1 noviembre, lunes

Hoy, los Santos. Acá como si tal cosa. Yo me recuerdo allá, con las visitas al cementerio y el Tenorio por la tarde. Verdaderamente no hay cosa con cosa. Y luego el clima. Allá el tiempo de las ánimas benditas es tiempo de nieblas, y como quien dice, la puerta del invierno. Te pones a ver y acá todo lo contrario. La nieve de la cordillera va de capa caída y los árboles ya tienen brotes. Total, que la primavera se huele y celebrar los Santos y las ánimas parece cosa de coña.

He andado todo el día de Dios como achucharrado. Para acabar de gibarla recibí carta de Melecio. El panoli me cuenta de los dos primeros caceríos. Dice que la Doly es una cosa seria y que Pito, el de la Armería, le daba dos billetes por el animal, pero que él ni por todo el oro del mundo. Abrió la temporada con los de Tochano, en Villalba, e hicieron veintidós perdices y cuatro liebres entre cuatro escopetas. Ya es. Dice que el domingo 17 subió un rato con el Mele a los bacillares de Herrera y bajó dos perdices y una torcaz rezagada. El huevón que ahora más que nunca me echa en falta. Vamos y que uno tenga que andar aquí a la que salta, viviendo como un paria. El Melecio se cura en salud, con que veintidós cazas para mí serán cosa de risa, pero que recuerde que allá no es tarea fácil. ¡No te amuela! Ni aquí tampoco, como yo digo; lo que pasa es que a uno le han metido los perros en silba, o sea que a uno, con todo su golpe de andar de vuelta, se la han pegado con queso.

No estaba para nada y me puse a oír la radio. La chavala que deje ahora de mirar atrás. Lo que yo la digo, que yo no me meto en sus cosas y si a mí se me pone oír la radio de allá tampoco molesto a nadie. ¡No te giba!

4 noviembre, jueves

León se puso hoy de confidencias. El cipote anda en el bote, pero le da rilis por lo de la bala. Ya le dije que dentro de cien años todos calvos. Él dale con que el cálculo de probabilidades, y lo que yo le dije, acá no va a pasar nada, sin que de Arriba lo ordenen, porque los médicos, con toda su ciencia, no son más que unos mandados. El torda, que no estaba mal visto, pero que le daba canguelo, la verdad, porque casarse para dejar al año una viuda tampoco es plan. Finalmente le convencí y el mandria me salió con que, al menos, decírselo y ya le dije que ganas tenía de enredar y que lo mismo que ha tirado quince años puede tirar cincuenta, que eso nunca se sabe, y que deje a la cabrita tranquila.

No sé qué demontre de fiesta sería hoy, pero los Canutos anduvieron en la esquina dándonos la murga hasta las tantas. ¡Anda que tampoco hicieron pendejadas ni nada los tipos esos!

7 noviembre, domingo

Echamos la tarde donde los tíos. El huevón de él de que ve la guagua se pone más tierno que un pollo tomatero. ¡Tampoco le ha cogido ley al crío que digamos! Y lo que yo le digo a la Anita, lo que vamos a conseguir con esto es malcriarle y luego vaya usted a enderechar el árbol torcido. Bueno, pues para el tío no hay razones. El chavea se empeñó hoy en romper una ampolleta y hasta que no lo consiguió no se quedó tranquilo. Y si el mozo se emperra en dejarnos a oscuras, por el menguado de su tío no ha de quedar, eso ya se sabe. Ya le dije al tío que nos le estaba malenseñando y él que dejémoslo no más, que la guagua era el amo la casa y para él iba a ser todo, y que al fin y al cabo lo mismo daba antes que después. Luego el crío se meó por la pata abajo y el vaina venga de gozarla y que agua bendita. Y no es aquello de que haga un reguerín, que te pones a ver, y el mozo se echa unas meadas como un general. Verdaderamente a los huevones estos no hay quien les entienda. Conmigo mucha exigencia y con la guagua todos los caprichos son pocos. Me parece a mí que esto no guarda proporción. De que el chavea se quedó dormido, echamos un julepe. Palmó el tío y cuando en la última ronda, con un pozo de veintiséis pitos, le solté tres meneos y la falsa y le pegué en los morros, bien creí que me abanicaba. ¡Chúpate esa! Antes de largarnos me preguntó si había pensado lo de bombero y que a él, por seguir la tradición, ya le petaría que me apuntara en la España. No le dije de entrada que nones por no enojarle, pero lo que es si aguarda verme con la manga de acá para allá, está fresco. ¡Vamos, que sólo me faltaba ahora disfrazarme de bombero!

9 noviembre, martes

Sí, ya me tincaba a mí que toda esta historia iba a acabar como las tristes. Una vieja cachonda que se encapricha por uno no puede llevar a buena parte, ya se sabe. Y si la chavala no se entera, menos mal. Pero anda que si la van con el cuento… Te pones a ver y lo del hotel me la trae floja. Después de todo ocupaciones no me han de faltar. Lo que me giba es la cosa en sí y lo que el menguado del don Herman y el León y toda la gallada puedan pensarse. Claro que si se piensan lo que no es, peor para ellos. Te pones a ver y un hombre poco pierde con ello. ¿Qué se han tomado a la tía por una patinadora? A mí plin. Bien mirado, no encuentro mejor manera de llamarla pendón. Después de todo ella se lo ha buscado. Porque, vamos a ver, ¿quién la manda hacer estas cosas? Ya de que la vi me dio un sofoco que para qué. La tipa iba más bonita que un San Luis, con unas pieles por la pechera y un casquete que no se lo salta un torero. Bueno, pues yo me hice el leso, y la digo «¿Qué piso?». Y la tipa de ella se cuela en el ascensor y que el último, cabro. Y de que llego arriba, que abajo, cabro, y entre medias que no veía otra forma de conversar conmigo, y que yo era un gallo receloso. Así, por las buenas. Yo andaba al quite y la dije que qué, y ella que qué pensaba de lo nuestro, y yo con la de siempre, que el tío no merecía eso y que dejémoslo, no, más. La pingo de ella, de que llegamos abajo, otra vez para arriba y que la abrazase. Yo me puse a traspirar y andaba todo asorochado y fue la tipa entonces y me echó los brazos al cuello y uno, después de todo, no es de cartón piedra y a ver, lo que pasa. La tunanta se las sabe todas y no dejaba tranquilo el ascensor y cada vez que llegábamos arriba o abajo dejaba de apretarme el cuello y dale al botón, y en estas se puso a sonar el cuadro y llamaban de todos los pisos y don Herman empezó a vocear, pero ella ni caso. Ya la dije que soltara o la atizaba una chuchada y ella que dónde y cuándo nos veíamos y que mientras no la respondiera no había nada que hacer. Se me calentaron los cachos, me olvidé que era una, la solté una galleta y paré el trasto. Como esperaba, don Herman se puso loco. La tía se largó tan templada y ni volvió la jeta cuando don Herman la voceó cuatro verdades. Luego el candongo la agarró conmigo y con que si para eso ya tenía mis asuetos y el Parque Japonés. No me dejaba abrir el pico y ya cargado, me quité la americana con la insignia y le dije que me buscara sustituto y que me daba por cumplido. El berzas de él ladraba a la luna y el pestorejo se le ponía como la grana y cuando se puso a zamarrearme le dije que soltara, no tuviéramos después algo que lamentar. El mejor de estos huevones debería estar ahorcado. Aunque ya me gustaría que la tía le hubiera oído explicarse. Porque lo que yo digo, todo lo que la cuelguen es pálido, pero ¿a cuento de qué voy a tener yo que aguantar mecha? Me las endilgué sin más. Cuando se me pasó el rebufe me quedaron los labios como entumidos. ¡Anda y que tampoco es ansiosa la socia esta!

Me llegué al negocio, pero no estaba a lo que estaba. A la chavala ni agua. Tiempo habrá como yo digo.

10 noviembre, miércoles

Uno no es de esos gilís capaces de estarse de brazos cruzados viendo como los demás currelan. Así, de que llegaron esta mañana las apreturas, me calcé el buzo y a lustrar se ha dicho. ¿Que luego le sacan punta? Bueno, con su pan se lo coman, que a mí no me se caen los anillos por cepillarle las botas a un prójimo. Te pones a ver y lo que yo me digo, en estos negocios pequeños lo mejor no depender de nadie. Bien tonto he sido en no dejar antes lo del Múnich. El torda del Efrén que si no lo veo no lo creo; ya le dije que el trabajo honra y que más señorito he sido, pero que para poner el hombro me falta tiempo. El huevón que no lo tomara por ahí y que si es preciso que él se remangue, también sabe hacerlo. Ya le advertí que no lo dijera dos veces.

Al cerrar, el Joe que vaya con el patroncito y que si eso iba a ser una costumbre; le contesté que a lo mejor y al vaina no le gustó un pelo. Al llegar a casa no daba más con las espaldas. La fetén es que ni a posta se encuentra mejor postura para castigar el cuerpo.

En la cama le dije a la chavala que he colgado lo del Múnich. Me salió que a cuento de qué y la confesé que voy a llevar el negocio con mis manos. Ella que si pensaba lustrar, y yo que a ver, y ella que madre, qué vergüenza y que prefería verme de barrendero. Lo que yo la dije que nadie la daba a elegir y que, después de todo, puestos a hacer la América, hay que dejarse de remilgos y huevadas. La gilí porfió que la daba lacha y ya cargado la planté, que bien mirado tanto me daba hurgarle a un prójimo en la cabeza como en los pies y que si ella les arreglaba por una punta yo les arreglaba por la otra y todos contentos. Nos acostamos enojados. Tardé en agarrar el sueño dándole vueltas al asunto. Tal vez si el Efrén dejara la barraca y se pusiera a lustrar conmigo echáramos más pelo. He de hablar con el tío.

11 noviembre, jueves

El tío todo facilidades. Dice que, si la cosa no pita, el Efrén encontrará otra vez hueco en la barraca. Le dije lealmente que muy gentil y él que dejémoslo no más, que somos o no somos. Con el tío, por las buenas, lo que se quiera, ya se sabe. Te pones a ver y tiene mejor pasta él que ella. ¡Dónde va! ¿Qué es un poco rácano y un poco así, cómo diría, agarradillo? De acuerdo, pero nadie somos perfectos, como yo digo. Luego, en buena hora. De que llegué al negocio el Joe que se largaba y el Manuel cuate. Los huevones que querían libertad. ¡No te giba! ¡Ya les veo venir yo a los marrajos estos! Lo que pasa es lo que pasa y si el patrón le quita el poto a la jeringa se acabaron los enjuagues. ¡Anda y que les den tila! Al Efrén no es que le haya dado por el palo del gusto, que digamos, pero calló la boca y ha pasado por el aro. Bueno, pues ciento diez gallos, que se dice pronto. Ni recuerdo una cifra igual desde que abrimos. Cierto que hemos sudado la gota gorda, pero lo que yo le digo al Efrén, en ninguna parte pagan por dormir. El torda se quejaba de las espaldas. Lo que yo le dije, ¡hasta agujetas en los dedos tengo!

En casa he andado echando cuentas por encima y de seguir así a 25.000 mensuales por nuca, que no está mal. Siquiera para que la chavala no pare el gallo, que vergüenza para un hombre ha de ser que la viejita le mee en las entradas.

13 noviembre, sábado

En toda la santa mañana hemos parado. Y todavía un huevón que si eso era lustrar. Ya le dije que si sabe quien lo haga mejor, carta blanca tenía. El crestón a voces que le habíamos empatado. Le devolví la pasta y le dije mi verdad, que con quince pitos me limpio yo el ojete. Todavía el marrajo se largaba rutando y ya cargado le voceé que si quería encima una indemnización. ¡No te giba!

Casi a la hora de cerrar se presentó León y dale con que qué ocurrió el martes en el hotel. Se lo conté de pe a pa, pero de ella chitón, sólo que era una tía chalada que ni de vista la conocía. El gilí si no le explico revienta. Les hay que son peores que porteras, coño.

Tengo las manos para el gato. Le propuse al Efrén no abrir por la tarde y el panoli que al pelo. Después de todo es sábado y tampoco es cosa de que la avaricia le quite a uno las pocas satisfacciones que da la vida. Me marché con la chavala al biógrafo. ¡Anda que tampoco hacía tiempo que no veía una película ni nada!

14 noviembre, domingo

El chavea cada día más encachado. ¡Pucha y que tampoco es vivo el condenado! Las pesca al vuelo, como yo digo. Luego si le da por reír, a partirse el pecho se ha dicho. Lo que yo le digo a la Verdeja, éste se la sabe entera. Ella que va para ministro y no le falta razón. No tiene cuatro meses y el cipotín ya distingue, esto quiero y esto no quiero y, si no se le da por el palo del gusto, ya se sabe, a berrear. Lo que me llevan los demonios es esto de que se mame el fole. ¡No puedo con ello, me cago en sandiez! Y la chavala que dejémoslo no más; no hay cosa más fácil. Pasé la tarde enredando con él. Los tíos no aparecieron vivos ni muertos.

A la anochecida me entró la murria y para espabilarla me quedé donde Lautaro. A lo bobo a lo bobo me puse a soplar y cuando me quise dar cuenta estaba juma perdido. De que llegué a casa, la chavala, a voces, que si esto iba a ser una costumbre. Ya la dije que a santo de qué salía con esas y ella que el otro día calló la boca porque una vez al año no hace daño, pero que si pensaba acabar como mi cuñado avisase a tiempo para tomar el portante. Yo no sé si las voces de la chavala o qué, pero se me puso la lengua gorda y terminé volviendo el cuajo. Me acosté desriñonado. Luego dormí el vino a modo y amanecí como un geranio.

18 noviembre, jueves

Lo del negocio no pita. A esto le falta el qué, como yo digo. Uno no está hecho al oficio y el cepillo le manca las manos y todo. Ni sé si son míos los dedos, o sea que por la parte de dentro, tengo dos en carne viva y con la anilina y el betún veo las estrellas. El Efrén que con el tiempo nos saldrá callo y listos. ¡Valiente porvenir! Luego, las espaldas. Que no es vida, vamos. Porque si siquiera rindiese, pero ¡de qué! Si hoy mal, mañana peor. A esto lo llaman en mi pueblo ir de culo. Después, lidiar con estos tipos, que si les tiznas los calcetines o que si no sacas bastante lustre. Ni saben lo que quieren. Yo soy el primero que me gusta ir bien puesto, pero todo tiene un límite. Y los gilís estos si no se ven la jeta en la puntera no quedan conformes. Llevo una temporadita que para qué. Desde que estuve enfermo. Bien mirado, de entonces acá no levanto cabeza.

20 noviembre, sábado

Llevamos dos días que manolo aprieta de firme. ¡Vamos, que la cosa tiene chiste, como yo digo! Al borde de diciembre, o sea invierno, y las cabras de manga corta por la calle Ahumada. Si no lo veo no lo creo. Y luego las flores, que está el Cerro y el Parque Japonés que no veas cosa más linda. Pero esto a su tiempo, porque a este paso me veo pasando la Nochebuena en la terraza de un café. Y eso no, vamos. Que uno, en el fondo, no es más que un animal de costumbres, ya se sabe, y te pones a ver y ni se diferencia de las perdices ni nada. Yo me recuerdo el bando de la Sinoba, si no le hallabas en los bajos, andaba en la vaguada, en las pajas, y si tampoco paraba en las pajas, arriba, en el bacillar era la fija, ya se sabía. A uno, parigual, le arrancas de su rincón y, ve ahí, no se aclimata. Es la fetén. A uno le cabrea la rutina, pero le sacas de la rutina y anda más despistado que un chivo en un garaje.

Cada día marcho peor de las manos. Sólo faltaba que se me enconasen ahora las pupas para acabar de gibarla. Hoy la parroquia no llegó a setenta.

23 noviembre, miércoles

¡La tipa esta está para encerrar, vamos! Pero ¿es que no va a poder vivir uno tranquilo? La cosa es tan así, que uno no sabe qué determinación tomar. Hoy se me presentó en el negocio, se apotrincó en un sillón y que la lustrase. Yo no quería que el Efrén la conociese y la pegué dos cepilladas y que listo, pero ella, que embetunase, pues, y venga de recogerse la pollera y de restregarme las corvas. Cuando terminé la dije que tía no me vuelva a torear, y ella, que era libre de lustrarse los zapatos donde la viniese en gana. De que se largó, el Efrén, que si no era la patroncita. Le dije que a ver, pero que no se pensase lo que no es. El vaina, que qué se iba a pensar, y yo que por si acaso.

Llegué a casa de mal talante y para acabar de gibarla la chavala venteándose y el cabrito berreando. De que regresó la armé una rosca regular. Ella, que si iba a tirar por la ventana esta oportunidad. Lo que yo la dije, que cuando no lleve la despensa a cuestas podrá hacer lo que quiera, pero que ahora, antes es la criatura que nada. La huevona se encarachó y terminamos de mala manera. Más tonto soy yo por consentirla lo que la consiento.

26 noviembre, sábado

La tía es un caso perdido. Hace cuatro días que no pierde comba. A las doce, clavada en el salón, ya se sabe. Y si el Efrén está libre y yo afanando, la pingo de ella, con toda la carota, a aguardar que yo concluya. La verdad es que uno no sabe a qué carta quedarse. La guarra de ella se ha encaprichado y mientras no me la calce o la suelte una mano de guantadas, que va a ser lo más práctico, no me va a dejar tranquilo. Lo cierto es que esto está para las cagas y más nos valdría a todos dar cerrojazo y terminar de un viaje.

29 noviembre, martes

Tres meneos en veinticuatro horas, tampoco es paja. Lo que yo le digo a la chavala, esto no es plan. Los dos primeros me agarraron en el negocio y aquello fue el descuece. El segundo sacudió a modo y la gallada, ahumando calle arriba, era un espectáculo. El tercero nos pescó cenando, se apagó la luz y se armó un boche regular. La chavala y yo tropezamos cuando íbamos por la guagua y a poco nos sacamos la cresta. La señora Verdeja, que a la puerta y venga de vocear. Hace falta ser de pasta flora para dormir después. Yo ya le he dicho a la Anita que esto no lo aguanto. Dificultades, las que me echen, pero esto de jugarse la vida a cada paso es huevada, la verdad. Ahora sale la señora Verdeja con que la tierra tiembla aquí trescientas veces por año, pero que algunas veces el temblorcito es tan liviano que no lo sentimos. ¡Pucha que es un lindo porvenir! El cipote del tío se presentó a las diez de la noche a ver qué había sido de la guagua. Dice que hubo desgracias y que los dos últimos sismos han sido tamaños de grandes. Aproveché para decirle que a ver si asoma por el negocio para darnos cuatro normas, porque aquello no hay Dios que lo levante. Quedó en pasarse mañana por allá. A ver si se tropieza con la candaja la tía y matamos dos pájaros de un tiro. Al huevón de él le gusta que le consulte más que el comer con los dedos.

30 noviembre, miércoles

El tío se despachó a su gusto. Saltó con que la plata es como la caza, que toda la ciencia está en ubicarla y tener maña para engancharla luego. Le dije que se explicase, y el mandria, que en un mismo montecito uno hace dos piezas y otro diez y que con la platita parigual, unos aciertan a agarrarla y otros no, porque unos son capaces y otros no lo son. Le dije que en punto al negocio, qué, y él, que el Efrén y yo, yo y el Efrén, por no consultar a tiempo, nos habíamos puesto donde no hay de qué, porque el negocio está mal ubicado y que no le veía fácil salida. ¡Para ese viaje…! En éstas andábamos cuando se presentó la tía. Bueno, pues como si tal cosa. Se besaron, y él la gozaba y venga con que la tía venía a echar una mano y que si todos los amigos hicieran lo propio, otro gallo nos cantara. ¡Será crestón el pellejo este! Pero ¡anda que la otra! Tampoco hace falta cara de cemento, como yo digo. El vaina de él aguardó a que la lustrase y ella buen cuidado de no levantarse la pollera. Finalmente, le dije al tío que qué, y él, que si habíamos repartido propaganda. Le contesté lealmente que nones, y él que pidiera el fichero en el Círculo Español, hiciéramos unas octavillas y las mandásemos a domicilio. Le dije que diciendo qué y él, que el nombre del negocio y algo que llamara la atención, como «El sol de España en la punta de sus botas», o algo así. ¡No te amuela! Le dije que muy gentil, pero si espera que yo envíe a nadie esas huevadas, está fresco. Pero ¡qué coño de sol de España, si ni uno ni otro hemos agarrado un cepillo hasta anteayer! Muchas teorías, como yo digo, pero a la hora de ver el lado práctico de las cosas, cero al cociente. Por muchas vueltas que se le dé, esto no tiene solución, o sea, lo único, poner una fuente de soda, pero para eso hace falta plata y yo no arriesgo un peso más como me llamo Lorenzo.

A última hora me llegué donde Lautaro a echar un trago. Llevo una temporada que si no empino el codo no soy persona. Y no es que para esto del vino sea un abusón, que la fetén es que nunca me dio por ahí, pero ahora si no lo cato parece como que me faltara algo. ¡También gibaría que a mis años me fuera a agarrar el vicio!