11.
Los hábitos
de las monjas

Existe un valioso documento del año 1590, rubricado por Felipe de Molina, en el que se deja constancia del estado de disolución que imperaba en el monasterio de religiosas de la ciudad de La Plata, actualmente Sucre. Si no fuese porque el escrito original está disponible en el Archivo General de Indias, en Sevilla, se diría que se trata de un pasaje de una novela satírica digna de Boccaccio. Monjas que se roban unas a otras y que saquean cuanto objeto de valor hallan en la sacristía, una madre superiora embarazada que aborta a sabiendas de todos, son apenas algunas de las delicias que se transcriben a continuación:

Hice la visita del monasterio de monjas desta ciudad de La Plata por especial comisión de la cual, para dar razón a Vuestra Majestad, es necesario como fundamento darla primero del que tuvo este Cabildo para tener Jurisdicción en ellas. (…) Diego Zarate, vecino encomendero desta ciudad, habiendo fundado el dicho monasterio a su costa, se habían subjetado al hábito, regla y modo de vivir de la religión de San Agustín y en ella profesado y que con esta ocasión habrían sido regidas y gobernadas por los dichos religiosos; pero que jamás había visto que el dicho monasterio de monjas hubiese encomendado la obediencia a los dichos religiosos. (…)

Que en todo el monasterio en común no se vivía conforme a orden, regla y costumbres de religiosas. Y esto se echaba de ver con publicidad en lo tocante al locutorio, clausura de puertas, coro, refectorio y dormitorio. Habiendo gran relajación en los tres votos esenciales, aunque cuanto al de pobreza la había casi extrema. Pero esta era forzosa y compelida y no voluntaria, por ser el monasterio de muy poca renta y muchos dotes de los ofrecidos no haber sido cumplidos. Por lo cual de aquí se tomaba ocasión y defecto en el cumplimiento deste voto, porque lo que en particular se ofrecía a cada cual monja así lo retenía fuera de depósito.

Y otro (mal) mayor: de unas a otras se hurtaban lo que tenían; y la que más a mano o poder entrellas hurtan las cosas de la sacristía de más valor y estima. En particular la priora, que a la sazón estaba preñada, fue dello convencida, aunque con la evidencia de su persona por que ya era de muchos días era de poco necesaria la probanza y convención. En el proceso de esta causa y antes de ser concluida abortó artificiosamente sin poderse dar remedio a este inconveniente, aunque se previno fue este defecto con publicidad entre las demás. Y ya de costumbre de otras veces de que todo el monasterio estaba gravemente escandalizado. Para este su fin y regalar los que amaba (porque era muy fea) usaba muchas violencias con todo el monasterio en hacer las monjas trabajar para sí quitándolas del coro y horas canónicas y que cociesen y lavasen la ropa blanca para los hombres con quienes trataba, usurpando el sustento común y otras cosas a este modo. En el tiempo de esta visita hizo y causó juntas de monjas, conjuraciones, perturbaciones, conspiraciones, alborotos y escándalos.

Otras dos monjas, casi en aquella sazón, pocos días antes habían parido sin haberles aprovechado muchos y varios remedios que aplicaron para abortar, aunque con todo fueron los partos con publicidad entre las demás. Y en el día de baptismo de uno hubo regocijo en la reja del comulgatorio con merienda, hallándose presente a ello el padre del baptizado. Averiguóse y constó de la visita quiénes fueron los tres delincuentes en este negocio, y los dos de ellos se ausentaron al principio y así se entendió cuando se fueron a buscar y prender. Al otro que tuvo trato con la priora, esperó por ser favorecido y yéndole a prender con auxilio real que llevé se me escapó o le escaparon de entremanos. Púsose diligencia con cuidado y riesgo mío en la prisión dellos y no pudieron ser habidos. Pedí al Deán y Cabildo que todos juntos sentenciásemos la causa para que así tuviese el debido efecto con más certeza y cumplimiento. (…)

La cual relación que así hago a Vuestra Majestad no es con ánimo que por cosa de lo contenido en ella se siga a persona alguna muerte o mutilación de miembro. Sino sólo de obedecer y servir a Vuestra Majestad como debo. Va escrita en ocho hojas, con esta, de la ciudad de La Plata, Provincia de las Charcas del Pirú, en último de diciembre de mil y quinientos y noventa años por mi el Doctor Don Diego Felipe de Molina, chantre de la Catedral.