Lo había pensado todo con mucho cuidado.
Veía con toda claridad lo que les esperaba a Gwenda y a él.
En la cama, repasó el asunto desde el punto de vista del superintendente Huish. Rachel había entrado y les había dicho lo de Jacko, su insolencia y sus amenazas. Gwenda se había retirado discretamente y él había tratado de animar a Rachel, le había dicho que había estado en su derecho al mostrarse firme, que no había servido de nada ayudarle otras veces, que, para bien o para mal, Jacko debía aceptar lo que se le avecinaba. Y se había marchado más tranquila.
Entonces Gwenda había vuelto a la biblioteca para recoger las cartas y había preguntado si quería algo, con un tono que expresaba mucho más que las palabras. Y él le había dado las gracias y le había dicho que no. Ella se despidió. Al salir de la habitación, había seguido a lo largo del pasillo y, en su camino hacia la puerta principal, había pasado por delante de la habitación donde estaba Rachel sentada ante su mesa. Salió de la casa sin que nadie la viera.
Él se había quedado solo en la biblioteca, y nadie podía confirmar que no había salido ni bajado a la habitación.
Los dos habían tenido la oportunidad de cometer el asesinato.
Y motivo, porque ya
entonces estaba enamorado de Gwenda y Gwenda enamorada de
él.