Capítulo 8

 

 

-Los genios no tienen edad.

Fue lo que dijo Jamie Lingstrom pavoneándose dentro de la oficina en un par de destartaladas aero botas.

Llevaba su cabello rubio corto y parado en picos en lo alto, con un largo mechón que flameaba sobre su frente. El único piercing –aparentemente- era el prolijo anillo de plata alojado al final de su ceja izquierda. Su rostro se había alargado un poco desde la última vez que ella lo había visto, y ahora su boca estaba torcida en una mueca burlona.

Siempre había sido un gallito.

Su abuelo había sido policía, y había caído mientras investigaba extraoficialmente a un culto. El culto había asesinado a la hermana de Jamie y había estado incómodamente cerca de sacrificar a Eve.

Había crecido al menos dos pulgadas. Cuando paraban de crecer los chicos? Imaginó ella. El tendría dieciséis, no, probablemente diecisiete en este momento. Y debería haber estado haciendo lo que hacían los adolescentes en vez de estar en su oficina con pinta de gallito.

-Porque no estás en la escuela?

-Hago la mayoría de las cosas en casa, en un programa de trabajo. Puedes mantener las manos en esa basura del trabajo con ese asunto de que te contratan a través de la escuela y toda esa mierda.

Eve se volvió hacia a Roarke. –Uno de los tuyas.

-En realidad, tengo varias compañías que contratan con el programa de educación. La juventud de hoy, después de todo, es la esperanza del mañana.

 -Entonces. –Jamie revisó la habitación mientras enganchaba sus pulgares en los bolsillos del frente de sus jeans con agujeros en ambas rodillas. –Cuanto podemos empezar?

-Tú. –Eve le hizo señas con un dedo a Roarke. –Ahí. –apuntando a la oficina de él, abrió la marcha, cerrando la puerta elegantemente tras de él.

-Que demonios te piensas que estás haciendo?

-Trayendo un ayudante experto.

-Es un chico.

-Es un chico brillante. Recuerdas como traspasó la seguridad de aquí con un artefacto casero?

-Tuvo suerte.

-La suerte no tuvo nada que ver. –Ese particular artefacto casero había refinado, ajustado, expandido. –El tiene más que un conocimiento de los electrónicos –pienso que lo tiene a paladas, te lo aseguro. Tiene un sentido, un instinto que es muy raro.

-Me gustaría mantener su cerebro dentro de su cabeza, al menos hasta que cumpla veintiuno.

-No tengo intenciones de ponerlo a hacer nada que lo ponga en peligro físico.

-Ninguno de nosotros tuvo la intención en el último otoño, tampoco, pero él estuvo malditamente cerca. Y él, bueno, es como de la familia de Feeney.

-Exacto. Y le levantará la moral a Feeney trabajar con él. El hecho es, Eve, que necesitamos alguien como él. Alguien con una mente abierta y un cerebro rápido. El no va a pensar automáticamente que una cosa no puede hacerse porque no ha sido hecha antes. –Roarke abrió sus manos. –El ve posibilidades. Quiere ser policía. –agregó antes que Eve pudiera hablar.

-Si, lo recuerdo, pero ....

 -Está determinado a serlo, a menos que pueda sobornarlo con un puesto permanente en una mis divisiones de investigación y desarrollo y grandes montones de dinero. –Sus labios se torcieron. –Lo que por cierto he intentado. Hasta el momento, planea abandonar cualquier pensamiento de estudiar y meterse derecho a la Academia cuando cumpla dieciocho el año próximo.

-Eso es lo que pasa. Estas esperando usar esta misión para hacerle cambiar de idea, volver a los estudios, y tú podrás pescar su cerebro genial para tus propios usos?

-El sonrió suavemente y con gran encanto. –Ese es un pensamiento adorable. Pero en realidad, pensé que sería una experiencia invaluable para él. Y lo necesitamos. No estoy haciendo humo cuando digo esto. Lo que tú necesitas en la parte electrónica va a llevar un considerable trabajo de investigación y experimentación, todo lo cual lo quieres en un espacio de tiempo comprimido. Correcto?

-Si, pero ...

-Mira. Soy tu consultor experto por un sueldo casi patético, y bajo ese acuerdo tengo la opción de seleccionar un asistente técnico. El es el mío.

Ella bufó, paseó hacia la ventana. Retrocedió. –No sólo tuyo. Es mío también. No se como tratar con un adolescente.

-Ah, bueno, yo diría que lo trates como a cualquier otro. Tu le das una orden y si él discute o no salta lo bastante rápido, le congelas la sangre con una de esas miradas aterradoras que te salen tan bien y abusas verbalmente de él. Siempre funciona bien para ti.

-Eso es lo que piensas?

  -Ven, mira. –El le tocó la barbilla. –Mira aquí. En realidad puedo sentir mi sangre enfriándose.

 -Puedes contar con él, pero está a prueba. Y tú renunciaste al patético sueldo.

-Lo hice? –El frunció el ceño. –No creo recordarlo.

-Y sus honorarios saldrán de tu bolsillo.

El ya tenía la intención de pagarle a Jamie, pero sabía como jugar el juego. –Es sumamente injusto. Voy a hablar con mi representante departamental sobre este tratamiento abusivo.

-Tú no tienes representante departamental. –Ella volvió hacia la puerta. –Me conseguiste a mi.

-Para mi alegría y angustia. –replicó detrás de ella cuando salía de la oficina.

 Jamie estaba agachado entre Feeney y McNab, exhibiendo un artilugio de mano. –Esto lee cada sistema que haya en el mercado y algunos que aún no lo están. –estaba diciendo. –Entonces esto clona....

Su cabeza se levantó, y luego se puso de pie. El aparato fue enterrado en su bolsillo trasero. –Entonces, hey. Tenemos un trato o no?

Roarke simplemente cruzó hacia él y extendió una mano.

Con los hombros caídos, Jaime sacó el artefacto de su bolsillo. –Solo lo tomé prestado uno para ver si podía afinarle un par de funciones.

-No me charles, Jamie. Y si continúas tomando prestado equipamiento, vas a perder los privilegios de tu programa de trabajo muy rápidamente. –El aparato desapareció en uno de los bolsillos de Roarke.

-Era mi prototipo.

Y las ganancias de él, reflexionó Roarke, convertirían al chico en un joven muy rico. Pero no lo dijo, simplemente levantó una ceja y esperó que Jamie se retorciera.

-Okay, okay. No frías tus circuitos. –Amoscado, miró a Roarke y miró a Eve. El nunca estaba completamente seguro de cual de ellos estaba a cargo.

De la misma forma, sabía que ambos podían aplastarlo antes de que los viera levantar un pie.

Había sido sencillo con sus padres antes del divorcio. Su padre estaba a cargo. Después, especialmente después de que Alice muriera, Jamie había estado mayormente a cargo.

Pero por aquí, tú nunca lo sabías.

-Cual es el asunto? – demandó.

-Estás agregado como técnico de Roarke en calidad de prueba. –le dijo Eve. –Si das un paso fuera de la línea, sobre la línea, trata de cavar bajo la línea, y te aplasto como un bicho. Ahora, ves a todos en esta habitación?

-Si, no tengo nada malo en los ojos. Que? 

-Todos ellos son tus jefes. Lo que significa que si alguno aquí te da una orden, incluyendo decirte que te pares sobre tu cabeza y silbes a través de los dientes, lo haces. Está claro? Siguiente, -continuó ella antes de que él tuviera tiempo para protestar. –todos los datos, toda información, todas las conversaciones, todas las acciones o propuestas de acciones hechas o discutidas pertinentes a esta misión son confidenciales. No le hablas de esto a alguien, incluyendo tu mejor amigo, tu madre, cualquier chica a la que esperes ver desnuda, o tu mascota caniche.

-No soy un charlatán. –dijo él algo acalorado. –Sé como funciona. Y no tengo ningún pobre caniche. Es más, ya he visto chicas desnudas. –El sonrió. –Incluyéndote a ti.

-Cuidado, muchacho. –dijo Roarke tranquilamente. –Anda con cuidado.

-Tienes una boca muy lista. Recordaba eso de ti. –Deliberadamente Eve caminó en círculo alrededor de él. –Me gusta una boca lista, bajo ciertas circunstancias. Así que en vez de tirar de tus orejas y atarlas en un nudo sobre tu cabeza, voy a pasar ese comentario. Un vez. Baxter, lleva a este zángano al área de trabajo. Muéstrale el escenario básico. Si toca algo, córtale los dedos.

-Seguro. Vamos, chico. –Cuando ambos alcanzaron la puerta, Baxter bajó la voz. –Como se veía ella desnuda?

 

-Va a ser un problema. –murmuró Eve.

-El lo vale. –Roarke deslizó una mano sobre el artilugio en su bolsillo. –Créeme.

-Es un buen chico, Dallas. –Feeney se puso de pie. –Listo, y más tranquilo de lo que conseguirás a esta edad. Vamos a mantenerlo en línea.

-Estoy contando con eso. Se lo voy a pasar a ustedes, chicos electrónicos. Nadine y su cámara estarán aquí en veinte minutos. Nunca llega tarde. Quieren hacer el uno a uno en algún lugar aquí arriba?

-Mejor para mi. –McNab miró hacia Feeney. –Quiero terminar con eso y meterme en el trabajo.

-Ella no va a entrar aquí. –dijo Eve con prudencia. –No tiene que acercarse al chico. Cualquier progreso, lo que sea, me llaman. Tengo una reunión en la ciudad a las trece. Voy a estar trabajando aquí hasta entonces.

-Vamos a empezar. –Feeney puso una mano sobre el hombro sano de McNab. –Demostrémosle a ese chico lo que realmente pueden hacer los hombres de DDE.

-Mándame a Baxter de regreso. Necesito encargarle que instale algo.

-Me ocuparé de eso. Lo quieres a él en este nivel. –asumió Roarke.

-Bien. Y lo que sea que tengas en ese bolsillo, as, mantenlo ahí.

  El le envió una sonrisa tan ardiente y sugerente que Peabody se vio forzada a tragar.

  -Saca las imágenes lascivas de tu cabeza, Peabody. –ordenó Eve. –tenemos trabajo.

Inició a Peabody en el escaneo de probabilidades. Cuando tratas con jefes y burócratas, más datos, más papelería, mejor.

Eve empezó una cacería por chicos abusados conocidos que hubieran circulado por el sistema y salido otra vez.

Como saber cuantos de ellos se habían deslizado sobre la ley? –reflexionó.

Retrocedió, buscando alguna conexión entre uno o más de ellos, y también con Cogburn o Fitzhugh.

  Pájaros del mismo plumaje, murmuró. Algunos de ellos debían haber compartido del mismo nido en un punto. Era irritante tener que hacerlo por número de caso en vez de nombres, pero un gran número de ellos estaban sellados. Los menores víctimas a menudo tenían sellos que solapaban sus archivos.

Usando números, reportes de incidentes, descripciones, ella rebajó a una corta lista, y corrió probabilidades.

Una vez que la corta lista estuvo sobre los veinticinco posibles, trabajó con conexiones secundarias.

Doce de los menores víctimas habían compartido el mismo representante de servicios para niños.

  CLARISSA PRICE, NACIDA EL 16-5-2021, QUEENS, N.Y. ID NUMERO 8876-LHM-22.MADRE MURIEL PRICE, PADRE DESCONOCIDO. ESTADO CIVIL, SOLTERA. EMPLEO: SERVICIOS PARA NIÑOS, DIVISION MANHATTAN. EMPLEADA DESDE 1-2-2043. ACTUALMENTE NIVEL B.

  EDUCACION: GRADO MASTER EN SOCIOLOGÍA Y PSICOLOGIA. NYU.

  SIN REGISTROS CRIMINAL.

-Visual. –ordenó y estudió la imagen de Clarissa Price. Una atractiva mujer de raza mixta, con aspecto competente y mirada firme. Eran común en Servicios para Niños que los que pasaban un tiempo en el trabajo agregaran arrugas y sombras. Pero la piel de Clarissa era suave. Su cabello rojizo era rizado y le llegaba casi hasta la nuca.

  Eve buscó las direcciones de su hogar y de trabajo, las copió y guardó los datos. Luego volvió a cazar.

Esta vez encontró un policía.

El Sargento detective Thomas Dwier había arrestado a Cogburn cuatro años antes por posesión con intento de venta. Pero se había apresurado, arrastrando a Cogburn sin certeza de que estaba en posesión. El arresto había caído.

Había tenido mejor suerte con un traficante de ilegales que proveía a una multitud de adolescentes en los suburbios. Pero para entonces el caso se había diluido dentro del sistema, se había declarado culpable de posesión y el traficante había terminado pagando una multa, y salido.

Había ido tras de Fitzhugh también, tomando una queja por secuestro y violación que había sido desestimada por el fiscal.

Ocho meses antes Dwier había trabajado en un equipo siguiendo un rastro de una pornógrafa de niños. La mujer había manejado una guardería autorizada. El caso había llegado hasta el juicio, resultando en absolución.

Mary Ellen George, pensó Eve, quien, de acuerdo a los archivos, resultaba haber tenido un socio conocido como Chadwick Fitzhugh.

-Ensilla, Peabody. –Eve metió el disco de datos en su bolso. –Vamos a hacer un par de paradas antes de la reunión en La Torre.

 

 

***

 

 

 

-Mary Ellen George. Tenía algunos juicios. –En el asiento del pasajero, Peabody estudiaba los datos que Eve había acumulado. –Te creíste ese teatro?

 -Que teatro?

-Esa actuación de destrozada, inocente, desamparada. –Peabody la miró, estrábica. –No lo pescaste en la emisión del juicio?

-Yo no miro esa basura.

-Bueno, debes haber visto los flashes en los reportes de los medios, leído los comentarios y todo eso.

  "-Tengo la costumbre de evitar los reportes de los medios, comentarios, editoriales y eso.

-Pero, señor, tienes que mirar las noticias, o leerlas.

-Por que?

-Bueno ... para mantenerte al tanto de los sucesos de actualidad.

  -Por que?

  -Porque, porque ... –Nerviosa, Peabody se echó atrás la gorra del uniforme y se rascó la cabeza. –Porque vivimos en el mundo.

  -Si, lo hacemos. No creo que podamos hacer nada al respecto. Ahora, dime como mirando los flashes de los medios y el canal En Juicio me voy a convertir en mejor persona.

-Sólo informada. –respondió Peabody.

  -Me parece que sólo son noticias por pocos minutos. Luego son viejas y son barridas por alguna otra nueva. Un círculo vicioso si me lo preguntas. No me atrapan porque por definición los eventos actuales de hoy no van a ser los actuales de mañana. Y antes de que te des cuenta ya es mañana de todas formas. Así que sólo pierdes todo ese tiempo pensando sobre algo que será pasado cuando te despiertes al día siguiente.

-Me duele la cabeza. Se que hay un defecto mayor en todo lo que dijiste, pero me hace doler la cabeza de solo pensarlo.

  -No te preocupes por eso. Vamos a chequear a George después. Primero démosle una mirada a Clarissa Price.

El estacionamiento junto a la División Manhattan de Servicios para niños era una broma. Los dos niveles de plazas que la ciudad había puesto a lo largo de la calle estaban enterrados debajo de vehículos que parecían que no se habían atrevido a moverse en los últimos cinco años. Eve vio al menos tres con los neumáticos desinflados y otro con un parabrisas tan cubierto con polvo y mugre que haría falta un pico para limpiarlo.

Estacionó en doble fila, pegándole al vehículo la señal de “en servicio”. Y se imaginó vagamente cuanto tráfico se acumularía a sus espaldas hasta que volviera a salir.

El edificio era un bloque bajo de doce pisos que seguramente no había visto la parte que le correspondía de los dólares que la ciudad destinaba a mantenimiento desde que había sido instalado después de las Guerras Urbanas.

 El vestíbulo, si es que lo era, era pequeño, apiñado y alardeaba de tener un anciano directorio manual.

" -Sexto piso. –Ella fue derecho desde la asediada recepcionista hacia un elevador. Demasiado, pensó Eve, para tener seguridad en el edificio.

Y como ella tenía experiencia personal con Servicios para Niños, sabía que los chicos que eran chupados por el sistema podían ser tan peligrosos como los adultos que los habían puesto allí.

Se bajó en el quinto piso y vio que alguien había tratado de agregar una ilusión de alegría en esa área. Había una sección bajo una ventana con asientos del tamaño adecuado para niños en colores primarios y una oferta de juguetes de plástico. Al frente de ellos dos unidades de video juegos actualmente bajo ataque de un par de adolescentes aburridos y hoscos en rebelde negro.

Vio que uno de ellos levantaba la mirada y notaba la policía en ella antes de que sus ojos viajaran sobre el uniforme de Peabody y las descartaba a ambas.

Ella caminó hacia él, esperando que su despreocupada mirada encontrara la suya otra vez. Entonces se inclinó hacia él. –Saca el cuchillo de tu bota, muy despacio, y dámelo, y no te voy a cargar con portación de armas.-

Ya que una vez había sido acusado, y muy bien en su opinión, él sólo se burló. –Jódete.

La mano de Eve abofeteó la de él un segundo antes de llegara al bulto bajo la pernera del pantalón. –Si quieres problemas conmigo, los tendrás. De otra manera, sólo voy a tomar ésto y dejaré que pases tu hora obligatoria mintiéndole a tu trabajadora social.

Ella le sacó el cuchillo de la bota, y la deslizó en la suya. –Buen acero. Equilibrio decente.

-Me costó setenta y cinco.

-Me estás charlando, amigo. Esto no es tan bueno.

  Ella le dió la espalda y caminó hacia la recepcionista joven de alegre rostro. Siempre eran jóvenes y rostro alegre porque raramente pasaba un año antes de que salieran corriendo con su idealismo a la rastra tras de ellas.

-Necesito ver a Clarissa Price. –Eve puso su insignia en el mostrador.

-La srta. Price está en una sesión familiar. Debería terminar en diez minutos.

  -La esperaremos. –Eve se volvió y deliberadamente se dejó caen el asiento junto al Chico Cuchillo.

A él le tomó veinte segundos de pretendida indiferencia antes de saltar. –Como te diste cuenta donde estaba?

-Me lo estabas diciendo.

-Vamos.

Ella ya se había dado cuenta de los moretones en sus muñecas –frescos- y cuando él giró vió las marcas viejas en el hombro, solo parcialmente ocultas por su recia camiseta musculosa.

Eso era algo que su padre no le hubiera hecho, pensó ella. Nada de moretones ni cicatrices. No quería disminuir el valor de la mercadería.

-Cuando me viste, moviste tu pierna derecha hacia atrás y rotaste el tobillo para controlar si el acero estaba ahí y oculto. Fuiste pescado por portación, y te mandaron a Menores. Estuviste adentro? –En la forma en que se encogió de hombros le dijo que no había estado. Todavía. –Yo estuve. Cualquier trato que consigas es mejor que estar adentro. En un par de años, te sacarán del sistema y harás tu propia vida. Si vas adentro en este nivel, te van a tener adentro hasta que tengas veintiuno.

  Ya que eso era lo más cercano a un aviso o a una lectura que ella tenía la intención de darle, se puso de pie y fue a buscar una máquina expendedora.

Para el momento en que consiguió un mal café, la recepcionista le dijo que la Sra. Price tenía cinco minutos antes de la próxima sesión.

 

Era una oficina pequeña, pero una vez más la intención había sido alegrarla. Arte, obviamente creado por niños, estaba enmarcado hasta cubrir dos de las paredes. Archivos ordenadamente apilados y dispuestos junto a un jarroncito con margaritas frescas. Detrás de ellos Clarissa parecía tan ordenada y competente como en su foto de ID.

-Lamento que haya tenido que esperar. –empezó. –Me temo que Lauren no me dijo su nombre.

-Dallas. Teniente Dallas.

  -Teníamos una reunión de trabajo?

-No, soy de Homicidios.

-Homicidios. Ya veo. De que se trata? Uno de mis chicos?

-No, no directamente. Usted trabajó con algunos menores que estuvieron relacionados con un traficante de ilegales, Louis K. Cogburn, y un presunto pedófilo, Chadwick Fitshugh.

 -Trabajé con menores que fueron explotados por estos individuos.

-Un par de sus casos archivados también se entrecruzan con otro conocido o supuesto predador de niños. Pero por el momento, estamos interesados en Cogburn y Fitzhugh.

  -Los cuales están muertos. –dijo Clarissa rotundamente. –Escuché el reporte del 75 esta mañana. Alguna organización parapolicial está reclamando su responsabilidad.

-Organización terrorista. –corrigió Eve. –La cual es responsable por la muerte de un civil no relacionado y un oficial de policía. Usted mira muchas noticias? Disculpe. –Eve dejó que sus labios se curvaran –Solo un debate personal entre mi ayudante y yo sobre los méritos de los reportes mediáticos y mantenernos al tanto de los eventos actuales.

-Pongo el 75 la mayoría de las mañanas y usualmente sintenizo el último resumen de la noche. –Ella devolvió la sonrisa. –De cual de los lados estoy?

-El de ella. –Eve señaló con la cabeza hacia Peabody. –En todo caso, soy investigadora primaria en estos casos y estoy siguiendo la posibilidad de conexiones entre miembros del grupo conocido como Buscadores de Pureza y menores que hayan sido explotados por Cogburn y/o Fitzhugh, como también otros predadores de niños que este grupo pueda tener como objetivo. Como los nombres de estos menores han sido sellados y algunos de ellos habiendo alcanzado la mayoría de edad, requirieron que permanezcan sellados, necesito su ayuda.

-No puedo romper la confianza con esos chicos y sus familias, teniente, para ayudarla en una investigación. –Levantó unas bonitas manos sin anillos. –Esa es la razón para los sellos. Esos chicos habían sido dañados, y mientras usted hace su trabajo, yo hago el mío. El mío es proteger a estos chicos, y hacer todo lo que está en mi poder para ayudarlos a sanar.

 -Los sellos pueden ser abiertos, Sra. Price. Me va llevar tiempo, pero puedo conseguir una orden para abrir los archivos para esta investigación.

-Lo comprendo. –Clarissa levantó ambas manos otra vez. –Y cuando tenga usted esa orden la ayudaré en todas las formas que permita la ley. Pero yo trabajo con estas víctimas cada día, y es bastante difícil ganarse la confianza de chicos que ya han sido lastimados por un adulto, ganarse la confianza de sus familias. No puedo ayudarla hasta que me lo ordenen.

  -Alguna vez tuvo contacto personal con Cogburn o Fitzhugh?

-contacto profesional. Di declaraciones ante el fiscal sobre ambos. Sobre el daño sicológico hecho a los menores de un caso mío, que habían tenidos tratos con ellos. Nunca hablé con ninguno de ellos, no pretenderé estar dolida porque ellos no podrán cazar más niños.

 -Mary Ellen George.

El rostro de Clarissa se cerró. –Ella fue absuelta.

-Debería haberlo sido?

-Un jurado de sus pares lo pensó.

  -Tuvo contacto personal con ella?

-Si. Tuve ocasión de visitar y examinar las condiciones de su guardería, y Cooperé y trabajé con la policía que finalmente la arrestó. Era muy convincente. Muy .... maternal.

-Pero no la convenció a usted.

.-Este trabajo requiere cierto instinto, igual que el suyo. Yo sabía lo que ella era. –Un disgusto frío, bordeando en la rabia, endureció las facciones de Price. –A veces se ganan batallas y a veces se pierden. Perder es duro, pero si no sigues adelante en este campo, te quemas. Y tengo que seguir con el próximo ahora. Tengo otra sesión, y ya estoy atrasada.

-Le agradezco el tiempo. –Eve se detuvo en la puerta. –Voy a conseguir esa autorización, Sra. Price.

-Cuando la tenga, estaré a su disposición.

Afuera, Eve ignoró el nudo de tráfico que luchaba para pasar alrededor de su vehículo. No respondió a los bocinazos, las maldiciones y la variedad de gestos obscenos. Sólo se subió en él.

  -Ella sigue el libro –empezó Peabody mientras Eve se zambullía en el tráfico. –Pero te ayudará una vez que consigas autorización.

-Tiene más que archivos sellados bajo sus manos. Sabía lo que yo pretendía hacer.

-Como sabes que ella sabía quien eres?

-Mira rutinariamente el 75. Si tú miras rutinariamente el 75, debes haberme visto. Seguro como el demonio que me vio esta mañana, -durante el reporte que ella admitió haber mirado- cuando hice la entrevista. Jugó a ser un poquito demasiado cautelosa al no mencionarlo.

Eve giró hacia el oeste, esquivando apenas por un pellizco la embestida de un Taxi Rápido. –Clarissa Price acaba de subir al tope de mi corta lista.