CAPÍTULO 5

La melancolía y otros fluidos

Este capítulo está destinado a los que todavía no se convencen. A los que continúan creyendo que la noción de seis "sombreros para pensar" es un juego frívolo y sin sentido que nada puede agregar a nuestra habilidad para pensar. Estas personas deberían leer este capítulo. Los otros pueden ignorarlo si así lo desean.

Quizá los griegos acertaban con su creencia en que los diferentes fluidos del cuerpo afectaban sus estados de ánimo Si estabas triste y melancólico, se debía a que una "bilis negra" te recorría todo el cuerpo. De hecho la palabra melancolía significa justamente esto: "bilis negra". Así pues los fluidos o "humores" que te invadían el cuerpo determinaban tu estado anímico. Esos fluidos te afectaban el ánimo y éste, a su vez, te afectaba el pensamiento.

Mucha gente deprimida ha observado que lo que es capaz de pensar mientras le dura la depresión es completamente distinto de los pensamientos que piensa cuando está de buen humor.

Hoy sabemos mucho sobre el cerebro y podemos explicar mejor el tema de los fluidos griegos. Sabemos que el equilibrio de los productos químicos (neuro-transmisores) que actúan sobre el hipotálamo puede afectar intensamente el comportamiento. Sabemos sobre las endomorfinas, similares a la morfina, liberadas en el cerebro. También sabemos que complejos neuro-péptidos que libera la glándula pituitaria pueden viajar por todos los lugares del cerebro y separarse en productos químicos específicos que afectan diferentes partes del cerebro. Sospechamos que de este modo se produce la fiebre primaveral de los animales (el cambio de equilibrio de luz y oscuridad hace que la glándula pituitaria libere productos químicos que activan el interés sexual). Con el tiempo es posible que comprendamos cómo los productos químicos en el cerebro —y posiblemente en el torrente sanguíneo en general— afectan de modo intenso el humor y el pensamiento.

También se ha demostrado con precisión que los procesos normales de condicionamiento pueden alterar respuestas fisiológicas, según lo mostró Pavlov. Se ha entrenado animales para que les suba o les baje la presión sanguínea en respuesta a signos externos.

Posiblemente, con el tiempo, los seis distintos sombreros para pensar puedan adquirir el status de señales condicionantes que disparen y pongan en acción un determinado conjunto de productos químicos en el cerebro y que esto, a su vez, afecte nuestro pensar.

Podemos abordar este asunto desde un punto de vista completamente diverso y obtener el mismo resultado.

Si consideramos que el cerebro es un sistema de información activo, observamos que su comportamiento es del todo diferente del de los sistemas de información pasivos que se utilizan en computadoras y en otras cosas (por ejemplo, en imprenta).

En El Mecanismo de la Mente describí, de modo preliminar, los sistemas activos. Este libro fue editado en 1969, y los científicos en computación de quinta generación, que han cambiado de opinión y aceptado que los sistemas activos autoorganizables son esenciales, recién ahora lo están descubriendo.

Que un sistema es activó significa que la información se organiza por sí misma en estructuras y pautas en lugar de quedarse pasivamente en una superficie a la espera de que el procesador externo la organice.

Una bandeja contiene arena. Una bola de acero que cae en la superficie se queda en el lugar donde cayó. Si arrojamos la bola a través de un cuadrado preciso de una rejilla permanecerá directamente debajo del cuadrado. Este es un sistema pasivo de información. La bola queda donde se la dejó.

Otra bandeja contiene una bolsa de goma látex flexible llena con un aceite muy viscoso. La primera bola que se arroje en la superficie empieza a hundirse de un modo gradual hasta el fondo, empujando la superficie de la bolsa de goma. Cuando la bola se queda quieta, hay un contorno en la superficie, una especie de depresión al fondo de la cual reposa la primera bola. Una segunda bola rueda por este declive hacia abajo y se sitúa apoyada en la primera. La segunda bola es activa. No se queda donde se la puso, sino que sigue la gradiente formada por la primera. De hecho, todas las bolas siguientes rodarán hacia la primera y se formará un amontonamiento. Por lo tanto, aquí tenemos una sencilla superficie activa que permite que la información entrante (las bolas) se organice formando un amontonamiento.

Estos ejemplos son muy primitivos, pero sirven para ilustrar la gran diferencia que hay entre los sistemas pasivos y los activos. Es una lástima que todo nuestro pensamiento se haya basado en los sistemas pasivos, porque el mundo de los sistemas activos de información es completamente distinto.

Es posible mostrar cómo las redes nerviosas se comportan como sistemas activos de información que se organizan a si mismos. Esto es lo que empecé a hacer en El Mecanismo de la Mente. Y, por cierto, el modo que propuse en ese libro ha sido simulado ahora en computación y efectivamente funciona de acuerdo con lo predicho.

Quien permite que la información entrante se organice a sí misma en estructuras es la naturaleza activa del sistema nervioso. Lo que da origen a la percepción es la formación y el uso de tales estructuras. Si no fuera por la capacidad del cerebro para permitir que esta información entrante se auto-organice en dichas estructuras, aun las cosas más simples, como cruzar la calle, serían virtualmente imposibles.

Nuestros cerebros están diseñados para ser brillantemente no creativos. Están diseñados para formar pautas estructuradas, fijas, y para luego utilizarlas en cuanta ocasión se presente.

Pero los sistemas de auto-organización tienen una gran desventaja: están aprisionados en la secuencia de su experiencia (la historia de los sucesos) Por esto será necesario "equipar a las computadoras de quinta generación con humor emociones o la capacidad de cometer errores. De otro modo nunca podrán pensar.

Las soluciones químicas alteran mucho los umbrales y sensibilidades de las unidades nerviosas como consecuencia de un cambio en estos productos químicos se da la estabilización de una estructura distinta. En cierto modo tenemos un cerebro diferente para cada trasfondo químico diferente.

Esto surgiere que las emociones son parte esencial de nuestra capacidad de pensar y no solo algo extra que nos confunde el pensamiento.

La gente que tiene dificultades para tomar decisiones debería meditar el hecho de que distintos productos químicos del cerebro ya han tomado determinaciones que son acertadas para cada caso particular. Por lo tanto las opciones son correctas - pero para diferentes cerebros. De allí la indecisión.

La gente en momentos de pánico o furia tiende a comportarse de un modo primitivo. Una posible causa es la siguiente el cerebro raramente se encuentra en estas especiales condiciones químicas, y por lo tanto no ha tenido oportunidad de adquirir estructuras de reacción compleja. Esto significaría que existe una muy buena razón para entrenar gente bajo esas condiciones emocionales (como siempre han hecho los militares)

La importancia de los cambios de productos químicos en el cerebro es entonces evidente. Esto surge, por una parte, del conocimiento cada vez mayor que vamos adquiriendo sobre el comportamiento de nuestro cerebro por otra parte de las reflexiones teóricas sobre el comportamiento de los sistemas de información activos con capacidad de auto organización.

¿Qué relación existe entre esto y los seis sombreros para pensar?

Ya dije antes que estos modos de pensar podían convertirse en hechos condicionantes que podrían gatillar probablemente una alteración de los productos químicos del cerebro. También es muy importante desentrañar los diferentes aspectos del pensamiento. Si empezamos a pensar del modo normal, o bien tratamos de excluir las emociones (que de todos modos siguen jugando, aunque en forma solapada un papel muy influyente en un segundo plano) o bien avanzamos en zigzag entre razón o emoción. Si efectivamente hay diferentes entornos químicos asociados con diferentes modos de pensar, entonces este abigarrado tipo de pensamiento nunca da al cerebro la posibilidad de establecer una conclusión determinada.