XI

Llovió intensamente los primeros días de septiembre y pareció que el otoño era llegado. Los gorriones volaban en bandadas sobre los desmontes con la premura de buscar refugio y emborronaban más el emborronado cielo. La ciudad se iba poblando de los que regresaban del veraneo y esta población se hacía más patente en los lugares públicos del centro. Saludos, abrazos y una alegría ferial invadían los bares y los cafés. La ciudad se despertaba de la siesta con un grato buen humor y una cierta dinamicidad que se encontraba hasta en los objetos. Los ciudadanos se transmitían energía. Las cosas estaban impregnadas de fuerza contenida y estallante. En los alcornoques, rebosantes de agua sucia, las gotas de lluvia picaban los reflejos. Por los flecos de los toldos, todavía extendidos, rezumaba el agua, y los niños se empujaban en el juego de mojarse y no mojarse, de bautizarse y no bautizarse, las recién peladas cabezas. Los vendedores de cupones buscaban el asilo de los umbrales más cobijadores para desde ellos vocear, con aparentemente más fuerte voz, su lotería.

Elisa estaba sentada en la terraza de aquel bar. Sobre la mesa tenía una carpeta con cuartillas. En la mesa más cercana caía una gotera por un agujero del toldo. Con las manos en los bolsillos del impermeable contemplaba la calzada. Dos hombres entraron empujándose, abrazándose, cediéndose y no cediéndose el paso. Eran llenos de amistad y Elisa sorprendió sus palabras: —«Chico, no te he visto en todo el verano. ¿Y no has salido?» «¿Quién, yo? No soy tonto. Madrid en verano, sin familia y con dinero, como decía aquél: Baden-Baden... Baden-Baden» —repitió ya cruzado el umbral.

«Idiotas, pensó Elisa, gente idiota.»

—¿Qué va a tomar la señorita? —preguntó solícitamente el camarero.

—Un cubalibre de ginebra —respondió Elisa.

—Muy bien —y pasó de oficio la bayeta por el mármol no ocupado por los papeles de Elisa.

«Idiotas de Baden-Baden. Gentes de Baden-Baden. Miserables de Baden-Baden. Veranos de Baden-Baden. Porquerías de Baden-Baden.» Luego intentó vislumbrar los pájaros que piaban entre las hojas del plátano de su derecha.

(1965)