Once.

 

La mañana siguiente los encontró preparados para el viaje.  Merin había hecho las conexiones correspondientes y el jefe había aceptado a los dos jóvenes en su caravana en una muestra de respeto y solidaridad.  Había sido informado de los pormenores del asunto, y su exigencia fue que la mujer estuviera lo menos visible posible y que no hubiera involucramiento en la vida general del clan al que ingresaban como invitados.

Pasarían a unos pocos kilómetros de la ciudad prevista en al menos diez días, lo que daba a ambos jóvenes un margen de tiempo para conocerse más a fondo.

Al despuntar el alba todo estaba listo.  Victoria se despidió de Merin con respeto y agradeció su hospitalidad y con mayor efusividad de su amiga Duré.  Se había vuelto así, más allá de sus diferencias culturales.  Esta le proporcionó un amuleto para la buena suerte y pidió a Ala que protegiera a ambos jóvenes.

Finalmente partieron.  Usem había hecho acondicionar mejor el carromato y había sido provisto de varios camellos jóvenes así como alimentos necesarios.

El viaje fue más ágil que el que habían hecho los dos jóvenes en la caravana de Merin, ya que el clan al que se acababan de integrar no tenía ganado.  Esto hacía el andar más rápido.

Durante el día Usem trataba de colaborar con la vida de la caravana de forma que no fueran vistos como una carga.  Acarreaba agua, ayudaba con los camellos, hizo de centinela cuando fue necesario.  Pero por las noches se entregaba a Victoria por entero.  Así conoció Victoria su vida: él le habló de sus padres y su relación, de su vida en Europa, su retorno al África con su padre y tantas cosas más que formaban parte de su vida.

También Victoria le habló de la suya, aunque por lejos era más rutinaria que la de él. Con la excepción de los últimos meses, claro.

Usem le detalló también cual creía sería su futuro, al menos más inmediato.  No tenía ambiciones de jefe del clan, su mayor anhelo era compartir con su padre la vida mientras él estuviera vivo, cosa que esperaba fuera varios años más. 

-¿Y qué pasará una vez tu padre no esté? ¿Cuán fuertes son tus vínculos con el resto del clan? –le preguntó ella con curiosidad una noche.

-Me siento fuertemente unido a varios tíos y primos.  Cuando ese momento llegue, y realmente espero no sea pronto, veré que haré. 

Esta declaración ponía una vez más en claro su compromiso con su clan.  No se proyectaba a otro lado que no fuera el desierto y los tuareg.

Victoria por su parte le contó sobre su familia y sus estudios.  También sobre sus proyectos, o por lo menos los que tenía antes que todo cambiara.

-Antes del desastre yo ya estaba cansada de lidiar con todo el dolor y la miseria que provocan en este continente las luchas por el poder y la religión.  Sentía mi corazón abrumado por la barbarie que día a día acosa a los más frágiles.  Pensaba irme y hoy esto es mi meta más próxima.  Reencontrarme con mis padres.  ¡No quiero imaginar la desesperación en la que deben estar sumidos!  Ellos siempre temieron que algo así pasara.

-¿Y tú no?

-Me creía inmune, ¿puedes creer que vanidad?  Por mi condición de voluntaria, blanca, europea, yo que sé.  ¡Qué ilusa!  Aquí el dolor no distingue de colores.

-Hay mucho más que dolor en este continente y en su gente.  Lejos de las armas la vida transcurre con las mismas penas y alegrías que en el resto del mundo-aseguró él.

-Sí, es probable, pero hoy por hoy debo alejarme.

-Incluso de mí-señaló él con un dejo de amargura.

-Tú has sido la única alegría, el único gozo de estos últimos meses.  Lo que hemos compartido y aún nos queda por vivir es muy serio para mí.  Que mis palabras no te confundan.-mientras esto decía ella le acarició el rostro.- Has calado muy hondo en mí, pero tú sabes que mi mundo es otro.  No podría vivir así mucho tiempo.

-Lo sé- aclaró él.

Noches de pláticas incansables sucedían a otras plenas de gozo y pasión. En tanto avanzaban cada vez más hacia la ciudad que marcaría su separación.

En ella se enhebraban momentos de júbilo con otros de incertidumbre al pensar en el adiós que pronto cortaría el hilo que había unido sus vidas.

Al mediodía del noveno día de marcha, el jefe de la caravana hizo saber a Usem que ellos viraban más al oeste y era momento de separarse.  La ciudad objetivo estaba a medio día de camello.  Le proveyeron de un guía para que pudiera completar el trayecto.  Usem agradeció calurosamente la protección ofrecida y pronto tomaron direcciones opuestas.

El trayecto fue en silencio, ambos jóvenes reconcentrados en sus pensamientos.  El hombre muy serio se enfocó en llegar con rapidez a la ciudad, pensaba en la expectativa que envolvía a la joven y quería satisfacer su deseo.  Además, buscaba apurar el que sería tal vez uno de los momentos más tristes de su vida, el de alejarse del que tal vez fuera su único amor.

-Nunca pensé que sería un sentimental de esta calaña-se auto flageló.-Lo más normal sería que la que estuviera más afectada fuera ella.  Pero aquí estoy yo, al borde del llanto como protagonista de una novela.

No es que le preocupara ser tan expresivo con sus sentimientos o que estar en esa postura afectara su machismo.  Buena lección había aprendido de su madre, los sentimientos no tienen sexo ni edad.  No se arrepentía de eso.  Le dolía la separación y sabía que para él el olvido no era una opción tan fácil.

Por su parte Victoria agradecía estar tan cerca de volver a ver a su familia y retornar a su antigua vida.  No quería pensar en la despedida, pero ya esta era inminente.

El anochecer los encontró a la orilla de la ciudad.  Usem agradeció al guía su ayuda y lo despidió.  Ya vería él como volvía.  Ahora la prioridad era ingresar para que Victoria pudiera contactarse con autoridades que hicieran posible su vuelta a Europa.

Usem planteó hacerlo inmediatamente pero entonces Victoria dudó. Sintió el peso de la separación y rogó a Usem que acamparan allí una noche.  Solo esa noche y que la misma oficiara de ceremonia de adiós.   El asintió conmovido y a la vez aturdido.  Le urgía dejarla, si no lo hacía no podría hacerlo luego.  Pero no pudo negarse a su pedido.

Hablaron poco y se amaron mucho, tanto como fue posible.  Cada beso sonaba a un hasta nunca y por eso los atesoraban en sus labios y en la memoria de sus cuerpos para cuando la distancia y el olvido los golpeara con la fuerza que solo tiene el tiempo.

Al amanecer levantaron campamento e ingresaron a la ciudad.  Esta aún se movía morosa y sus habitantes recién comenzaban a desgranar sus actividades.  No les fue difícil dar con la embajada norteamericana, que era la opción más segura para Victoria. 

Las revisiones fueron muy severas y debieron explicar la situación a por lo menos tres guardias pero finalmente le allanaron la entrada a la mujer, más no al joven.  Desde los últimos hechos de sangre las requisitorias eran severas y ni siquiera la condición de medio occidental que Usem podía acreditar era suficiente. 

Así que la despedida fue muy breve.  Usem fue escoltado afuera y Victoria adentro de la embajada.  Una vez allí, rápidamente le fueron requeridas explicaciones de lo sucedido y su situación en los meses en que había desaparecido.  Al poco rato todo se aceleró ya que Victoria se encontraba en la lista de desaparecidos en acciones violentas y había una campaña de búsqueda propiciada por la embajada española, que no tenía sede en esa ciudad

pero sí en la capital.