Veinticuatro

 

Sentados en el enorme salón del centro temporal para los inmigrantes, Usem y Titrit tomaban su desayuno, en silencio.  A su alrededor los ruidos de más de cien personas aprestándose a la actividad volvían el momento más bullicioso de lo que hubieran deseado.  Tenían la enorme necesidad de estar juntos, compartiendo en silencio la pena de la pérdida y también el alivio de la llegada a destino seguro.

La niña, sentada junto a su padre, tocaba de tanto en tanto su brazo para mostrarle algo o preguntarle detalles.  Era pequeña, más tenía claro que sus vidas acababan de dar un giro de 180 grados y que lo que hasta ese momento había sido su mundo, ya no estaba.

-África quedó atrás, Titrit.  Estaremos seguros ahora. Te lo prometo-le explicó cariñosamente.  Le dolía que esa pequeña estrella suya hubiera conocido tanto desarraigo.  Pero especialmente el golpe que acababa de afrontar era lo que más hubiera deseado evitarle.  Quedar sin madre a una edad tan temprana.

La culpa se clavaba en él como una espada.  Por él Dassim se había alejado de su clan.  Por él había debido escapar de Tánger en las peores condiciones.   Por él estaba muerta.  Esta certeza rondaba sus pensamientos y aunque presentara a Titrit su mejor cara para no profundizar su desazón, aplastaba su pecho como una losa.

Pero como fuera debía sacar fuerzas y continuar.  Ceuta era el primer paso de salida hacia Europa.  Tristemente, llegar no sería difícil: la más complicada era Dassim y ya no estaba…

Debía pensar que harían, que camino tomarían.  Planificar los pasos a dar para insertarse nuevamente en España.  Buscar viejas amistades y familia.  Volver a antiguos vínculos laborales.  Pero el drama vivido lo hacía estar en shock, aunque se negara a reconocerlo.  Su mente daba vueltas sobre lo mismo.

Por suerte podía quedarse algunos días en ese centro, hasta ordenarse y clarificar sus ideas.  En ese momento sintió una voz que le inquiría…Una voz que parecía venir de muy lejos, del pasado.

-¿Usem…? ¿Usem…?

Al darse vuelta apenas pudo creer lo que veía.  Cerró los ojos y volvió a abrirlos, pero allí estaba, como una aparición bendita.  Alá no lo abandonaba del todo.

-¿Victoria?  ¿Eres tú?... ¡Eres tú!

Si algo faltaba para quebrar el muro que se había construido para frenar sus lágrimas, era esto.  El llanto brotó silencioso y sereno, pero lo suficiente para inquietar a su pequeña, que se aferró a él con fuerza.

-No temas, Titrit.  Estoy llorando de alegría.  Mira, es una vieja amiga… Se llama Victoria.

Mil preguntas se agolpaban  en su garganta, mas no podía más que mirarla y recrearse en su rostro.  Ese tan amado, tan recordado, tan vívido en su mente a pesar del paso del tiempo. 

-Hola, pequeña.  Soy Victoria-tendió su mano para tocar su cabello. 

El impacto de volver a ver a Usem había sido grande, pero pudo procesarlo mejor que este.  La pequeña era su hija.  Sus facciones le recordaban vagamente a alguien, pero no pudo establecerlo al comienzo. El hombre estaba tal como lo recordaba, tal vez algunas hebras de plata en su cabello y alguna que otra arruga en su rostro curtido.  Ese rostro que amaba. 

La niña enseguida le sonrió y tendió su mano.  En lugar, ella le dio un beso.  Sentía la mirada penetrante de Usem a cada momento.

-¿Cómo es posible que tú estés aquí?-inquirió él.- ¿Eres voluntaria en esta zona? – inquirió.

-No, Usem, he viajado a encontrarte.  Increíblemente vi como los rescataban por casualidad en un informe televisivo.  Te vi, te reconocí…Nuestros mundos colisionando de nuevo por obra del puro azar.  Increíble, pero aquí estoy-sonrió. 

Medía sus emociones y reacciones.  Hubiera querido abrazarlo con fuerza, besar esa tez cansada.  El  mostró sorpresa y alegría de verla, hasta alivio,  pero también cierta invisible barrera, que ella no sabía cómo explicar.  Pero estaba ahí.

-Ha sido un duro reto, ¿verdad?  Cruzar de esa manera, me refiero.

El suspiró y le indicó con un gesto que se sentara a su lado.  Titrit escuchaba todo y sus enormes ojos no se apartaban de Victoria, que se sintió en cierta forma abrumada por la intensidad que esa mirada mostraba.

-Ve a dar una vuelta por los juegos, amor-señaló Usem.-Mira, los otros niños están allí.

La niña obediente marchó y pronto estaba integrada a los demás, que bulliciosos jugaban organizados por algunos voluntarios.

-Ha sido tremendo, la verdad.  Te preguntarás cómo es que estoy en esta situación.

-La verdad no lo entiendo.  Me imagino que tiene que ver con tu hija-replicó.  Desde que llegó y habiendo observado desde lejos al comienzo, buscaba alguna mujer que los acompañara.  Pero hasta ahora no había indicios.  Eso la intrigaba.

-La vida no nos sonrió precisamente desde que dejamos de vernos.  Sí hubo varios años de paz, pero siempre alternados con los cambios profundos.  ¡Y el definitivo nos obligó a este maldito viaje!-masculló enfurecido. 

Ella trató de calmarlo, pues notaba la rabia en sus ojos nuevamente anegados.

-Dassim… Dassim ha muerto, Victoria.  Se ahogó en el mar, no pude salvarla… No pude…

La pena lo quebraba en dos, pero la vuelta ruidosa de su hija lo obligó a rehacerse y poner su mejor cara.  La nena no se quería alejar demasiado, se notaba, y era lógico, pensó la joven.  Así que era eso,  Dassim era su madre.  Con buen tino había creído ver en ella rasgos familiares. 

Ciertos celos irracionales la abordaron unos segundos e inmediatamente se forzó a pensar y dejar de lado las tonterías.  La vida había seguido para ambos, que habían buscado amoldarse y rehacerse.  Lo segundo que sintió fue piedad, por todos ellos.  ¡Qué terrible, morir de esa forma!  ¡Pobre niña, quién sabe qué situaciones había debido enfrentar y ahora esto!  Ver morir a su madre así. 

Sabía que los detalles vendrían después y además solo agregaban contexto a una situación desesperada que había que atender.  Decidió ir por ese lado.  Enfriar su cabeza y posponer lo que sentía para hacer lo que mejor le salía: colaborar.  Lo otro vendría o no después. No era tiempo de egoísmos, y proclamar su amor y buscar respuesta era eso, en este momento.

-Debemos pensar en qué pasos dar de aquí en más.  ¿Cuáles son tus planes?  Te ayudaré en lo que pueda.

-Quiero regresar a España y reconstruir mi vida allí. Con mi hija.  Debo ver la parte legal y planificar…

-Empecemos por lo primero.  Aquí mismo hay consejería legal.  ¿Tienes papeles de la niña? ¿Los tuyos?

El los buscó por respuesta y rápidamente Victoria los tomó e inició las acciones por su cuenta.  Se daba cuenta que él necesitaba tiempo.

 

 

Veinticinco

 

Realizar las averiguaciones y trámites legales pertinentes le llevó varios días, que pasó alojada en un hotel cercano.   Los tiempos estuvieron de su lado dado que la situación de Usem y su hija era por lejos menos complicada que la del resto de refugiados. 

Lo próximo fue pensar en su inserción en España misma.  Había centros similares a los que estaban ellos en toda la costa, más en la mente de Victoria se fue fraguando otra idea.  Pero esta debía ser consultada y pensada con su familia, y además contar con la aquiescencia de Usem.  Creía era mejor porque lo ayudaría a empezar desde un ambiente más amigable, además de ponerse en contacto con amigos y familiares si los tenía.  Esto es lo que trató de explicar a su frenética madre por teléfono la tercera noche en Ceuta.

-Te digo que todo va bien.  Usem y su hija están sanos y salvos y su condición legal es cuestión de semanas. 

-Me parece genial que los ayudes, pero ¿que pasa con tu trabajo? Miguel no cesa de llamar preocupado por ti.

-Ya lo ubicaré yo-

Esto era algo que sabía pendiente pero posponía por el tenor de la situación en la que estaba inmersa.  No estaba segura que él entendiera. 

-Mamá…-buscó la forma de plantear su idea.

-No sé qué decirte, entiendo la situación, pero me preocupas tú…

-Estoy bien, mamá.  Solo que he pensado y quiero consultarte, que lo mejor para ayudarlos es llevarlos conmigo a Barcelona-dicho esto esperó la respuesta. 

Esta demoró en llegar, pues su madre hizo un silencio cargado de pensamiento.

-Te estás metiendo en un lío, hija…  Yo no voy a evitar que ayudes a ese hombre.  Sabe Dios que agradezco que te salvó en su momento.  Pero no tengo un buen augurio para esto…

-Está tranquila y ten fe.  Le debo esto al menos

Comprobar que no iba a encontrar una oposición férrea del otro lado la tranquilizó.  Sabía que su ayuda tenía un profundo interés detrás: el amor por Usem había resurgido intacto.  Cada fibra de su cuerpo respondía a él.  Pero notaba su lejanía, probablemente tejida por los azares del destino y tal vez por el olvido de lo que habían vivido.  Imposible saberlo.  Los contactos que tenían eran los de dos amigos que se reencontraban en el peor momento de uno de ellos.  Ella era el bastón y él quien se sostenía.  Pero estaba dispuesta a jugarse, ayudar y esperar. 

Una vez resuelta la parte más compleja del papeleo, le propuso su idea a un desorientado Usem, que aceptó con enorme agradecimiento su oferta.

-Lo que haces por nosotros es más de lo que merezco.  Pero te lo agradezco y lo acepto por Titrit. Es mi norte ahora, debo fortalecerme por ella.

Un rápido viaje los llevó a Málaga y de allí a Barcelona.  La niña estaba extasiada y no dejaba de gesticular y dar grititos de placer.  Usem viajó en silencio, sumido en sus pensamientos.  Victoria rogaba que todo saliera bien, no sabía que pasaría una vez instalados con sus padres.

Ellos los estaban esperando en el aeropuerto y saludaron con energía, poniendo la mejor voluntad, pensó. 

Su madre recogió inmediatamente a Titrit bajo su ala; le encantaban los niños y tenía un pospuesto deseo de ser abuela. 

-Ven, querida.  Te he comprado unos dulces, debes estar hambrienta y ansiosa.  No te preocupes, te he reservado una habitación preciosa en mi casa.  No puedo esperar a que la veas.

La niña sonrió tímidamente y aceptó la mano tendida y los dulces.

-Gracias-dijo seriamente Usem a ambos luego de saludarlos y presentarse- No saben cuánto valoro su hospitalidad.  No abusaré de ella, lo prometo.  No bien contacte mi familia y me asiente  nos vamos.

-No tienes por qué agradecer, estamos en deuda contigo.  Tú nos diste la posibilidad de recuperar a nuestra hija con vida.  Nos hacer felices poder ayudarte ahora-dijo el padre sentidamente. 

-Nuestra casa es grande y eso ha sido motivo de queja a veces.  Ahora estamos contentos, pues vamos a poder darle más vida-agregó la madre.  Estaba ansiosa y se notaba en su parloteo que comenzaba a poner nerviosa a Victoria, que temía metiera la pata pues no le había contado detalles exactos de la tragedia.

-Bien, vamos, marchemos a ver si podemos instalarnos con comodidad-se apresuró a decir emprendiendo la retirada.  Los demás la siguieron, con el poco cargamento que tenían. 

Veintiséis

 

Esa noche, luego de la cena y la temprana retirada de los improvisados huéspedes, su mamá se abalanzó sobre ella a arrancarle datos, ver sus impresiones y analizar de primera mano que pasaba por la cabeza de su hija.

-Divina niña, sin dudas.  El padre bastante parco…

-Es natural, dadas las circunstancias que han atravesado.

Relató lo que sabía, que eran más que nada titulares que Usem no había desarrollado, pues no se abría demasiado. Su madre estaba muy compungida.

-Pobre niña, tan pequeña…- musitó- ¿Y qué piensa hacer él?-

Esto la preocupaba.  Obviamente lamentaba lo que había sufrido, pero deseaba que Victoria no comprometiera su futuro tras la quimera que él representaba, tal como ella lo veía. 

-Tiene algunos familiares de su madre que piensa contactar.  Y tiene estudios y experiencia laboral…

-Hace años de eso y sabes lo difícil que está el empleo…

-Ya, ya…-resopló fastidiada aunque sabía que había razón en esas palabras- ¿No pueden irle peor las cosas no?  Hay que tener esperanzas.

Esto cerró el diálogo.  A solas consigo misma, Victoria rogó porque todo saliera bien.  Decidió que la mañana siguiente retomaría el trabajo y hablaría con Miguel.  Su vida estaba cabeza abajo y no podía permitirse esto.  Por su salud mental pero también por Miguel.

Ambos se levantaron temprano y coincidieron en la cocina.  Se saludaron con cierta timidez, increíblemente era el primer momento realmente solos desde que se habían reencontrado.

Una vez sentados compartiendo el frugal desayuno, Usem la miró y tendió su mano para tomar la de Victoria.

-Has sido una luz en este período oscuro que me ha tocado vivir… Casi como un faro en la tormenta- su voz sonaba lenta y medida.  Sorbía con su mirada cada línea de ese rostro tan amado, apreciando nuevamente esa belleza peculiar que los años no habían podido amainar.  Tal como la recordaba, tal como la había soñado por años.  Se reprochó a sí mismo estar pensando esto cuando su mujer acababa de morir.  Por su culpa.  Esto hizo retirar su mano con rapidez.  El gesto sorprendió a Victoria.

-Te devuelvo lo que hiciste por mí hace años y lo sabes. 

-Tus padres son maravillosos…

-Mamá se ha prendado de tu niña.  ¿Y quién no? Es encantadora.

Se hizo un silencio en el que ambos buscaban que decir. 

-Hoy mismo voy a ponerme en contacto con mis tíos.  Hace años que no saben de mí, no sé cuál será su reacción, pero espero me apoyen.  Siempre lo hicieron con mi madre, así que tengo esperanzas.

-Ojalá, sí-señaló ella. 

Tanto más le gustaría decir, pero era evidente que no era el momento ni el lugar.  ¿Lo sería alguna vez?, se preguntó. Dispuesta a emprender su jornada de trabajo se despidió.

Usem quedó pensativo frente a su café.  Toda su vida empezaba de nuevo.  Ahí estaba esa mujer tan querida, tan deseada.  Pero sabía que no podía pensar en ella ahora, por más que su corazón le reclamara.  Se lo debía a la memoria de Dassim.  Se debía a Titrit. 

Debía actuar para tomar las riendas de su vida, y para ello era vital recuperar antiguos vínculos que le facilitaran el camino. Este pensamiento lo impulsó a la acción y tomó la guía para buscar teléfonos y direcciones de sus dos tíos.  Uno de ellos vivía en Madrid y el otro en Valencia, por lo cual estaban cerca relativamente. Llamó inmediatamente a ambos, aunque solo pudo comunicarse con uno de ellos.

Luego de la sorpresa inicial por escuchar de él, mostró su alegría.  Había sido su sobrino dilecto aunque luego la distancia y el tiempo los había separado. Para Usem también era grato escuchar su voz: aún recordaba sus visitas y el apoyo que su madre hacía en él. 

Le explicó brevemente su situación sin entrar en detalles de lo que había pasado en los últimos años.  Ya habría tiempo.  Necesitaba urgente su apoyo para ubicarse y comenzar a generar un ingreso que le permitiera mantenerse, le explicó.  Su tío asintió y fue directo al grano, algo cortado.  Usem pudo notar cierta reserva en sus palabras.

-Por supuesto te ayudaré en lo que pueda.  Mas oye, debemos hablar en persona y con calma.  Supongo que no has hablado con Roberto aún- Este era el tío que no había podido ubicar.  La relación con él nunca había sido muy fluida.

-No, no aún.

-Bien, antes que te informes por otro lado te lo digo directo y corto.  Ya habrá tiempo de ahondar.  La crisis de los últimos años le ha sorbido un poco el seso.  Verás…-titubeó.

-Vamos, tío. ¿Qué pasa?  Dime sin temor, tengo espaldas anchas.

-Cuando te fuiste tan intempestivamente luego de la muerte de tu madre, él se encargó de gestionar la herencia.  Y luego se encargó también de lo que recibiría tu madre al morir nuestro padre…

Herencia-pensó Usem.  Al marcharse ni siquiera había pensado en lo que dejaba atrás.

-La cuestión es que estaba supuestamente en una cuenta a tu nombre, todo lo que te correspondía.  Sin embargo, temo que buena parte haya desaparecido malversada  por Roberto…-podía sentir la pesadumbre de su tío en la voz. 

Era como estar subido en una montaña rusa todo el tiempo, pensó.  Su vida era eso.

-Mira… En este momento necesito una ayuda rápida.  Un trabajo, una casa.  Después y con más calma veremos qué hacer con lo que me cuentas.

No se le escapaba la gravedad del asunto, pero sus urgencias lo empujaban a resolver lo primero.  Su tío estuvo de acuerdo y le anunció viajaría el fin de semana a verlo. Estaba ansioso por   conocer a su  hija. 

Las novedades dejaron sorprendido y hasta shockeado a Usem.  En ese estado pensativo lo encontró el padre de Victoria, que le inquirió que sucedía.  Su relato pausado  dejó traslucir desasosiego, que pugnaba por salir pero aún se contenía. 

-La parte buena es que retomaste contacto y tu tío evidentemente te aprecia.   Lo otro es un asunto más grave, pero si resuelves proceder tendrás tiempo.  

El asintió.  La llegada de Titrit a la cocina vino precedida de risas.  Se había levantado y aseado y estaba maravillada del baño tan enorme, con tantos aparatos y frascos y olores.  Usem sonrió.  Había olvidado que su hija jamás había vivido en forma confortable y había cientos de cosas que este nuevo mundo le deparaba que serían una delicia. Le llevaría tiempo descubrirlas y disfrutarlas. Esto le reconfortó el alma.  Estaba a salvo, y su futuro sería tan luminoso como se merecía.