Pienso
Pienso (en mil noches
transidas, como esta
misma noche, que
conmigo, se retuerce,
y alarga los pliegues
de su boca sombría
en los pliegues tardíos
de mis sábanas) pienso
que me equivoco, sí
que me equivoco,
cuando dirijo
mis proas, hacia vos,
cuando izo, velas blancas,
ensoberbecidas velas,
como embarazos de sol
y de viento, henchidas
de ansia loca, o cuando
guío desembarcos
de mi piel en tu piel
de mi beso en tu beso,
o cuando empujo
mi nave toda, a puro soplo
de solamor y queriento,
hacia tu no, para arribarte.
Pero si me equivoco
es porque vos no crees
que aún podemos ser
simplemente, vos y yo,
juntos. Porque vos
sos hermosa y simple,
y es más fácil, para vos,
descreerte, de vos misma,
descreernos, a nosotros,
y es más fácil, para vos,
negarnos.
Pienso, entonces,
que me equivoco
cuando te hago señas,
arremolinadas señas,
desde el vórtice de mi extrañarte,
ademanes vanos, desde la oquedad
de no ser, vos y yo, con vos.
Porque:
si te nombro, vos no venís
si te escribo, vos no leés.
Y mis señas todas son timbres
escurriéndose en cuartos vacíos.
Aunque, tal vez,
no me equivoco, yo.
Porque
lo más simple
no es, nunca, lo más fácil.
Quizás, te equivocas vos.
¿Y si no me equivoco yo?
¿Y si te equivocás vos?
¿Y si todavía
podemos despertar
de la funesta pesadilla
envueltos en el abrazo,
fundidos en el beso?
¿Y si aún
podemos trepar los días,
remontar calendarios
desconocer el tiempo
como relojes inconscientes,
con alas remozadas
–vigorosas alas, que antes
nos elevaron– y ser
otra vez, una vez más,
el sueño de ser, vos y yo,
la fugaz eternidad,
el infinito breve,
que demoran, tus credos
rojos, tus labios,
en decir: sí, ahora, siempre?