3 diciembre, sábado
Me levanté con mal cuerpo y, ya de mañana, tuve un agarrón con la chavala. Lo de peinar dará chiches, no lo discuto, que yo mismo conté anteayer treinta billetes juntos, pero está la guagua y ya se sabe que antes es Dios que todos los santos. Así se lo planté y ella empezó con toda la calma que no fuera vaina y que si prefiero que se establezca está determinada a ello. Ya le dije que ni a tarros, y ella que a qué ton, que le faltan manos para atender la parroquia y que mejor la pintaría así. Con todo el temple la solté que bien estaba lo suyo como pasatiempo, pero que dice muy poco en mi favor el tener a mi señora currelando, y que poner un establecimiento era tal y como dar dos cuartos al pregonero y que yo tengo mi orgullo y que por ahí no pasaba. La chavala se atufó y me salió con que lo que me escocía es que ella medrase y yo para atrás como el cangrejo, y eso me cabreó y le dije que ojo, que por ahí iba mal, pero ella porfió que el tío había dicho que era más capaz que yo y que eso era lo que me enojaba, y ya me sacó los chorros del canasto y la voceé, de segundas, que ojo y que como volviera a comparar la pegaba una mano de guantadas que se iba a acordar de la fecha. ¡Estaría bueno! A la marraja se la cayó el poto y apuntó en otra dirección; que me diera a razones, que treinta mil son una cifra y que no era cosa de decirle adiós por una cabezonada. Ya le dije que por ahí podíamos entendernos, que yo, lo único, el chavea, y que si atendía al chavea, inclusive podía establecerse en el salón de lustrar, que no va para atrás ni para delante y estaba bien ubicado. La torda de ella, que eso era una cochiquera y que para tanto como eso mejor dejarlo, y yo, que qué se había pensado, y ella, que de no establecerse como Dios manda prefiere seguir corriendo calles aunque se deslome. Lo que yo digo, muchos pájaros en la cabeza es lo que tiene ésta. La gilí no se da cuenta de que sin la de don Helio y otras como ella, o sea por simpatía, no sacaría ni para la micro. Pues, no señor, ella un genio; ella monta una peluquería y tortas por entrar. Lo que ella dice: «Al saber lo llaman suerte». ¡Qué cosas!
Y no digo yo que sea capaz o deje de serlo, que en eso no me meto, pero lo que procede es aprovechar estos meses que anda con la chorrina en vez de alzar el gallo a cada paso, que uno, mal que le pese, todavía se viste por los pies.
6 diciembre, martes
Tú que no quieres caldo, taza y media. Ahora sale la chavala, que lleva cuatro meses sin verlo y que si no será que la he sacado otra vez en estado. Ya le dije que si no lo había visto mal podía andar preñada, y ella que qué tiene que ver el culo con las témporas, que, sin ir más lejos, mi hermana empalmó cuatro criaturas sin verlo vivo ni muerto. ¡También gibaría! Yo porfiaba que eso no es posible, pero lo cierto es que me ha metido el resuello en el cuerpo y en todo el día de Dios se me ha ido la idea del pensamiento.
Hubo carta de los viejos. Los huevones, que muchas nieblas y que quién pudiera estar acá. A ojos cerrados hacía chamba con ellos. ¡No te amuela!
8 diciembre, jueves
Hoy, la Virgen. ¡Buen día de caza, me cago en sandiez! De fijo que la cuadrilla habrá salido allá, vaya usted a saber dónde. En cambio, uno acá como un tonto lilaila. Un paseíto por la Alameda, a ventearse, y a casita que se pega el arroz. Bien mirado, esto no es vida.
Vinieron los tíos después de comer. Ya se sabe, la de siempre. El cipote, chocho por el crío. Dale con que él sí es capaz. Me giba lo que nadie sabe, porque el marrajo lo dice con retintín, como dando por supuesto que uno es un pelado. Y eso que se le quite de la cabeza. Malmeter a la criatura con su padre, de ningún modo. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
10 diciembre, sábado
Ahora que le iba cogiendo el qué al cepillo me está saliendo un uñero que cada vez que le tropiezo es ver a Dios. ¡Pucha madre! Desde que salí de casa no hago más que amontonar desgracias. Y no es que el negocio vaya mejor ni peor, pero lo que si tengo que cruzarme de brazos apañados estamos.
La Anita, como quien no quiere la cosa, sacó otra vez a colación lo de establecerse. Ya le dije que ve ahí tiene el salón, que si lo quiere lo coja y si no lo deje. La panoli, ni mus. A otra cosa, mariposa.
13 diciembre, martes
Trece y martes. ¡Toma del frasco! Cincuenta y tres clientes en todo el santo día. A última hora me se reventó el panadizo. ¡Anda y que tampoco solté forraje ni nada! A la salida, le dije al Efrén que habrá que pensar en tomar el dos; esto no cuaja y es lesera porfiar. Sólo un buen traspaso nos sacaría de apuros.
Va para cuatro días que no veo a la tía. A saber qué preparará la guarra de ella. Aunque te pones a ver y cada vez me dice menos. Bien mirado, no es más que un saco de papas.
Anduve un rato donde Lautaro conversándonos una botella.
17 diciembre, sábado
En este país no hay cosa con cosa. Aquí todo es provisorio y uno puede acostarse de soldado raso y levantarse de general. La cosa tiene chiste, como yo digo. Y la fetén es que si no es por el Joe, aquí no ha pasado nada. Pero el tazado de él se me planta delante y yo bien me pensé que venía a pedir árnica, pero el pelado se apotrinca en el sillón y que le lustrase, patroncito. El mandria no hacía más que gozarla con dos rotos de mierda que quedaron a la puerta. Me puse negro y le dije que para lustrar, lo primero, tener zapatos y no los pingos que él calzaba. El huevón, venga de gozarla y venga de mirar a los gilís por la vidriera y que dejémoslo no más, y que le lustrase los pilches, patroncito. Ya le dije que aviado estaba, y él, entonces, saltó con que tenía quince pitos y quería lustrarse y le tenía que lustrar, no más, porque el saloncito era de todos. Ya cargado, le dije que le lustrase su padre y que si él y los cantinflas de la puerta se querían divertir, que se comprasen un mono. El huevón, que un ratito no más, se largó y volvió con un carabinero y que le lustrase. Le mostré el reloj y le dije que era hora de cerrar, y él, que en ese caso, pues, y el pelado del Joe que el lunes volvería. Si espera que yo la hinque está fresco. Me faltó tiempo para decirle al Efrén que ponga un anuncio de traspaso en el «Mercurio» y que yo le pondré en el «Diario», porque el salón no se vuelve a abrir, como me llamo Lorenzo. El Efrén, dale con que nos podíamos buscar un boche. Lo que yo le dije, nadie está obligado a pechar con un negocio que no rinde. ¡Sólo faltaría! Quedé con él mañana donde Lautaro.
A la tarde me llegué donde el «Diario» y andaban de obras, y le pregunté a un gacho que salía, por el administrador, y él, de que me oyó hablar, que si español, y yo, que a ver, y de los finos, y él, que era el subdirector, y que para él España, lo más grande, y ya pegamos la hebra y nos pusimos de palique y de que le conté mi historia, él, que cabalmente había en el diario un puesto de ordenanza y que, si me petaba, allí tenía una casa y un amigo, y yo, que muy gentil y que tan pronto pasaran las fiestas volvería y que por quién debía preguntar, y él, que por don Rodrigo, y yo, que tanto gusto. Y sin más etiqueta me he comprometido. Porque, lo que yo digo, lo que más vale en la vida es la consideración, y por un jefe que sea un caballero, plata se puede dar. Ya le digo a la chavala que mira tú por donde se levanta uno de la cama de limpiabotas y se acuesta de periodista. Ella, que más vale así. Lo que yo le digo, que el que no currele aquí es que es más vago que la chaqueta un peón caminero, porque lo que se dice facilidades, como de aquí a Penco. Lo de hacer plata, ya es otro cantar. Hoy en día, en ninguna plaza pagan por dormir y plata, lo que se dice plata, se puede hacer lo mismo aquí que en Lima, pero hace falta chamba y en América igual que en todas partes. La chavala, que hay aquí más caso. Puede ser. Tocante a ella, lo que la sobra es garbo y simpatía y lo mismo haría allá que acá, porque lo que se dice apreciar un buen peinado hoy no lo aprecia nadie; basta un poquito de gusto y otro poquito de remango. Ella porfía que ni hablar, que otras peinadoras hay muertas de risa, pero, precisamente a eso voy, ésas serán unas fomes, sin el dije y el qué que la chavala se gasta. Finalmente cerré el pico. Con la chavala, si es cuestión personal, es tontería discutir.
Tardé en dormirme más de la cuenta dándole vueltas a lo del traspaso. Si nos cogemos los dedos va a ser la grande.
18 diciembre, domingo
Me encontré con el Efrén donde Lautaro. El gilí anda chupado y todo se le vuelve decir que todavía estamos a tiempo. Ya le advertí que sólo tengo una palabra. Finalmente le confesé mi verdad, o sea que yo no me echo a los pies de ese tolón así me paguen mi peso en oro. Pobre seré, pero tengo mi orgullo. ¡Miren no más! Al Efrén todo lo que le preocupa es perder sus 20.000 pitos. Ya le dije que peor eran los créditos, pero que siempre saldrá un huevón que pague un buen traspaso. Él, que mi boca sea un ángel. Andaba más murrio que otro poco, y lo que yo le dije, que ni acá ni en la quebrada del ajo hace plata quien quiere, sino quien puede y que nosotros teníamos vergüenza y que el tenerla es un lastre en los negocios. El cipote, que qué hubiéramos hecho de no tener vergüenza, y ya le dije que, bien mirado, también eso era cierto y que llevaba razón, que el saloncito nació muerto y sólo Dios podía resucitarle. Acordamos que yo le hablaré al tío para que él vuelva a la barraca. Parece que no, pero desde que he pegado cerrojazo al salón ando por la calle como si me hubieran quitado cien kilos de las espaldas. Así se lo planté a Lautaro y el huevón, que había que festejarlo y empezamos a darle a una frasca de tinto hasta que terminamos de mala manera. De que llegué a casa, la chavala ni mirarme a la cara.
27 diciembre, miércoles
El tío, que mal hecho, que las cosas hay que pensarlas, pues, y que mientras no salga un comprador, dar trancazo a un negocio es lesera. Ya le dije que tenía las manos imposibles y no era cosa de buscar nuevo personal para cuatro días. Luego me preguntó cómo habíamos salido. Bien mirado, aún no lo sé; depende del traspaso, pero ya me conformaría con que quedáramos a pré. Por de pronto, en la cuenta hay cien billetes, pero entre el don Helio y el Banco nos agarran en cuatrocientos. Más vale no pensarlo. El tío, que allí tengo un hueco y que el Efrén vuelva cuando le pete. Ya le dije que, por lo que a mí respecta, nada, pues me he apalabrado con un diario. Él, que cuál, y yo, que el «Ilustrado», y él, que bien, pero que en sustancia cuánto; ya le dije que aún no lo habíamos determinado. El huevón candó el pico y me dijo que para la Navidad no me comprometa que celebraremos las fiestas juntos.
A la tarde se presentó en casa un gacho por lo del anuncio. Yo, que cuatrocientos, y él, que dejémoslo no más. Le eché cara al asunto y le dije que por mí no corría prisa. Se largó con viento fresco.
23 diciembre, viernes
Mañana, Nochebuena. ¡Tócate las narices! Y las chavalas, paseo abajo, paseo arriba, medio en pelotas. Verdaderamente, todo anda acá patas arriba. Te pones a ver y ni la primavera es primavera, ni la hora, la hora fetén, ni las perdices, perdices. Llevo unos días que pienso demasiado en la vida. Luego está lo de la plata. Cuanto más vueltas le doy, más me convenzo de que no hay nada que hacer. Por cada tipo que hace plata te tropiezas con ciento y la madre que andan a verlas venir. Para el caso, lo mismo que allá. Bien mirado, también en mi pueblo con lo de la remolacha les hay que se embolsaron un buen fajo en un par de años. Pero eso, como yo digo, es la excepción. Hay que desengañarse. A estas alturas en ningún sitio atan los perros con longaniza. Y aunque así fuese. Razón le sobraba al Joe cuando decía que el afanar para hacer plata tampoco es solución. Uno no para porque el ansia no le deja y el día que para, ¡coño!, al camposanto, se acabó lo que se daba. Que no, vamos. Es lo mismo que enmendarle la plana al de Arriba y decirle: «Tú me colocaste acá, bueno, pues yo me voy allá porque me sale». No son formas. Te pones a ver y el hombre no es más que un animal de costumbres, que ni se diferencia de la perdiz, ni nada. Y si yo les tuviera bien puestos pegaría media vuelta, ¡march!, y si te he visto no me acuerdo. Pero, lo que pasa. Uno cogió la pichicharra de América y les ha ido a los amiguetes con el cuento, que si hay perdices como escombro, y que si uno vive como un duque, y vete ahora a decirles que no hay de qué y que te vuelves porque la murria no te deja parar y porque no tienes donde caerte muerto. La fetén es que la Anita y yo, yo y la Anita, nos hemos llevado un desengaño de órdago. ¿Que ahora toca tragar? Pues se traga, que uno sabe hacer a todo. Porque, lo que yo me digo, tampoco lo de ordenanza en un diario es una carrera como para echar pelo. Te pones a ver, y allá mis entradas seguras tenía y, sobre las demás cosas, la categoría y, para más, uno andaba entre los suyos y malo sería que en la calle no pudiese echar un párrafo con éste, con el otro o con el de más allá. Y hay que dejarse de huevadas, la vida es eso y todo lo demás son coplas.
Pasé la tarde con la radio. Estoy murrio. Anda y que si se me diera volver a poner las cosas como estaban hoy hace un año tampoco iba a hacerle ascos. ¡La madre que me echó, quien lo pillara! Verdaderamente, como en casa en ninguna parte.
24 diciembre, sábado
¡Que no, pucha! ¡Que esto no es la Nochebuena! Aunque el torda del tío se emperre que es mejor que aquello. Pero, como yo le digo, de qué, tío, si no hay cosa con cosa. Que me diga que esto es como la noche San Juan allá, pase, pero de lo otro, ni hablar. Una cerveza aquí, una horchata allá, un trago en el otro sitio, que no son formas, vamos. Luego los belenes, si les pones nieve, mal; si les pones calor, peor. Uno, mal que bien, tiene sus creencias y de esta manera parece como que todo fuese una coña. Y no es que uno sea un meapilas, pero las cosas serias, serias son y no hay por que menearlas.
Terminamos cenando en el «Aconcagua» a toda orquesta. Y no es que yo vaya a decir que esto sea pecado, pero no pega, me parece a mí. En la cama se lo planté a la chavala, y ella, que de acuerdo. Andaba yo con media tajada y pensando en mi hermana, y los chaveas y Melecio y toda la gallada, no podía agarrar sueño y ya fui y le dije a la Anita que si sabía lo que estaba pensando, y ella, que qué, y yo, que en dar la vuelta, y ella que qué dices, estás loco, y yo, que lo que oyes, y ella que ahora que empezaba a pintarla y yo que lo dejase, no más, que teniendo su gusto y su remango, lo mismo la pintaría allá y que, sobre todo, por el cabrito. La chavala calló la boca, y lo que yo le dije, no me hagas mucho caso que cuando salga el sol ni me recordaré de esto; pero la fetén es que ando con una cosa así sobre la parte que ni sé lo que me digo. Te pones a ver y como en casa en ningún sitio.
27 diciembre, martes
Andaba descabezando una siestecilla cuando se presentó un huevón preguntando por la chavala. El mandria de él, que recién venía llegando de Valparaíso con el pedido de la siñorina. Ya le dije que ella andaba fuera y que lo dejase. Él, que a qué hora regresaba, y lo que yo le dije, que lo mismo podía ser a las cinco que a las seis. Él, que esperaría, y yo que se sentase, que de pie se iba a cansar. Luego empezó a cascar, abrió la valija y tenía dentro más potingues que una farmacia. ¡La Biblia en verso! Ya le dije que cualquier día le tocaría penar por esos enjuagues, y el cipote, que ni a tarros, que llevaba ya muchos años y conocía el oficio. De que llegó la chavala, todo confianza. Le hizo el gasto y en cuanto que el gacho se las endilgó, la planté que de aquí en adelante el gallo ese se las entendería conmigo. La chavala porfió que si la ato corto, adiós negocio, y lo que yo dije, que bueno, que ya me empieza a gibar de más eso de que ande todo el día de Dios macaneando. Ella se ajisó, y yo, ídem, y terminamos a voces. La chavala, con tantas novedades se ha salido de madre y lo que pasa. Pero ya me encargaré yo de que vuelva a la querencia. ¡Dejaría de ser quien soy!
La casa está como un horno. Ya se me había olvidado lo que es traspirar a modo. El chavea, desazonadillo; a ver, la criatura va para tres noches que no pega pestaña.
30 diciembre, viernes
Si uno fuera como se debe de ser, ya hubiera determinado, pero ocurre que a uno le falta coraje para arrancar, no hay que engañarse. Porque la fetén es que uno ha intentado hacer la América y ha visto que no hay caso. El cimborrio del tío ya sabemos lo que da de sí, y uno no vale para andar haciéndole la rosca de por vida para luego, a lo mejor, una limosna. Luego está lo de la tía. Echas eso a un lado y ¿qué te queda? Cuatro cochinos empleos que ni te dan plata, ni categoría, ni relaciones, ni nada de nada. Allá no es que yo fuese un duque, ya lo sabemos, pero uno era alguien, me parece a sí. Tocante a caceríos, no hay ni que hablar. Luego, los amiguetes. Bueno, todavía está el Efrén, pero no se trata de eso, porque sales de él y hasta aquí llegamos. El Oswaldo, si te he visto no me acuerdo; el don Juanito, bien está para una tarde de broma; el León, hoy sí, mañana, no. Total que para donde te vuelvas, te queda el poto atrás. Bueno, pues es lo que yo me digo: ¿por qué chuchas seguimos aquí? Que al tío, o al viejo, o a la misma chavala no les peta ¡que digan misa! En esta vida, lo primero es lo primero, que uno, al fin y al cabo, no es un animal de bellota y tiene sus exigencias y acá no es que yo vaya a decir que no distingan, que también los hay finos, pero la mayoría es a amasar, y ya se sabe que el que está a amasar no está para otra cosa. La fetén es que esta semana sin dar golpe me ha enseñado mucho y uno ve cada día más difícil aclimatarse acá, porque para aclimatarse acá, una de dos, hay que haberlo mamado o decir nones al sentimiento. Cada día que pasa me alegro más de no haberme precipitado. Pidiendo la excedencia por más de un año y menos de diez, uno siempre deja cubierta la retirada.
La guagua, talmente como si las parara. Lleva unos días, desde que empezaron las Navidades, que no nos deja tranquilos. ¡Qué será el instinto humano! Al angelito le tira la tierra, eso no hay quien me lo saque de la cabeza, por más que la chavala porfíe que son los dientes.
31 diciembre, sábado
Estuvimos en el «Aconcagua» a inaugurar el año. La chavala, que desarrugase el ceño que lo mismo parecía un funeral. Ya le dije que llevo unos días con una tristeza a cuestas que no me lamo. Anduvimos de bailoteo hasta las quinientas y la tía, quieta parada. Desde que la chavala la paró el gallo parece como que la gachí se hubiera formalizado. La fiesta, a todo trapo, con farolillos y confetis y gorros de papel, pero, lo que pasa: uno no está para fiestas y por si algo faltase, pasado mañana a currelar otra vez. Soplé más de la cuenta. El tío nos obsequió tres décimos para la Polla del día 10. Que ligue, es lo que hace falta. Me acosté con mal vino. El cabrito durmió bien por primera vez en siete días.