CAPITULO 4

 

ESTABA BIEN VOLVER A CASA. CONDUCIR AL CENTRO, a la Central de Policía a través de un tráfico horrible, cláxones aullantes, gente gritándose, los rugientes maxibuses la pusieron de buen humor.

 

Las vacaciones eran geniales, pero para la mente de Eve Nueva York tenía todo eso y una bolsa de patatas de soja.

 

La temperatura podía haber sido tan brutal como una auditoria de impuestos, con sudorosas olas de calor irradiando del hormigón y el acero, pero ella no cambiaría su ciudad por ningún sitio dentro o fuera del planeta.

 

Ella estaba descansada, revitalizada, y lista para el trabajo.

 

Cogió el ascensor desde el garaje, arrastrando los pies mientras más polis se apretujaban para entrar en cada planta. Cuando ella sintió que el suministro de oxígeno se desplomaba, se deslizó fuera para realizar por las rampas el resto de su viaje hacia arriba.

 

Olía como el hogar, pensó poli, criminal, el cabreado, el infeliz, el resignado. Sudor y mal café se mezclaban juntos en un aroma que ella no estaba segura de poder encontrar en otro sitio que no fuera una comisaría.

 

Y eso era perfecto para ella.

 

Oyó a un hombre larguirucho bajo arresto murmurar su mantra mientras un par de uniformados le subían a la fuerza en la rampa.

 

Malditos polis, malditos polis, malditos polis.

 

Era música para sus oídos.

 

Ella salió, enfilando hacia homicidios, y vio a Jenkinson, uno de sus detectives, estudiando las ofertas de las máquinas expendedoras con una expresión sin esperanza.

 

Detective.

 

Él se iluminó ligeramente. Hey. Teniente, es bueno verla.

 

Parecía como si él hubiera dormido un par de días sin quitarse esa ropa.

 

¿Has cogido uno doble?

 

Cogimos uno tarde, Reineke y yo. Él eligió algo que parecía queso danés si eras tuerto. Lo estamos envolviendo. La víctima está en un bar de tetas en la Avenida A, regalándose a sí mismo un striptease. Idiota entra, empieza la pelea. La que está bailando es su ex. Le da un par de golpes. El tipo con el calentón le para. El idiota es expulsado. Se va a casa, coge su bate de béisbol de recuerdo de los Yankees, espera. La víctima sale, y el idiota salta a por él. Le da una paliza de muerte y deja sus sesos en la acera.

 

Un precio alto por un striptease.

 

Y que lo digas. El idiota es estúpido, pero escurridizo. Jenkinson desgarró el envoltorio de lo que parecía queso danés, tomó un mordisco resignado. Deja el bate y corre. Tenemos tantos testigos que se nos salen de los bolsillos, tenemos sus huellas, su nombre, su dirección. Un maldito coser y cantar. Él no va a casa y nos hace la vida más fácil, lo que hace, un par de horas más tarde, es ir a donde su ex. Le lleva unas condenadas flores que cogió en un puesto callejero. La tierra todavía caía de las raíces.

 

Tipo con clase, observó Eve.

 

Oh, sí. Él bajó el resto del danés. Ella no le dejó entrar la estríper tiene más cabeza pero nos llama mientras él está llorando y golpeando la puerta, y tirando tierra de las flores por todo el pasillo. Llegamos allí para atraparle, ¿y qué hace? Salta por la puñetera ventana al final del pasillo. Cuatro plantas. Todavía con las condenadas flores en la mano y dejando tierra por todo el camino.

 

Él cambió para pedir café con dos de azúcar falso. Tiene la suerte de Dios, porque aterriza en un par de drogadictos que estaban haciendo un trato debajo mata a uno de ellos, el otro queda bastante aplastado. Pero amortizan su caída.

 

Bastante entretenida, Eve movió su cabeza. No puedes mejorar todo eso.

 

Mejora, le dijo Jenkinson, sorbiendo café. Ahora tenemos que perseguir su trasero. Yo bajo por la salida de incendios y déjame decirte que los drogadictos aplastados lo dejan todo perdido. Reineke va por la parte de delante. Le encuentra. El idiota atraviesa la cocina de un sitio de comida china abierto toda la noche, y la gente gritando y rodando como dados. El cabrón nos lanza de todo, platos y comida y Cristo sabe qué. Reineke resbala en algo viscoso, cae. No señor, no puedes inventarte todo eso, Teniente.

 

Él sonreía ahora, sorbió más café. Enfila hacia un sitio de sexo, pero el portero ve a este condenado maníaco cubierto de sangre y bloquea la puerta. El portero parece un tanque por lo que el idiota tan sólo rebota en él como una pelota de béisbol, vuela por un minuto y cae justo delante de mí.

 

Jesús. Ahora estoy cubierto de sangre y cerebro de dogadicto, y Reineke está arrastrando su culo hasta allí, y está cubierto de comida viscosa. Y el idiota empieza a gritar brutalidad policial. Se necesitó cierto control para no darle alguna.

 

De cualquier modo. Él suspiró. Lo estamos envolviendo.

 

¿Era una sorpresa que ella amase Nueva York?

 

Buen trabajo. ¿Quieres que os saque del turno?

 

Nah. Seguiremos un par de horas, conseguiremos dormir algo en las literas una vez que el idiota sea procesado. ¿Mira el conjunto, jefe? Todo, por un par de tetas.

 

El amor te jode.

 

Una condenada A.

 

Eve se volvió hacia las mesas, recibiendo heys de polis terminando el turno de noche. Entró en su oficina, dejando la puerta abierta. El Detective Sargento Moynahan había, tal y como ella esperaba, dejado su escritorio prístino. Todo estaba exactamente como era cuando había salido por la puerta de su oficina tres semanas antes, excepto por la limpieza. Incluso su diminuta ventana relucía, y el aire olía vagamente aunque no del todo de forma desagradable como los bosques por los que había caminado en Irlanda.

 

Excepto el cadáver.

 

Ella programó café en su AutoChef y, con un suspiro satisfecho, se sentó en su escritorio para leer los informes y registros generados durante su ausencia.

 

El asesinato no se había tomado vacaciones durante las de ella, notó, pero su división había marchado bastante bien. Ella se movió a través de casos abiertos y cerrados, peticiones para irse, horas extras, tiempo personal, reembolsos.

 

Ella oyó los sordos golpes que eran las aero botas de verano de Peabody, y levanto la cabeza cuando su compañera entró por el umbral.

 

¡Bienvenida a casa! ¿Qué tal fue? ¿Fue perfecto?

 

Estuvo bien.

 

La cara cuadrada de Peabody tenía un pequeño toque de sol, lo que le recordó a Eve que su compañera se había tomado una semana libre con su revolcón, el as de la División de Detectives Electrónicos McNab. Tenía su pelo oscuro recogido en una corta, pero alegre coleta, y vestía una fina chaqueta beige sobre los pantalones de camuflaje un poco más oscuros. Su camiseta combinaba con sus aero botas de brillante color rojo cereza.

 

Parece que el DS Moynahan mantuvo las cosas en marcha mientras estuve fuera.

 

Sí. Puedes estar segura de que pone el punto a cada i, pero es fácil trabajar con él. Es sólido, y sabe como manejar un escritorio. Se maneja bien con el trabajo de campo, pero tiene buena idea de cómo llevar el barco. Así que, ¿qué recibiste?

 

Un montón de informes.

 

No, vamos, por tu aniversario. Sé que Roarke tuvo que salir con algo total. Vamos, Peabody insistió cuando Eve se mantuvo sentada en silencio. Madrugué sólo para esto. Supuse que teníamos cerca de cinco minutos antes de estar oficialmente de servicio.

 

Suficientemente cierto, pensó Eve, y como los ojos de Peabody suplicaban como los de un cachorrito, ella levantó el brazo, enseñando la nueva unidad de muñeca que llevaba.

 

Oh.

 

La reacción, pensó Eve, era perfecta. Esperanza frustrada, gran desilusión, el heroico esfuerzo para enmascarar ambos.

 

Ah, es bonita. Es una bonita unidad de muñeca.

 

Práctica. Eve volvió su muñeca para admirar la simple banda, la superficie plana, de color plata.

 

Sí, lo parece.

 

Tiene un par de bonitas características, añadió cuando ella jugueteó con ella.

 

Es bonita, repitió Peabody, luego sacó de su bolsillo su comunicador pitando. Dame un segundo, yo... hey, eres tú. Con la boca abierta, Peabody levantó su cabeza. ¿Tiene un micro comunicador dentro? Eso es bastante bueno. Normalmente son bastante borrosos, pero este es realmente claro.

 

Nano comunicador. ¿Sabes cómo de ordinario parece el vehículo que arregló para mí?

 

Ordinario tirando a feo, corrigió Peabody. Pero nadie le echaría un segundo vistazo o sabría que está cargado, por lo que... ¿más de lo mismo?

 

Automáticamente Peabody sacó su enlace cuando sonó, luego se paró. ¿Eres tú? ¿Tiene capacidad completa de comunicaciones? ¿En una unidad de muñeca de ese tamaño?

 

No sólo eso, tiene navegación, capacidad de datos completa. Datos y comunicación total él lo programó con todas mis cosas. Si tengo que hacerlo, puedo acceder a mis archivos en ello. Resistente al agua, a los golpes, capacidades dirigidas por voz. Me da la temperatura ambiente. Y la hora.

 

Por no mencionar que él le había dado otra con las mismas especificaciones, sólo que cuajada de diamantes. Algo para que llevara cuando estuviera vestida para algo elegante.

 

Eso es tan sumamente genial. ¿Cómo hace?

 

Eve retiró la muñeca. Nada de jugar con ello. Ni siquiera lo he averiguado todo todavía.

 

Es tan sólo la cosa perfecta para ti. La cosa absolutamente perfecta. Realmente lo ha logrado. Y tú tuviste que ir a Irlanda e Italia y terminar en esa isla que posee. Nada más que romance y relajación.

 

Eso es, excepto por la chica muerta.

 

Sí, y McNab y yo pasamos un gran rato ¿qué? ¿Qué chica muerta?

 

Si tuviera más café puede que me sintiera inclinada a contártelo.

 

Peabody se abalanzó sobre el AutoChef.

 

Minutos más tarde, ella acariciaba su propia taza y movía la cabeza. Incluso en vacaciones investigaste un homicidio.

 

No investigué, el poli irlandés lo hizo. Me consultó extraoficialmente. Ahora mi servicial pero aún así fría unidad de muñeca me dice que estamos de servicio. Largo.

 

Me largo, pero quiero contarte sobre cómo McNab y yo tomamos lecciones de submarinismo, y…

 

¿Por qué?

 

No lo sé, pero me gustó. Y sobre cómo lo hice en esas entrevistas sobre el libro de Nadine, que todavía es numero uno, en caso de que no lo hayas comprobado. Si no tenemos ningún caso, podríamos ir a almorzar. Yo invito.

 

Puede. Tengo que ponerme al día.

 

A solas, ella lo consideró. No la importaba quedar para almorzar, se dio cuenta. Sería una especie de puente entre las vacaciones y el trabajo, hacerlo como monos y la rutina de trabajo.

 

Ella no tenía reuniones programadas, ni activos a su cargo. Ella necesitaba supervisar algunos de los casos abiertos con los equipos asignados, contactar con Moynahan sobre todo para agradecerle su servicio. Aparte de eso

 

Ella revisó el siguiente informe, contestando su enlace. Teniente Dallas, Homicidios.

 

Preséntese, Dallas, Teniente Eve.

 

Demasiado, pensó ella, para puentes.

 

Jamal Houston había muerto con su sombrero de chófer detrás del volante de una limusina de reluciente oro, larga y elegante como una serpiente. La limusina había sido aparcada cuidadosamente en una plaza a corto tiempo en La Guardia.

 

Dado que el virote de ballesta estaba inclinado a través del cuello de Jamal y dentro del acolchado centro de mando del volante, Eve asumió que Jamal había aparcado el vehículo.

 

Con sus manos y botas selladas, Eve estudió la herida de entrada. Incluso si estás cabreado por haber perdido tu transporte, esto es un poco excesivo.

 

¿Una ballesta? Peabody estudiaba el cuerpo desde el otro lado de la limusina. ¿Estás segura?

 

Roarke tiene un par en su colección de armas. Una de ellas dispara virotes como éste. Una pregunta para empezar es por qué una persona tendría una ballesta cargada dentro de una limusina.

 

Houston, Jamal, reflexionó ella, repasando los datos a los que ya habían accedido, varón negro, edad cuarenta y tres, copropietario del servicio de transportes Gold Star. Casado, dos hijos. Sin antecedentes como adulto. Sellados como menor. Él había medido 1,85 metros y pesado 86 kilos y llevaba un elegante y almidonado traje negro, con camisa blanca y corbata roja. Sus zapatos relucían como espejos.

 

Llevaba una unidad de muñeca tan dorada como la limusina y una insignia de una estrella dorada con un parpadeante diamante en el centro.

 

Por el ángulo, parece que fue disparado desde la parte posterior derecha.

 

El área de pasajeros está impecable, comentó Peabody. Nada de basura, equipaje, vasos o copas usadas o botellas, y todos los huecos para la cristalería están llenos, por lo que el asesino y/o pasajero no se llevó nada consigo. Todo reluce, y hay rosas blancas frescas, reales, en esos pequeños jarrones entre las ventanillas. Una selección de audio y video y discos de lectura todos organizados alfabéticamente y por tipos en un compartimento, y no parecen haber sido tocados. Hay tres decantadores llenos con distintos tipos de alcohol, un frigorífico lleno de bebidas frías, y un AutoChef compacto. El registro dice que fue abastecido sobre las dieciséis cero cero, y que no ha habido acceso desde entonces.

 

El pasajero no debía tener mucha sed, y no quiso un aperitivo mientras no escuchaba música, leía, o veía algo. Haremos que los barredores lo registren todo.

 

Eve rodeó el vehículo, se deslizó al lado del cadáver. Anillo de boda, costosa unidad de muñeca, insignia de estrella de oro con el diamante, un arete de oro en su oreja. Ella maniobró su mano debajo del cuerpo, consiguiendo sacar una cartera.

 

Él tenía tarjetas, y en torno a ciento cincuenta créditos en efectivo, billetes pequeños. Tan cierto como el cielo que esto no fue un robo. Ella intentó acceder al ordenador a bordo. Tiene contraseña. Ella tuvo más suerte con el enlace, y escuchó la que era su última transmisión, informando a la central de que había llegado a LaGuardia con su pasajero para recoger, y sugería que lo apuntase como una noche entera.

 

Se suponía que iba a recoger a un segundo pasajero. Consideró Eve. Recogió al primero, el segundo pasajero en camino, llegó pronto según esta transmisión. Así que aparca, y antes de que pueda salir para abrir la puerta al pasajero uno, recibe uno en el cuello. La hora de la muerte y el registro del enlace sólo están separados por unos pocos minutos.

 

¿Por qué iba alguien a alquilar a un conductor para ir al aeropuerto, y luego matarle?

 

Tiene que estar registrado quien alquiló el servicio, dónde les recogieron. Un disparo, murmuró Eve. Sin despeinarse, pero con un montón de alboroto. Añade lo que llamarías un arma exótica.

 

Ella cogió una libreta de notas del bolsillo de él, su enlace personal, caramelos de menta, un pañuelo de algodón. Tiene apuntada una recogida aquí en el edificio Chrysler, diez veinte P.M. AS a LTC. Iniciales del pasajero. Ni nombre completo ni dirección completa. Esto era solo su apoyo. Veamos si podemos encontrar a alguien que viera algo, ja, ja, y conseguir que nadie se entremezcle en la escena del crimen. Comprobemos primero con la compañía.

 

Gold Star tenía su base fuera de Astoria. Peabody transmitía los datos salientes mientras conducían. Houston y su compañero, Michael Chin, habían empezado el negocio catorce años atrás con una única limusina de segunda mano, y lo habían llevado básicamente desde la casa de Houston, con su esposa como organizadora, enlace, quien llevaba el papeleo y las cuentas.

 

En menos de quince años, ellos se habían expandido a una flota con doce, todas doradas, lujosas limusinas con acabados lujosos y las mejores comodidades, y habían ganado una calificación de cinco diamantes cada año durante cerca de una década.

 

Tenían empleados a ocho conductores, y un equipo de oficina y administración de seis. La señora Houston seguía llevando los libros, y la de Chin desde hacía cinco años era la mecánica principal. El hijo y la hija de Houston aparecían como empleados a tiempo parcial.

 

Cuando Eve se detuvo frente al aerodinámico edificio con su colosal garaje, un hombre en torno a los cuarenta con un traje de negocios estaba regando una larga jardinera bajo una ventana llena de flores rojas y blancas. Él hizo una pausa, girando su agradable cara hacia ellas con una sonrisa fácil.

 

Buenos días.

 

Estamos buscando a Michael Chin.

 

Me han encontrado. Por favor, pasen adentro, fuera del calor. Apenas son las nueve de la mañana y ya hace un calor sofocante.

 

El aire fresco y el aroma de las flores les dieron la bienvenida. Un mostrador contenía las flores y una unidad compacta de datos y comunicación. En una mesa había dispuestos en abanico lustrosos folletos. Un par de cómodas butacas se alineaban a su lado mientras que un sofá dorado y un par más de sillas formaban un área de reunión.

 

¿Puedo ofrecerles algo frío para beber?

 

No, gracias. Señor Chin, soy la Teniente Dallas, y esta es la Detective Peabody. Somos del NYPSD.

 

Oh. Su sonrisa seguía siendo agradable, pero se estaba volviendo desconcertada. ¿Hay algún problema?

 

Lamento informarle que su compañero, Jamal Houston, fue encontrado muerto esta mañana.

 

Su cara se volvió blanca, como si un interruptor se hubiera apagado. Lo siento, ¿qué?

 

Fue encontrado en uno de los vehículos registrados en esta compañía.

 

Un accidente. Él dio un paso atrás, hundiéndose sobre una de las sillas. ¿Un accidente? ¿Jamal tuvo un accidente?

 

No, Señor. Chin. Creemos que el Señor Houston fue asesinado aproximadamente a las diez y veinticinco de la pasada noche.

 

Pero no, no. Oh, ya veo. Ya veo, ha habido un error. Yo mismo hablé con Jamal poco antes de esa hora. Minutos antes de esa hora. Él estaba en el aeropuerto, en LaGuardia, llevando a un cliente, y recogiendo a la esposa del cliente.

 

No hay ningún error. Hemos identificado al Señor Houston. Él fue encontrado en la limusina, aparcada en Laguardia, esta mañana temprano.

 

Espere. Esta vez Chin agarraba el respaldo de la silla, se balanceó un poco. ¿Me está diciendo que Jamal está muerto? ¿Asesinado? ¿Pero cómo, cómo? ¿Por qué?

 

Señor Chin, ¿por qué no se sienta? Peabody le llevó hasta la silla. ¿Puedo traerle algo de agua?

 

Él movió la cabeza, siguió moviéndola mientras sus ojos, de un brillante verde detrás de un bosque de pestañas, se humedecían. Alguien mató a Jamal. Dios mío, oh Dios mío. ¿Intentaron robar el coche? ¿Fue eso? Se supone que debemos cooperar en un robo. Es política de la empresa. Ningún coche vale una vida. Jamal.

 

Sé que esto es una conmoción, empezó Eve, y que es muy difícil, pero tenemos que hacerle unas preguntas.

 

Vamos a cenar esta noche. Todos vamos a cenar esta noche. Una cena al aire libre.

 

Usted estaba aquí anoche. ¿Se encargaba de organizarlo?

 

Sí. No. Oh, Dios. Él presionó con sus manos sus ojos brillantes, húmedos. Estaba en casa, organizando los viajes. Él tenía esta carrera de última hora, ya ve. Lo cogió porque Kimmy había estado dos noches seguidas, y West tenía una temprano esta mañana, y era el cumpleaños del hijo de Peter, y... no importa. Lanzamos una moneda, el ganador elegía organizar o el viaje. Él eligió el viaje.

 

¿Cuando fue reservado?

 

Justo esa misma tarde.

 

¿Quién era el cliente?

 

Yo... lo miraré. No me acuerdo. No puedo pensar. Bajó la cabeza hasta sus manos, para a continuación levantarla de golpe. Mamie, los niños. Oh, Dios, oh, Dios Tengo que irme. Tengo que recoger a mi esposa. Tenemos que ir con Mamie.

 

Pronto. Lo más importante que puede hacer ahora por Jamal es darnos información. Creemos que quien quiera que estuviera en el coche con él le mató o sabe quién lo hizo. ¿Quién estaba en el coche, Señor Chin?

 

Espere. Se levantó, fue a la unidad del mostrador. No tiene sentido. Sé que era un nuevo cliente, pero él quería sorprender a su esposa recogiéndola con estilo en el aeropuerto, para luego llevarla a una cena tardía. Recuerdo eso. Aquí, aquí está. Augustus Sweet. La recogida se hizo en frente del edificio Chrysler. Él iba a trabajar hasta tarde, y quería ser recogido en su oficina. Tengo la información de su tarjeta de crédito. Siempre recogemos esa información por adelantado. Tengo todo aquí.

 

¿Puede hacernos una copia?

 

Sí, sí. Pero él iba a recoger a su esposa en el aeropuerto. Pidió a nuestro mejor conductor, pero él ni siquiera conocía a Jamal, por eso no lo entiendo. Yo podría haber estado conduciendo. Cualquiera de nosotros podría haberlo hecho. Fue sólo...

 

El vuelo de una moneda, pensó Eve.

 

Él se vino abajo cuando Eve le dejó llamar a su esposa. Sollozó en sus brazos. Ella era quince centímetros más alta que él, con llameante pelo rojo, y estaba enormemente embarazada.

 

Eve vio lágrimas rodar por sus mejillas, pero ella se mantuvo firme.

 

Debemos ir con ustedes, dijo ella a Eve. Ella no debería oír esto de extraños. Lo siento, eso es lo que son. Ella necesita a su familia con ella. Nosotros somos familia.

 

Eso está bien. ¿Puede decirnos cuándo fue la última vez que vio o habló con el Señor Houston?

 

Ayer, sobre las cinco, creo. Había ido a ver a Mamie porque ella estaba cuidando de Tige, nuestro hijo. Su niñera necesitaba el día libre. Él entró justo cuando nos íbamos. Tenía ese viaje después, y había ido a casa primero por unas horas. Y supongo que necesitan saber, porque esa es la forma que debe ser. Michael llegó a casa sobre las seis y media, y nosotros cenamos con nuestro niño. Michael le bañó y le metió en la cama justo antes de las ocho, porque yo estaba cansada, ella añadió, acariciando su vientre. El bebé no lo estaba. No sé las horas exactas, pero eso es bastante cercano.

 

Eve les llevó a través de unas pocas preguntas rutinarias más, pero ella ya tenía el conjunto, tenía una intuición.

 

Los Houston tenían una larga y hermosa casa en los suburbios con grandes ventanas, césped ondulado, y un jardín delantero que hizo pensar a Eve en Irlanda. Mamie Houston, con un sombrero de ala ancha protegiendo su cara del sol, estaba de pie cortando flores de tallo largo y poniéndolas en una cesta ancha y plana.

 

Ella se giró, empezando a sonreír, a saludar. Luego la sonrisa se congeló, y su mano descendió lentamente a su lado.

 

Ella sabía que algo malo había pasado, pensó Eve. Se pregunta por qué sus amigos, sus compañeros, conducirían hasta su casa con una pareja de extrañas.

 

Ella dejó caer la cesta. Las flores se esparcieron por el verde césped mientras ella empezaba a correr.

 

¿Qué está mal? ¿Qué ha pasado?

 

Mamie. La voz de Michael se quebró. Jamal. Es Jamal.

 

¿Ha habido un accidente? ¿Quiénes son? ella demandó a Eve ¿Qué ha pasado?

 

Señora Houston, soy la Teniente Dallas del NYPSD. Mientras Eve hablaba, Kimmy Chin se movió al lado de Mamie, rodeándola con un brazo. Lamento informarle de que su esposo fue asesinado anoche.

 

Eso no es posible. No puede ser cierto. Él está corriendo, o en el gimnasio. Yo... Ella toqueteó sus pantalones de jardinería. No tengo mi enlace. Siempre me olvido de mi enlace cuando salgo a trabajar en el jardín. Michael, usa el tuyo, ¿quieres? Él sólo ha salido a correr.

 

¿Vino a casa?

 

Pues claro que vino a casa. Ella soltó a Michael, luego mordió su labio. Yo...

 

Señora Houston, ¿por qué no vamos dentro?

 

Ella se giró hacia Eve.

No quiero ir dentro. Quiero hablar con mi marido.

 

¿Cuándo fue la última vez que lo hizo?

 

Yo... Cuando se fue a trabajar anoche, pero

 

¿No se preocupó cuando él no vino a casa?

 

Pero él tiene que haberlo hecho. Era tarde. Él iba a llegar tarde y me dijo que no le esperase levantada, por lo que me fui a la cama. Y él se ha levantado temprano, eso es todo. Él se ha levantado pronto para correr e ir al gimnasio. Tenemos un gimnasio en casa, pero le gusta ir allí, para socializar. Ya sabes lo que le gusta ir a correr y luego al gimnasio a cotillear, Kimmy.

 

Lo sé, querida. Lo sé. Vayamos dentro. Vamos ahora, entraremos.

 

Dentro, Kimmy se sentó a su lado en una soleada zona de estar. Mamie miró fijamente a Eve, con ojos vidriosos y desenfocados.

 

No lo entiendo.

 

Vamos a hacer todo lo que podamos para averiguar qué ha pasado. Puede ayudarnos. ¿Sabe de alguien que quisiera herir a su esposo?

 

No. Él es un buen hombre. Díselo, Kimmy.

 

Un hombre muy bueno, corroboró Kimmy.

 

¿Algún problema con los empleados?

 

No. Lo hemos mantenido pequeño. Exclusivo. Esa... esa era la clave.

 

¿Algo le preocupaba últimamente?

 

No. Nada.

 

¿Algún problema de dinero?

 

No. Tenemos una buena vida, el negocio nos ha dado una buena vida. Nos gusta el trabajo, por eso él todavía conduce, por eso yo sigo llevando las cuentas. Él siempre había querido ser su propio jefe, y el negocio es todo lo que queríamos. Él está orgulloso de lo que hemos construido. Tenemos dos niños en la universidad, pero ya habíamos planeado para eso, por... los niños. ¿Qué les voy a decir a los niños?

 

¿Dónde están sus hijos, Señora Houston?

 

Benji está en clases de verano. Va a ser abogado. Será nuestro abogado. Lea está en la playa con unos amigos por un par de días. ¿Qué debería decirles? Ella se giró para llorar en el hombro de Kimmy. ¿Cómo voy a poder decírselo?

 

Eve aguantó un rato más, pero por ahora al menos no había nada allí sino conmoción y duelo.

 

Salir al sofocante calor fue un alivio.

 

Comprobemos las finanzas del negocio, obtén los antecedentes del compañero y su esposa, del resto de los empleados. Comprobaremos su gimnasio, verificaremos su hábito mañanero.

 

Ya he empezado. No creo que esté allí, comentó Peabody. Ellos realmente parecen una familia.

 

Nosotras cerramos un caso hace poco en el que todo el mundo era amigo y compañero del tipo muerto.

 

Sí. Peabody suspiró. Por supuesto que te volvió cínica.

 

¿Buscaste a Augustus Sweet?

 

Sí. Él es un vicepresidente senior, seguridad interna, Dudley e Hijo, farmacéuticos. Sede en el edificio Chrysler.

 

Vayamos a hacerle una visita.