos esté llevando por el camino largo?
-Pienso que mis descubrimientos en este asunto requieren un argumento sólido.
-Bien. Pero aquí no necesitamos las formalidades. Sólo dígalo.
-Si, señor. Encontramos una caja de seguridad en la primera pasada. No había suficiente en ella, dado que revisando los discos de seguridad, nos mostraron tres probables negociaciones ocurridas en su hueco durante la última semana. El no volvió a salir, por lo que no hizo ningún depósito. El tipo negociaba en efectivo principalmente. No era la forma en que se manejaba dárselo a una adolescente que encontró en un club y confiar en ella para ponerlo en una caja de seguridad o en una cuenta ficticia. Tenía que haber otra caja en su casa, tal como tenía otra fuente de ingresos. Dado el tiempo de clientela que él servía, el chantaje parecía ser la actividad complementaria más lógica.
-Usted dedujo que esta asumida actividad complementaria conectaba con Pureza? –la preguntó Tibble.
-No era suficiente para conectarlo, para investigar el cuadro mayor. Cada caso debe ser manejado por separado, desde los números, o te pierdes los detalles.
Tibble asintió. –Dado que estamos aquí, asumo que usted no se perdió los detalles.
-Regresé al condominio de Greene, con el consultor civil. Localizamos la segunda caja. Registré sus contenidos en ese momento, y ya actualicé el archivo mientras revisa esos contenidos. Había ochocientos sesenta y cinco mil en efectivo, un código para una caja de seguridad en el Security National Bank, sucursal de la calle 88, cinco discos de datos, y doce discos de video.
Ella señaló hacia el escritorio. -Todos los contenidos han sido sellados, como mi registro de la confiscación de la caja.
-Dado que está siendo muy cautelosa, teniente, esos contenidos deben ser calientes.
Ella encontró los ojos de Whitney. –Lo son. Los discos de datos contenían sus libros secretos. Llevaba buenos registros. También contenían su diario. Su deterioro por la infección está bien documentada en ello, demostrando incremento d dolor, paranoia, furia y confusión.
-Y los videos –dijo Tibble. –Chantaje?
-Si, señor. Hice una búsqueda de ID y concuerdan con los individuos grabados por Greene. Hay una ligera duda de que no fueran conscientes de ser filmados durante sus actividades ya que dichas actividades eran extremadamente gráficas en su naturaleza. Algunas de las filmaciones tienen lugar en una ubicación todavía desconocida, otras en el dormitorio sobrante del condominio de Greene. En esos videos hay un número de muy prominentes ciudadanos grabados en comprometedoras, ilegales y/o embarazosas situaciones sexuales. Entre ellos están una jueza de la corte criminal, la esposa de un profesor de la universidad y vocal del Partido Conservador, el que creo que puedes estar conectado con Clarissa Price, una bien conocida personalidad de los medios, y el alcalde de New York.
-Oh, Cristo. –Tibble quedó en blanco por un total de cinco segundos, y se presionó las sienes con los dedos. –Tiene una identificación confirmada de Peachtree?
-Si, señor. Lo reconocí, pero realicé un escaneo de imagen.
-Entonces es un jodido lío. –El dejó caer las manos. –Está bien, el idiota engaño a su esposa y fue grabado.
-Señor. Es un poco más ... complicado que un simple adulterio.
-Suéltelo, Dallas. –dijo Whitney impacientemente. –Aquí somos todos creciditos.
-Estaba vestido con ropas de mujer y tenía una sudorosa sesión sexual con otro hombre, la cual incluía una pequeña dominación y castigo y, um, gratificación oral y consumación.
-Esto va mejor y mejor. –Como si estuviera cansado, Tibble se echó atrás, apoyando su cabeza en el respaldo de la silla mientras estudiaba el techo. –El alcalde Steven Peachtree es un transvestido que ha sido chantajeado por un proveedor de sexo e ilegales quien ahora está muerto, y cuya muerte fue precipitada por una organización terrorista que este momento es responsable de siete muertes.
-En una palabra. –acordó Eve.
-Si los medios olfatean esto .... –El sacudió la cabeza, y se puso de pie para ir hacia la ventana. –Se acabó para él, de una forma u otra. Incluso el talentoso Chang no sería capaz de acomodarlo para sacarlo del pantano. La ciudad tendría bastante para un tumulto. Vamos a mantenerlo en calma, por ahora.
-Necesito entrevistarlo, Jefe, como también a los otros individuos de los videos.
Tibble miró por sobre el hombro, estudiando el rostro de ella. -Usted cree que Peachtree está involucrado con Pureza? El alcalde, apoyando a una organización terrorista suelta en su propia ciudad? El puede haber mostrado un juicio extremadamente pobre en materia personal, pero no es tan estúpido como para mear en su propia piscina.
Porque no? Pensó ella. Si usas un proveedor de sexo para concretar la fantasía de tu cita soñada, eres lo bastante estúpido para todo lo demás. –No puedo determinar eso hasta después de entrevistarlo.
-Usted quiere engancharlo en una investigación de homicidio mayor porque se puso un maldito sostén.
Ella sintió que su paciencia se secaba, encogiéndose como una uva al sol. –Señor, no me importa si se viste como un pastorcito y seduce a su rebaño en su tiempo libre. A menos que esto lo ponga dentro de mi caso. Mi acusación, como primaria en este asunto, es que Pureza tiene gente de poder, autoridad e influencia entre sus miembros. Mi pedido de una orden para abrir archivos juveniles sellados ha sido bloqueado, y continúan siendo bloqueados más allá de todas las objeciones razonables. Pedido para ver archivos de Servicios para Niños han sido también bloqueados o denegados. Estos bloqueos impiden el avance del curso de mi investigación.
-Usted encontró una forma de rodearlos con los Dukes.
Ella respiró hondo. –Si, señor, lo hice. Y voy a seguir buscando vías alrededor de ellos. Siete personas, incluyendo un oficial de policía, han muerto. Voy a continuar buscando una forma hasta que tenga las respuestas y la justicia sea servida. El alcalde de New York es en este momento un sospechoso en esta investigación, lo guste a usted o no.
-Jefe Tibble. –Whitney se puso de pie, muy tentado de seguir el impulso de parase entre ellos como un árbitro de boxeo. –La teniente Dallas tiene razón.
Tibble volvió su seca mirada hacia Whitney. –Usted se cree que no se que la teniente Dallas tiene razón? Por Cristo Santo, Jack, he cargado esta lata mucho antes de que ella hubiera nacido. Se que tiene razón. Se también que podríamos enterrarnos en una discusión sobre esto por meses. Transvestido terrorista. Dulce Jesús, puede imaginarse lo que los medios harían con esta información?
-Los medios no me importan.
Tibble se volvió hacia Eve. –Si usted quisiera subir la ladera, tener ambición, sería mejor. Tendría barras de capitán en este momento si le prestara más atención a la percepción y la imagen. Ha hecho elecciones que le han impedido ser la capitán femenina más joven del NYPSD.
-Harry.
Tibble descartó la suave objeción de Whitney, volviéndose otra vez. –Me disculpo por eso. Esto me descolocó. Yo trabajo con el hombre. No diría que somos amigos, pero tenemos cierta amistad. Conozco a su familia. Pensé que lo conocía. Me gustaría un poco de café. Negro, sin azúcar. Si no le importa.
Eve no dijo nada, no confiaba en si misma para hacerlo. En vez de ello, fue a la cocina, programó el Auto chef mientras controlaba su malhumor con entrenamiento.
Podían tomar sus barras de capitán y comérselas.
Regresó a la oficina. Dado que Tibble estaba enfrentando nuevamente la ventana, dejó su café en el escritorio, y le alcanzó a Whitney una segunda taza.
-Me ordena ignorar la evidencia que ha llegado a mis manos y desestimar la ruta de investigación que apunta al alcalde Peachtree?
-No tengo dudas, teniente, -dijo Tibble dándole la espalda a la habitación- que si diera esa orden usted desobedecería dicho comando o me tiraría la placa en la cara. Dado que creo que está lo bastante furiosa en este momento para elegir esto último, me disculpo una vez más. No tenía derecho a personalizar esto, ni a volcar mi frustración en usted. Le diré que hay formas de hacer lo correcto, teniente Dallas, y cuanto más alto suba, más formas habrá, y más difíciles son de encontrar.
-Soy consciente de lo difícil de la situación, y de su posición, jefe Tibble.
-Pero generalmente usted piensa que es mentira. –El mostró la sonrisa que había aterrorizado tanto a policías como a criminales por años. El se acercó, tomó su café y bebió. –Y generalmente tiene razón. No, teniente, no se le ordena ignorar la evidencia que llegó a sus manos.
Sin pensarlo, él se sentó detrás del escritorio de ella. –Le estoy pidiendo que demore la entrevista hasta que hable con el alcalde. Cualquier parte de la conversación que sea relevante para su investigación le será transmitida. No se trata sólo del hombre, sino del cargo. El cargo requiere algo de respeto y protección. Espero que usted pueda creer que soy capaz de separar el hombre del cargo y conducir esta entrevista preliminar personalmente.
-Creo que es usted más que capaz de manejar esta entrevista, señor. Quiere que me ocupe de los otros individuos identificados en los videos?
-Discretamente. Necesito copias de esos videos, sus notas y archivos.
-Los tengo a su disposición.
El tomó la bolsa de evidencia que ella le ofrecía. –Jack, parece que vamos a empezar el día con un poco de porno.
-Yo terminé el mío con eso. –dijo Eve e hizo rugir de risa a Tibble.
-El trabajo nunca es aburrido.
-Cuanto estoy autorizada a decirle a mi equipo?
-La confianza es un camino de ida y vuelta. Lo dejo a su criterio. –Se puso de pie. –Si Peachtree es parte de esto, lo vamos a encerrar. Tiene mi palabra. –dijo con una mano en alto.
-Los vamos a encerrar a todos. Tiene la mía para eso.
***
Después de que se fueron, llamó a Peabody a su oficina.
-Siéntate. –ordenó, y como Tibble había hecho, tomó la posición de comando detrás del escritorio. –Han salido a la luz nuevos datos que tal vez tengan una influencia directa en esta investigación. No tengo libertad de compartir todos los detalles de estos datos contigo en este momento, pero vas acompañarme hoy en lo que serán una serie de sensibles entrevistas. Hasta que te autorización, no vas a decir nada de esto al resto de los miembros del equipo.
-No vas a meter al equipo dentro?
-No en este momento. Es un Código Cinco. Cualquier registro que te ordene grabar tendrá que ser sellado.
Peabody se tragó la docena de preguntas que le afloraron a la lengua. –Si, señor.
-Antes de que empecemos esta nueva ronda de entrevistas, haremos un seguimiento con Dukes. Necesita un empujón. Y me imagino que terminaremos el día con Price y Dwier. Como, no se, un epílogos.
-Es que entre los epílogos hay una conexión con el todo?
-Está todo conectado. Te pondré al tanto, en lo que pueda, camino a lo de Dukes.
***
-Chantaje. –dijo Peabody ante la primera luz de stop en la ruta. –Seguro que Greene había metido los dedos en muchos pasteles asquerosos.
-Pasteles lucrativos. Consiguió alrededor de tres millones anuales con este tema.-
-Crees que Pureza lo infectó a causa del chantaje?
-Si, lo creo. Mira a los otros. Esos eran predadores de niños. Greene, hacía algunos tratos en la arena adolescente, pero el grueso de su clientela y empleados eran adultos.
-Dijiste que pensabas que Pureza empezaría a extender sus criterios.
-Y lo harán. No tan pronto. Hay muchos más del tipo de Fitzhugh para mantenerlos ocupados. Greene bordeaba la línea. Pienso que alguien, tal vez más de uno, tenía razones personales para desear la muerte de Greene. La eliminación de otra bolsa de mugre era un factor, pero evitar el pago de un chantaje y la amenaza de una exposición, hacía un bono muy bueno. Pero fue estúpido. Un error. Matar al chantajista antes de que destruyas la evidencia que te ata a él.
-Puedes decirme si Dukes estaba en la lista del chantaje?
-No. Pero sabía que lo que pasaba. Sabía quien había sido infectado o programado para infección. Es parte de los fundadores, por eso vamos a sacudirlo. O a su esposa. Ella es un punto débil.
-Piensas que ella lo puede hacer caer?
-Podría, si estuviera lo bastante asustada. No es un jugador, pero conoce a Dukes, su organización, sus hábitos. De que otro modo llevaría un traje en su hogar porque a él le gusta? Y si él piensa que la vamos a presionar a ella, podría fastidiarse lo suficiente para saltar. Es un botón caliente.
Eve atrapó un lugar para estacionar, y luego caminaron diagonalmente a través de la calle hacia la residencia de los Dukes. Lo primero que notó fueron las flores marchitas junto a la puerta.
-Se fueron.
Peabody siguió la dirección de la fría mirada de Eve. –Tal vez se olvidó de darles agua.
-No, ella no se olvidaría. Probablemente tenía una lista de tareas diarias. Maldita sea. Maldita sea. –Tocó el timbre de todas formas, esperó, tocó otra vez.
-Las cortinas todavía están en las ventanas. –Peabody estiró el cuello para ver adentro. –Los muebles están ahí.
-Los dejaron. Se fueron rápido. Probablemente empacaron y se fueron veinticuatro horas después de nuestra primera visita.
Empezó a recorrer la calle, golpeando puertas hasta que una se abrió. Le mostró su placa a una mujer de pelo blanco en un equipo deportivo rosa.-
-Pasa algo? Ha habido un accidente? Mi esposo ...
-No, señora. No pasa nada. Me disculpo por alarmarla. Estoy buscando a uno de sus vecinos. Los Dukes. No responden a la puerta.
-Los Dukes. –Ella se palmeó la cabeza como si fuera a despejar sus pensamientos. –No estoy segura ... Oh, por supuesto. Por supuesto. Vi la historia en el reporte de los medios. Oh querida, usted es la mujer policía que ellos van a demandar.
-No creo que hayan tomado ninguna acción legal todavía. Sabe donde están?
-Para nada. No los conozco realmente. Una mujer joven y bonita. La vi yendo al mercado cada lunes y jueves. A las nueve y treinta. Podías poner en hora tu reloj con ella. Pero ahora que lo menciona, no se cuando fue la última vez... Ellos perdieron su hijo mayor, no? Sólo se mudaron aquí hace dos años atrás. Nunca supe nada de ellos. Realmente no hablaban con ninguno de los vecinos. Alguna gente nunca lo hace. Es terrible, terrible, perder un hijo.
-Si, señora.
-A él lo veía ir y venir de vez en cuando. No parecía ser un buen tipo de hombre. Los domingos salían todos juntos. Diez en punto. A la iglesia, me imagino, por la forma en que iban vestidos. Volvían a las doce y treinta. Nunca veías al chico jugar afuera o con otros niños. Nunca vi otro niño entrar en la casa.
Ella suspiró, viendo fijamente a través de la calle. –Supuse que le mantendrían encerrado, temiendo que algo le sucediera a él también. Espere, ahí viene Nita. Mi compañera de Jogging.
Saludó fervorosamente a la mujer que salía de un edificio directamente cruzando la calle. También vestía un equipo deportivo. En azul celeste.
-Nita no se pierde una. –dijo la otra mujer de soslayo. –Pregúntele sobre ellos.
-Haciéndote arrestar tu misma? –dijo Nita alegremente cuando llegó hasta ellas. –Mejor que la encierren bien, oficial. Sal es una escurridiza.
-Hablaremos sobre escurridizas después. –le dijo Sal. –Están preguntado sobre los Dukes. Dos puertas más abajo de la tuya.
-Se fueron de viaje hace un par de días. Cargaron el auto con valijas. La esposa no parecía muy feliz con la idea, si me pregunta. Había estado llorando. Esto debe haber sido ... déjeme pensar. El viernes. Viernes a la mañana, bien temprano. Estaba en frente regando mis macetas cuando los vi cargando.
-Notó si alguien los visitó previo a esto?
-Te lo dije. –dijo Nita con una sonrisa. –La mañana antes. Logró que el comandante se agitara por lo que vi en la pantalla después.
-Nita.
-Oh, para de escandalizar, Sal. No me gusta el hombre y no temo decirlo en voz alta.
Ella ondeó una mano y se acomodó como si fuera a una agradable y amistosa charla. –Yo tenía un viejo Cocker spaniel, el viejo Frankie. Murió el año pasado. Unos pocos meses antes salí a caminar con él como hacía todos los días, dos veces al día. Me detuve frente a la casa de los Dukes por un minuto para hablar con un vecino que también había salido a caminar. Y bueno, el viejo Frankie hizo sus cosas en el borde de su propiedad mientras no lo estaba mirando.
Ella suspiró, una larga expulsión de aire. –Viejo Frankie. Ya iba a limpiarlo. Estuve limpiando detrás de ese perro por dieciséis años. Pero el comandante salió por la puerta y me dió una diatriba, diciendo que me iba a reportar. Oyéndolo pensarías que él nunca había visto un poco de mierda antes. Bueno, le devolví la diatriba. No le permito ese tipo de cosas a nadie.
Ella bufó, obviamente todavía ofendida. –Cerró la puerta de un golpe, yo levanté la caca, terminé de caminar con el viejo Frankie, y me fui a casa. Unos minutos después, la policía golpeó a mi puerta. Una mujer joven, luciendo mortificada, me dijo que Dukes había llamado presentando una queja. Puede imaginarse eso? Dado que yo ya había levantado la evidencia, no iba a pasar nada. La policía sólo quería hacerme saber que él estaba viendo rojo, dijo que ella lo había calmado, pero tal vez sería mejor para todos si me aseguraba de mantener el perro fuera de esa propiedad.
-Fue el único trato que tuvo con él?
-Nunca le dije una palabra al hombre, ni él a mi.
-Perdieron in hijo. –le recordó Sal. –Eso puede amargar a una persona.
-Algunos nacen amargados. –Nita señaló la casa a través de la calle. –Yo diría que este lo fue.
***
Eve condujo las primeras tres entrevistas de la lista de Greene en la privacidad del hogar de cada uno de los sujetos o en su oficina. En cada caso hubo variados grados de negación, indignación, vergüenza y súplica.
Y en el caso de la jueza Vera Archer, una fría aceptación.
-Preferiría continuar esta discusión sin la presencia de su uniformada, teniente Dallas.
-Peabody, espera afuera.
Archer enlazó sus manos sobre el escritorio. Su cámara era un espacio racional y organizado que concordaba con su imagen. Era alta, severamente atractiva, una mujer delgada como una barra, de sesenta y tres años, con cabello oscuro corto y lacio. Tenía una reputación de entregar rápidas y minuciosas decisiones que raramente caían ante una apelación.
Ella no toleraba actuaciones teatrales en su corte.
Aparentemente, pensó Eve, se divertía con ellas en privado. En el disco ella había vestido una falda de baile rosa, y había actuado un bastante glamoroso strip tease para dos musculosos hombres como preludio de un muy atlético menage a trois.
-Asumí que iba a venir esto cuando escuché que Nick Greene había sido asesinado. Mi vida privada no está en discusión. No hay leyes que me condenen, más que las del sentido común.
-Le pagaba a Nick Greene siete mil quinientos dólares por mes.
-Lo hice. No es ilegal pagar por honorarios. Y si determinamos que era chantaje, el crimen era suyo por extorsionar por honorarios. No voy a explicar los contenidos del disco, ni las motivaciones detrás de esos contenidos. Tengo derecho a mi privacidad.
-Si, su señoría, y ciertamente pagó bastante por eso. Como sea, el contenido de ese disco, y sus pagos, son parte ahora de una investigación por homicidio.
La mirada de Archer nunca vaciló. –Yo estaba mejor con él vivo. Podía afrontar el pago de una gran suma más de lo que puedo afrontar la publicidad por exposición. La vergüenza para mi cargo, mi esposo. Le hice una revelación completa de este asunto a mi esposo hace casi un año atrás. Puede verificarlo si lo considera necesario, pero es, una vez más, un asunto privado. Le diré que acordamos continuar los pagos.
-Usted está al tanto de las circunstancias de la muerte de Nick Greene?
-Lo estoy.
-Mientras yo simpatizo con su deseo de privacidad, su señoría, esa simpatía no se extiende sobre mi persecución de los terroristas que son responsables por esta muerte, y la muerte de otros seis a la fecha.
-Y como podría ayudar a su persecución exponiendo los contenidos de ese disco? Yo necesito tener el respeto de mi corte cuando estoy en la banca. Usted persigue, usted arresta, pero entonces debe ir a las cortes para completar el ciclo de justicia. Como puedo hacerlo si soy motivo de risa, de vergüenza?
-Haré todo lo que pueda para proteger su privacidad. Dígame cuando empezó a usar los servicios de Nick Greene.
Archer volvió sus labios hacia adentro en una casi invisible línea. –Escuché sobre a través de un conocido. Una válvula de liberación, podría decir, para las presiones del trabajo. Hice uso de ellos una vez al mes durante varios meses. Entonces él me dió una copia del disco, explicando el programa de pagos y las consecuencias de la falta de pago. Todo muy razonable, como un negocio.
-Debe haber estado muy enojada.
-Estaba furiosa. Más, me sentí como una tonta. Una mujer que vivió por más de sesenta años, sentada en una banca por catorce, no debería ser tan fácilmente atrapada. Yo pagué, porque una siempre paga por la estupidez, y dejé de usar sus servicios.
-Temía que él la expusiera de todas formas?
Ella inclinó la cabeza con un gesto de sorpresa. –Y cortar un pequeño pero regular ingreso? No.
-El nunca elevó los pagos o amenazó con hacerlo?
-No. A su manera era un buen hombre de negocios. Si sangras demasiado y rápido, te mueres.
Archer levantó las manos, la única muestra de emoción que hizo en toda la entrevista. –Ni siquiera lamenté los pagos. Me recordaban que soy humana. Que es por lo cual empecé a usar sus servicios. Necesitaba que me recordaran que soy humana. Usted habrá buscado mis antecedentes. Personales, profesionales?
-Si, su señoría, una búsqueda inicial.
-Yo he servido a la ley, y la he servido bien. Mi registro lo demuestra. No estoy lista para retirarme. –Ella miró hacia la pequeña pantalla en la pared. –Vi la emisión de 75 esta mañana. Fue una muerte feroz y horrible la que eligieron para él. Era un chantajista, y traficaba con lo que podría llamarse pecado, ciertamente explotaba las debilidades secretas de la gente. Pero no se merecía morir como lo hizo. Ni esa chica.
Miró hacia Eve otra vez, su mirada directa y firme. –Usted sospecha que yo tal vez soy una parte de esos vigilantes que se llaman a si mismos puros? Ellos representan todo lo que yo aborrezco. Lo que he combatido toda mi vida. Son matones y cobardes jugando a ser Dios. Voy a renunciar a mi representación legal en este momento y someterme al Test de le Verdad. Mis condiciones son que esto debe ser mantenido privadamente, como una simple autorización y licencia técnica, y que cuando los resultados me libren de sospechas, ellos, así como los discos y cualquier otro archivo pertinente a este asunto, sean sellados.
-Estoy de acuerdo con esas condiciones y me ocuparé de arreglarlas. Puedo pedir a la Dra. Mira que haga el test personalmente.
-La Dra. Mira es aceptable.
-Creo que los resultados pondrán fin a su participación en este asunto, su señoría.
-Gracias.
-Puedo pedirle su consejo y opinión en otra cuestión conectada con mi investigación?
-Si.
-He solicitado órdenes para abrir archivos sellados de víctimas juveniles directamente pertinentes a este caso. Servicios para Niños puso una orden de bloqueo para esos archivos y otros adicionales de su agencia. La oficina del procurador inició el procedimiento legal para abrirlos. El bloqueo permanece.
-Los sellados, particularmente en el caso de menores, son materia sensible.
-También lo son los homicidios seriales. También el terrorismo. También lo es la obstrucción de una investigación prioritaria. El tiempo es esencial, todavía es una herramienta esencial manteniéndolos fuera de mi alcance. No se trata de abrir sellados para el público, sino para un investigador con causa probable. Si esto le hubiera llegado a usted, como lo consideraría?
Archer se echó atrás en el asiento. –Su causa probable es sólida, teniente, y no juegue conmigo.
-Sólido como una roca. La orden de restricción argumenta que los sellos deben permanecer para proteger a los menores y sus familias de sufrimientos adicionales, para asegurar su privacidad. El procurador argumentó que la causa probable en una investigación de homicidio lo justifica, y adicionalmente arguyó que los contenidos de los sellados deberían ser conocidos sólo por el quipo investigador.
-Si los argumentos son tan básicos como ese, usted tendría sus órdenes en mi corte. Quien firmó los pedidos iniciales?
-El juez Matthews?
-Y él subsecuentemente sostuvo los sellados?
-No, su señoría. Los argumentos fueron presentados al Juez Lincoln.
-Lincoln. Ya veo. Haré algunas preguntas.
***
Eve dejó la corte con Peabody junto a ella y se detuvo un momento afuera. –Si ella no está limpia, he perdido todo sentido de dirección.
-Vamos a seguir trabajando con la lista?
-Si, vamos a seguir trabajando. Mientras tanto, hagamos una búsqueda del Juez Lincoln.
-Otro juez? Diablos.
-No tiene que ver con Greene. Pero si con Archer. Ella es buena. –dijo Eve mientras entraba en su vehículo. –Pero no tanto. Vi algo en su rostro cuando le dije que él había escuchado los argumentos sobre los sellados.
Frunciendo el ceño, sacó su enlace de bolsillo que sonaba. –Dallas.
-En O’Malleys. –dijo Dwier enérgico. –En veinte minutos. Venga sola.
-El Blue Squirrel. –replicó Eve, buscando la ventaja de un lugar conocido. –En quince.
Cortó la transmisión.
***
Eve ya no frecuentaba el Blue Squirrel tan a menudo como lo había hecho. Era un garito sin remedio en cuanto a la calidad, lo que incluía la comida y el servicio. Durante el día, estaba provisto de un puñado de hoscos clientes regulares y la ocasional alma perdida lo bastante tonto para pensar que podía pescar una comida barata y un poco de acción.
A la noche se colmaba usualmente con gente que buscaba acción y eran loo bastante duros o lo bastante locos para arriesgar sus vidas con lo que pasaba por ser alcohol en esos lugares.
La música estaba alta, las mesas pequeñas y raramente limpias, y el aire generalmente impregnado con olor a mala bebida y Zoner rancio.
Eve tenía una rara afición por él, y estaba complacida de encontrar que no había cambiado desde su última visita.
Por un tiempo Mavis había sido una de las cantantes contratadas, envuelta en disfraces que desafiaban una descripción y chillando su música para una pequeña pista de baile donde la gente en realidad parecía comprenderla.
Pensando en Mavis, Eve fantaseó si el impedimento de la maternidad le haría bajar el tono.
Ni una chance.
-Búscate una mesa del otro lado. –le ordenó Eve a Peabody. –Come si te atreves.
-Sus sojas fritas son sólo medio malas. Me arriesgaré.
Eve eligió una mesa en una esquina apartada y se deslizó en ella. Y decidió que Peabody tenía razón. Las fritas eran sólo medio malas, y se merecían otra oportunidad.
Tecleó la orden en el menú, y decidió no bailar tan cerca del borde arriesgándose con un café. Optó por agua embotellada, la cual temía que fuera embotellada en las habitaciones traseras por hombres de nariz chatas y nudos en el pelo.
No viendo signo de Dwier, sacó su comunicador y llamó a Feeney. –Cual es el estado?
-Está casi listo. –Había un tenue brillo de sudor en su frente y su cabello estaba pegoteado en mechones. –Dos horas y lo tenemos. En que estás trabajando?
-En un par de minutos, almuerzo. En el Blue Squirrel.
-Estás caminando por el lado oscuro, Dallas.
-Si, esa soy yo. Conseguí un encuentro con Dwier. Debería estar llegando. Creo que quiere un trato.
-Yo le daré un maldito trato. –resopló Feeney. –Vas a decirme lo que los jefes estaban haciendo aquí esta mañana?
-No puedo. Tengo que esperar cierta información. Insúltame, Feeney, pero no puedo.
-Enganchaste un pez grande, no, chica? No, no sudes. –dijo él. –Sólo recuerda, algunos peces grandes tienen dientes.
-Soy cuidadosa. Dwier acaba de entrar. Hasta luego.
Se guardó el comunicador en el bolsillo, y esperó que él llegara a la mesa.
-Dije sola. Saque a la uniformada o esto termina aquí.
-La uniformada necesitaba comer. Si usted se quiere ir, es su elección. –Ella tomó la botella de agua que había salido del servidor. –Manténgase lejos del café. –dijo ella en tono de conversación- si quiere seguir viviendo.
El se dejó caer en el asiento frente a ella. No se sorprendió cuando ordenó una botella de cerveza.
-Su novia le dijo sobre nuestra conversación de ayer?
-Muestre algo de respeto cuando habla de Clarissa. Ella es una dama. Las de su tipo no reconocen a una dama.
-Las de mi tipo reconocen malos policías, conspiradores, asesinos, fanáticos. –Mirándolo a la cara, ella tomó un sorbo de agua. –No me importa si tienen la piel delicada.
-Quiero que salga de su espalda. Le estoy dando una advertencia.
Ella se inclinó hacia adelante. –Me está amenazando, Dwier? Me está intimando a que si yo continúo siguiendo la línea de investigación que involucra a Clarissa Price, usted podría intentar causarme un daño físico?
-Que, está cableada?
-No, no estoy cableada. Sólo quiero tener realmente clara la naturaleza de su amenaza. De esa forma, no voy a patear su lamentable culo por este piso pegajoso, por la puerta y a través de la calle a causa de un malentendido.
-Usted se piensa que es muy mala, no? Ustedes, los policías de homicidios, todos se piensan que son jodidamente importantes. Una elite o una mierda así. Venga a la calle y camine un poco por la basura, levante los pedazos de un chico que ha sido violado y golpeado, o escarbe en el vómito de un adolescente idiota atiborrado de Jazz que consiguió de un algún buitre trabajando cerca de las escuelas. A ver cuanto tiempo sigue siendo mala.
Ella sintió cierta simpatía, una pizca de compasión por un policía que había visto más de lo que podía soportar. Pero ahí estaba la línea, la línea que apenas podía ser movida hasta ahí, o caería fuera del borde.
-Es por eso que forma parte de esto, Dwier? No pudo manejarlo haciendo todos los pasos, viendo que algunos de esos pasos se le escapaban de las manos? Es por eso que decidió ser juez, jurado y verdugo?
Sus fritas se deslizaron en la mesa, y ella las ignoró. La botella de él emergió segundos después. El la aferró, y giró la tapa con la violencia de un hombre deseando que fuera un cuello humano.
-Quiero que deje en paz a Clarissa.
-Se está repitiendo a si mismo. Dígame algo nuevo.
El tomó dos profundos tragos de la botella. –No estoy diciendo que tenga algo que decirle. Pero si lo hiciera, necesito un trato.
-No puedo hacer un trato sin ver las cartas.
-No trate de pasarme. –El le gruñó, y ella perdió incluso la pizca de simpatía.
El no era sólo un policía quebrado bajo la presión. Era uno que se había inflado y llenado a si mismo hasta reventar –como la fina piel de un globo- con arrogancia, con virtuosismo.
-Soy policía. Se como funciona esto. Si tengo algo que decir pertinente a los recientes homicidios, necesito inmunidad para Clarissa y para mi con referencia a una posible participación.
-Inmunidad. –Ella se echó atrás, seleccionando cuidadosamente una papa frita, estudiándola. –Usted quiere que yo limpie su pizarra? Siete muertos, uno de ellos policía, y usted quiere una vía libre para usted y para su dama? Sólo dígame como espera que yo consiga eso para usted, Dwier?
-Usted puede hacerlo. Usted tiene peso.
-Vamos a ponerlo en esta forma. –Ella bañó las papas con sal. Necesitaban ayuda desesperadamente. –Porque piensa que voy a usar el peso que usted supone que tengo para ayudarlo a patinar en esto?
-Usted quiere dar el golpe. Conozco a las de su tipo. El golpe viene primero. Mantener alto el porcentaje de sus casos resueltos. Usted se imagina que le van a colgar otra jodida medalla.
-Usted no me conoce. –La voz de ella fue baja y letal. –Usted quiere un cuadro en su cabeza, Dwier? Que tal este? Una chica de dieciséis años, cortada a cuchilladas, toda su sangre por las paredes siguiendo el camino que hizo corriendo tratando de escapar de un hombre que fue conducido a la locura por un grupo de personas que decidió que él debía morir. El nombre era Hannah Wade. Era una chica estúpida con una mala actitud que terminó en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Como Kevin Halloway, un buen policía joven haciendo su trabajo. Como considera a eso la gente que empujó sus botones en su lista de porcentajes, una pérdida aceptable?
-Clarissa se enfermó por lo de esa chica. Se rompió en pedazos. No durmió en toda la noche.
Eve sintió que la bilis le subía a la garganta, y la bajó con agua. –El remordimiento pesará con el procurador. Tal vez usted estaba confundido. Tal vez ambos fueron confundidos por la gente a cargo de Pureza. Ustedes sólo estaban buscando una forma de proteger a los chicos que observaban.
-Si. –El bebió, tecleando en el menú por una segunda botella. –Si ese fuera el caso, llevaría hacia la inmunidad. El hecho es, si supiéramos algo relevante, lo daríamos voluntariamente.
Vomítalo, pensó ella, con el rostro inexpresivo como un pizarrón en blanco. –Sabe que no puedo garantizar inmunidad. Esa decisión no me corresponde. Sólo puedo solicitarla.
-Usted puede presionar. Conoce los botones.
Ella miró más allá de él un momento, porque el saber que iba a hacer un trato la enfermaba. El mayor bien, se dijo a si misma. A veces justo no significaba limpio.
-Presionaré por inmunidad. Pero usted queda fuera del trabajo, y también ella.
-Usted no puede...
-Cállese, Dwier. Sólo cállese, porque lo que le estoy dando es lo mejor que va a conseguir. Y la oferta es por única vez. Usaré mi peso para pedir inmunidad. Diré el procurador que su información , y la de Price, fue clave para mi investigación. Si no es clave, Dwier, esta conversación es inútil. Usted y Price salen libres, ni un día en la celda. Pero usted se retira, y ella renuncia a Servicios para Niños. El procurador y los jefes verán si usted mantiene su pensión. Eso está fuera de mis manos. Pero estará libre.
Ella empujó su plato a un lado. –Si usted se rehúsa a este trato le doy mi palabra que lo voy a cazar, a ambos, hasta que tenga bastante para encerrarlos. Voy a pedir múltiples cargos, primer grado, conspiración para asesinar. Voy a pedir por el asesinato de un oficial de policía. Voy a presionar duro y los dos pasarán el resto de sus vidas detrás de las barras. El último aire que tomará será en una celda. Lo haré una misión personal.
Los ojos de él centellearon, -malhumor, terror, alcohol. Y, pensó Eve con algo de asombro, con insulto.
-Llevo dieciséis años adentro. Dieciséis años cargando mi joroba.
-Y ahora tiene cinco minutos para decidir. –Ella se levantó de la mesa. –O se va o está listo para hablar cuando yo regrese.
Mientras ella atravesaba el club, Peabody empezó a levantarse. Eve negó con la cabeza y siguió camino.
Irrumpió en lo que Blue Squirrel llamaba su sala de descanso. Cinco estrechas casillas y dos hoyos superficiales por lavabos. Dejó correr el agua fría, lavándose la cara una y otra vez hasta que el calor de su furia y su disgusto amainaron.
Con el rostro goteando, levantó la cabeza y se vió a si misma en el espejo moteado de negro. Siete personas muertas, pensó. Siete. Y ella estaba por ayudar a dos de los responsables a salir libres así ella podría detener a los otros.
-Era esto lo que tenía que aceptar para hablar por Kevin Halloway, por Hannah Wade? Era lo que debía aceptar?
Los tonos de la verdad, había dicho Tibble. Y justo ahora se sentía confundida por las sombras.
Se frotó la cara para secarla, y luego sacó su comunicador.
-Comandante. Necesito un trato para Clarissa Price y Thomas Dwier.
***
Dwier todavía estaba en la mesa cuando ella regresó y empezaba su tercera botella. Ella pensó cuanto más le llevaría ahogar su conciencia.
-Hable. –dijo ella.
-Tengo que tomar algunos recaudos.
-Ya lo dejé pasar una vez, y no voy a hacerlo de nuevo. Váyase o hable.
-Quiero que comprenda que hicimos lo que teníamos que hacer. Uno trabaja para sacar mugre de las calles y antes de que llene el formulario cinco, ellos están afuera. El sistema se volvió blando. Toda esa mierda de los derechos civiles que nos metieron por la garganta, abogados untados en grasa, uno no puede hacer el trabajo.
-No quiero una lección, Dwier. Quiero datos. Quien está manejando el show?
-Se lo voy a contar a mi manera. –Se secó la boca con el dorso de la mano- -Clarissa y yo nos hicimos cercanos. Ella dedicó su vida a ayudar a los chicos, sólo para ver a la mitad de ellos, tal vez más, salir arruinados por el sistema. Empezamos a salir, mayormente para conocernos, y nos volvimos íntimos. Después de lo que sucedió con el chico Dukes, ella estuvo pensando en dejar todo. Ese caso casi la quebró. Se tomó un par de semanas libres para decidir lo que quería a hacer. Y ... Don vino a verla.
-Don? Sería Donald Dukes?
-Si. Ella estaba en un lugar movido. Un lugar movido. Y él le dijo sobre este grupo, que estaba buscando respuestas, que estaba trabajando para encontrar una mejor manera. Un grupo subterráneo.
-Pureza?
-Los Buscadores de Pureza. Dijo que un montón de gente se había unido, gente como él, como ella, otros ciudadanos preocupados. Le pidió que fuera a una reunión.
-Donde?
-En el sótano de una iglesia. En el centro. La Iglesia del Salvador.
-Un sótano de iglesia? –Ella no sabía porque eso ofendía su sensibilidad. No era, nunca había sido religiosa. Pero algo en lo profundo de ella se horrorizaba. –Esto salió de una iglesia?
-Era uno de los lugares de reunión. Nos íbamos mudando, iglesias y escuelas. Ella fue a la primera con Don, con Dukes. Esto le dió un apoyo, la sacó de la depresión. Le dió algo de que aferrarse otra vez. Yo fui con ella la siguiente vez. Tenía sentido. –insistió él. –El programa tenía sentido. Si quieres limpiar la ciudad, tienes que sacar la basura. Los policías y las cortes están atados. Nadie respeta la ley porque la ley no funciona. No funciona una mierda, y usted lo sabe.
Ella lo miró a la cara, ruborizada por la cerveza y el virtuosismo. No siempre, pensó ella. No siempre funciona porque esto no te va a mandar a una celda.
-Quien dirigía las reuniones?
-Es una democracia. –le dijo Dwier con algo de orgullo. –Todos teníamos la palabra. Dukes es uno de los fundadores. Tenemos policías, médicos, jueces, científicos, predicadores. Tenemos pensadores.
-Nombres.
El bajó la cabeza. Se pasó la botella por la frente. –Nos llamábamos por los nombres, pero reconocí algunos, busqué otros. Tienes que saber con quien te acuestas. Mire, tuvimos algunos deslices con el programa. Tal vez aceleramos demasiado algunas cosas. Los técnicos se pensaron que podían borrar el virus antes de que Absoluta Pureza fuera adquirida, pero ahí hubo un fallo. Están trabajando día y noche para corregirlo. Iniciamos una colecta por Halloway. Vamos a hacer una contribución al Fondo de Supervivientes de los Oficiales de Policía en su nombre.
-Estoy segura de que dará a su familia mucho consuelo, Dwier. Déme nombres.
-Se piensa que es fácil ser una comadreja? –Estampó la botella casi vacía en la mesa. –Se cree que es fácil delatar a la gente con la que ha trabajado?
-Era fácil matar? Fácil echar unos dólares en la bolsa por un policía muerto porque hubo un fallo? No quiero escuchar sobre su dolor, Dwier, o su extraño sentido de la lealtad. Quiero nombres. Se trata de usted o ellos. No hay nombres, no hay trato.
-Puta.
-Si. Téngalo en mente. Donald Dukes? Su esposa?
-No. El la mantuvo fuera. No le gusta mucho trabajar con mujeres.
-Pero reclutó a Clarissa.
-Me figuro que lo presionaron para que la contacte, ya que habían tenido una historia. –Dwier movió los hombros. –Matthew Sawyer, el gran doctor del Kennedy Memorial. Tipo con cerebro. Keith Burns, uno de los genios de la computadora. Trabajó con Dukes en el virus. Era el padrino del chico, Devin. Stanford Quillens, otro médico. El juez Lincoln, Angie y Ray Anderson –su hijo fue violado por Fitzhugh. Angie maneja su propia agencia consultora de medios en el centro de la ciudad.
El continuaba soltando nombres. Eve los grababa. El pidió otra cerveza. No se había aflojado todavía, notó ella. Cuatro cervezas en menos de una hora y no lo demostraba. Eso le dijo que el cuerpo de él estaba acostumbrado.
Había otros médicos, otros policías, una concejal de la ciudad. Más programadores, dos antiguas trabajadoras sociales y un ministro.
-Estos son todos los que tengo confirmados. Clarissa puede tener un par más.
-Que hay de los fondos?
-Todos aportaban lo que podían, donaban tiempo. –El chupó de la botella. –Algunos de los miembros tenían bolsillos hondos, y ponían su dinero donde estaba su boca. Tenemos respaldo poderoso –respaldo político- y nos hubiéramos expandido sin los accidentes.
-Quien es el respaldo político?
-El alcalde. Peachtree no venía a las reuniones. Peor enviaba declaraciones, contribuciones. Mi opinión es que él estaba detrás de Sawyer y Lincoln, Dukes, también.
-Me está diciendo que esta organización se generó en la oficina del alcalde?
-Por lo que yo vi, si. Peachtree quería reformas, y no las consiguió a través de las encuestas. El encontró otra vía. Es un maldito héroe.
Ella lo asimiló, conteniendo férreamente otra ola de disgusto. –Como seleccionaban los objetivos?
-Poníamos los nombres, sus historias, a consideración de los miembros. Votábamos.
-Quien más está nominado?
-Sólo tengo una más infectado. Decidimos parar hasta que arreglemos los fallos. Dru Geller. Maneja clubes privados, le vende carne joven a los clientes. Fugitivos mayormente, ella las levanta y las llena con Erótica. Las tiene ocupadas por diez horas.
-Como saben cuando es adquirida?
-Eso es mayormente un asunto técnico. No es mi área. Pero podemos rastrear el uso en la unida infectada. Ellos corren simuladores para saber cuanto llevará para finalizar.
-Cuando es la próxima reunión?
Dwier cerró los ojos. –Esta noche, a las ocho. En la iglesia del centro.
-Donde está Dukes?
El sacudió la cabeza. –En una casa segura, fuera del estado. Albany. Se supone que yo ayudaría a su reubicación. El todavía está trabajando en el programa. El y Burns y los otros técnicos. Lo van a tener perfeccionado en pocos días. Están seguros. Nadie anticipó que esa chica estaría en la casa de Greene. Como demonios puedes anticipar algo así? Pero como estaba allí, ella no era muy deferente de Greene. Consiguió lo que merecía, igual que él. Sólo una pequeña prostituta ....
Ella lo abofeteó. Su mano estaba levantada y girando antes de que se diera cuenta de que la furia había emergido, antes de que él lo viera en sus ojos y lo evadiera. El afilado chasquido de carne contra carne se sintió a través del club. Unos pocos volvieron la cabeza, y luego desviaron la vista rápidamente.
Eve se puso de pie. –Quédate donde estás, Peabody! Usted se va adentro. Puede decirle su historia al procurador. Price va ser detenida ya mismo.
-Espere un jodido minuto...
-Cállese, pedazo de mierda. Tendrá su inmunidad. Pero ahora se va adentro, y se quedará ahí hasta que el resto de sus auto proclamados héroes sean detenidos. Hay una patrulla afuera, y un representante de la oficina del procurador. Thomas Dwier, usted está bajo custodia ahora. Entregue su escudo y su arma. Ahora, -dijo, poniéndole una mano en el brazo- o lo llevo de la forma en que yo prefiera de acuerdo al libro por el que usted muestra tanto desdén.
-La gente sabe que tenemos razón. –El dejó su arma en la mesa, lanzando la placa junto a ella. –Hay cuatro monstruos fuera de las calles gracias nosotros.
Ella tomó el arma y la placa de él. Entonces lo puso de pie. –Hay todo tipo de monstruos, Dwier. Usted ni siquiera califica. Es sólo una comadreja. Y una vergüenza para el trabajo.
***
Cuando él estuvo asegurado dentro de la patrulla, Eve se metió en su propio vehículo. Entonces dejó caer la frente sobre el volante.
-Estás bien, Dallas?
-No. No, no estoy bien. –Tiró y sacó la placa y al arma de Dwier de su bolsillo. –Séllalos. No quiero poner mis manos en ellos de nuevo. Le conseguí inmunidad. Le conseguí una salida. Tal vez, tal vez si lo hubiera metido dentro, lo hubiera martillado en entrevista, lo hubiera hecho caer sin el trato. Pero hice el trato, porque tal vez no se caería, y yo no podía perder más tiempo.
-El procurador no le hubiera dado inmunidad si no hubiera pensado que era la forma de conseguirlo.
-Cuando tú quieres el pastel entero, sacrificar una pequeña tajada es una vía razonable. Así es como pensó el procurador. Así es como Dwier sabía que lo pensaría. Desearía haberlo logrado. Consígueme la dirección de Dru Geller. Está en el sistema.
Sacó el comunicador para armar los siguientes pasos con el comandante.
***
Le tomó una hora organizarlo a su satisfacción. Tiempo precioso, pero no quería perder otro policía. No hoy.
-No podemos estar seguros del estado de ella. –le recordó Eve al equipo de crisis que tenía a cargo. –Debemos asumir que es violenta y está armada. Tres hombres en la puerta, tres en las ventanas. Vamos a entrar rápido. La sometemos, aseguramos y transportamos. El sujeto no puede ser aturdido con armas comunes ni siquiera en punto bajo. Es alta la probabilidad de que la infección se haya extendido al punto que ésto resultaría en terminación. Usaremos tranquilizantes, y solamente tranquilizantes.
Ella señaló hacia el plano del departamento en pantalla. –Deben familiarizarse con el escenario. Sabemos que el sujeto está en esta ubicación. No sabemos donde está dentro del perímetro, pero la mayor posibilidad es que esté en el dormitorio principal, aquí. Las comunicaciones deben permanecer abiertas durante toda la operación. Cuando el sujeto esté asegurado, será transferido inmediatamente por los técnicos médicos, acompañado por dos de los miembros del equipo durante el transporte al centro de salud designado, donde un equipo médico la está esperando.
Tal vez la salvaran, pensó Eve mientras se aproximaba a la puerta del apartamento de Dru Geller. Y tal vez no lo hicieran. Si la información de Dwier era cierta, ella tenía menos de ocho horas. Morris había llamado a la infección irreversible después de la dispersión inicial.
Ella estaba arriesgando a seis policías, su ayudante y a si misma por sobre una mujer que probablemente ya estaba muerta.
Sacó su disparador de tranquilizantes, asintiendo hacia el equipo de crisis policial para decodificar los cerrojos. –Decodificando. –dijo suavemente a su intercomunicador. –Cerrojos abiertos. Esperen mi señal.
Abrió fácilmente la puerta. Sintió un dejo a comida podrida, a orina rancia. Las luces estaban apagadas, los parasoles cerrados en las ventanas. La habitación parecía y olía como una cueva.
Ella señaló, apuntando a Peabody y al segundo oficial hacia la izquierda. Entró rápido, agachada, y hacia la derecha. –Living despejado.
Entonces lo escuchó, una especie de gruñido. El sonido que podía hacer un perro rabioso cuando lo acorralaban. –Yendo al dormitorio principal. Controlen las ventanas.
Tomó un flanco de la puerta, asintió otra vez, luego la pateó hacia adentro.
Dru Geller tenía la espalda contra el muro. No vestía nada más que las medias. Había sangre en sus pechos, arañados por sus propias uñas. Su nariz había sangrado también, y el rojo corría sobre sus labios gruñentes, manchando sus dientes, goteando de la mandíbula.
Eve vió todo en el espacio de un latido y vió las largas tijeras de acero en su mano.
La tijera voló, como una flecha hacia un blanco. Eve pivoteó, disparando el tranquilizante, y le dió a Geller en el pecho derecho. –Ahora! Vamos! Tírenle otra vez. –ordenó mientras Geller se le echaba encima.
Un segundo tranquilizante le dió en el medio del cuerpo y aún así saltó hacia Eve como un gato salvaje, todo dientes y uñas. Vió los ojos rojos girando, sintió la sangre gotear en su cara. Geller aulló cuando un tercer tranquilizante le dió en el hombro derecho.
Se apagó como una luz, los ojos rojos rodaron hacia atrás, sus miembros se aflojaron.
Tomó segundos, sólo segundos. Hubo un torbellino de movimiento mientras hacían rodar a Geller, sujetando su cuerpo inconsciente.
-Consigan a los TM, que la transporten. –ordenó Eve. –Muévanse.
-Tenemos un oficial caído.
-Que? –Limpiándose la sangre del rostro, Eve se puso de pie y giró.
Y vió a Peabody yaciendo en el piso, sangrando, las tijeras profundamente enterradas en su hombro.
-No. Maldita sea. No. –Estuvo de rodillas en un solo rápido movimiento, y sin pensarlo pasó la mano sobre el rostro blanco de Peabody.
-Fui hacia la derecha, debería haber ido a la izquierda, -articuló Peabody. Volvió la cabeza, mirando las brillantes tijeras plateadas. –No es tan malo, no? No es tan malo.
-No, no es nada. Consigan un médico, ahora. Ya! –Eve se quitó la chaqueta, preparándose a usarla para contener el río de sangre.
-Sácamelas, okay? Podrías? –Peabody se aferró a la mano de Eve. –Me hacen sentir enferma, teniéndolas saliendo de mi.
-Mejor que no. Los TM están llegando. Ellos las sacarán.
-Si hubieran pegado una pulgada más allá, el chaleco las hubiera desviado. Cuales son las chances? Realmente duele. Jesús, realmente duele. Tengo frío. Es sólo el shock, no? Cierto, Dallas? No me estoy muriendo, no?
-No te estás muriendo. –Ella le arrancó el arrugado cobertor a uno del equipo de crisis. –No puedo perder tiempo entrenando a otro ayudante.
Eve volvió la cabeza cuando un TM entró corriendo. –Haga algo. –le ordenó.
Ignorándola, él corrió un scanner sobre el punto de entrada, tomando los signos vitales de Peabody. –Okay, oficial. Cual es su nombre?
-Peabody. Soy Peabody. Podría sacarme esas malditas tijeras?
-Seguro. Voy a tener que darle una cosita antes.
-Déme montones. Dallas es la única que vive con el dolor.
El le sonrió, armando la jeringa.
-Está perdiendo sangre. –saltó Eve. –Va a dejarla desangrarse en el piso?
-Mantenga la presión. –dijo él suavemente. –Muy malo para esa chaqueta.. Parece una bonita tela. Voy a sacar el objeto invasivo. A las tres, Peabody, okay?
-Uno, dos, tres.
Los ojos del TM encontraron los de Eve y susurró: sujétela.
Eve lo sintió en su estómago, sintió el afilado tirón del acero deslizándose fuera de la carne de Peabody. Sintió dentro de si el breve sacudón del cuerpo de su ayudante contra las manos que la contenían. .
La sangre fluyó sobre sus dedos, cálida y húmeda.
Entonces fue apartada del camino, mientras el TM trabajaba en la herida.
Veinte minutos más tarde, estaba paseándose por la sala de espera de Emergencias. Casi había derribado al médico que le había ordenado permanecer fuera del área de tratamiento. Se había contenido a si misma sólo porque se dió cuenta de que el médico tenía que estar consciente para trabajar con Peabody.
McNab irrumpió por las puertas en una limpia carrera, con Roarke justo detrás de él.
-Donde está? Que le están haciendo? Que tan malo es?
-Ella está en tratamiento. La están emparchando. Es como te dije, McNab. Ligó una profunda punción en el hombro, pero le erró a las arterias mayores. No creen que haya ningún músculo dañado. La iban a limpiar, darle un poco de sangre y suero, coserla. Entonces probablemente la dejen ir.
Vió que él miraba fijamente hacia abajo, a sus manos. No había tenido tiempo de lavarse la sangre. Maldiciéndose, las metió en los bolsillos.
-En cual sala de tratamiento?
-B. Doblando la esquina a la izquierda.
El salió corriendo, y Eve se frotó la cara con las manos. –No puedo quedarme aquí. –murmuró y se escabulló afuera.
-Es más serio de lo que le dijiste a McNab? –le preguntó Roarke.
-No lo creo. El TM parecía tranquilo. Dijo que era demasiado serio para tratarle en la escena, pero no grave. Perdió mucha sangre.
Ella se miraba fijamente las manos.
-Tú también perdiste un poco. –El trazó con sus dedos sobre la mandíbula de ella donde las uñas de Geller habían arañado-
-No es nada. Maldita sea no es nada. –Ella le dió la espalda, pateando el neumático de una ambulancia estacionada. –Yo la llevé ahí.
-Ella es menos policía que tú?
-Ese no es el punto. Ese no el jodido punto. –Ella lo enfrentó. –La llevé a ella y otros seis policías ahí. Hice la llamada, arme la operación. Me aparté del camino cuando Geller me tiró las tijeras a mi.
Porque los ojos de ella estaban inundados, su voz empezando a flaquear, él la tomó de los hombros. –Y Peabody no se movió tan rápido. Es tu culpa?
-No se trata de culpa. Se trata de razones. La llevé a ella ahí y a todos ellos para asegurar y transportar a una mujer que probablemente va a morir de todas formas. Yo le ordené a esas personas que pongan su vida en la línea por ella. Una mujer que vendía niñas. Chico, eso sería irónico para ti. Tengo la sangre de Peabody en mis manos por una mujer que vendía niñas para sexo.
Ella lo aferró de la camisa con los puños. –Por que? –demandó- Cual es el maldito punto?
-Teniente.
Ella se sacudió ante la voz de McNab, volviéndose rápidamente.
El nunca la había visto llorar antes. Ni sabía que pudiera. –Está despierta. Tenías razón, la van a dejar salir, quieren controlarla por una hora antes. Todavía está algo dopada. Preguntó si estabas por aquí.
-Voy a entrar a verla.
-Dallas. –McNab se interpuso en su camino, y la tomó del brazo. –Si le preguntas a ella cual es el punto, te lo dirá. No me preguntaste a mi, pero te lo diré de todas formas. Porque cuando algo debe hacerse, somos los que se supone que lo haremos. No estuve ahí, pero se que entraste por la puerta primero. Así que tú ya sabes cual es el punto.
-Tal vez necesitaba que alguien me lo recordara.
Roarke la observó retornar el interior. –Eres un buen hombre, Ian. –Puso una mano en los hombros de McNab. –Vamos a comprarle a Peabody algunas flores.
-Yo normalmente las robo.
-Haremos una excepción por esta vez.