Capítulo 6

Vorhaven, Kathil
Marca Capelense, Mancomunidad Federada

2 de noviembre de 3062

La casa de los McCarthy era un edificio grande de dos plantas que se extendía sobre quinientos metros cuadrados de salas de estar, biblioteca, cocina para banquetes y seis grandes dormitorios que ahora se usaban como habitaciones para invitados. Un porche cubierto envolvía totalmente tres lados de la casa, mirando hacia los cientos de acres de la granja cultivada que los padres de David gestionaban y tenían en propiedad. AgroMechs y vehículos agrícolas más convencionales operaban en campos alejados, ninguno lo suficientemente cerca para interrumpir el tercer día desde el regreso al hogar de David. La casa parecía bastante cómoda, a pesar de su gran tamaño, llena de niños jugando y de los aromas sumamente apetitosos de la cercana cena del Domingo.

La llegada de David dos días antes, después de casi tres semanas de duro entrenamiento con su compañía, había atraído a más familiares de los que nunca había creído que existiesen. La gran fiesta había llenado por completo el salón de baile de uno de los mejores hoteles de Vorhaven, empezando después de las celebraciones de Halloween de los niños y durando hasta bien entradas las primeras horas del día siguiente. Un completamente mojado David había sufrido abrazos, apretones de manos y buenos deseos de bienvenida suficientes para que durasen varios años. Disfrutó de cada minuto. En su mayor parte.

Evidentemente se habían producido las esperadas preguntas sobre Huntress, mucho más insistentes ahora que se había hecho pública por parte del General Sampreis la noticia de su condecoración. La Medalla del Valor de la Liga Estelar era una proeza impresionante para un “chico de casa”, un título que David no pudo esquivar a pesar de que se había ido hacía más de ocho años. La ceremonia estaba programada para celebrarse dentro de nueve días, y no se alegraba mucho de tal experiencia.

David estuvo brindando durante varias horas, pero la novedad finalmente lo aburrió, y cambió a un ponche de frutas para mantener su cabeza despejada. Pronto los brindis se hicieron por los Ulanos, en memoria de Morgan Hasek-Davion y del hijo de Morgan, el Mariscal de Campo George Hasek, y , al final, por Víctor Steiner-Davion. Muchos de éstos eran lanzados como un desafío peculiar, provocando a que alguien mostrase su desacuerdo. ¿Estaba la gente intentando provocar enfrentamientos?, se preguntó David, o ¿simplemente reafirmando sus propias lealtades?

Sucesos similares ocurrían a lo largo de todo Kathil, y supuestamente a lo largo de toda la Marca Capelense. El pueblo estaba desplegando las banderas de la vieja Federación de Soles y pidiendo abiertamente a Víctor que volviese del exilio. Lo quisiese o no, Víctor era el campeón de la Casa Davion–la Federación de Soles. Eso era lo único que podía esperarse, puesto que Katherine Steiner-Davion había insistido enormemente en identificarse a sí misma con el estado Lirano y su herencia Steiner. David estaba preocupado de que se estuviesen delineando con tanta claridad las líneas de enfrentamiento. Los Haseks estaban claramente en el campo de Víctor; si se produjese una lucha, no había dudas de a quién apoyarían ellos. Pero Katherine tenía sus propios seguidores –la negativa del Octavo GRC de seguir las órdenes de George Hasek era prueba bastante de ello.

Tales pensamientos habían persistido durante el día siguiente, cuando la celebración había quedado reducida a la familia íntima –hermanos y hermanas, unos pocos primos cercanos, y los niños- y se habían ido a la casa de campo de sus padres, quienes no habían estado tiempo suficiente con su hijo tanto tiempo ausente. Especialmente su padre, quién acudía a él para tener noticias del Príncipe Víctor y la Fuerza de Defensa de la Liga Estelar.

—Seguro que has oído algo sobre los planes del Príncipe —dijo ahora Jason McCarthy, acorralando a David donde el se erguía mirando las tierras de la familia desde el porche delantero—. El no puede pretender en serio dejar a Katherine en el trono. —El hombre mayor estaba bien para su edad; el tiempo que había consumido trabajando en una granja grande y con éxito se notaba. Una gruesa franja de pelos gris duro rodeaba una coronilla bronceada por el sol, y sus ojos azules eléctricos eran tan intensos como los de su propio hijo. Sus manos eran grandes, aptas para los controles sobredimensionados de un AgroMech, y se apretaban sobre la barandilla como si anhelase tener en sus manos un ‘Mech militar.
—Víctor Steiner-Davion ha aceptado el puesto de Capiscol Marcial de ComStar y también dirige la FDLE —le recordó David a su padre, sorbiendo un trago del fuerte café local—. El no puede usar esa posición para lograr sus propias metas.
—Eso no ha parado a su hermana —se quejó el McCarthy de más edad, retractándose sólo un poco—. Tú no has oído la mitad de lo que hemos oído nosotros, hijo (especialmente si confías en la red de InterStellar News o incluso en la de Federated News Services). Nunca he visto tanta propaganda pro-Steiner, ni siquiera cuando la boda de Hanse Davion y Melissa Steiner era un tema caliente. El Korraborator hace lo que puede, pero parece haber un esfuerzo determinado en el mundo exterior de no dar a las redes locales suficiente información. Aún así, oímos cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó David como siempre prestando a su padre un respeto consciente.

Jason McCarthy no era un tonto, y ésta era información que David probablemente no conseguiría de fuentes militares. Los rumores tenían su propia vida dentro de una unidad, pero el “radio macuto” militar apenas se extendía entre mundos.

—Bien, el estallido de Solaris VII resultó difícil de mantener oculto, pero en todo caso era un mundo de Lira —dijo con crudeza—. Hemos oído cosas peores sobre Nueva Aragón, donde los manifestantes fueron etiquetados como subversivos y detenidos para ser investigados. Y, desde luego, está Kentares. Las noticias fueron rápidamente suprimidas, pero unos pocos navíos mercantes nos trajeron rumores de que los simpatizantes de Katherine mantienen el planeta bajo control con las fuerzas de BattleMech. El duque local (Duque Sharpe, creo que es su nombre), según cabe suponer su fortaleza, fue derribado de su base y su familia apresada, o algo peor.
—Yo oí que los ‘Mechs arrasaron una ciudad allí. —Pauline, una de las cuatro hermanas de David, se unió a ellos a tiempo de oír la mención de Kentares—. Cinco mil personas murieron o fueron heridas.

La idea de BattleMechs sueltos en una ciudad le recordó a David la batalla simulada con Amanda Black de la semana anterior. Era tan fácil, pensó, para un MechWarrior empezar a pensar en sí mismo como invulnerable y empezar a ser imprudente con el poder de las armas en su mano. Las consecuencias de la batalla podían ser tremendamente brutales incluso en el caso de un uso moderado de las armas.

David lo había visto en Huntress. Y ahora, aparentemente, esa brutalidad había llegado a la Mancomunidad Federada. Mirando hacia fuera, hacia los campos bañados con la cálida luz del sol, era difícil imaginarse a los ‘Mechs desparramándose a lo largo de la tierra, pero tenía un mal sentimiento en sus tripas de que eso podía llegar a pasar perfectamente. Este estancamiento con el Octavo no podía durar eternamente, especialmente con los Dragones en camino para reforzar a la milicia. Sólo tendrían que esperar y ver si el General Weintraub se conformaría y llevaría su fuerza a Lee, o si elegiría resistirse.

Esperar, y, mientras tanto, prepararse para luchar.

—Creo que Katherine es demasiado inteligente para hacer algo tan drástico —dijo David en voz alta. Pauline trabajaba en Vorhaven como agente de seguros (sus mejores noticias serían una combinación de rumores locales y chismorreos de videos)—. Especialmente en Kentares. Repetir la masacre de Kentares provocaría una reacción de muchas fuentes. —Se volvió hacia su padre en busca de apoyo, pero el McCarthy de más edad se mostró indeciso.
—No estoy seguro. Estoy de acuerdo, en que Katherine debería ser más inteligente. Pero eso no significa que la gente puesta por ella en el planeta deba escuchar a la razón. Fíjate en Kathil. Nuestra nueva Princesa-Arcontesa no ha desafiado directamente a George Hasek, ni siquiera al Duque VanLees.

Pero aún tenemos al Octavo GRC cuidando los depósitos para ella, ¿no?

Era difícil rebatir eso, teniendo en cuenta que el Octavo aún ocupaba la principal base militar del planeta mientras la Milicia de Kathil estaba apiñada en los viejos cuarteles de Radcliffe.

—El viejo Koster VanLees habría puesto de patitas en la calle a este General Weintraub —dijo Pauline con un tono nostálgico que David recordó haber oído en las voces de sus padres cuando era un niño El síndrome de “los viejos buenos tiempos”, lo había llamado él.
—No estés tan segura —dijo David—. El Duque Koster no era tan independiente como nos gusta recordar. El vendió los Dragones Capelenses al servicio de Davion antes de encontrarse metido en la lucha entre Hanse Davion y Michael Hasek. —Y ahora los Dragones estaban de vuelta. ¿Qué significaba eso respecto del Duque Petyr y sus intenciones? ¿Lucharía él por su planeta y su pueblo con más fuerzas que su padre?

Pauline rechazó la opinión de su hermano con un movimiento de la mano. La posición de David como héroe de guerra no había incrementado de forma notoria su respeto por él: 

—Eso fue porque Michael Hasek estaba equivocado, David. En cualquier caso, he oído que el Duque VanLees ha vuelto a comprar los Dragones al Duque Hasek. Piensas que puede ser una señal de que el Duque Petyr se está poniendo más duro, o ¿quizás de que George Hasek está reforzando su autoridad en la Marca Capelense?
—Podría ser —admitió David—. Si fuese cierto.
—¿Es cierto? —preguntó su hermana.

David se encogió de hombros, y el subsiguiente silencio duró tanto que su hermana renunció a conseguir una respuesta directa y regresó en pos de sus cuatro hijos. Pauline nunca había tenido mucha paciencia.

Jason McCarthy, sin embargo, siempre había tenido más carácter:

—¿Es cierto? —repitió.

No existía la posibilidad de que su padre se cansase de esperar (el hombre era obstinado por naturaleza). David asintió, y los dos estuvieron en silencio durante un rato, pensando sobre las implicaciones de eso.

Las voces de los niños jugando felices y las regañinas poco sinceras de los adultos fueron suficientes para alejar momentáneamente sus sentimientos de desastre inminente. Sobrinos, sobrinas y unos pocos primos segundos continuaban corriendo alrededor con sus disfraces de Halloween, incapaces de renunciar a ellos después de una sola noche. El había reconocido totalmente unos pocos MechWarriors (los habituales representantes de los Dragones de Wolf, los Demonios de Kell y la Guardia Pesada de Davion, pero la mayoría exhibían los colores y el blasón de los Ulanos, como un homenaje a su pariente repentinamente famoso).

David devolvió los saludos de un trío de niños MechWarriors ahuyentados por un personaje de cinco años disfrazado de Guerrero Inmortal y armado con nada más peligroso que un panecillo recién cocido robado de la cocina. Nunca se acostumbraría a ver a los chiquillos adaptándose a una edad tan temprana a los iconos de la guerra. La próxima generación de guerreros. Esto enfrío su humor considerablemente. David se deshizo del héroe televisivo del panecillo, interponiendo en su camino a su sobrina con una palmadita amistosa en el trasero.

El panecillo estaba caliente, recordándole a David a su madre, quién estaba aún trabajando en la fiesta nocturna:

—¿Qué piensa mamá de todo esto? —preguntó, arrancando un trozo de pan dulce y llevándoselo rápidamente a la boca.

El McCarthy de más edad sacudió la cabeza:

—Ella está preocupada. Especialmente con tu hermana más joven, Grace, que está usando la revista que edita para intentar derribar a Katherine. Yo le digo a tu madre que todo se arreglará, no obstante. Pienso, que este es el mundo de George Hasek. Aun podemos contar con algunas libertades aquí.

Con la única excepción de que el Mariscal de Campo George Hasek no estaba aquí. ¿Qué derechos tenía asegurados Kathil que no se supusiese que también tenía Kentares?:

—Tendré que hablar con Grace —dijo David—. Este no es un momento para atraer la atención.
—¿Crees que estamos preparados para el combate?

Esa era la misma pregunta que David había planteado a Damien Zibler. David deseaba que Zibler estuviese aquí ahora para responderla en su lugar:

—Todavía todos esperamos evitar eso —dijo mostrando más confianza de la que realmente sentía—. En algún momento, los nobles tienen que resolver las cosas por convencimiento mutuo. Pienso, ya que ésta es la Marca Capelense, no la Confederación de Capela. ¿No crees?
—La Confederación tiene sus propios nobles gobernantes, también (aunque no lo hagan muy bien) —dijo su padre misteriosamente antes de retirarse de la barandilla del porche y regresar al interior.

David le siguió a la zona del salón principal, pasando ante una docena de adultos que estaban viendo un holovideo. Los dos hombres declinaron unirse a ellos para ver otro episodio de Los Archivos de ComStar, una vieja serie de suspense que se había hecho muy popular ahora que la organización, que una vez fue secreta, había realmente admitido algunos de los preceptos paranoicos sobre los que estaba basada la serie.

Una vez fuera de la habitación, su padre suspiró con fuerza, y durante un instante sus anchas espaldas se hundieron:

—Cuando llegue la guerra, David (y llegará sin duda), espero que no os pille a los oficiales con las cabezas enterradas en la tierra. Eso funciona con algunos vegetales y la mayoría de los políticos, pero no con los soldados.

David sonrió ligeramente:

—Somos más inteligentes que eso, papá. Si la guerra llega, estaremos preparados. Pero también tenemos esperanza. En todo momento, la paz amenaza con estallar y hacerse algo duradero.
—Espero que estés en lo cierto. Después de todo, sólo llega con cuatro siglos de retraso.

Gemidos y quejas llegaron del salón principal, y por un momento David pensó que sus parientes de la otra habitación les habían oído a ellos dos de una forma casual. Luego, sonrió, cuando oyó que su hermano, Adam, se quejaba a causa de que la emisión había sido interrumpida.

Esa sonrisa no duró mucho, cuando, de repente, se hizo un aterrador silencio en la sala principal, roto sólo por las voces distantes de los niños que jugaban fuera y el sordo sonido de la retransmisión de la noticia.

—¡David! —la voz de Adam era fuerte, capaz de alcanzar el otro lado de la granja. Dentro, casi hizo vibrar las ventanas—. David, ven. ¡Papá!

Que él hubiese llamado a David antes que a su padre debía significar que la noticia era militar.

Con los pelos de la parte de atrás de su cuello ya erizados, David regresó a la sala principal un paso por delante de Jason McCarthy. Seis sombríos adultos estaban sentados allí, con los ojos pegados en el equipo de vídeo tridimensional. Este mostraba los OmniMechs de los Clanes, de diseño angular, lanzando una cortina mortal de fuego de láser. La cámara se movió hacia atrás para mostrar al menos dos Trinarías que seguían disparando con rapidez a los invisibles defensores (una visión perturbadoramente familiar para David).

La voz de un presentador tapó los ruidos de la batalla, relegando las explosiones y los disparos crujientes y ardientes de un CPP a un segundo plano:

—Una vez más, tenemos informes confirmados de que el Clan de los Osos Fantasmales lanzó ayer una ofensiva importante contra el Condominio Draconis, aparentemente en represalia a los recientes ataques de los Vengadores de Alshain. Una docena de mundos han sido atacados, pero Casa Kurita informa de que resiste bajo el asalto. Esto no parece ser, repetimos, no parecer ser una reanudación de una invasión a escala completa, y ni la Mancomunidad Federada ni la Alianza Lirana parecen amenazadas en este momento. Ningún otro Clan ha hecho indicación alguna de moverse dentro de la Esfera Interior. Los principales objetivos del Clan de los Osos Fantasmales, en este momento, se piensa que son los de castigo y advertencia.

Castigo y advertencia. En una escala que costaría miles de millones de billetes C y quién podría decir cuantas vidas.

La voz del presentador se perdió una vez más cuando los sonidos de la batalla se impusieron sobre el informe. Las atronantes pisadas de los BattleMechs en movimiento apenas podían oírse detrás de los chisporreteantes rayos del cañón de partículas y de los roncos rugidos del fuego del cañón automático.

Los impactos de los misiles lanzaban lodo a la cámara y sacudían la imagen. No se trataba del metraje de la ROM de un MechWarrior del Condominio. Allí fuera alguien tenía una unidad de vídeo en el suelo (por fortuna por control remoto).

David miró sombríamente a su padre, ambos recordando su conversación de hacía unos pocos minutos. David notó, de repente, al tragar, la boca seca, ahora inquieto por las voces distantes del Guerrero Inmortal que continuaba persiguiendo a los alegres MechWarriors algo mayores.

Su padre, como era habitual, tenía razón. La cuestión nunca era si llegaría la guerra.

Siempre era una cuestión de cuándo.