23
—De acuerdo —gritó Ford a Arthur—, soy un cobarde, pero el caso es que aún estoy vivo.
Se encontraban de nuevo a bordo de la Nave Bistromática, junto con Slartibartfast y Trillian. La armonía y la concordia se hallaban ausentes.
—Pues yo también estoy vivo, ¿no? —replicó Arthur, demacrado por la aventura y la ira. Sus cejas saltaban de un lado para otro, como si quisieran enzarzarse a puñetazos.
—¡Casi no lo logras! —estalló Ford.
Arthur se volvió bruscamente a Slartibartfast, que estaba sentado en la butaca del piloto en la cabina de vuelo, mirando pensativo el fondo de una botella que, según parecía, le decía algo que él era incapaz de comprender. Apeló a él.
—¿Crees que ha entendido la primera palabra que he dicho? —preguntó, temblando de emoción.
—No sé —repuso Slartibartfast en tono un tanto abstracto—. No estoy seguro de saberlo.
Alzó la vista un momento y luego miró los instrumentos con mayor fijeza y perplejidad.
—Tendrás que explicárnoslo otra vez —añadió.
—Pues…
—Pero en otra ocasión. Se avecinan cosas horribles.
Dio unos golpecitos al vidrio de imitación del fondo de la botella.
—Me temo que en la fiesta nos comportamos de una manera bastante lastimosa —prosiguió—. Ahora, nuestra única esperanza es impedir que los robots introduzcan la Llave en la Cerradura. Lo que no sé —murmuró —es cómo demonios lo haremos. Tendremos que ir para allá, supongo. No puedo decir que me guste la idea en absoluto. Probablemente acabaremos muertos.
—Pero ¿dónde está Trillian? —inquirió Arthur afectando una súbita despreocupación.
Estaba enfadado porque Ford le había reñido por perder tiempo con todo el asunto del Dios del Trueno cuando tendrían que haberse largado con mayor rapidez. La opinión de Arthur, que había expuesto para que cualquiera le diese el valor que a su juicio merecía, era que se había portado de una manera sumamente decidida y valiente.
El punto de vista preponderante parecía ser que su opinión no valía un par de riñones fétidos de dingo. Pero lo que le molestó de verdad fue que Trillian no reaccionara en sentido alguno, retirándose a alguna parte.
—¿Y dónde están mis patatas fritas? —preguntó Ford.
—Trillian y las patatas están en la Cámara de Ilusiones Informáticas —informó Slartibartfast sin levantar la vista—. Creo que nuestra joven amiga está tratando de asimilar ciertos problemas de la historia de la Galaxia. Me parece que las patatas fritas la están ayudando.