ESTUDIÉ A RANDOM, recordando lo buen jugador de cartas que era. Aunque miraba su rostro, no podía decir si estaba mintiendo, total o parcialmente, como no hubiera podido decirlo si hubiera mirado, digamos, la Jota de Diamantes. Ese también fue un buen detalle. Había suficientes detalles como ese en su historia como para hacerla verosímil.

—Parafraseando a Edipo, Hamlet, Lear, y a todos esos tipos —dije—, me hubiera gustado saber esto mucho antes.

—Esta es la primera ocasión que he tenido realmente de contártelo.

—Cierto —acordé—. Desafortunadamente, tu relato no sólo no aclara las cosas, sino que incluso las complica más. Aquí estamos ante un camino negro que llega hasta el pie de Kolvir. Este camino atraviesa la Sombra, y ha habido criaturas que lo han podido atravesar con éxito para atacar Ámbar. No conocemos las fuerzas exactas que hay detrás, pero, obviamente, son malignas, y parecen estar creciendo en poderío. Últimamente me siento bastante culpable con respecto a ello, ya que creo que está relacionado con mi maldición. Sí, lancé una sobre nosotros. Aunque con maldición o sin ella, tarde o temprano todo se hace tangible y puede ser combatido, y es exactamente lo que vamos a hacer. Durante toda esta semana he intentado descubrir la parte que juega Dará en el asunto. ¿Quién es realmente? ¿Qué es? ¿Por qué estaba tan ansiosa de atravesar el Patrón? ¿Cómo lo consiguió? Y esa última amenaza suya… «Ámbar será destruida». Parece más que una simple coincidencia que esto ocurriera al mismo tiempo que lanzábamos el ataque sobre el camino negro.

No lo veo como un suceso aislado, sino como perteneciente a la misma trama. Y todo parece estar relacionado con el hecho de que hay un traidor en algún lugar de Ámbar… la muerte de Caine, las notas… Hay alguien aquí que está ayudando a un enemigo externo o ese mismo alguien está detrás de todo. Y ahora, debido a su intervención, todo se une con la desaparición de Brand —señalé el cadáver con mi pie—. También es como si la muerte de Papá, o su ausencia, fuera parte de esta trama. Aunque si es así, entonces se convertiría en una conspiración de gran envergadura… con cada detalle minuciosamente planeado a lo largo de muchos años.

Random inspeccionó un armario en la esquina; sacó una botella y un par de copas. Las llenó y me alcanzó una, luego volvió a sentarse en su silla. Dedicamos un brindis silencioso a la futilidad.

—Bueno —dijo—, intrigar es el pasatiempo favorito de aquí, y ya sabes que todo el mundo ha tenido el tiempo suficiente para hacerlo. Los dos somos demasiado jóvenes para recordar a los hermanos Osric y Finndo, quienes murieron por el bien de Ámbar. Pero la impresión que obtengo al hablar con Benedict…

—Sí —dije—… es que hicieron algo más que desear el trono, por lo que fue necesario que murieran valientemente por Ámbar. Yo también lo he oído. Tal vez sea así, tal vez no. Nunca lo sabremos con seguridad. Sin embargo… Sí, has recalcado un punto, aunque casi no era necesario. No dudo que ya se ha intentado antes, y no me atrevería a excluir a ninguno de nosotros en esta intriga, pero ¿quién? Estaremos en seria desventaja hasta que no lo averigüemos. Cualquier movimiento externo que hagamos, probablemente sólo pueda dirigirse contra una parte de la bestia… Aporta alguna idea.

—Corwin —dijo—, siendo franco, podría aportar motivos para cualquiera de nosotros… incluido yo mismo, en mi situación de prisionero. De hecho, habría sido estupendo. Me hubiera encantado aparentar impotencia mientras que por detrás movía los hilos que hacían que los demás bailasen. Aunque a cualquiera de nosotros le hubiera encantado. Todos tenemos nuestros motivos, nuestras ambiciones. Y durante estos años hemos tenido el tiempo y las oportunidades para haberlo planeado y realizado. No, buscar sospechosos es la manera errónea de encararlo. Todos encajamos aquí en esa categoría. Pensemos, en cambio, qué es lo que distinguiría a un individuo así, aparte de los motivos y las oportunidades. Diría que buscáramos los métodos utilizados.

—De acuerdo. Comienza.

—Alguno de nosotros sabe más que el resto sobre el funcionamiento de la Sombra… sus interioridades, el por qué y el cómo. También tiene aliados, conseguidos en algún lugar bastante alejado. Esta es la combinación que ha hecho caer sobre Ámbar. Ahora bien, no hay nada que nos permita observar a una persona y decir si posee este conocimiento especial y las adecuadas habilidades. Pero consideremos dónde pudo haberlas conseguido. Podría ser que simplemente las aprendiera en algún sitio lejos en la Sombra, por sus propios medios. O podría haberlas estudiado todo este tiempo aquí, mientras Dworkin todavía vivía.

Bajé los ojos a mi copa. Dworkin todavía podía estar vivo. Él me había proporcionado el medio para escapar de las mazmorras de Ámbar… ¿hacía cuánto tiempo? No le había dicho esto a nadie, y no pensaba hacerlo. Por un lado, Dworkin estaba bastante loco, razón por la que, aparentemente, Papá le había encerrado; por otro lado, había demostrado tener poderes que yo no comprendía, lo que me convencía de que podía ser muy peligroso. Sin embargo, se mostró amablemente dispuesto hacia mí después de halagarlo un poco y de recordar algunas cosas del pasado. Si todavía viviera, estaba seguro de que con un poco de paciencia podría manejarlo; razón por la que mantuve todo este asunto exclusivamente en mi mente como una posible arma secreta. No veía ningún motivo para cambiar esa decisión en este momento.

—Brand permanecía mucho tiempo con él —reconocí, dándome cuenta hasta dónde quería llegar mi hermano—. Le interesaban cosas de ese tipo.

—Exactamente —replicó Random—. Y, obviamente, él sabía bastante más que el resto de nosotros, ya que pudo enviarme ese mensaje sin usar un Triunfo.

—¿Crees que hizo un trato con gente de fuera, abriéndoles el camino, para descubrir luego, cuando lo encerraron, que ya no le necesitaban?

—No necesariamente. Aunque supongo que también es posible. Mi pensamiento va más por este lado… y no niego mi predisposición a su favor: creo que aprendió lo suficiente sobre el tema como para poder detectar el peligro cuando alguien manipuló los Triunfos, el Patrón, o esa parte de la Sombra más cercana a Ámbar. Luego cometió un error. Tal vez subestimó al enemigo y se enfrentó a él directamente, en vez de decírselo a Papá o a Dworkin. ¿Y entonces qué pasó? La otra facción involucrada lo atrapó, aprisionándolo en la torre. Y este enemigo le tenía la suficiente consideración como para no matarlo si no era absolutamente necesario, o tenía un posible interés en usarlo más tarde.

—Haces que esto también parezca plausible —reconocí, y tendría que haber añadido: «y encaja perfectamente con tu historia», para observar su cara de póker otra vez, si no hubiera sido por una cosa. Cuando yo estaba con Bleys, preparando nuestro ataque a Ámbar, tuve un contacto momentáneo con Brand mientras yo jugaba con los Triunfos. Me había dado a entender que estaba encerrado antes de que el contacto se rompiera. Hasta ese punto, la historia de Random encajaba. Por lo que, en vez de añadir eso, dije—: Si él puede indicarnos al culpable, tenemos que traerlo de vuelta.

—Esperaba que dijeras algo así —replicó Random—. Odiaría dejar un asunto como este inacabado.

Fui a coger la botella y llené otra vez nuestras copas. Bebí. Encendí otro cigarrillo.

—Sin embargo, antes de que nos metamos en ello —dije—, tengo que decidir cuál es la mejor manera de dar la noticia sobre Caine. ¿Dónde anda Flora?

—Creo que en la ciudad. Estuvo aquí esta mañana. Estoy seguro de que si la quieres ver yo la podría encontrar.

—Hazlo. Que yo sepa, ella es la única persona, además de nosotros, que ha visto a los que te perseguían, aquella vez cuando irrumpieron en su casa en Westchester. Bien podríamos tenerla a mano para que al menos corroborara lo desagradables que pueden ser estos tipos. Además, tengo otras cosas que me gustaría preguntarle.

Bebió su copa y se puso en pie.

—De acuerdo. Iré a buscarla ahora. ¿Adónde debo traerla?

—A mis habitaciones. Si no estoy allí, espérame.

Asintió.

Me puse en pie y lo acompañé hasta el hall.

—¿Tienes la llave de esta habitación? —le pregunté.

—Está colgada dentro.

—Será mejor que la cojas y que la cierres. No nos gustaría que lo descubrieran prematuramente.

Después de cerrar la puerta, me dio la llave. Caminé con él hasta el primer descansillo, viendo cómo se alejaba. Luego me dirigí hacia mis propias habitaciones.

De mi caja fuerte saqué la Joya del Juicio, una cadena con un rubí que le había dado a Papá y a Eric control sobre el clima de las cercanías de Ámbar. Antes de morir, Eric me dijo qué procedimiento tenía que seguir para sintonizar con ella y poder utilizarla. Todavía no había tenido tiempo de hacerlo, y tampoco lo tenía ahora. Pero durante mi conversación con Random, llegué a la conclusión de que iba a tener que conseguir ese tiempo. Encontré las notas de Dworkin bajo una piedra cerca de la chimenea de la habitación de Eric. Me dio esa información la última vez que lo vi. Aunque me hubiera gustado saber cómo había conseguido las notas, ya que estaban incompletas. Las cogí del fondo de la caja fuerte y las observé una vez más. Coincidían con la explicación de Eric sobre cómo debía conseguirse la unión con la Joya.

Pero también indicaban que la piedra tenía otras funciones, que el control de los fenómenos meteorológicos casi era una demostración incidental, aunque espectacular, de un complejo sistema de principios que involucraban al Patrón, los Triunfos, y la misma integridad física de Ámbar, además de abarcar la Sombra. Desafortunadamente, faltaban los detalles. Y cuanto más buscaba en mis recuerdos, más convencido estaba de que iba por buen camino. En raras ocasiones Papá sacaba la piedra; y aunque había comentado que se podía manipular el clima, este no siempre fue alterado en esas ocasiones en que él la utilizó. Y a menudo se la llevaba consigo en sus viajes cortos. Por lo que estaba dispuesto a creer que también tenía otros usos. Probablemente Eric había pensado lo mismo, pero él tampoco fue capaz de descubrir cuáles eran. Simplemente tomó ventaja de sus poderes obvios cuando Bleys y yo atacamos Ámbar; y la utilizó de la misma manera cuando las criaturas lanzaron su ataque desde el camino negro. En las dos ocasiones le sirvió bien, aunque no fue suficiente para salvarle la vida. Por lo que decidí que era mejor que me hiciera con sus poderes ahora. Cualquier ventaja adicional era importante. Y también sería bueno que me vieran llevándola. Especialmente ahora.

Volví a guardar las notas en la caja fuerte y la Joya en mi bolsillo. Dejé la habitación y bajé por las escaleras. De nuevo, como antes, caminar por esos pasillos me hacía sentir como si nunca hubiera estado lejos. Este era mi hogar, esto era lo que quería. Ahora yo era su defensor. Ni siquiera llevaba la corona, sin embargo todos sus problemas se habían convertido en los míos. Resultaba irónico. Había vuelto para reclamar la corona, para arrebatársela a Eric, para conquistar la gloria, para reinar. Y ahora, repentinamente, las cosas se estaban desmoronando. No había tomado mucho tiempo darse cuenta de que Eric se había comportado de manera incorrecta. Si él había matado a Papá, no tenía derecho a la corona. Y si no lo había hecho, actuó prematuramente. Fuera cual fuese el caso, la coronación sirvió para engordar su ya obeso ego. En lo que a mí se refería, quería la corona y sabía que podía tomarla. Pero sería igual de irresponsable hacerlo con mis tropas acuarteladas en Ámbar, especialmente en ese momento que recaería sobre mí la sospecha del asesinato de Caine, con los primeros signos de una trama fantástica que se estaban desvelando, y la persistente posibilidad de que Papá todavía viviera. En varias ocasiones pareció como si hubiéramos estado en contacto, brevemente… y una de esas veces, años atrás, él otorgó el visto bueno para mi sucesión. Pero había tanto engaño y mentira en el aire, que ya no sabía qué creer. Él no abdicó. Yo por ese entonces tenía una herida en la cabeza, y la mente es un lugar muy raro. Ni siquiera confío en la mía. Era muy consciente de mis propios deseos por el trono; ¿podría ser que yo me hubiera inventado todo ese asunto? Ocurrieron muchas cosas después. Supongo que el precio de ser un amberita es que ni siquiera puedes confiar en ti mismo. Me pregunté qué es lo que hubiera dicho Freud. Así como fracasó en atravesar la barrera de mi amnesia, sí logró sacar unas conjeturas muy cercanas sobre cómo había sido mi padre y cómo había sido nuestra relación, aunque yo no me diera cuenta de ello en aquel momento. Deseé poder tener una sesión más con él.

Atravesé el hall de mármol del comedor, dirigiéndome hacia el oscuro y estrecho corredor que había detrás. Le hice una señal al guardia y regresé hasta la puerta. La atravesé, salí a la plataforma, y, tras cruzarla, bajé por la interminable escalera de caracol que conduce hasta las entrañas de Kolvir. Caminando. Con luces que iluminaban el camino cada cierto tiempo. La oscuridad más allá.

Parecía como si el balance hubiera cambiado en algún lugar del camino, como si yo ya no fuera el que manipulaba sino el que estaba siendo manipulado, obligado a moverme, a responder. Me conducían, y cada movimiento llevaba a otro. ¿Dónde había comenzado todo? Tal vez esto era así desde hacía años, y sólo ahora empezaba a darme cuenta. Tal vez todos éramos víctimas, de una manera y en un grado que nadie había podido medir. Yo quise ser rey —aún quería serlo en ese entonces— por encima de cualquier cosa. Sin embargo, cuanto más aprendía y cuanto más pensaba en lo que había aprendido, más parecía que mis movimientos conducían a Peón de Ámbar a Rey Cuatro. Me di cuenta entonces que llevaba sintiendo esto desde hacía un tiempo de modo creciente, y que no me gustaba nada. Me consolé a mí mismo pensando que nadie que hubiera vivido pudo hacerlo sin cometer un error. Si la sensación que sentía representaba la realidad, mi Pavlov personal se estaba aproximando a mis colmillos con cada tañido de la campana, y estaba seguro de que faltaba poco para que se acercara lo suficiente, momento en el que me encargaría de que no se me escapara.

Girando, girando, alrededor y hacia abajo, luz aquí, luz allí, estos eran mis pensamientos, como un hilo en una madeja, enroscándose o desenroscándose, era difícil saberlo con seguridad. Debajo mío, el sonido de metal contra la piedra. La funda de la espada, el guardia poniéndose en pie. Una onda de luz de una linterna que se alza.

—Lord Corwin…

—Jamie.

Cogí una linterna de una estantería. Encendiéndola, di media vuelta y me dirigí hacia el túnel, empujando la oscuridad delante mío, cada vez un paso.

Finalmente en el túnel, y hacia arriba, fui contando los pasajes laterales. Era el séptimo el que quería. Ecos y sombras. Humedad y polvo.

Entré en él. Giré allí. Estaba llegando.

Hasta que estuve ante la gran puerta, oscura, laminada en metal. Giré la llave y empujé con fuerza. Crujió, resistió, y finalmente se abrió.

Dejé la linterna en el suelo, dentro, a la derecha. No la necesitaba, ya que el Patrón mismo proporcionaba la suficiente luz para lo que tenía que hacer.

Durante un momento observé el Patrón —una masa brillante de líneas curvas que engañaban al ojo cuando intentaba seguirlas— empotrado allí, enorme, en la oscuridad del suelo. Me había dado poder sobre la Sombra, me había devuelto casi toda mi memoria. También me destruiría en un momento si cometía algún error. La gratitud que despertó en mí no estaba exenta de miedo. Era una espléndida y críptica vieja reliquia familiar que se hallaba en el lugar adecuado, la bodega.

Me acerqué hasta la esquina donde comenzaban las líneas. Allí preparé mi mente, relajé el cuerpo, y puse mi pie izquierdo sobre el Patrón. Sin detenerme, seguí andando y sentí comenzar la corriente. Chispas azules perfilaron mis botas. Otro paso. Esta vez se produjo una crepitación audible y comenzó la resistencia. Tomé la primera curva, apresurándome, deseando llegar al Primer Velo lo más rápido posible. Cuando lo hice, mi cabello comenzó a erizarse y las chispas fueron más brillantes, permaneciendo más tiempo.

Se incrementó la presión. Cada paso requería más esfuerzo que el anterior. La crepitación se hizo más fuerte y la corriente se intensificó. Mi pelo se erizó por completo y de mi cuerpo salían chispas. Mantuve los ojos en la línea ardiente y no dejé de empujar.

Repentinamente la presión cedió. Trastabillé pero continué avanzando. Había atravesado el Primer Velo, y me alegré ante la sensación de logro que ello implicaba. Recordé la última vez que vine por este camino, en Rabma, la ciudad bajo el mar. La maniobra que acababa de completar fue lo que inició el regreso de mi memoria. Sí. Continué empujando hacia adelante, las chispas crecieron y las corriente se alzaron una vez más, haciendo que mi carne hormigueara.

El Segundo Velo… Los ángulos… Siempre parecía exigir que tu fuerza llegara a sus límites, produciendo la sensación de que todo tu ser se transformaba en pura Voluntad. Era una sensación inagotable y compulsiva. En ese momento, concentrarme en atravesar el Patrón era lo único en el mundo que tenía algún significado para mí. Siempre había estado allí, esforzándome, nunca estuve lejos, siempre estaría allí, luchando, mi voluntad contra el laberinto de poder. El tiempo había desaparecido. Sólo permanecía la visión.

Las chispas me llegaban hasta la cintura. Entré en la Gran Curva y luché cada paso de mi camino. Era continuamente destrozado, para renacer con cada movimiento, horneado por los fuegos de la creación, enfriado por la helada entropía final.

Fuera y hacia adelante, girando. Tres curvas más, una línea recta, un número de arcos. Mareos, sensaciones de apagarme e intensificarme como si oscilara dentro y fuera de la existencia. Giro tras giro tras giro tras giro… un arco corto y pronunciado… La línea que conducía hasta el Velo Final… Me imaginé que entonces jadeaba y que estaba bañado en sudor. Nunca puedo recordarlo con certeza. Apenas podía mover los pies. Las chispas me llegaban hasta los hombros. Alcanzaron mis ojos y perdí de vista el mismo Patrón mientras parpadeaba. Dentro, fuera, dentro, fuera… Allí estaba. Arrastré mi pie derecho hacia adelante, sintiendo lo que debió sentir Benedict cuando sus pies fueron atrapados por la hierba negra. Justo antes de que yo le golpeara. Yo mismo me sentí aporreado… en todo el cuerpo. El pie izquierdo, adelante… tan lentamente que era difícil estar seguro de que estuviera moviéndose. Mis manos eran llamas azules, mis piernas columnas de fuego.

Otro paso. Otro. Incluso otro.

Me sentía como una lenta estatua animada, como un hombre de nieve derritiéndose, como una viga que se comba… Dos más… Tres… Mis movimientos eran helados, pero yo, que los dirigía, tenía toda la eternidad y una perfecta constancia de voluntad que se vería realizada…

Atravesé el velo. Luego había un pequeño arco. Tres pasos para cruzarlo hacia la oscuridad y la paz. Fueron los peores de todos.

¡Un momento de descanso para que Sísifo tome café! Ese fue mi primer pensamiento cuando dejé atrás el Patrón. ¡Lo conseguí otra vez!, fue el segundo. Y ¡nunca más!, fue el tercero.

Me permití el lujo de respirar profundamente varias veces y de temblar un poco. Luego saqué del bolsillo la Joya y la alcé, sosteniéndola por la cadena. La puse ante mis ojos.

Por supuesto, era roja por dentro… un profundo rojo cereza, como atravesado por humo. Parecía como si hubiera ganado algo más de luz y de brillo durante el viaje a través del Patrón. Continué mirándola, pensando en las instrucciones, comparándolas con cosas que yo conocía.

Una vez que has atravesado el Patrón, llegando hasta este punto, puedes hacer que te transporte a cualquier sitio que consigas visualizar. Todo lo que hace falta es el deseo y un acto de voluntad. Siendo este el caso, tuve un momento de indecisión. Si el efecto era como normalmente solía ser, podría estar lanzándome hacia una especie de trampa. Pero Eric lo había conseguido. No se quedó atrapado en el corazón de una gema en algún sitio en la Sombra. El Dworkin que había escrito esas notas fue un gran hombre, y yo había confiado en él.

Preparando mi mente, intensifiqué el escrutinio del interior de la piedra.

En su interior había un reflejo distorsionado del Patrón, rodeado por parpadeantes puntos de luz, diminutos destellos y fogonazos, diferentes curvas y senderos. Tomé mi decisión, enfoqué mi voluntad…

Todo rojo y movimiento lento. Como si te hundieras en un océano de alta viscosidad. Al principio muy lentamente. A la deriva y oscureciéndose, con gran número de pequeñas luces que estaban lejos, muy lejos delante. Débilmente, mi aparente velocidad aumentó. Copos de luz, distantes, intermitentes. Entonces pareció como si fuera un poco más rápido. No había escalas. Yo era un punto de consciencia de dimensiones indeterminadas. Consciente del movimiento, consciente de la configuración hacia la cual avanzaba, rápidamente ahora. Todo el rojo casi había desaparecido, al igual que la consciencia de mi entorno. Desapareció la resistencia. Ganaba velocidad. Ahora todo esto parecía haber ocurrido en un sólo instante, todavía ocurría en ese mismo instante. En todo el asunto había una cualidad peculiar, intemporal. Mi velocidad, relativa a lo que ahora parecía ser mi objetivo, era enorme. El pequeño y torcido laberinto estaba creciendo, transformándose en algo similar a una variación tridimensional del mismo Patrón. Acentuado por fogonazos de luz de colores, creció ante mí, tan parecido a una galaxia bizarra medio enmarañada en el centro de una noche eterna, con un halo de polvo de brillo pálido, sus serpentinas compuestas de incontables puntos parpadeantes. Y creció, o yo encogí, y avanzó o yo avancé, y estuvimos cerca, cerca y juntos, y ahora llenaba todo el espacio, desde arriba hasta abajo, de este camino a aquel, y mi velocidad personal aún parecía estar aumentando. Me encontraba atrapado, abrumado por el resplandor, y había una serpentina perdida que era el comienzo. Estaba demasiado cerca —en realidad, estaba perdido— para poder seguir captando toda su configuración, pero el giro, el parpadeo, todo lo que veía, rodeándome por todos lados, hizo que me preguntara si tres dimensiones eran suficientes para explicar las complejidades con las que me enfrentaba y que distorsionaban mis sentidos. En vez de mi analogía galáctica, algo en mi mente se fue hasta el otro extremo, sugiriendo el espacio subatómico de dimensiones infinitas de Hilbert. Pero era una metáfora producida por la desesperación. Lisa y llanamente, no entendía nada. Sólo tenía la creciente sensación —¿condicionada por el Patrón? ¿Instintiva?— de que tenía que atravesar este laberinto para obtener el nuevo grado de poder que buscaba.

Y no estaba equivocado. Fui arrastrado a su interior sin perder nada de mi velocidad aparente. Fui arrojado, dando vueltas, por caminos resplandecientes, atravesando nubes insubstanciales de resplandor y brillo. No había ninguna zona de resistencia, como en el Patrón, pareciendo que mi ímpetu inicial era suficiente para hacer que lo atravesara. ¿Un tour huracanado por la Vía Láctea? ¿Un hombre ahogándose arrastrado por entre cañones de coral? ¿Un gorrión insomne volando por encima de un parque de atracciones la noche de un Cuatro de Julio? Estos eran mis pensamientos mientras consideraba mi reciente iniciación en esta forma transformada.

… Y fuera, a través, por encima, hasta que acaba con un resplandor de maldita luz que me encontró contemplándome a mí mismo sosteniendo la cadena al lado del Patrón, luego observando la cadena, con el Patrón en su interior, en mi interior, todo dentro de mí, yo dentro de él, con el rojo retrocediendo, bajando, desapareciendo. Entonces quedé sólo yo, la cadena, el Patrón, solos, restablecidas las relaciones de sujeto-objeto… sólo que una octava más alto, lo que considero que es la mejor manera de describirlo. Ya que ahora existía una cierta empatía. Era como si hubiera adquirido un sentido extra, y un medio adicional de expresión. Era una sensación extraña, pero satisfactoria.

Ansioso por ponerlo a prueba, volví a reunir mi determinación y le ordené al Patrón que me transportara a otro sitio.

Entonces estuve en la habitación circular que hay en la torre más alta de Ámbar. Cruzándola, salí fuera, a una terraza muy pequeña. El contraste era muy fuerte, aproximándose bastante al viaje supersensorial que acababa de realizar. Durante varios minutos largos, simplemente permanecí allí, mirando.

El mar era un estudio en texturas, mientras el cielo estaba parcialmente cubierto, dirigiéndose hacia la noche. Las mismas nubes mostraban patrones de suave brillo y ásperas sombras. El viento iba en dirección al mar, por lo que el olor de la sal me fue negado temporalmente. Pájaros oscuros puntuaban el aire, flotando a una gran distancia por encima del agua. Debajo mío, los patios del palacio y las terrazas de la ciudad se extendían en permanente elegancia hasta el borde de Kolvir. La gente era diminuta en las avenidas, con sus movimientos descartados. Me sentí muy solo.

Entonces toqué la Joya y llamé una tormenta.