Capítulo 14
Parque Nacional de la Sierra
de Winstan
Kathil
Marca Capelense, Mancomunidad
Federada
22 de noviembre de
3062
Múltiples alarmas
de localización de misiles chillaban llamando la atención,
callándose sólo cuando la andanada de misiles golpeó a ambos lados
delBushwacker de Amanda. La máquina
achaparrada y de anchos hombros aguantó el asalto bien, temblando
sólo un poco mientras intercambiaba el preciado blindaje por
tiempo, en tanto que Amanda luchaba con los controles para devolver
los disparos.
Los retículos del
punto de mira destellaron de forma irregular alrededor del verde
mientras los sensores de daños trataban de mantener un blanco
perfecto y fallaban. Haciendo uso de su propia intuición, la
sargento envió un par de disparos, que salieron de la lanza de
zafiro de su láser pesado antes de enlazar los misiles y el cañón
automático para las salvas posteriores. Todos los misiles se
quedaron cortos, salpicando tierra, roca y trozos de madera
petrificada sobre las piernas del Salamander enemigo.
El láser de ella
había logrado un verdugón rojo intenso en la parte inferior de la
pierna izquierda del atacante de ochenta toneladas, pero el cañón
automático falló en explotar la herida mientras, a cambio, golpeaba
con las balas de uranio empobrecido en el pecho del Salamander. Mejor de lo
que ella había supuesto, pero peor de lo que había
esperado.
Teniendo en
cuenta todas las cosas, bastante peor de lo que ella había
esperado.
Durante la última
semana, la batalla había aparecido prácticamente todos los días
para la milicia, en un frente o en otro. Las lanzas fintaban y
bailaban a lo largo de la frontera entre el territorio controlado
por el GRC y la esfera de la milicia, mientras las luchas
principales ocurrían por la posesión de ciudades y pueblos en un
permanente tira y afloja. Radcliffe gozaba de un fuerte apoyo en la
mayoría de los pequeños pueblos rurales, pero el Octavo mantenía un
firme control sobre los alrededores de District City (D.C.). Los
refugiados (aquellos que se quedaban sin hogar o huérfanos después
de tales batallas) inundaban Radcliffe después de cada batalla con
la certeza de las mareas. Ello subrayaba la necesidad de una rápida
conclusión a las luchas. Las unidades se turnaban en ciclos de
descanso y reparación, cada tres días, aunque el ofrecimiento
voluntario para realizar servicios extras era aceptado e, incluso,
estimulado.
Conduciendo una
lanza al exterior para realizar un reconocimiento de largo alcance,
Amanda había buscado estar algún tiempo lejos de la base de
Radcliffe para aclarar sus propios sentimientos con relación a la
batalla campal que estaba volviendo del revés su mundo natal. En su
lugar, ella había encontrado una batalla desgarradora a lo largo
del Parque Nacional de la Sierra de Winstan, una de las áreas
primitivas más querida de Kathil. Ni siquiera las señales de
“Manténganse en los Senderos” habían parado a los elementos del
Octavo GRC de intentar diezmar a dos compañías del Tercer Batallón
de ‘Mech de la MMC.
Ella no perdió
mucho tiempo en comprometer su pequeña fuerza para ayudar al
Tercero, la llegada oportuna de una lanza pesada fresca cambió la
marea de la batalla desde una derrota hacia un empate. En esta
lejana tierra interior, ningún lado tenía una ventaja real. No
había defensas estáticas, ni familiaridad con el terreno (ni
siquiera una superioridad aérea). Unos pocos Corsairs enredados
allá en lo alto con un lanza de Lucifers, un lado o el otro lanzándose,
periódicamente, en un rápido vuelo de bombardeo, pero la mayoría de
tiempo no saliendo de su propio campo de batalla. En la parte de la
batalla con base terrestre, el Octavo utilizaba tanques
aerodeslizados ligeros con ‘Mechs de asalto, una combinación
difícil de emplear pero que, cuando lo hacía correctamente, era muy
complicada de derrotar.
Los BattleMechs
de peso de asaltòpodían repartir bastante daño en un poco tiempo,
pero si cometían el error de ignorar a los
aerodeslizadores Plainsmen, las plataformas de misiles de
gran movilidad terminarían colocadas a sus espaldas, destrozando el
más débil blindaje trasero de un BattleMech.
El Salamander lanzó una nueva
nube de misiles al aire, unas tres veintenas de cabezas explosivas
que se arquearon hacia la posición de Amanda. La sargento puso
su Bushwacker a la carrera,
internándose en la explanada y corriendo bajo la cortina de fuego
antiaéreo de forma que la mayoría detonaron detrás de ella. La
maniobra también la acercó a la línea del enemigo, no obstante; un
movimiento que no había pasado desapercibido para un
cercano Gunslinger, que adquirió un rápido
blanco y disparó dos balas gauss en su dirección. Una bala salió
lejos alcanzando una poco común columna de madera
petrificada recta, golpeándola en los dos metros superiores y
haciendo llover astillas doradas y marrones sobre el suelo. La otra
ajustó cuentas con ella en el pecho, perforando a través del resto
de blindaje de su línea central para rajar el escudo físico
alrededor del motor de fusión. La temperatura en su cabina saltó
otros pocos grados a medida que la carga de calor adicional inundó
los ya esforzados disipadores de calor.
—Lo que estás
haciendo se llama cargar contra una fuerza superior —le informó a
ella el Cabo Smith a través del sistema de comunicaciones, su tono
era a la vez preocupado e irreverente. Su Cestus se movió hacia delante
en el campo de batalla para apoyarla, aunque la otra mitad de su
lanza permaneció dedicada a mantener el flanco sur del
Tercero.
Y era una buena
cosa que ellos hiciesen eso, decidió Amanda. Si los ‘Mechs de
asalto forzaban una brecha en este lugar, de nuevo no habría nadie
que les obstruyese:
—Olvida el
análisis táctico —dijo ella, jadeando mientras buscaba oxígeno— y
apunta al ¡Gunslinger!
Amanda podía
estremecerse por el daño que esta batalla estaba haciendo a la una
vez bella zona de la Sierra de Winstan, pero, al carajo, si ella
permitiría que eso la alejase de su deber. La única cosa que aún
sabía era como ganar batallas. Justo en ese momento, sus instintos
de combate estaban todos desencadenándose sobre el Gunslinger. Con sus
rifles gauss gemelos, la máquina de asalto de ochenta y cinco
toneladas poseía la mayor amenaza que el Octavo podía ofrecer,
capaz de derribar cualquier ‘Mech con dos balas de ferroniquel bien
colocadas. También protegía el centro de la línea de
la Katzbalger y estaba listo para
servir de punta de lanza en cualquier dirección. El Salamander que la
había retado al principio era peligroso sólo a distancia, ya que
dependía de sus misiles de largo alcance, y después de moverse
hacia delante ella había llegado más allá de su alcance
óptimo.
Smith había
consumido su limitada munición gauss pronto, pero ayudó a Amanda
con un par de láseres pesados que se incrustaron profundamente a lo
largo del lado izquierdo del Gunslinger. Blindaje fundido caía
copiosamente sobre el suelo, esparciendo escoria ardiente sobre los
una vez prístinos senderos. El propio láser de Amanda recorrió el
blindaje restante de la cabeza del Gunslinger (lo bastante para
calentar más las cosas en la carlinga, esperaba ella) mientras su
cañón automático provocaba nuevas hendiduras en y a través del
brazo derecho. Las balas gauss penetraron en el brazo roto con un
destello de luz azul que se arqueaba, haciendo danzar breves
marañas de rayos hacia arriba del brazo y el hombro.
El ‘Mech de
asalto tembló mientras su giroscopio luchaba contra la pérdida de
tanto blindaje.
Añadida a los
problemas del MechWarrior enemigo, sabía Amanda, estaría la
retroalimentación de dolor cerebral causada, normalmente, por la
descarga no controlada de las balas gauss. Ella cambió, de forma
rápida, las armas, arriesgándose a la punta de potencia que tal
petición de energía demandaría de su reactor de fusión.
El Bushwacker intercambió otra
combinación doble de cañón automático y láser contra el disparo
gauss precipitado (y sólo) del Gunslinger, cuya bala hipersónica
convirtió en ruinas la protección del flanco derecho de ella
mientras que ella desmenuzaba más del blindaje más pesado
del Gunslinger.
Richard había
dedicado sus dos láseres pesados a perforar a un Plainsman que
estaba avanzando, excavando a través del blindaje para destripar
los ventiladores del motor ocultos detrás de la cubierta
protectora. Habiendo perdido el apoyo inmediato de él, Amanda se
preparó para otro intercambio de fuego de armas con
el Gunslinger. Entonces un borrón de plata
golpeó como el rayo contra el ya dañado lado izquierdo del ‘Mech de
asalto, una bala de hierro perforó a través de lo que quedaba del
blindaje para localizarse dentro de las tripas del Gunslinger. Los
músculos de miomero se rompieron bajo el impacto, y los huesos de
titanio encauchado del esqueleto que servía de chasis se deformaron
y se agrietaron. Uno que servía de soporte al afuste de la munición
gauss construido en la parte izquierda del Gunslinger se
rasgó, haciendo un gran agujero en el afuste. Las balas gauss
salieron libres por la herida como un chorro de sangre plateada,
elGunslinger dejaba caer la munición
detrás suya mientras, de forma precipitada, regresaba hacia la
seguridad de sus líneas.
Aunque no estaba
amenazada de destrucción, la máquina de asalto había perdido su
utilidad con la inutilización de sus dos armas principales.
ElSalamander y un Rakshasa se
adelantaron para cubrir la huida y empezaron una firme pero lenta
retirada, tentando a Amanda de llevar más allá la ventaja recién
obtenida.
En lugar de eso,
Amanda hizo caminar su Bushwacker en dirección opuesta,
intercambiando disparos sueltos a medida que la distancia entre
ellos se agrandaba. Ella fue lo suficiente inteligente como para
precipitarse e internarse demasiado en la línea del enemigo, por
mucho que la mortificase permitir que elGunslinger se retirase de la
lucha.
En cualquier caso, malditos
sean los ‘Mechs de asalto, maldijo ella cuando
el Salamander arrojó tres andanadas de
misiles al aire. Ella se escondió detrás de una pequeña colina
cubierta por la madera petrificada de color brillante,
estremeciéndose cuando la mayoría de los misiles impactaron contra
la misma, protegiendo su limitado blindaje pero costándole mucho
más a Kathil. Una media docena de cabezas explosivas estropearon su
hombro izquierdo, abriendo heridas frescas pero no profundizando lo
bastante para causar algún daño serio. Todavía.
El Cabo Smith
también había buscado refugio temporal detrás de la colina,
escondiendo su alto Cestus en una posición agachada y
anadeando hacia atrás.
—Maldición, pensé
que los teníamos —dijo él.
Amanda agitó la
cabeza, respondiendo a la cabina vacía antes de
transmitir:
—Los hemos
dañado, pero esto va a durar bastante tiempo. Y yo creía que habías
gastado las balas gauss —le acusó ella.
—¿Qué sabes? Tuve
la suerte de encontrar una más.
Si Smith estaba
reservando las últimas piezas de munición gauss, al menos, las
gastaría sabiamente. Y Amanda no tenía tiempo para discutir ese
tema. Ellos estaban a punto de emerger de la sombra protectora de
la colina:
—Retírate hacia
nuestra línea, Cabo. Usa tus láseres contra algún Plainsman que se
acerque demasiado. Yo me encargaré del Salamander.
—No va a quedar
mucho de la Sierra de Winstan si no los derrotamos o no los hacemos
huir pronto. —Un signo de frustración se mostraba a través de la,
habitualmente indiferente, expresión de Smith.
Aunque eso apenas
tenía interés táctico, Amanda no podía dejar de estar de acuerdo
con el suboficial de menos rango. Una cosa era, como miembro de la
Milicia de Kathil, aceptar que, algún día, podía tener que luchar
en el suelo de Kathil. Pero otra bastante distinta era participar
en la destrucción de un tesoro nacional. El enemigo sabía como
dañarles—a excepción de que esta vez el enemigo no eran invasores
de Capela, o de Casa Marik, ni siquiera de los Clanes.
Era una unidad de
la Mancomunidad Federada, destrozando su mundo por ninguna razón
que ella pudiese ver, salvo la ambiciones políticas de una mujer,
distante a cientos de años luz, y el ego de un general que se veía
a sí mismo más grande que la cadena de mando.
Saliendo de la
cobertura, aceleraron el ritmo para ganar la seguridad de su línea.
El Salamander los tomó como objetivo,
de forma inmediata, de una andanada completa de sesenta MLAs,
lanzando un paraguas de destrucción sobre el campo mientras una
nueva pareja de Plainsmen trataba de patinar en una
pasada rápida. Uno de los aerodeslizadores iba a la deriva
demasiado cerca de una formación vertical de madera petrificada, la
misma a la que el Gunslingerhabía roto la parte superior
con anterioridad, el golpe lateral finalmente desequilibró la
estructura natural y la derribó, provocando que se rompiese en un
millón de fragmentos contra el suelo. Amanda agarró las palancas de
mando con una fuerza nacida de la rabia cuando más de dos docenas
de misiles golpearon en su localización, sacudiendo
al Bushwacker con temblores
violentos.
—Nadie va a
hacerles huir con suficiente rapidez —susurró ella, con cuidado de
no hablar lo bastante alto para que su micro activado por la voz
captase las palabras para emitirlas por radio—.
Seguiremos así
hasta que un lado u otro domine o consiga refuerzos.
Amanda se dio
cuenta, de pronto, que estaba imitando al Mayor McCarthy, y
coincidiendo con él con tanta facilidad como si ella lo hubiese
pensado por sí misma. Y no estaba segura de si esto era bueno o no,
con la excepción de que, ciertamente, parecía apropiado para esta
situación. No existía un camino fácil para parar esto. Tendrían que
cabalgar sobre ello.
En cualquier
caso, ¿cuánto podía durar la batalla?
David siempre
retornaba a Huntress.
No había
escapatoria a ese legado—recordar las batallas, volver a llamar a
los hombres y mujeres que habían caído en esa acción para acabar
con la invasión de los Clanes en la única forma que el enemigo
entendía: la fuerza, una aplicación devastadora del poder
militar.
Nunca podía
olvidar, y los recuerdos mantenían un completo dominio sobre los
sueños de David y sobre muchos de sus momentos despierto, también.
Hoy, dando un largo paseo alrededor de los extensos terrenos de
desfile de Radcliffe, había escondido su cabeza del cortante viento
de primavera y tratado de sacudirla libre de las inolvidables
imágenes. Tratado, y fallado.
El momento más
duro de esa batalla final había llegado justo después de que él
hubiese levantado su Devastator del suelo, irguiéndose
sobre los restos de armamento quemado del Black Hawk de los Clanes y
del destripado Bushwacker de Vahn.
El Masakari, habiendo acabado de poner fin
a la joven vida y prometedora carrera militar de Vahn, se había
medio levantado del suelo y estaba ahora volviendo su atención
hacia David.
—¡Que alguien
aleje uno de estos tipos de los Clanes de mí! —gritó de repente el
Brevet-Hauptmann Polsan. Su voz mantenía un tono desigual, pero no
mucho mayor que el tono cercano a la histeria de momentos antes,
cuando la acometida del enemigo cayó sobre él. El mantenía su
propio flanco izquierdo ahora que había caído Vahn. Todavía
manejando el brazo con Hacha del Nightsky como un garrote,
el Caesar de Polsan se mantenía
erguido entre un Daishi y unKingfisher en un intento,
valiente pero suicida, de evitar el avance de ambos. Por otro lado,
el Berserker de Kennedy tenía las
manos llenas, a la derecha, contra un segundo Gladiator y
un Vulture. Ella no había llamado ni una
vez pidiendo ayuda, pero ella la necesitaba casi tanto como otro
cualquiera.
Uno o el otro.
¿La vida de quién salvaría él?
Era una decisión
que David, ocupado con el Masakari, no había estado preparado para
hacer hasta que una pareja de débiles formas llegaron propulsadas
por la espalda a la lucha sobre chorros de plasma supercaliente. La
pareja de Stealths, que el había enviado al
principio a la tierra de nadie del valle, había, no sabía como,
sobrevivido a la embestida inicial y, ahora, regresaban volando
buscando venganza.
Cayeron sobre el,
lisiado Masakari como lobos sobre un oso
herido, los láseres despedazando el blindaje, y los misiles de
corto alcance pulverizando como las garras rompen la carne. Desde
el campo trasero, el Enfield del Sargento Isaak giró a
la izquierda, apoyando a Polsan.
Muchas cosas
podían ir mal en un simple segundo sobre el campo de batalla. Un
enemigo podía saltar a tu espalda, apuntando las armas contra tu
parte trasera. Un tiro afortunado podía golpear a través del escudo
facial de un ‘Mech, quitándote un aliado. Los refuerzos podían
presentarse contra ti. Ataque aéreos, artillería y simples
accidentes; la única cosa segura era que nunca había tiempo para
dudar.
Pero la elección
de David no era, ralamente, una elección, en absoluto. Kennedy era
un guerrero de gran experiencia en un BattleMech más pesado.
ElMasakari de los Jaguares de Humo
era, posiblemente, el diseño más letal que quedaba en el campo,
pero estaba tácticamente limitado por una pierna lisiada y acosado
por dos ‘Mechs exploradores móviles. Confiando en que su gente se
mantendría, tiró violentamente de las palancas de mando hacia la
izquierda, arrastrando el retículo de objetivos hacia el borde de
la pantalla y alzando sus brazos hacia el lado a medida que
pivotaba hacia la posición de Polsan justo por detrás de
Isaak.
El Caesar de setenta toneladas
de Polsan se mantenía, milagrosamente, de pie ante
el Daishi, que le superaba en treinta
toneladas y que estaba armado con salvas devastadoras. Disparando
combinaciones del rifle gauss montado en el torso y del CPP del
brazo derecho, el Caesar sufría bajo un salvaje
contraataque pero se mantenía en pie lo suficiente para protestar
con el brazo con hacha del Nightsky.
Isaak no lo
pasaba tan bien, habiendo logrado sólo un único disparo de su cañón
automático LB-X antes de que el láser de pulso del Kingfisher clávase
una ráfaga de dardos, brillantes como una joya, dentro y a través
del pecho del ‘Mech medio. David realmente vio unos pocos rayos
esmeraldas fundirse a través del blindaje posterior al pasar, y,
luego, el reactor de fusión explotó libre de la contención
magnética que lo mantenía bajo control. Fuego dorado estalló en una
gota dura que subió devorando hacia el cuello y que se filtró hacia
fuera a través de las articulaciones del hombro y la cadera. Exudó
plasma en el aire que le rodeaba, un halo de fuerza destructiva que
golpeó lateralmente al Kingfisher antes de que
el Enfield explotase en la cara del
‘Mech de asalto.
La llama
prácticamente cegó a David durante unos pocos segundos, el experto
MechWarrior permitió que su instinto mantuviese al Devastator en pie.
Alzando los brazos a través de la oscurecida carlinga, David pulsó
los botones del gauss y del cañón de partículas y, luego, hizo
flotar los retículos de mira hacia donde creía que estaría
el Kingfisher.
Parpadeó al
aclararse su visión unos segundos antes de disparar sobre el aire
vacío.
El Kingfisher había sido incapaz
de seguir en pie bajo la liberación de la fusión, cayendo hacia
atrás hasta el suelo, sacudido por la explosión pero recuperándose
con rapidez. David no le daría ninguna oportunidad. Sorbiendo aire
ardiente en sus pulmones, olvidó la escala de calor y añadió los
láseres medios a la cortina de fuego. Haciendo flotar los retículos
de mira hacia abajo en dirección al esforzado Kingfisher, disparó, a
quemarropa , salvas de todo lo que le quedaba por dar.
El reactor subió
enormemente la escala de calor mientras la petición de energía
demandaba cantidades increíbles de poder. Ambos cañones de
partículas devoraron el lado derecho de la máquina de los Clanes
con cascadas celestes de pura energía que fundieron y destruyeron
casi todo el blindaje protector. La primera bala gauss golpeó en la
pierna izquierda. La segunda, que se retrasó medio segundo mientras
el mecanismo de alimentación empujaba la munición desde la
localización opuesta, rompió el abierto esternón para revelar en
ese momento el metal girando a alta velocidad del
giroscopio.
Aún así no fue
suficiente, hasta que el trío de láseres medios envió dagas de
rubí. Una encontró el corazón expuesto del Kingfisher, cortando el
giroscopio incluso mientras el Mech de los Clanes intentaba
devolver el fuego desde el suelo con la mitad de su arsenal basado
en láseres. Un láser de pulso pesado envió lejos los últimos
fragmentos del blindaje pectoral de David mientras un láser de
grado medio rociaba fuego esmeralda sobre el escudo frontal
del Devastator. Parte de esa energía salpicó
a través del ferrocristal roto, una ráfaga de calor hirviendo que
chamuscó el pelo de David y quemó la parte derecha de su cabeza y
de la parte superior del brazo, quizás a dos centímetros de
distancia de haberle cegado en el ojo derecho. Una nueva mitad de
tal poder, y habría estado muerto.
Ahora, mirando
fijamente el crudo vacío del cemento de Radcliffe, David alzó la
mano hacia el abrigo y mantuvo cogida su medalla con mano
temblorosa. La fría estrella de metal se acoplaba en su palma, las
puntas se clavaban en la suave carne mientras el la estrujaba con
bastante fuerza para provocar unas pocas gotas de sangre. Valor—lo
que se traducía en la elegancia de unos pocos julios de energía,
una mínima distancia de amplitud, y numerosas vidas perdidas
en su nombre. Y un legado de dolor que el no parecía capaz de dejar
atrás. El podía hacer su trabajo—estaba haciendo su trabajo, aquí
en Kathil—pero ¿cuándo dejaría, por fin, a Huntress
detrás? ¿Cuánto tiempo podía durar una batalla en sus
recuerdos?