CAPÍTULO 3

Intención y desempeño

Quiero volver a marcar la diferencia entre intención y desempeño porque mucha gente tiene una opinión errónea al respecto.

Ya he dicho que sí "actúas como si"; fueras un pensador —por ejemplo, adoptando un modo de pensar— finalmente te convertirás en uno. Tu pensamiento seguirá a tus movimientos. Tu "actuar como si” se volverá real.

Parece que sostengo que sí tienes la intención de convertirte en pensador, tu desempeño será efectivamente el de pensador.

Muchos se van a apresurar a señalar que esto es absurdo. Me permito, por lo tanto, señalarlo yo mismo. Si tienes la intención de convertirte en levantador de pesas, ¿basta esta intención; para que levantes pesas? Si tienes la intención de convertirte en ajedrecista ¿Hará esto que muevas las piezas del tablero como un experto? La respuesta es no porque en estos casos estamos buscando un desempeño excepcional.

En cambio, si tienes la intención de convertirte en cocinero, y efectúas los movimientos propios de esa actividad, te convertirás en un cocinero tolerable. No te convertirás en un maître a menos que tengas el talento necesario, pero con seguridad serás un cocinero mucho mejor que cualquiera que no haya tenido la intención ni efectuado los movimientos.

Advierte, por favor, que la intención no es suficiente. Debes efectuar los movimientos. No basta que un tibetano tenga sólo la intención de orar: debe hacer girar el molinillo de oración.

No basta, por cierto que el pensador o la pensadora se consideren pensadores. Esto es casi exactamente lo opuesto a lo que estoy diciendo.

Si ya te consideras un pensador, probablemente no hagas nada más al respecto, si estás satisfecho con tu supuesta habilidad.

Una vez le pedí a un grupo de americanos muy bien educados (egresados de la escuela secundaria) que se calificaran, del uno al diez conforme a su habilidad para pensar. Me asombró el resultado: la calificación promedio fue ocho sobre diez. En otras palabras, sus expectativas respecto a lo que puede hacer el pensamiento eran tan limitadas que cada uno consideraba que su pensamiento era de lo mejor posible. Siendo benévolo, puedo suponer que gran parte de la audiencia comprendió mal la pregunta. Sabían que siempre habían estado dentro del diez por ciento de los mejores en la escuela y en la universidad, por lo que el ocho era un modesto reconocimiento de sus desempeños, Por supuesto yo estaba buscando una clasificación absoluta. Sin embargo, la gente es admirablemente tolerante con su pensamiento; no concibe de qué modo podría mejorarlo.

Por ser tan poco habitual, la intención de convertirse en pensador es muy importante. No recuerdo haber conocido nunca a nadie que realmente quisiera serlo. Lo cual no debiera sorprender a nadie en vista de lo que vengo diciendo. Por otra parte, el deseo de convertirse en pensador implica que aún no se lo es. El humor, el sexo el pensamiento son actividades en las que todos se saben competentes.

Cuando el Dr.; Luis Alberto Machado pidió que lo nombraran Ministro de Desarrollo de la Inteligencia en el gobierno venezolano, estallaron carcajadas a su alrededor. Pero insistió y eventualmente se entrenó a 106.000 maestros en el uso de las lecciones TIC. Por ley, todo alumno en Venezuela debe pasar dos horas por semana desarrollando específicas habilidades para pensar. Hay lecciones que se llaman "pensar". Los alumnos lo saben, y los maestros, los educadores y los padres.

Son importantes las capacidades reales que adquieren los alumnos. Pero mucho más importante es la idea de desarrollar habilidades para pensar. La imagen que generalmente tiene un joven de sí mismo en la escuela es la siguiente: es "inteligente" o "no inteligente" según cómo se las arregla en la escuela y agrada a la maestra. Este concepto de inteligencia es un concepto de valor. Escomo ser bajo o alto, hermoso o feo. No se puede hacer mucho al respecto.

Ser un pensador implica una autoimagen totalmente distinta. Es una habilidad operativa. Se puede hacer bastante al respecto. Se puede mejorar en el pensar del mismo modo que en el fútbol o en la cocina. Los jóvenes venezolanos saben que pueden empezar a pensar sobre algo en particular y saben que se les ocurrirán algunas ideas. Para esto utilizan los marcos de referencia TIC.

La adopción de los "sombreros para pensar" que describo en este libro es un modo de reforzar la intención de ser un pensador,

Ser un pensador no implica tener la razón constantemente. En realidad, quien siempre cree tener la razón es muy posible que sea un pobre pensador (arrogante, sin interés por la investigación. incapaz ver otras alternativas, etc.). Ser un pensador no implica ser inteligente. Tampoco implica que pueda resolver todos los ingeniosos problemas que la gente me presenta esperando que yo los resuelva siempre. Ser un pensador implica querer conscientemente serlo esto es mucho más simple que ser un golfista, un tenista o un músico. Por de pronto, no se necesita tanto equipo.

Por lo tanto, la intención es el primer paso. Es fácil y difícil al mismo tiempo. Bastante parecido a los hábitos Zen sobre los que es fácil escribir pero no tan fácil realizar. Por esta razón hacen falta ciertas estructuras tangibles— los seis sombreros para pensar.

Ahora sí que podemos observar el aspecto del desempeño. ¿El ceño fruncido y la mano en la barbilla marcan una verdadera diferencia? La respuesta es afirmativa si la postura es deliberada, y negativa si es natural. Lo sorprendente es que a fisiológico podría realmente funcionar. Hay pruebas de que si uno sonríe. La sonrisa contagia toda la fisiología y uno se vuelve más contento y menos propenso á enlutarse. La gente reacciona a la sonrisa artificial de las modelos publicitarias como si sus sonrisas fueran verdaderas. Los signos se vuelven realidad. A la máscara sigue la sustancia.

En un nivel más elemental, si intentas escuchar a otra persona, de algún modo pasarás más tiempo escuchando —y tu pensar mejorará. Si frunces el ceño conscientemente para pensar, no podrás tomar ninguna decisión hasta tanto lo desarrugues. Y de este modo la decisión que tomes será mejor que una improvisada sobre la marcha. Los jóvenes violentos a quienes 'se enseñó a pensar se volvieron menos violentos porque ya no debían recurrir de inmediato a un violento clisé reactivo.

Los seis "sombreros para pensar" ofrecen una forma de traducir la intención en desempeño efectivo.