33

Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir.

MIGUEL DE UNAMUNO

Enoc rebuscó en los bolsillos de Marc la llave del apartamento y, tras entrar en este, ayudó a su antiguo amigo a llegar hasta la cama. Observó durante un instante su rostro amoratado y se dirigió al aseo. No cabía duda de que el nieto del capitán golpeaba con fuerza cuando algo le enfurecía, y que Marc besara a la que consideraba su novia le había enfurecido bastante. Solo había sido cuestión de suerte que no le rompiera la nariz. De suerte, o de la rapidez con la que Alicia había comenzado a gritar, alertándoles. Vertió agua timolada en un recipiente y se hizo con unos cuantos paños antes de regresar al dormitorio. Marc continuaba en la cama, mirando el techo con ojos vacíos, ni siquiera se había preocupado en desvestirse. Enoc le quitó los zapatos y la chaqueta y comenzó a limpiar la sangre que manchaba su cara con cuidadoso esmero.

—Todo está perdido, Enoc. He visto como el viejo ha mirado a Lucas... ya ha decidido quién será su heredero, y no voy a ser yo —balbució Marc cerrando los ojos, vencido por el desaliento—. Casi me alegro, estoy harto de vivir amargado, de fingir que me siento atraído por quien no me atrae, de convertirme en otro hombre cuando piso tierra. Tenías razón. Aborrezco el monstruo en el que me he convertido. —Abrió los ojos, centrándolos en la curtida faz de su antiguo oficial—. Pero no me pidas que sonría. He pasado toda mi vida trabajando para la naviera y ahora voy a ser dejado de lado por culpa de un mocoso.

—Nadie te va a dejar de lado, Marc —le aclaró Enoc pasándole el paño por la frente con delicada ternura.

—El bastardo asumirá el mando de la compañía. Capitaneará el mejor de los barcos Agramunt. El Luz del Alba, ¡mi barco!

—A Lucas no le interesan los barcos. Ni el mar. De hecho, no creo que haya nada que pueda alejarle de la ciudad... de Alicia.

—El viejo se las apañó para que embarcara en el Tierra Umbría y se pusiera bajo la tutela del ingeniero Martí —refutó observando a Enoc con los ojos entornados mientras este le aseaba con húmedas caricias.

—Sí, porque a Lucas le fascinan los motores. De la clase que sean: barcos, coches, fuentes... Tecnología, motores y Alicia. Eso es lo único que le interesa. No te quitará tu barco, Marc —afirmó mirándole compasivo—. Tanta ira, tanto rencor, por nada. Sí, es el heredero —confirmó al fin—, pero no le interesan las rutas marítimas ni los cargamentos, y el capitán lo sabe —se detuvo negando con la cabeza—. No debería decírtelo, pero me duele verte derrotado. Cuando el capitán falte las acciones de la naviera serán divididas en dos paquetes iguales, uno para Lucas y otro para ti, pero tú serás quien la dirija. Es la única condición que impondrá en su testamento, y no creo que a Lucas le importe. Como te digo, no le interesan los barcos, solo las máquinas. Y, además de la casa y su parte de la compañía, Lucas va a heredar un enorme y moderno taller donde podrá jugar a inventar todos los motores que quiera —dijo levantándose de la cama—. Descansa, amigo mío, mañana será un día complicado.

—Enoc... No te vayas. Quédate esta noche. Amanece conmigo.

—¿Por qué lo ha hecho? —preguntó Lucas al terminar de leer el testamento.

—Porque eres mi heredero.

—Pero... ¿Por qué lo soy? ¿Por qué me ha legitimado?

—Porque así lo he decidido —aseveró Biel zanjando la cuestión.

—Entiendo. Antes ha dicho que —tragó saliva—, que está esperando a que su heredero ponga en marcha el taller...

—Así es.

—Y yo soy su heredero.

—Ya lo hemos hablado, pero si quieres te lo repito: sí, lo eres. Sin ninguna duda.

—¿Podré ponerme a trabajar inmediatamente? —preguntó casi temeroso.

—Solo por las mañanas, por las tardes estudiarás. —Biel se incorporó en la silla, alerta ante el tono de su nieto. No sería capaz de...

—Necesito trabajar a jornada completa —replicó Lucas mirándole muy serio.

—¡Por todos los santos! —¡Sí, había sido capaz!—. ¡Jamás he conocido a nadie tan obsesionado con el trabajo como tú! Acabas de convertirte en heredero de una fortuna, ¡no necesitas trabajar!

—¡No quiero su dinero, sino el mío!

—¡Para qué, por el amor de Dios!

—¡Porque no quiero que nadie me mantenga!

—¡Maldito orgullo Agramunt! ¿No podías haber heredado otro rasgo menos marcado de mi carácter? —exclamó Biel echándose a reír—. ¿Sigues empeñado en casarte con mi pupila? —inquirió con una artera sonrisa.

—Sí.

—Imagino que querrás esperar hasta que tu trabajo dé fruto...

—Por supuesto.

—Y aplazarás la boda, pongamos un par de años, hasta que el taller dé beneficios y puedas independizarte...

—¿Un par de años?

—Más o menos, puede que más. El comienzo de un negocio es lento. Y también tienes que tener presente que tu prometida es una Aloss y tú un Agramunt, heredero de una de las navieras más importantes del país, no podéis casaros e iros a vivir a una casucha de la Barceloneta, no sería seguro, cualquiera podría secuestrar a Alicia cuando tú estés ausente. Un apartamento en el piso principal de alguno de los nuevos edificios del paseo de Gracia podría ser aceptable. Así que, añade a esos dos años otros siete u ocho para que tengas tiempo de ahorrar todo el dinero que te va a hacer falta.

—Diez años —murmuró Lucas.

—Y, ten en cuenta que, a pesar de haber estado ciego en lo que a vosotros dos se refería, ya no lo estoy. A partir de esta misma noche apostaré a dos de mis mejores hombres en el corredor, ya sabes, el que da a vuestros cuartos, con la orden de no permitir que nadie, y con esto me refiero a ti, circule por él durante la noche.

—¿Va a vigilar el corredor? —inquirió Lucas tragando saliva al saberse descubierto.

—Dos hombres. Con pistolas. Y con la orden expresa de dispararte si abandonas tu habitación antes de que amanezca —aseveró Biel con rotundidad.

—Entiendo.

—Eso espero.

Lucas se quedó en silencio unos segundos, intentando pensar en todo lo que el capitán había expuesto. Pero solo era capaz de pensar en una cosa.

—Diez años —susurró negando con la cabeza.

—Como mínimo. Una lástima, la verdad. A la señora Jana y a mí nos encantaría tener algún bebé correteando por la casa antes de ese tiempo. Y a Anna no le queda mucho tiempo de vida, estoy seguro de que le encantaría coger en brazos a su nieto. Pero si no puede ser...

—Tengo que pensar en ella —manifestó Lucas mordiéndose el labio—. Y también en Alicia, no va a ser fácil encontrar una casa tan segura como esta. Si algo le pasara...

—Ciertamente. Y, teniendo en cuenta que vas a heredar esta mansión, es una soberana estupidez que quieras mudarte a otro lugar, menos seguro y adecuado para vosotros. Por otro lado, si continúas estudiando por las tardes, como es mi deseo, consideraré oportuno darte una asignación mensual como pago por tu tiempo.

Lucas miró a su abuelo, sorprendido.

—¿Está intentando comprarme?

—En absoluto. Te estoy sobornando.

—A mí nadie me soborna —siseó ofendido.

—Diremos pues que estamos negociando. ¿Te parece bien? —Lucas asintió—. Todo se reduce a lo que ambos deseamos. Tú quieres casarte con Alicia. Yo quiero tener bisnietos. Tú quieres trabajar en el taller. Yo quiero que estudies. Tú quieres ganar dinero. Yo quiero que te hagas rico con los motores que vas a inventar. No debería ser difícil llegar a un acuerdo.

—Mirándolo así...

—No hay otro modo de mirarlo. Además, debes pensar en Alicia, está muy unida a su madre, no creo que quiera alejarse de ella.

—No. Claro que no.

—Y yo me disgustaría mucho si te marcharas.

—¿En serio?

—¿Con quién sino iba a discutir? —argumentó arqueando una ceja.

—Creo que debería hablar con Alicia para ver qué piensa ella.

—No sería mala idea. Estimo que tardaré un par de horas en encontrar a los hombres que van a vigilar el corredor. Aprovecha ese tiempo para convencerla. Puedes retirarte.

Lucas asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta, ensimismado en sus pensamientos.

—Marinero —le llamó el capitán—. No se te ocurra decepcionarme. Quiero que se celebre una boda en esta casa dentro de tres meses. Ni un mes antes. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Sí, capitán. No habrá necesidad de apresurarla, me comprometo a ello.