1 julio, jueves
Cobró la Anita a razón de 35 diarios. Lo que yo la digo, si se gasta 20 en micros ya ha hecho el agosto. Ella porfía que no la importa y que prescindiendo de que viva cerca o lejos, que eso a la clienta ni la va ni la viene, no está mal pagado y que yendo a pie algunos días malo será que a fin de mes no la queden 750 limpios. ¡Ya ve usted qué renta! Después de todo, la amistad de don Heliodoro bien vale el paseo y hasta de balde se le podía hacer el servicio.
Recibí carta de mi hermana. Entre tanto chico y el borracho de su marido, la Modes se va a olvidar hasta de su nombre. ¡Madre qué carta! Verdaderamente da lacha verla. Lo que yo le digo a la Anita, uno no será un Cervantes, pero todavía hay clases. ¿Pues no me pone venir con be de burro? Siempre tuve a mi hermana por una mala bestia, pero a decir verdad, no hasta este punto. En definitiva todos andan bien de salud y eso es lo que importa.
Tocante a lo de ayudarla, lo que yo le digo a la chavala, no estamos para ayudar, sino para que nos ayuden.
Va para el mes que no vemos a los tíos ni vivos ni muertos.
2 julio, viernes
Se recibió el giro del viejo. La propuse a la chavala invertir las 500 pelas en el negocio y ella que bien. Si en una semana no asoma la gaita el relojero, veremos de darle otro toque. En estos asuntos no conviene precipitarse.
Doña Flor, la de don Helio, le ha dado a la Anita la dirección de una matrona de confianza. Habrá que hacerla una visita, porque, bien mirado, el chavea está ya para caer.
4 julio, domingo
Este mediodía nos reímos las muelas con don Juanito. Verdaderamente el tipo éste tiene una sombra que para qué. Se pasó más de dos horas gastándole chuflas a la patrona y finalmente nos dijo que reparásemos en su cara según la arrimaba el ají. La Verdeja andaba sentada y él la puso el ají por detrás, junto a la oreja, y la tía entonces se sofocó de media cara y empezó a sudar por cada pelo una gota. Cuando se percató de la guasa se puso a perseguir a don Juanito a escobazo limpio. Luego dijo que eso suyo es como una enfermedad y que, desde que era guagua, en cuanto que la arriman algo picante se arranca a traspirar por media cara como caballo. ¡Qué cosas! Don Juanito empezó luego con los juegos de manos y así se estuvo hasta las tantas.
Después de cenar estuvimos al biógrafo. Al regresar, la chavala se quejaba de pinchazos sobre la parte, y tuvimos que tomar un taxi. ¡También gibaría que el chavea se anticipase!
6 julio, martes
Y me quejaba yo, allá, del habla de pendoncete de don Basilio si se atocinaba. Bien mirado el don Herman este le hace bueno. A fin de cuentas don Basilio era un caballero y si, a veces, le pisaba a uno los callos, era siempre con la razón por delante, Con don Herman, o como se llame, no hay tal; vocea porque se le pone y nada más. Hoy se enojó porque llamé tarde al del 9. Le hice ver que yo le llamé a su hora y si volvió a quedarse roque, mía no era la culpa. Además, después de todo, creo yo, las 11 son horas de levantarse sin necesidad de que le zarandeen a uno. Bueno, pues el tío se atufó y me puso a caldo. A voces me llamó huevón de mierda, crestón y qué sé yo que disparates. Ya le dije que diera gracias que sólo llevo unas semanas en el país y no comprendía bien lo que quería decirme. ¡Hasta aquí podíamos llegar! Al gilí, cuando se calienta, se le ponen blancos dos cachos carrillo y todo lo demás rojo como la sangre. No sé porqué, pero los hombres cuando más se parecen a tías es cabreados, cuando dan voces al tuntún y dicen desatinos. En realidad me la trae Hoja y lo que diga el torda este me entra por un oído y me sale por el otro. Bien me sé que estoy aquí provisional y que en este país lo que sobran son colocaciones. Así se lo planteé a la mucama del segundo, que miraba sin dejarlo, como cachondeándose, y la gilí de ella me salió con que si con provisional quería decir provisorio. De mal café la respondí que sería ella la que con provisorio quería decir provisional. ¡Vamos, que también gibaría que ahora me fueran a enseñar a hablar estos cipotes! Pepita en la lengua no tengo y el mejor día voy a recordarle a alguno que si Colón se dio un garbeo por aquí hace unos años, fue para enseñar a su abuelo a decir pan y vino en lugar de chau-chau. ¡No te amuela!
He andado todo el día como aliquebrado. La chavala salió por la tarde con la señora de don Helio. Ya la dije que ojo no fuese a trompicar. La panoli se cabreó y que la idea había salido de ella y tampoco era cosa de hacerla un desaire. Lo que yo la dije que en esto de las amistades nada como guardar las distancias, pero se puso chulilla y me salió con que tan honrada era ella como la señora más señora. No digo que no, pero son cosas distintas, me parece a mí. ¡Qué tendrá que ver el culo con las témporas! Callé la boca, sin embargo, por tener la fiesta en paz.
Don Juanito está en la cama con un ántrax, y he pasado la tarde con él charlando de todo un poco. El marrajo se gasta cada cacho salida que le hace a uno reír aunque no quiera. Verdaderamente el cipote este tiene una sal por arrobas.
8 julio, jueves
Se presentó el relojero cuando menos lo esperaba. El huevón empezó con que 250 y ya le dije que tonto era en darse el paseo porque ya le tengo dicho que no doy arriba de doscientos mil, y que sólo tengo una palabra. Acabó por hincar el pico y que tomara ese precio como un obsequio. ¡No te giba! Quedé en formalizar la cosa el sábado por la tarde.
He andado todo el día de Dios dándole vueltas al asunto. De entrada se pueden coger tres limpias, que a 12.000 mensuales son 36. Por término medio habrá que contar con 200 clientes, que a 15, pitos son 3.000 diarios, o sea 90.000 al mes. Si a esto le sumas cambios de tacones, cordones y lengüetas, te metes en los 100.000 pesitos como quien lava. Quítale 36 de los limpias, 10 de seguros, 5 de material y otros 5 de contribución y aún quedan 44 para repartir. Pongamos 14 de amortización todos los meses y aún restan 15 para cada socio que te embolsas sin más que arriesgar cuatro chiches. La cosa no parece mal planeada y, puestos a ver, todo está calculado por lo bajo y malo será que a fin de mes no recojamos 20 ó 25.000 pesitos sin otro trabajo que alargar la mano. Así se lo planté a la chavala y ella que todo será que se ponga de moda y en vez de 25 caigan 50. Con estas cosas ni se acordaba del chavea que estos últimos días le venía dando guerra.
9 julio, viernes
Estuve en casa de don Helio. Pasé un sofoco, porque siempre da lacha ir por plata aunque sea donde un amigo. Me largó un cheque por los 200 y me dejó de piedra cuando me salió con que qué me parecía un 6 por 100. Le dije que bien, porque antes que nada tengo mi orgullo, pero tonto sería si en estas condiciones vuelvo a pedirle una perra. El huevón encima me hizo firmar un papel, como si no fuese suficiente mi palabra. La fetén es que el tipo éste me ha dado el pego y te pones a mirar y es más verdad que nada eso de que en el mundo no puedes fiarte ni de tu padre. Aguardé al Efrén a la salida de la barraca y me faltó tiempo para contárselo. Él, que bien estaba, que si conocía a alguien que soltara la plata porque sí no más, y que después de todo ahorrábamos un 2 porque los Bancos soplan el 8. Vistas así las cosas, aún voy a tener que estarle agradecido. Quedé con el Efrén mañana, donde Lautaro, para ir donde el relojero. Él avisará a un carpinterillo de confianza para ver de estudiar la transformación. A la noche no podía agarrar el sueño. La fetén es que sólo de pensar que ando metido en un negocio de cientos de miles se me encoge el ombligo.
10 julio, sábado
Estuve con el Efrén donde el relojero legalizando la operación. Félix, el carpintero, anduvo midiendo la salita y ya le dije que de lo que se trataba era de transformar el local en un salón de lustrar, armar tres tronos de madera para los clientes y tres bancos para los limpias. Él, que estaba en ello, pero que la cosa no iba a salirnos por menos de los cien mil. ¡Pucha la madre! A lo bobo, a lo bobo, uno se va metiendo en honduras y ni Dios sabe por dónde va a salir. El torda del Efrén bailaba en una pata y que lo que sea bien está, que siquiera por aprovechar la oportunidad ya arriesga con gusto los 20.000 pesitos. Le hice ver que no eran 20 sino 300, entre unas cosas y otras, y el huevón que aunque así fuese. El relojero quedó en desalojar el taller de aquí al lunes y el carpintero, que se pondría a ello, a ver si para dentro de 10 días podíamos empezar. Luego le dije al Efrén que mañana a la mañana me presente al roto ese amigo suyo que lustra en la Alameda. Si el chaval es de confianza bien puede quedarse, por el momento, de encargado.
A las cinco recogí a la chavala y nos fuimos donde la matrona. La hizo un tacto y dijo que el chaval está ya encajado y que para cuándo. La Anita dijo que un mes más o menos y la tipa la aconsejó que no coma sal porque tiene la sangre alterada. La chavala salió preocupada con que a ver si la sangre esa nos va a dar que sentir. Ya la dije que las candajas éstas algo tienen que inventar para justificar la minuta, pero ella que nadie habla a lo bobo y que más tranquila se quedaría si la asistiese un doctor. La hice ver que un doctor se llamará como poco veinte mil y ella, por no perder la costumbre, saltó ofendiendo con que no le haría tantos ascos para gastármelos en cartuchos. Nos acostamos de morros. No la dije una palabra de lo del negocio.
11 julio, domingo
Al limpia conocido del Efrén le dicen Gallito, como al torero. Parece buen rapaz y de que se lo propusimos aceptó al tiro. Es un tipo así, muy particular, con jeta de niño de teta y unas pestañas como persianas. El cipote mientras habla no hace más que abanicarse con ellas. Le dije lo de las 1.000 y las propinas y que bueno. Quedamos en que él buscaría otra pareja y que cuando esté todo liado le avisaremos. Luego le dije al Efrén que se procure otros 200 para la carpintería y demás y que resuelva también lo de la contribución industrial. Ciertamente cuando pienso en el lío que nos estamos metiendo se me cae el poto. Esta noche no pude pegar ojo hasta las tantas. Luego, a las cinco, arriba; a las seis tengo el turno de alba. Bien mirado esto del ascensor es un oficio de perros. Si digo mi verdad no veo el momento de poder mandarlo a paseo.
13 julio, martes
¡Éramos pocos y parió la abuela! Ciertamente las preocupaciones nunca vienen solas. De regreso del hotel me encontré a la chavala encamada. Dice que siente pinchazos sobre la parte y que la da rilis dar a luz y que no hace más que acordarse de la mamá. La dije, con toda la buena intención, que la mamá ahora como si no existiera, pero ella se puso por las nubes con que si en este trance no se acordaba de ella de quien si no. La gilí se metió en llanto lo mismo que si la hubiera soltado dos guantadas. La Verdeja, la mujer, se sentó al borde de la cama y a contemplarla. Me cabreó la cosa, me fui donde don Juanito y anduvimos de cháchara hasta las cuatro. Cuando volví ya se la había pasado. La dije que lo principal en estos trances es la serenidad y que si se deja llevar por el canguelo ya estábamos listos. Puestos a ver, esto es mear en botija, como dicen en mi pueblo. Uno da consejos a voleo, pero si fuera uno el que tuviera que dar a luz, otro gallo le cantara. Sólo de pensar que tuviera yo que soltar entera toda esa carga se me revuelve la mierda.
A las seis se presentó el relojero con la llave del taller. Hice levantar a la chavala y nos fuimos donde el carpintero dando un garbeo. La Anita iba callada y por distraerla la pregunté si no había vuelto a ver a los tíos. Respondió que no y entonces fui yo y, para quitarle la idea de la cabeza, la conté de pe a pa lo de la tía. ¡Había que verla entonces! Se me puso brava, pero contra lo que esperaba, la tomó conmigo y con que sí yo la daría gancho y con que si antes debía habérselo contado. Total, que fue peor el remedio que la enfermedad y acabamos como las tristes. Ciertamente a la chavala ésta no hay Dios que la entienda. Como no venga su papá a contemplarla, lo que es yo ya me voy a esforzar, ya. ¡Anda y que la den morcilla! Una y no más.
15 julio, jueves
Pasé por casa don Helio a decirle que mi señora estaba indispuesta y dejaría lo de peinar por una temporada. El huevón me preguntó por el negocio; se ve que quiere amarrar sus pesitos. Ya le dije que andamos de preparativos y que hasta dentro de ocho o diez días no abriremos. Le llamé, de idea, don Heliodoro, con toda la etiqueta, y el tío calló la boca. Las confianzas para los amigos. ¡Toma del frasco!
El Efrén se me presentó en el hotel con las doscientas restantes. El cipote como unas castañuelas. A saber qué se pensará de todo este asunto. De fijo que le ha dicho a su señora que para el año que viene por estas fechas, millonario.
Hubo carta de los viejos y otra de Melecio. Por lo visto están pasando un calor de aupa. ¡Qué cosas! Aquí les querría yo ver. Particularmente por la noche baja un relente de la cordillera que no hay cristiano que aguante.
17 julio, sábado
La chavala parece de mejor garbo, pero anda celosilla y tal. Desde lo de la tía no hace más que tirar puntadas a lo bobo. Menos mal que uno las encaja de grado porque, a fin de cuentas, no todos los días se puede presumir de guapo. Hoy me salió con que ya había notado ella que la tía se arrimaba de más cuando bailábamos. La dije que a ver y que si yo no fuera como se debe ser, lo que hubiese querido con ella. La gilí se atocinó y me dijo que si ella diera gancho, planes tampoco la habían de faltar. Ya la dije que no pensaba lo mismo la tía. Me preguntó qué tenía que decir la tía de ella, pero callé la boca, porque si me voy del pico tenemos cuestión para rato.
Después de comer estuve donde Lautaro echando un cacho. Encontré al Dativo alicaído. El hombre se fue a casa así acabó la partida, quejándose del estómago. Me dice el Efrén que ha estado donde un curandero, pero como si nada. También el Oswaldo estaba hoy muy particular, y al final me salió con que qué tal el cacerío del 27. Me quise justificar y fue peor, me armé un taco y acabé metiéndola hasta el ombligo. Bueno, después de todo, la cosa ya no tiene remedio.
A última hora me pasé por el salón con la Anita y el Efrén. El carpintero le ha colocado un zócalo muy majo y realmente da el pego. Malo será que me confunda, pero me da a mí el corazón que con el saloncito este vamos a hacer el agosto. Si me alegraría es sobre todo, aparte del Efrén, por el tío para que vea él si los jóvenes de hoy somos o no somos capaces.
19 julio, lunes
Al relevar hoy a León le encontré muy afectado. El huevón me preguntó si tenía mala cara y ya le dije que no y que por qué. El tío salió con que le estaba bien empleado por crestón y que nadie le mandaba meterse en camisa de once varas. Le dije si quería explicarse de una vez y, entonces, me dijo que había ido donde el doctor por aprovechar el seguro, para que le reconociese, y que, en cuanto que le echó los rayos, le preguntó si había estado en una guerra y él, que sí, que en la de España, y el doctor, que por eso, y él que qué, y el doctor que tenía una bala de máuser en la misma pared del corazón. Le dije que no fastidiase y el que como lo oía. ¡Vamos, que la vida tiene cada caso! Le pregunté a León si él no notó nunca nada y me salió con que, aparte lo de la oreja, en Teruel sí sintió una vez como un latigazo en la espalda, pero que le miraron y era un rasguño y pensó que era un roce de metralla, y ni caso. Le dije que siquiera por el peso, pero él porfió que, por la cruz bendita, nada de nada. Luego le dije que, bien mirado, si ha tirado quince años sin sentirlo, lo mismo puede tirar treinta más, pero el gilí me salió, y con razón, que no es lo mismo saberlo que no saberlo y que el propio doctor le había dicho que a poco que mueva la bala puede entregarlas en un verbo. ¡Qué cosas! El hombre, como es de ley, andaba con rilis y cuando se largó caminaba encorvado, como si llevara a las espaldas un saco de cien kilos.
Esto de las guerras es un coñazo, como yo digo. Lo de menos es que uno la espiche, y ya es. Lo peor son estas reliquias que salen cuando menos se esperan y le hacen a uno la santísima. Ya ves este muchacho, en un país extranjero, y con la sentencia echada. Vamos, que no es plan. En todo el santo día se me ha ido León del pensamiento. Se lo conté a la chavala y, lo que son las cosas, que peor es lo suyo. ¡Lo que hay que aguantar! Después de cenar se lo dije a la Verdeja y don Juanito se lio a contar casos que talmente parecen cosa de fantasía.
20 julio, martes
Le pregunté a León que qué tal, y él, que a ver, que aguantando. Vamos, que tampoco es vida. Me dicen a mí que tengo una bala de máuser en el corazón y la pringo sólo del susto. Lo que León dice, que a estos asuntos si no les echas presencia de ánimo, estás apañado.
Pasé por el salón. La cosa va tomando forma. Me dice el carpintero que de aquí a una semana listo. Me asomé al salón de la Alameda y es un desfile. Claro que hoy lloviznaba y no es ley. Me dicen que allí llevan también quince pesitos por el servicio.
22 julio, jueves
Abrí una cuenta en el Banco Nacional, a nombre del Efrén y mío. Da gloria caminar así con un talonario calentándole a uno el bolsillo.
La chavala, de mejor garbo, aunque se me hace a mí que la barriga se la ha bajado.
23 julio, viernes
Se me presentó el Efrén cuando me iba a la cama. Bien creí que habían surgido dificultades, pero no. La cosa es peor aún. Dativo la diñó esta tarde de una manera tonta. Según el Efrén, se le perforó el estómago y al mezclársele el alimento con la sangre, se le envenenó el organismo. Estuve dudando entre ir o no ir por su casa, pero la Anita dice, y con razón, que yo no soy visita de él y que bien mirado no pinto nada allí. Verdaderamente la vida es un fandango y el que no lo baila es tonto. No somos nadie, órdiga. El sábado, sin ir más lejos, echando un cacho donde Lautaro, y ya ves: ¿quién le iba a decir a él que no llegaría a otro sábado? Bien verdad es que padecía del estómago y todo lo que se quiera, pero precisamente esos son los que no palman nunca. La noticia me ha dejado como sin sangre. Uno no es de piedra y estas cosas siempre impresionan y no es que yo vaya a decir ahora que el Dativo fuese un íntimo, pero era un buen chavea que se hacía de querer. Ando achucharrado. Al acostarme me dio por pensar en todo lo de allá. Bien mirado me gibaría dejar mis huesos en esta tierra.
24 julio, sábado
¡Qué vueltas da el mundo, Virgen! Bien mirado, cada día tiene su qué y si no fuese por esto ni valdría la pena de vivir, como yo digo. Estuve a dar tierra al Dativo y en el camposanto, que talmente es un jardín, ya me eché al tío a la cara. Me hice el tolondro pensando que sería cosa de poco, pero antes de meterle en el hoyo, el tío se puso a hablar y no lo dejaba. Por lo visto es costumbre aquí. Le puso al Dativo por las nubes, y en éstas, me echó una mirada y al tiro me di cuenta de que el huevón buscaba hacer las paces. Luego se puso a rajar Paulino, el de la cepilladora, y el tío seguía mirando sin dejarlo. A todo esto, yo quieto parado, haciéndome el leso. Después se pusieron a hablar toda la gallada por turno y venga de dar jabón al muerto y, de repente, empezaron todos con que hablase el sobrino del patrón. Me quise resistir, pero porfiaron tanto que ya me determiné, no fueran a pensarse que uno es medio analfabeto. No sabía a ciencia cierta qué decir, pero no estuve mal, me parece a mí, y dije talmente lo que pensaba, que Dativo era un buen chavea y que precisamente por eso había cascado, porque ya se sabe que la muerte no tira bocados a lo loco sino que escoge siempre los mejores. A todo esto el tío venga de mirarme y yo venga de hacerme el soca. Al final me arrimé a uno de los cabros de Dativo y le dije, con todo el corazón, que salud para encomendar su alma, pero el cipote de él saltó que para qué quería la salud una vez que su papá las había entregado. No son maneras, me parece a mí. Cuando ya me largaba, sentí que me tocaban las espaldas; me volví, y el tío. El mandria de él tenía los ojos relucientes y me dijo que ésta era su mano y que mi discurso había sido el más lindo, no más, y que él no tenía coraje para andar así con el marido de la hija de su hermano y que lo pasado, pasado, y que qué tenía que decir. Uno es un corazón sin hiel, esta es la verdad, porque lo que me ha hecho a mí este crestón de mierda no tiene nombre, pero le choqué los cinco, y le dije que todo olvidado y él me saltó con que la pieza estaba aguardándonos, pero yo ya le dije que parase la jaca, que él por su lado y yo por el mío, y él, entonces, que eso era guardarle mala ley, pues, y ya le dije que lo llame como quiera, pero que cada uno es cada uno, y que mejor andaríamos cada cual en nuestra casa. El torda estaba dispuesto a pasar por todo, y que bueno, y que cómo andaba la ñata, que si había mejorado de la guagua, y que cómo me había defendido yo solo, y que se había pasado una semana sin pegar pestaña pensando en nosotros, y que sólo deseaba que yo le comprendiera, y que yo no era malo, sino una miaja corajudo, y que él por un cariño verdad estaba dispuesto a lo que fuese. Al mandria de él se le nublaban los ojos y parecía sincero. Al cruzar frente a su casa me hizo entrar a saludar a la tía y yo pasé un sofoco porque la zorra de ella se me abrazó como una loba, y el crestón de él, delante, cayéndosele la baba, y ella venga de decir que la casita andaba como las tristes desde que las endilgamos y que habíamos de regresar, pues. Ya le dije que de eso ni hablar, tía, y, con toda la mala uva, que bien estaba olvidar lo pasado y no volvernos a acordar de ello, pero de lo otro, nanay. La guarra de ella me miraba de mala manera y me sonreía y, cuando salió a la puerta, me saltó con que volviera cuando me petase, que ésta era mi casa. ¡Gibar con la socia! Bien mirado, mal no ha de venirme el hacer las paces con el tío. Faltaría a su palabra si me cobrase los pasajes, digo yo. Claro que eso es lo de menos y si hay que pagarlos, se pagan, que primero de todo pone uno su amor propio.
La chavala ladraba a la luna cuando le conté lo de la tía. ¡No te amuela! Por más que porfié y le dije que yo no tuve culpa, ella, nada. ¿Pues no quería ir a su casa a dar el espectáculo? Ya le dije que me haga una escenita de esas y no me vuelve a ver el pelo, como me llamo Lorenzo. La gilí esta aún no me conoce y el mejor día me destapo y voy a armar la de Dios. ¡Pucha la madre! Esto pasa por andarse uno con miramientos, eso. Si el primer día que me alza el gallo la largo una chuchada como Dios manda, está ahora la burra de ella más suave que un guante. Pero no. Uno anda con chorraditas y contemplaciones y la gilí se me sube al guindo. Más tonto soy yo que la vengo con cuentos. Si no me fuese del pico, otro gallo me cantara. Aún voceaba que si volvía a encontrarme a solas con la tía, ella se echaba un amante y que ésa era la fija. Ya le dije que dónde iba a ir con esa barriga, pero la pingo de ella que eso se pasa. No callaba la boca, me puso negro, agarré la mesilla y la estampané. Ella se puso a vocear, la agarré por las muñecas y le dije que candaba el pico o no respondía. La huevona, de que vio que la cosa no iba a coña, como una malva. Me giban lo que nadie sabe estas pendejadas y tener que salir con explicaciones para que la Verdeja y don Juanito no se piensen lo que no es. A saber qué le pasa a la panoli esta. Lleva unos días que no sé si por el bombo, los celos o qué, no hay cristiano que la aguante. Y no es aquello de que uno no tenga sus penas y sus preocupaciones, no, que de todo ello me sobra, pero, por lo visto, no son suficientes. Al cura de San Andrés me gustaría a mí tenerle aquí ahora, para que viera que el matrimonio no es lo que él se piensa. ¡No te amuela! Claro que lo que él diría, que suya no es la culpa y que en mi mano tuve el quedarme soltero. ¡Para sabido! A estas horas podría yo seguir en el Centro, bien considerado, y malo sería que no tuviera ahorros para una motocicleta. Pero no; uno tiene que buscarse complicaciones en la vida porque si no parece como que no se quedara a gusto. Claro que llega una edad en que el bruto tira y pasa una chavala que le hace a uno tilín y si no se casa revienta. Verdaderamente en este mundo no hay cosa con cosa.
25 julio, domingo
Nos dimos un garbeo por la Alameda sin abrir el pico. ¡Vaya un plan! Le hice cuatro preguntas a la chavala, pero ella, «sí», «no», «no», «sí» y este cuento se ha acabado.
Por la tarde se presentaron los tíos. La chavala no le quitaba ojo a la tía y yo ni la miré la cara, no fuera a armarse un agarrón, por un malentendido. El tío mojó la pestaña en cuanto que vio a la Anita y venga con explicaciones de que si no estaba bien que él fuera a retar con la hija de su hermano, y con que él no tiene malas entrañas, pero como nadie hasta la fecha le regaló un chiche, era muy celoso de su plata y que si tal y que si cual. Cuando terminó el disco, le dije lo del negocio y le enojó que no le pidiera la plata a él y sí a un extraño, pero el huevón, ni pío de soltar los cuatrocientos para cerrar agujeros. ¡Mucho de boquilla, como yo digo! Luego se puso a darme consejos, y acabó por decirme que peso comido no pare, y peso invertido dobla. El tío será lo que sea, que en eso yo no me meto, pero para los negocios tiene un punto de vista muy majo. Bien pensado, si yo saco 15.000 limpios y me los como, viviré mejor, pero a la postre, mierda. Si los invierto, al año pueden ser 30.000 que nos van a venir como por la mano. En definitiva, si lo que yo quiero es volver allá con plata y un carro que le zumba el bolo, no hay más que currelar y apretarse el cinturón.
La Anita, con la tía, como si se hubiera tragado el palo una escoba.
27 julio, martes
El carpintero, que pasado mañana. Esto es el cuento de nunca acabar. El huevón prometió que diez días, pero ya me conformaría yo con que fuera un mes. El salón queda curioso y sólo por verlo se puede dar plata. El Efrén avisó a Gallito para que esté dispuesto para el día primero. Gallito ya tiene apalabrados a los otros dos.
Escribimos a los viejos con lo de los tíos. Parece que la chavala andaba hoy más animadilla.
29 julio, jueves
Ayer le vio a León un doctor de pago y le ha confirmado lo del otro. ¡Vaya un caso! El doctor ese dice que va a ponerlo en una revista. León andaba hoy con más garbo. Al huevón le cae en gracia eso de verse en los papeles como un bicho raro. Hay gustos para todo.
Va para largo que no echo un trago donde Lautaro. Ni tiempo le queda a uno para conversarse una botella.
30 julio, viernes
Se presentó la tía en la pensión después de comer. La gilí esta nos va a hacer la tana. La Anita, de que la vio, ya le puso cara de acelga. Ni sé cómo la otra aguanta. La mujer venía con un ajuar completo para la guagua. Lo que yo digo a la chica, la tía no es mala, lo que pasa es que tiene un temperamento cachondo y con el tío no hay de qué. La chavala, que con su pan se lo coma y no le falta razón. Bueno, pues la tía salió con que el tío y ella querían apadrinar a la guagua y yo miré para la chavala y la chavala no tuvo coraje para negarse. En el fondo todos vamos al interés y en cuanto que media un interés, a tomar por el saco las demás razones. Esta es la fetén y el que diga lo contrario miente.
Aprovechando la circunstancia, le dije a la tía que quería entregarle unas estampas a cuenta de lo del pasaje. Ella, de que me vio abrir el pico, empezó a ponerme caras y yo veía a la Anita que la llevaban los demonios y quise dar marcha atrás, y la tía dijo entonces que si no quería enojar al tío no volviera a mentar la platita. Le prometí que no lo sacaría a colación, pero que sólo por él, ya que si yo ando a dos velas, lo que me falta en plata me sobra en orgullo. La tía, que de sobras lo sabía ella. Cuando se largó, la chavala empezó que a cuento de qué sabía ella lo de mi orgullo y ya le dije que a cuenta de lo pasado, y la panoli, que qué era lo pasado, y yo, que lo pasado, y que a la vista estaba. En resumidas cuentas que terminamos otra vez de monos. Verdaderamente esto no es vida. Antes de marcharme al café le dije a la Anita que si lo que la giba es América, en cuanto que dé a luz podía largarse con viento fresco, que lo que es yo no me iba a oponer. La gilí se puso a voces que lo que yo quería era que me dejara el campo libre y que si era así podía esperar sentado porque de pie me iba a cansar. ¡No te amuela! ¿Pero es que uno no va a tener agallas para sellarle un día los morros de una guantada? Llevo unos días con la cabeza como un bombo. Ni sé dónde tengo la mano derecha.
31 julio, sábado
Félix, el carpintero, salió esta noche que hasta más luego, que el lunes daría los últimos toques, pero me planté, tranqué la puerta y le dije que no se iba a acostar mientras no me entregase el local en condiciones. El huevón saltó entonces con que necesitaba herramienta y ya le dije que pidiera por esa boca, que el Efrén iría por ello. Avisé a la chavala y hasta las cinco la mañana, que se dice pronto, no salimos de allí. El local ha quedado regio. Lo que yo le digo al Efrén, que talmente parece una bombonerita. Total, trescientos sesenta y cinco billetes, que tampoco es paja.