Venías
Venías
desde más allá
de las liras
desde más allá de las alas
de los ángeles
de sobre los brillos tenues
de agudas estrellas.
Venías desde un cielo
encaramado al cielo
y de más allá. Volabas,
y tus estrellas, tus sonrisas,
siempre eran altas púas y no
profundas aristas de mar
como las mías.
Y nunca –así de ciego andaba–
pude ver de vos
más que un retazo
de sombra,
porque tu alto sol
sobre mi tenue luz
me cegaba.
Pero me llevaste vos,
de la mano, a crecer penachos,
de alas en los hombros,
a colgar sonrisas como soles
en mi nuevo cielo, ya junto a tu cielo,
más allá del cielo; y tanto
me quisiste, y tan bien
me enseñaste, que por vos,
a través de tu querer,
también yo te quise.
Porque vos: de tanto y tanto
estarme queriendo vos:
ahora –cuando ya
no me querés,
cuando te desdecís
como se desdice la luz
en su aciago atardecer–
aún ahora,
y aunque no debiera,
te sigo queriendo yo.