MADRIGAL PARA NEFERTITE
Tiempo vencido el del amor secreto.
El que remonta siglos, permanece
Tras la urna de pórfido, visible
Sólo para la luna roja de septiembre.
¿Desde cuándo, Doncella, te enamoran
Los humildes silencios, las tímidas miradas
De unos viajeros que se suceden, tristes
Porque han de abandonarte en cuanto llegan?
Los cielos que te vieron iluminar la noche,
Los ríos que sintieron el peso de tu cuerpo,
Las ciudades perdidas, los guerreros ansiosos de morir,
¿Qué han sido para ti, oh Impasible?
Yo he pasado también junto a tus ojos,
Y he sentido el desdén, la frialdad, la malicia:
Nada podía apartarme de tu contemplación, pero he sufrido
Como sufrieron los fascinados por ti hace mil años,
Y como sufrirán los jóvenes amantes del milenio futuro.
Yo he escuchado la música secreta que sale de tu corazón:
Un dulce aviso envuelto en frases crueles. Un enigma
Que alimenta la vida y hace olvidarla, eso es amor.
La melodía que arrastra gozosamente hacia el jardín de los difuntos,
Eso es amor.
¡Desvía la mirada y prosigue, viajero; no te inclines
Demasiado sobre el incendiado verdor de estos abismos!
Es el secreto amor el vencedor del tiempo.
El amor nunca dicho, el reservado a las doncellas talladas en granito,
El amor que no estalla en lumbres ni en miradas.
Pienso en ti desde lejos, recuerdo, redescubro
El mensaje piadoso que hay en tus desdenes.
Aún guardo en las yemas de los dedos el rosado calor de tus mejillas.
Soy el que un día levantó sus manos hacia ti, rozó tu rostro,
Y creyó mudarse para siempre al remoto país donde sonríes.
Nunca te dije adiós. Junto al nacimiento de tu cuello,
Acaso sea visible en las noches de luna la huella de una herida:
Triste y gastado es el mundo, viejo e insípido el ritual de los besos,
Pero el recuerdo, oh Hermética, oh Imperiosa, oh Indestruc tible,
Remonta por los siglos, y renace encandecido
Cuantas veces se acerca un hombre enamorado
Al dulce cementerio de tus labios.