Capítulo 4

 

 

 

Con Peabody a remolque, Eve se detuvo en el hospital para una entrevista de seguimiento con Suzanna Cohen. La mujer estaba llorosa y abatida, habiendo descubierto que su afecto por Ralph era considerablemente más profundo ahora que estaba muerto.

  Pero no tenía nada apreciable para agregar a la mezcla. Su versión del incidente en la entrada concordaba con la de Reenie, como lo hacía su básica descripción de Louie K.

Era tranquilo, excepto por su música, y se encerraba en si mismo.

-No es siempre lo mismo? –destacó Eve- Cada vez que tienes algún tipo yendo de juerga que termina en sangre, la gente dice que era tranquilo y se encerraba en si mismo. Sólo por una vez, quisiera escuchar que era un maníaco que comía las serpientes vivas.

-Hubo ese tipo el año pasado que le comía las cabezas a las palomas antes de saltar del techo de su edificio de apartamentos.

-Si, pero se estrelló solo, y no nos tocó a nosotros. Ni punto en tratar de conquistarme con las palomas comidas. –Desanimada, Eve sacó su comunicador que pitaba. –Dallas.

-Pensé que querías una actualización. –empezó Morris. –Todavía estoy haciendo pruebas, y los resultados no son para nada concluyentes.

-Chico, eso sin duda me anima.

-Paciencia, Dallas, paciencia. –Su rostro estaba resplandeciente en la forma en que algunas personas resplandecían cuando clamaban por haber encontrado a Jesús.

-Lo que tenemos aquí es digno de escribirse en los diarios médicos de todo el mundo. El cerebro de este tipo es fascinante. Parece como si hubiera estado bajo ataque desde el interior. Pero no es un tumor, no hay masa, ni signos de enfermedad por lo menos.

-Pero hay daño. Daño cerebral.

-Es lo que digo. Parece que hubieran puesto cargas microscópicas adentro. Biff, bam, boom. Recuerdas que dije que me parecía como un globo muy inflado?

-Si.

-Imagina ese globo, en un espacio cerrado, en este caso, el cráneo. El globo se hincha, grande, grande. El espacio es el mismo. Eso sigue empujando, expandiéndose, pero no hay lugar para hacerlo. La presión crece, crece, crece. Los capilares estallan, ping, ping, ping. La nariz sangra, los oídos sangran, hasta que .... Pop!

  -Es una imagen realmente bonita.

-El pobre tonto habrá sufrido el mayor de los dolores de cabeza. El monte Vesubio de los dolores de cabeza. Voy a enviar tejidos al laboratorio para análisis adicionales, y voy a llamar a un neurólogo.

-Este daño podría haber causado el repentino comportamiento violento?

-No puedo decírtelo, no en forma concluyente. Pero el dolor podría haberlo empujado por el borde. El dolor es un aviso natural del sistema. Ouch, algo anda mal conmigo. Un dolor lo bastante fuerte puede volverte loco. Y, un cuerpo invasivo como un tumor en el cerebro puede causar conductas aberrantes. Este cerebro fue incuestionablemente invadido.

-Invadido por que cosa?

-Lo más que puedo decirte es que parece un tipo de virus neurológico. Pinchando de esa forma no te va conseguir un trabajo más rápido.

-Okay, dame lo que puedas cuando puedas. –cortó la llamada. –Parece que está saliendo del área de un problema policial para ser un problema médico. Vamos a cerrarlo. El sujeto, sufriendo de un todavía no diagnosticado desorden neurológico, asalta y asesina a un vecino, ataca a otro. La respuesta policial resulta en la muerte del asaltante. Trueheart sólo tiene que pasar a través de la mierda de Internos.

-Le harás saber que el tipo estaba casi muerto antes del disparo?

-Sí, pero deberá manejarse antes con Internos. Whitney tiene razón. Parándome frente a él, lo hago parecer débil.

-No lo es, y tú lo sabes. –Peabody sonrió- El es sólo .... puro.

-Si, bueno, su pureza está un poco tiznada ahora, y él probablemente estará mejor afuera. Vamos a dar una vuelta por DDE y ver si pescaron la otra Pureza. Quiero amarrarlo y terminarlo.

 

 

***

 

 

 

En su cubículo, Halloway rabiaba, sudaba y trabajaba. El no sabía que estaba moribundo, pero sabía, sabía malditamente bien que estaba siendo abusado.

No podía recordar, no exactamente, porque tenía esa vieja basura de computadora en su escritorio. Pero recordaba, oh si, lo recordaba, la forma en que Feeney lo había abofeteado, como lo había humillado.

Y McNab, ese cretino, ventilándose y burlándose. Riéndose de él a sus espaldas. Riéndose justo en su cara. Porque era siempre el que tenía las mejores misiones? Esas deberían haber sido para el hijo de Collen Halloway, Kevin. Y lo hubieran sido si ese rastrero de McNab no le besara el culo a Feeney en cada oportunidad que tenía.

Ellos eran lo que lo mantenía a él abajo, lo mantenían atrás. Ambos, pensó mientras se frotaba con el brazo la cara bañada en sudor. Trataban de arruinarlo.

No iban a seguir haciéndolo.

Dios! Dios! Quería irse a casa, a la cama. Quería estar solo en su propio hogar, lejos de ese calor, lejos de ese ruido, lejos del dolor.

  Su visión se borroneó mientras miraba fijamente las entrañas de la unidad que Feeney le había ordenado que revisara.

Y vio las entrañas de McNab desparramadas y brillando bajo sus manos.

Vamos a solucionarlo en el gimnasio? Dejó escapar un gruñido que terminó en un sollozo. Al infierno con esto! Al infierno con ellos. Se puso de pie, y cerró su mano sobre la culata de su arma. La sacó.

Iban arreglar esto aquí y ahora. Como hombres.

 

 

***

 

 

 

Eve se paró en el deslizador. –No te necesito para esto, Peabody.

-Señor, soy su fiel ayudante. Me siento obligada a permanecer a su lado.

-Si piensas que viniendo conmigo a DDE puedes jugar al agarra-culo con McNab, estás en un grave error, ayudante fiel.

-El pensamiento jamás cruzó por mi mente.

-Ah, sí? Y porque tus pantalones están ardiendo?

Peabody sonrió. –No lo están porque no estoy mintiendo. Estaba pensando en palmear-culos no agarrar-culos. El suyo es tan flaco que es difícil agarrarlo.

Ella trepó junto a Eve, y creyó ver que la boca de la teniente se torcía en lo que podría haber sido una sonrisa en vez del habitual tic muscular que le provocaban esas conversaciones.

-Y yo puedo tener un informe de primera mano de la unidad de Cogburn, y escribir esa parte del reporte por ti. Como tu fiel y dedicada ayudante.

-Ese es un buen soborno, Peabody. Me haces sentir orgullosa.

-He aprendido de la mejor.

Terminaron la subida a través del pasillo aéreo que conectaba con DDE, y se volvieron hacia el sector de detectives. Y todo el infierno estalló.

Gritos, el distintivo zumbido de las armas de fuego, el retumbar de pies corriendo. El arma de Eve estaba en su mano y ya estaba corriendo antes de escuchar el primer estruendo.

Un policía salió rodando por la puerta mientras otros llegaban de prisa por los corredores.

-Le disparó! Jesucristo, le disparó. Llamen a un médico.

  -Quien cayó? Detective, déme la situación.

-Yo ... Dios. McNab cayó.

Eve aferró el brazo de Peabody que ya se lanzaba adentro. –Detente! –le ordenó sintiendo los músculos temblar bajo su mano. –Oficial caído! Oficial caído! –chasqueó en su comunicador. –En la DDE, nivel detectives. Déme la maldita situación.

-No lo se! Halloway, él fue hacia el cubículo de McNab. Le disparó, y luego todos corrimos y Halloway estaba gritando, disparando ráfagas. Tiene al capitán. Vi que capturaba al capitán.

  -Quédense ahí! –Eve fue hacia la puerta, ordenándoles a los policías que aparecían por puertas y pasillos para mantener el orden. –Tenemos una potencial situación de rehenes, y al menos un herido. Necesito asegurar esta área. Necesito un negociador. Peabody, informa al comandante de esta situación.

-Si, señor. –Las lágrimas colgaban en el borde sus ojos. –McNab.

  -Vamos a entrar. Saca tu arma. –Se le acercó, bajando la voz para que sólo la escuchara Peabody. –si no puedes manejarlo, dilo ahora. No podrás ayudarlos si no puedes sostenerte.

-Puedo. Lo haré. –El miedo ya se había fundido dentro de ella, y vuelto a salir. –Vamos a entrar ahí.

-Alto el fuego. –gritó Eve. –Nadie dispare.

  Ella entró agachada, haciendo una barrida. Había policías diseminados, cubículos reventados, algunos de ellos todavía humeaban. Vio una muestra de ellos acurrucada en el piso –el cubículo de McNab- notó, y sintió un nudo de hielo en su estómago. Había más fuera de la oficina de Feeney, gritando a través de la puerta.

-Soy la teniente Dallas! –Tuvo que gritar para ser escuchada. –Estoy a cargo aquí hasta que el comandante Whitney se haga presente. Ustedes, hombres, despejen esa puerta.

-El tiene al capitán! Tiene al capitán aquí.

-Por todos los demonios, despejen esa puerta. Ahora! Cual es el estado de McNab?

En ese momento pudo verlo, yaciendo inconsciente, su rostro blanco como el hueso. No dijo nada cuando Peabody cayó junto a él y le controló el pulso.

-Está vivo. –respondió Peabody temblorosa. –El pulso es débil.

-No le dio al máximo. Detective Gates. –Una mujer con el pelo como cebra fue hacia ellas. –Vi que Halloway salía de su cubículo. Noté algo raro, entonces vi el arma. Le grité algo. McNab se dio vuelta, lo vio, se levantó de la silla y Halloway lo bajó. Eso estuvo mal. Fue malo, pero no creo que haya tenido el arma al máximo.

-Los médicos están en camino. Necesito ojos en la oficina de Feeney. Consígame ojos. Por ahora, déme una estación de enlace para hablar con él. Peabody, evalúa cuantos han sido heridos y en que condición están.

  Ella consiguió un enlace, ordenando una transmisión a Feeney. Esta sonó, sonó, sonó. Y su corazón atronaba.

-Este es el capitán Jodido Halloway. –El rostro de Halloway, casi tan blanco como el de McNab llenó la pantalla. El blanco de sus ojos estaba cruzado con líneas rojas, y un hilo de sangre brotaba de su nariz. –Estoy a cargo aquí!

Lo gritó, y luego se echó atrás para que Eve viera que mantenía su arma bajo la mandíbula de Feeney.

Una ráfaga, pensó ella endurecida por el miedo, y muerte instantánea.

-Soy la teniente Dallas.

 -Ya se quien demonios eres. Tan famosa. Ahora tengo más rango que tú. Que diablos quieres?

  -Es lo que tú quieres lo que importa, Halloway.

  -Capitán Halloway.

-Capitán. –Sus ojos se encontraron con los de Feeney. Mil mensajes pasaron entre ellos en una fracción de segundo. –Si usted me dice, señor, que es lo quiere, cual parece ser el problema, podemos aclararlo todo sin la menor violencia. Usted no quiere lastimar al capitán Feeney. No puedo ayudarlo a conseguir lo que quiere si lastima al capitán Feeney.

-Necesitas hablar con nosotros, hijo. –La voz de Feeney era calma como un lago. –Dinos cual es el problema.

  -Usted es el problema, y no soy su hijo. Así que cállese! Cállese! –Empujó la cabeza de Feeney hacia atrás con su arma y cortó la transmisión.

Cada célula del cuerpo de Eve gritaba para correr hacia la puerta. Cada instinto, cada hora de entrenamiento, le ordenaba permanecer en calma.

-Ojos. Consíganme ojos ahí ya! Quiero todos los datos disponibles de Halloway. Si está casado, traigan a su esposa aquí o por enlace. Consíganme a su madre, su hermano, su sacerdote. A cualquiera que él quiera escuchar. Quiero que todo el personal innecesario salga del área. Quien es el que mejor conoce a Halloway?

Rostros sacudidos, rostros desolados, rostros furiosos se volvieron hacia ella. Fue Gates quien finalmente habló. –Supongo que todos pensamos que lo conocíamos. Esto no tiene sentido, teniente.

-Hable con él. –Eve apuntó hacia el enlace. –Con calma y amistosamente. Pregúntele que quiere, que podemos hacer por él. No lo critique. No diga nada que lo saque de las casillas. Sólo manténgalo hablando.

Ella se volvió, moviéndose fuera del rango de alcance y sacó su comunicador. –Comandante.

-Estoy en camino. –Su cara parecía haber sido esculpida en granito. –Situación?

Ella se la relató, rápido y breve.

-El negociador también está en camino. Que necesita?

-Buenos tiradores. Estoy pidiendo ojos, pero en este momento no puedo acceder al área del objetivo. Feeney usualmente mantiene sus cortinas levantadas, pero podrían estar bajas. Asaltar la habitación es demasiado riesgoso. Bajaría a Feeney antes de que pudiéramos impedirlo.

-Llego en dos minutos. Manténgalo hablando. Descubra lo que quiere.

-Si, señor. –Regresó hacia el enlace. Gates trabajaba manualmente en las teclas de una mini unidad.

-No quiso escucharme. Incoherente, difuso. No responde. Parece enfermo.

Eve asintió y habló en el enlace. –Está todo bien, capitán Halloway? Necesita algo?

-Necesito un poco de respeto! No voy a ser ignorado.

-No estoy ignorándolo. Tiene toda mi atención. Tengo un pequeño problema de concentración. Si pudiera retirar un poco su arma podremos conversar.

-Entonces puedes irrumpir aquí? –Su risa era un resoplido chillón. –No lo creo.

-Nadie va a entrar ahí. No hay motivo para que no podamos resolver esto sin más heridos. Feeney, le das tu palabra a Halloway de permanecer sentado y cooperar?

Feeney comprendió el mensaje. Quédate donde estás tanto como sea posible. –Seguro. Me quedaré sentado aquí mientras resolvemos esto.

-Hace calor aquí. Hace un maldito calor aquí. –Mientras hablaba, Halloway usó su mano libre para limpiarse la sangre que escurría de su nariz.

Al verlo, Eve se quedó fría. –Voy a ajustar el control climático. –Hizo gestos fuera a Gates fuera del alcance de la pantalla. –Vamos a enfriarlo más para usted. Se siente bien, Halloway?

-No! No, no me siento bien. Este hijo de puta me tuvo trabajando hasta que mis ojos sangraron. Mi cabeza. –El aferró un puñado de su propio cabello, tironeando ferozmente. –Mi cabeza me está matando. Estoy enfermo. El me hizo enfermar.

  -Vamos a conseguirle un médico. Me permite mandar un médico ahí? Usted no se ve bien, Halloway. Déjeme conseguirle asistencia médica.

-Sólo déjenme solo. –Cuando una lágrima cayó de su ojo, estaba teñida de sangre. –Déjeme solo. Necesito pensar!

Cortó la transmisión.

-Situación. –chasqueó Whitney detrás de ella.

-Está enfermo. Está mostrando los mismos síntomas que mostraba Cogburn. No puedo explicarlo, comandante, pero él se está muriendo, y puede llevarse a Feeney con él. Tenemos que sacarlo, darle asistencia médica.

-Teniente. Ah, comandante. –Otro detective se asomó. –Tenemos sus ojos. –Esbozó una sonrisa desvaída. –Y oídos también.

Con Whitney, Eve fue hacia el monitor. Pudo ver entonces la totalidad de la oficina de Feeney, el sol y las cortinas de privacidad bajas. No había visión exterior para los tiradores. Feeney estaba en la silla del escritorio, con esposas sujetando sus brazos a los de la silla.

Halloway paseaba detrás de él, su rostro joven y agradable estragado. Su propia sangre lo borroneaba como pintura de guerra. Se tironeaba el pelo con una mano, ondeando salvajemente el arma con la otra.

-Yo soy el único que sabe lo que hay que hacer aquí. –Estaba rabioso, pateando ferozmente la silla de Feeney cuando pasaba. –Yo soy el que está a cargo. Tú eres viejo y estúpido, y estoy enfermo de muerte por tus órdenes.

La respuesta de Feeney fue tranquila y mesurada. –No sabía que te sentías de esa forma. Que puedo hacer para que te sientas mejor?

 -Quieres que me sienta mejor? Quieres que me sienta mejor? –El enterró el arma bajo la mandíbula de Feeney e hizo que se sujetara a si misma para no lanzarse hacia la puerta de la oficina. –Vamos a escribirnos un memo, Ry.

-Okay, okay. –Ella soltó el aliento. –Mantenlo ocupado.

  -Señor. Llegó el negociador.

-Déle un informe, Dallas. –ordenó Whitney. –Luego veremos las alternativas.

Brevemente informó al negociador, y lo instaló con un enlace. Y volviéndose, vio a Roarke atravesando la puerta. –Que demonios haces aquí?

-El boletín de los medios. –El no mencionó el terror con el que había vivido desde que escuchara el reporte de que había disparos de armas de fuego, oficiales abatidos y un rehén en la Comisaría Central. Y con un rápido vistazo a la habitación, abarcó los aspectos más vitales de la situación.

Su esposa estaba ilesa. Y Feeney estaba desaparecido.

-Feeney?

-Es el rehén. No tengo tiempo para ti.

El le puso una mano sobre el brazo antes de que pudiera alejarse. –Que puedo hacer para ayudar?

  Ella no perdió tiempo diciéndole que él debería estar en un área asegurada en primer lugar. Era un hombre que iba donde quería ir. Ni le preguntó como esperaba ayudar cuando el sector estaba inundado de policías cuyo trabajo era ocuparse de una crisis.

  Nadie era mejor para pasar a través de una crisis.

-McNab fue herido.

-Cristo. –El se volvió, igual que ella, y vio a Peabody, en el piso, con el primer equipo médico.

-No se cual es su estado. Me sentiría mejor saberlo de una forma u otra.

  -Hecho. –Había furia en él ahora, una especie de helada furia más mortal que el calor. –Teniente, si es dinero lo que él quiere, el departamento tiene fondos ilimitados a su disposición.

-Lo aprecio, pero no se trata de dinero. Ve, dale apoyo a Peabody. Necesito enfocarme en sacar a Feeney vivo. Roarke. Espera. –Ella se pasó una mano por el cabello. –Encuentra el cubículo de Halloway. Tiene una unidad de datos ahí. Apágala. No la toques, no te acerques más de lo necesario. Sólo apágala.

 

***

 

 

Dentro de la oficina de Feeney, Halloway aullaba en el enlace. Cuchillos oxidados se deslizaban abriéndose camino a través de su cerebro. Podía sentirlo sangrando. –Usted quiere hablar conmigo? Entonces baje la temperatura en este horno. Usted está tratando de freírme, y yo voy a bajar a este viejo inútil. No voy a hablar con usted, estúpido. Traiga de regreso a Dallas. Traiga de regreso a esa maldita puta. Tiene diez segundos!

  Ante la señal, ella corrió al enlace. –Estoy aquí, Halloway.

-No te ordené que bajaras el calor aquí? No te di una orden directa?

  -Si, señor. Yo seguí su orden

  -No me mientas. Me vas a obligar a empezar con sus manos. –Halloway presionó su arma duramente en el dorso de la mano de Feeney. –Si le doy una buena descarga, no se la a sacudir más con esta mano.

  -Voy a bajarla más. Halloway, escúcheme. Mire a Feeney. El no está sudando. Puede controlar la temperatura. La habitación está por debajo de los quince grados.

 -Eso es una mierda! Estoy ardiendo aquí.

-Porque está enfermo. Tiene algún tipo de virus, como una infección. Tiene un feo dolor de cabeza, no, Halloway? Y le sangra la nariz. Es la infección la que lo hace sentir de esa manera, la infección lo está lastimando. Necesita un médico. Déjenos ayudarlo, y vamos a solucionarlo.

  -Porque no vienes aquí, puta? –Su boca se torció. –Ven aquí y verás que rápido lo solucionamos.

-Puedo entrar. Puedo llevarle alguna medicina.

-Que te jodan.

-Voy a entrar, Halloway, y no discuta. Tendrá dos rehenes. Tiene el control. Usted está a cargo. Sabe que Feeney es mi amigo. No voy a hacer nada que ponga en peligro su bienestar. Le puedo llevar una medicación para su dolor de cabeza, y lo que usted quiera.

-Que te jodan. –dijo otra vez y cortó la transmisión.

  -Proporcionarle otro rehén no es la forma de tratar esta situación. –El negociador se puso entre Eve y el enlace. –No necesitamos otro sacrificado, no necesitamos otro herido.

-Normalmente estaría de acuerdo con usted, pero el hombre que tiene las cartas aquí no va a escuchar los canales normales. Primero, es un policía que conoce la rutina. Segundo, está sufriendo algún tipo de desorden neurológico que está afectando su conducta, su juicio y sus acciones.

-Estoy a cargo en esta negociación.

-Este no es un jodido concurso, maldita sea. No quiero hacer su trabajo. Quiero ver que ambos policías salgan de esto en una sola pieza. Comandante, lo siento, no tengo tiempo de explicarlo todo. Las condiciones físicas y mentales de Halloway se están deteriorando. No se cuanto va a soportar antes de perderlas completamente. Pero cuando lo haga, se va a llevar a Feeney con él.

-Los tiradores están en posición. Ellos pueden darle usando una pantalla para visualizarlo.

  -Un disparo y él muere. Es lo que sucedió con Cogburn. Halloway todavía tiene una placa, comandante. Y lo que hizo, lo que está haciendo no está bajo su control. Quiero la chance de tomarlo vivo.

-Si usted entra, -dijo el negociador. –tres policías morirán.

-O vivirán. Puedo tranquilizarlo. Tiene un dolor terrible. Si las medicinas están ahí, él las va a querer. Comandante, Feeney me entrenó, él me trajo aquí. Necesito entrar.

-Whitney la miró fijamente a los ojos. –Dígaselo a él. Rápido.

La negociación le llevó preciosos minutos, incluso cayó en el ritmo de arrastrarse. Eso, reflexionó ella, era lo que él necesitaba. No sólo el conocimiento de estar a cargo, sino que le demostraran absoluta obediencia.

-Bien podría dispararte en el momento en que cruces la puerta. –le dijo Roarke por lo bajo mientras ella esperaba que los TM prepararan la medicación y las jeringas.

-Podría ser.

-Pero vas a entrar sin chaleco, sin un arma.

-Ese era el trato. Se lo que estoy haciendo.

-Se lo que tratas de hacer. Hay una sutil y peligrosa diferencia. Eve. –Le puso una mano en al brazo. Todo dentro de él pugnaba por arrastrarla fuera de la habitación. Sacarla de ahí. –Sé lo que él significa para ti. Recuerda lo que significas para mi.

-No es probable que lo olvide.

-La condición de McNab es seria. Recibió un golpe duro a corta distancia. Los TM son cautelosos, pero él recuperó brevemente la conciencia antes de que lo transportaran. Es un buen signo.

-Okay. –Ella no podía pensar en McNab. No podía preocuparse ahora por él.

-Otros tres fueron heridos antes de que Halloway atrapara a Feeney y lo usara de escudo dentro de la oficina. Me gustaría saber, sólo por curiosidad, como un hombre pudo bajar a cuatro policías sin recibir una sola herida.

  -Jesús, Roarke, esta es la DDE. La mitad de los policías aquí son zánganos glorificados o fanáticos. Es más fácil que los veas esgrimir un mouse que un arma.

  -Teniente. –El TM se aproximó con una bolsa transparente de medicinas. –Las acomodé como usted quería. La jeringa con el punto rojo en el depresor tiene el tranquilizante. Baja a un hombre en cinco segundos. La segunda es ficticia. Nada más que un bloqueador liviano. Las píldoras son bloqueadoras normales, excepto la que tiene la pequeña marca amarilla. Es otro tranquilizante. Si logra darle alguno de esos, va a caer rápido. Cinco segundos.

-Okay, lo tengo. Vuelvo en unos minutos. –le dijo a Roarke.

-Ocúpate de hacerlo. –Y porque en ese momento no le importaba un comino la presencia de los apreciados colegas de ella, la atrajo hacia él y la besó.

-Mierda. No lo hagas, quieres? –Pero la llenó de calidez y la tranquilizó cuando fue hacia el enlace y lo puso en transmisión. –Tengo sus medicinas, señor. –Levantó el bolso. –Bloqueadores de dolor, orales e inyectables. Los TM me informaron que el inyectable puede despejar la infección y el dolor de cabeza más rápidamente.

Mantuvo sus brazos en alto, girando lentamente. –No estoy armada. Usted tiene el control. Sólo quiero darle lo que necesita para resolver esta situación a su satisfacción.

-Maldita lameculos. –El se enjugó la sangre que escurría otra vez de su nariz. Se estaba balanceando, balanceando, hacia atrás y a los costados sobre sus talones como si de esa forma aliviara el dolor. Su cabello color arena estaba parado en locos mechones donde había tirado de él. Sudor y sangre habían empapado la parte superior de su encantador traja verde.

-Vamos, entra, Dallas. –Su boca se torció en una horrible sonrisa mientras empujaba otra vez su arma contra la mandíbula de Feeney. –Te voy a mostrar justo lo que necesito para resolver esta situación a mi satisfacción. Deja el enlace abierto.

Se detuvo, siseó por lo bajo, y enterró el talón de su mano libre contra su ojo. –Deja esa visual para que pueda verte en todo el camino hacia la puerta. Si alguien trata de pasarte un arma, este viejo es historia. Mantén las manos en alto, donde pueda verlas.

Se frotó la mano contra el ojo nuevamente, mientras el otro rodaba salvajemente cuando trató de enfocarlo en la pantalla. –Mi cabeza!

-Tengo los medicamentos para ayudarle. –Eve habló con calma, suavemente mientras caminaba hacia la puerta de la oficina de Feeney. En ambos lados de ésta, justo fuera de la vista, había dos policías con equipo para disturbios completo, armados con lasers. –Necesito que libere los cerrojos, señor.

-Si alguien trata de correr hacia la puerta, lo liquido.

-Estoy yendo sola. No estoy armada. No llevo más que los medicamentos. Usted tiene el control. Todos saben que usted tiene el control.

-En este maldito momento! –Liberó los cerrojos, y empujó hacia atrás la cabeza de Feeney hundiéndole la punta de su arma.

Y ahora, pensó Eve, si ella estaba equivocada, todos morirían. Atravesó la puerta abierta, levantando las manos bien arriba, haciendo el resto del camino en puntas de pie.

-Estoy sola, capitán Halloway. –dijo entrando y cerrando la puerta a su espalda.

  Se arriesgó a dar un vistazo a Feeney. Leyó la rabia, la frustración en su rostro. Y vió los moretones surgiendo bajo su mandíbula, donde Halloway le había enterrado el arma una y otra vez.

-Deja la bolsa en el escritorio. –Halloway se lamió los labios secos y agrietados mientras ella obedecía.

-Un paso atrás, manos detrás de la cabeza.

-Si, señor.

-Porque hay dos jeringas?

-Señor, el TM dijo que usted podría requerir una segunda dosis para un alivio total.

-Da la vuelta al escritorio despacio.

  Ella pudo escucharlo interesarse bajo su aliento, como un animal más allá del dolor.

No tendría treinta años aún, pensó ella. No tenía treinta y unas pocas horas Feeney lo había repasado por luchar contra aliens virtuales.

La sangre manaba lentamente de su nariz. La manga izquierda de su traje estaba roja de limpiársela. Pudo oler su sudor, su sangre, su furia brotando.

-Cuantas veces te follò este viejo bastardo para hacerte teniente?

-Señor, el capitán Feeney y yo nunca hemos intimado.

  -Puta mentirosa. –El giró, dándole un rápido revés con su mano, tan duro como ella anticipaba. Fuera de balance, cayó en una silla. –Cuantas veces?

-Tantas como quiso. Perdí la cuenta.

El asintió rápidamente con la cabeza. –Es la forma en que funciona. Siempre alguien esta jodiendo a alguien y entonces ellos pueden joder a algún otro.

  -Todos saben que usted ha adquirido su rango y posición por sus propios méritos.

-Tú lo conseguiste. Tú lo conseguiste follando. –El sacó un bloqueador azul de la bolsa. –Como se que no es veneno? Aquí. –Lo empujó dentro de la boca de Feeney. –Trágalo! Trágalo o lo hará ella. –El giró su arma hacia Eve.

Estaban cerca, pero no lo suficiente para que ella pudiera ver si la píldora tenía una fina raya amarilla. Esperó, contando los segundos mientras Feeney tragaba, para ver si había perdido el juego.

   Pero los ojos de él permanecieron claros. –Halloway. –Como lo estaba su voz. –Todos aquí queremos resolver esto. Necesitas decirnos lo que quieres y todos podremos salir.

-Cállate. –El deslizó su arma bajo la mejilla de Feeney con casual violencia. Luego tomó otra píldora de la bolsa, y poniéndola en su boca, la masticó como caramelo.

-Tal vez esas jeringas tengan veneno. Saca una, saca una. –Masticó una segunda píldora. –Vamos a hacer una pequeña prueba.

  -Si señor. –Ella pretendió trastabillar un poco cuando se inclinó hacia la bolsa. –Lo siento. Estoy un poco nerviosa. –Tomó el placebo. –Quiere que me administre esta, señor o preferiría hacerlo usted mismo?

  -Sigue adelante y póntela. No. –dijo cuando ella empezó a levantarse. –Quédate ahí sentada. Pontela tu misma. Si sobrevives, tal vez vivas un poco más.

Ella mantuvo sus ojos en los de él cuando volvió la jeringa hacia su brazo, la colocó y empujó el depresor.

-Seguí sus órdenes, señor. Lamento que esté dolorido. Es difícil pensar claramente cuando hay dolor. Espero que, después que el medicamento alivie sus molestias físicas, podamos resolver esta situación a su satisfacción.

-Si quieres que te haga capitán, vas a tener que empezar a follar conmigo. Estoy a cargo ahora. Vamos, dámela. Dame la maldita jeringa. Esas píldoras son inútiles.

Ella fue hacia él. Ahora había sangre en sus oídos. Ella mantuvo sus ojos fijos en los de él cuando levantó la jeringa. –Esto funciona rápido.

 Ella puso el pulgar en el depresor.

-Veneno! –El gritó, sacudiéndose. –Veneno! Mi cabeza explota. Te mataré. Los mataré a todos.

  Ella escuchó los gritos en la puerta, se imaginó a los tiradores tomando puntería. El era un policía, fue todo lo que pudo pensar mientras saltaba hacia él, desviando el arma un instante antes de la que ráfaga la golpeara.

Puso la jeringa contra el hombro de él y le inyectó el tranquilizante.

-Alto el fuego! No disparen! –Ella gritaba esto mientras Halloway corría en círculos por la habitación, gritando y tirando de su cabello. –Lo desarmé. Está desarmado.

La puerta se abrió de golpe. Ella se interpuso entre Halloway y los lasers. –Les dije que detuvieran el maldito fuego.

Ella miró alrededor. Estaba tomando más que cinco segundos. Halloway estaba embistiendo contra el muro. Aullando, gimiendo. Entonces su cuerpo bailó, como alcanzado por una ráfaga.

La sangre manaba de su nariz cuando cayó hacia adelante.

-Traigan un médico. –ordenó Eve cayendo de rodillas junto a Halloway.

Había la muerte demasiado a menudo para equivocarse. Pero aún así controló su pulso.

-Maldita sea. Maldita sea. –Golpeó un puño empapado contra su rodilla, miró alrededor hasta encontrar la comprensión en los ojos de Feeney. –Lo perdimos de todas formas.