ONCE
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oda esta literatura a la que te refieres, Reposiano, está cambiando. Ya no se llevan los folletines de Pablo Féval, ni las andanzas de Dick Turpin, ni las novelas de Julio Verne o de Laurie. Pero si hasta se han quedado obsoletos los disparates de Le Rouge, con sus viajeros al planeta Marte propulsados por la energía psíquica de diez mil faquires.
Maruja y Reposiano paseaban del brazo por las calles del pueblo, y entre el vuelo bajo de los grajos hablaban de lecturas compartidas, de folletines y novelas populares.
Se había adornado Maruja la solapa de la chaqueta con una ramita de flores blancas que compró en Madrid, en una rimbombante perfumería de la zona de Acacias, y que se anunciaba con carteles de Penagos. Perfumería Floraba: arrebol al jugo de rosas, rojo líquido a base vegetal, lápices al humo de sándalo, gomina argentina.
Con eso de poneros floripondios, le dijo el maestro a su acompañante, las mujeres mostráis que sois más generosas que los hombres, porque siempre lleváis a la vista algo para regalar a los demás.
Reposiano, aunque ojeroso y pálido, andaba con paso firme, sin reparar en el polvo, que se le iba pegando en su traje oscuro y en sus zapatos de liquidación, seis pesetas en la calle de la Magdalena. Se encontraba de buen humor, pues estaba dándose cuenta de que aún podía concentrarse en la conversación con su amiga, a pesar de que, a cada paso que daba, los riñones le arreaban una punzada, y de que el cerebro parecía arderle cada vez más. No había podido pegar ojo en toda la noche, y, en su desesperación, más de una vez estuvo a punto de despertar al pañero que le daba techo para preguntarle si por un casual no guardaría en su casa un frasquito de Veronal, o de isopral, o por lo menos de valeriana.
Esa clase de novelas han dejado de tener sentido en el mundo actual, y poco futuro les queda en España, insistió Maruja, que sostenía bajo el brazo una historia de Fu-Manchú titulada La falange sagrada.
El maestro, con las pupilas encendidas, puso cara de disconformidad, pero no se atrevió a protestar intimidado por el prodigioso sentido de la actualidad de Maruja. El pelo escaso y alborotado del muchacho le dejaba al descubierto una frente espaciosa y llana, igual que una pantalla de cine, adonde iba siempre que podía.
El libro popular, Reposiano, viene ahora de América y de Inglaterra. Llega de esos países donde se piensa rápido y se actúa de inmediato. Los escritores ingleses y americanos no dilatan sus relatos durante meses, como ocurre aquí con las novelas por entregas. En el mundo anglosajón, cada día, cada hora, es trascendental, time is gold, el tiempo está hecho de lingotes de oro, y por eso dan una historia completa en cada novelita. Las entregas, los episodios, han dejado de ser de interés popular y se han convertido en residuos literarios. La novela galante de hace diez años tiene más sentido ahora en un museo romántico que en el quiosco. El acierto es encontrar un protagonista con gancho, y escribir novelas sueltas sobre él.
No creo que con eso los americanos estén inventando nada nuevo, protestó Reposiano, y buscó la sombra del barranco para ver si era capaz de acertar la hora guiándose por ella. Luego consultó su reloj de bolsillo, y chasqueó la lengua en señal de triunfo. En el fondo, lo que hacen en América es contar las aventuras de siempre, pero con protagonistas más modernos.
Pero es que ser moderno consiste precisamente en una cuestión de traje, repuso Maruja. La gente quiere leer en nuestros días historias donde salgan aviones, hidroaviones, turbinas, y donde los protagonistas beban cócteles y champán de verdad, y no sidra-champán, y bailen jazz de Chicago en vez de cantar zarzuela, y que conduzcan coches deportivos, y que boxeen cuando se peleen, y jueguen al tenis en hotelitos de la playa, y asalten villas de lujo con un revólver Smith & Wesson en la mano. Aventuras en que las mujeres fumen y lleven zapatos de piel de serpiente. Lo que la gente ha visto en el cine lo quiere ver ahora en los libros. Al público ya no le intriga el rumor de las alcantarillas, ya no quiere saber nada de los horripilantes crímenes que perpetraron mano a mano el barbero y el carnicero de la rue Marmousets. Las empanadas de carne humana se han quedado desfasadas ante el refinamiento de la alta repostería. ¿Quién se conforma con el rapto de una sola niña o con el asesinato de un miserable ciego? Hoy se produce en cadena. Se hacen las cosas de manera industrial. Se mata a tiros de metralleta, no a una persona, sino a cinco, a seis, en un asalto, durante el ataque de una banda. Y todo eso se escribe pulsando las teclas de una máquina. ¡Se fabrica en serie! ¡No hay un ladrón solitario! ¡Hay una banda de pistoleros, gánsteres! ¡La ciudad es de las masas!
Reposiano quedó cautivado por las opiniones de su amiga.
Sin duda, Maruja, tú te refieres a ese tipo de novelas como la que llevas bajo el brazo. Todo eso que ha empezado a imprimir la editorial Molino, en la Biblioteca Oro. En Barcelona van en todo un paso por delante.
La maestra sacudió la cubierta amarilla de su novela con el dibujo de un chino alumbrado por el redondel de una linterna y encañonado por una pistola.
En efecto, esos catalanes han importado una manera de publicar que en América ha mandado a pique a las novelas por entregas, a las revistas baratas... Se trata de un nuevo formato de novelas impresas en un papel muy malo, y por tanto muy económico; de forma que pueden tener más páginas. Así son más largas que las antiguas novelitas populares, que aquellas publicaciones escuchimizadas del Cuento Semanal, los Contemporáneos, la Novela de Hoy. Tienen la misma extensión, por ejemplo, que cualquier novela larga de Pearl S. Buck, o de Francisco Mauriac. Y están sensacionalmente presentadas, con dibujos a color en las portadas, que reflejan siempre un tema de acción, un disparo, un puñetazo, una carrera, una muchacha insinuante. ¡Algo con movimiento! Y en el interior traen plumillas muy sugestivas. Y para remate las encuadernan de manera que en las estanterías queden como libros.
Algunas de ésas he leído, Reposiano se decidió a exponer lo que pensaba. Y los temas y los personajes me parecen tan momios como los que había hasta ahora.
Luego de hablar, el maestro pensó que estando siempre al lado de aquella muchacha sería capaz de pasar sin la Pravaz, su jeringuilla, su palacio de cristal, coronado por el pararrayos del sueño.
Pues para convencerte de lo contrario no tienes más que ir a la Biblioteca Oro de Molino, que tú mismo has mentado, Reposiano. En ella están apareciendo los grandes personajes que hoy se leen en todo el mundo. Sobre todo detectives, investigadores como el abogado Perry Mason...
Creación de Stanley Gardner, que también es abogado, empezó a lucirse Reposiano, y que sabe que el ciudadano es tan víctima de quien infringe el código penal como de quien lo redacta. Sí, éste es de los buenos, y ha causado una sensación tremenda entre los lectores de América y de Europa.
Vaya, así que tampoco estás tan fuera del mundo. Entonces si te gusta Perry Mason, también te gustará Nero Wolfe.
¿Ese pesado hortelano de la orquídea? ¿Cómo puede tener tanto éxito un gordo cursi? ¿Y ésa es la acción, el movimiento que tú celebras? Pero si Nero Wolfe no puede ni levantarse de su silla, si ni siquiera sale del despacho para solucionar sus casos. Pues vaya con la deportista de hoy. Si uno tuviera que fiarse de Nero Wolfe, el futuro de la humanidad sería quedarse cada uno encerrado en su casa bebiendo cerveza.
No le pondrás también reparos a Philo Vance. Es un detective cultísimo.
Otra soberana filfa, salida de la pluma de S.S. van Dyne, del cual se dice que está terriblemente enfermo por su afición a la cocaína. Mientras el autor va dándose cabezazos de desesperación contra las paredes, su personaje no pasa de ser un finolis pedante incapaz de mancharse la vuelta de los pantalones.
¿Y a Jim Dale, el gigoló que por la noche se enfrenta al crimen? ¿Lo has leído?
¡Ya me dirás tú qué novedad tiene que Pimpinela Escarlata se ponga ahora una margarita en el ojal! ¡Y si aún se la hubiese puesto en el ojete!
Rieron los dos, y el ramillete de flores de Maruja se agitó sobre sus pechos. Los ojos del maestro, con un cerco morado en las pupilas, se quedaron clavados en aquel zarandeo, y aunque los apartó de inmediato, Maruja ya se había dado cuenta. Las miradas de los maestros se cruzaron una y otra vez, como en un torpe tiroteo donde lo que se quiere es no acertar en el blanco.
Reposiano, pero al padre Brown no le quitarás el mérito, preguntó ella, una vez sanos y a salvo de las balas.
Resopló el maestro, se agachó para recoger una piedra del suelo, y la lanzó contra el paisaje igual que un golfo arroja un pedrusco contra un escaparate. A Maruja le gustó el vuelo de la chaqueta de su amigo. Vieron caer el canto entre unas zarzas y contestó el hombre.
No es que yo comparta el latoso clericalismo de Chesterton, pero hay que reconocer que sus relatos están escritos con una inteligencia, una ironía y una delicadeza de observación admirables. En cualquier caso, lo incluiría en el índice laico de los libros prohibidos, pues el autor nos recuerda que la Iglesia siempre tiene los oídos y los ojos bien abiertos.
¡Menuda sorpresa me estás dando, Reposiano! ¡Y yo que pensaba que no leerías más que a Gabriel Miró! Está visto que no dejas escapar una. A ti, el que te iría como anillo al dedo es el chino Charlie Chan.
Lo conozco por el cine, pero jamás he leído ninguna de sus aventuras. Aunque si es como aparece en las películas, menudo topicazo. Un chino que habla en proverbios de sabio chino. Si en el fondo, lo que dice son sentencias de zapatero remendón. Y por si fuera poco, lo presentan como un sibarita de la cocina. ¡Eso es para las clases desahogadas, que en vez de hambre tienen apetito! Los burgueses están dejando de ir a la iglesia en domingo para llenar los restaurantes. Están fundando su propia religión.
Siguió hablando el maestro con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, arrascándose los picores que le producía todo el traje, que le producía la propia luz del día.
Pero, ¡no sé cómo me atrevo a meterme con los chinos, delante de ti, que eres una devota de Sax Rohmer! ¡El malévolo Fu-Manchú, capaz de los asuntos más delirantes! ¡Fabricante de explosivos secretos y de armas hechas con bacterias y animales venenosos! ¿Y decías que todo este dislate viene para renovar las aventuras de Le Rouge?
A Maruja le gustó que su acompañante le buscase las cosquillas, y aceleró para ver si la alcanzaba.
Pues has de saber, Reposiano, que todo lo que hemos dicho ya está viejo, y que en la editorial Molino preparan para el año que viene otra colección, que va a llamarse Hombres Audaces, y se publicarán en ella las aventuras de La Sombra y de Doc Savage, que es lo que ahora verdaderamente se lee en América con auténtico deleite.
¡Paparruchas! Todavía no se han superado en intriga las novelas de Hércules Poirot, de Agatha Christie. En realidad, desde Shakespeare poca cosa de interés se ha escrito.
Esta propensión de Reposiano al arcaísmo le fascinaba a Maruja, pues contrastaba enormemente con su apariencia de madrileño moderno. Todo lo contrario ocurría con ella, muy audaz en el gusto y sin embargo instalada en esa forma de vida tan clásica y ordenada, que incluso su padre, don Artemio Quintana, un liberal, fabricante de sombreros que se iba a la ruina a causa de la moda del sinsombrerismo, le insinuó alguna vez que quizá se le había ido la mano en el rigor de su educación, y al final la niña le había salido un poco pazguata.
Entonces, señaló Maruja, lo que de ninguna manera te debes perder son las aventuras del actor Drury Lane, que sobre las tablas había destacado como intérprete de obras de Shakespeare; pero que al quedarse sordo tuvo que retirarse de la carrera artística, y se empleó como detective. Se trata de un personaje muy ocurrente creado por Barnaby Ross, que es como firman dos escritores que también utilizan otro nombre de pluma, el de Ellery Queen.
¡Arrea, un detective que sordea! ¡Con el Beethoven de los investigadores hemos dado, amiga Maruja! ¡Barnaby Ross! ¡Ellery Queen! ¿Esta es la producción en serie que tanto celebras? ¡Escritores condenados a producir sin parar bajo un nombre falso, que tiene más de marca que de nombre! Sabrás que, además, en España a varios de estos autores americanos les ha sido usurpada su firma por escritores de aquí, castigados éstos a la impostura, que es más humillante que el anonimato. Porque asimismo recordarás que las editoriales españolas nos han vendido esas obras como originales.
No comprendo por qué te llevas las manos a la cabeza, si ése es un secreto a voces, Reposiano. Sin embargo, ¡lo fenomenal de la nueva colección de Molino es que publicará siempre traducciones de originales! Tanto de obras de novelistas populares como las de los grandes novelistas de nuestro siglo, del tipo de James Oliver Curwood, E. Phillips Oppenheim y Edgar Wallace.
No compares el siglo con el momento, observó el maestro.
Maruja apretó con fuerza el brazo de Reposiano, y éste apresó la mano de la muchacha entre su músculo consumido y su cuerpo baqueteado por el amor a las calles. Al acercarse a él la cabeza de la chica, le llegó el intenso olor de su pelo.
Dieron algunos pasos en silencio, y ella se acordó de cuando paseaba con su padre, cogida de la misma manera, por la calle Jorge Juan, tocando ya a Fuente del Berro, donde se encontraban los talleres de su sombrerería. Su padre despotricaba por la campaña contra los sombreros que acababa de emprender Ramón Gómez de la Serna. ¡Eso de ir por la calle sin sombrero sólo se le podía ocurrir a un humorista! Y entonces Maruja sentía la necesidad de tomar partido por su época. ¡Papá, el sinsombrerismo es un paso más hacia la paz social y la igualdad entre las clases! ¡Un operario joven sin sombrero se parece un poco más a un señorito sin sombrero! Pero el padre se ponía hecho un basilisco. ¡No me seas pazguata, Maruja! ¡Donde un obrero quiere parecerse a un señorito es en la mesa, a la hora del almuerzo! Y ella le replicaba: ¡Ay, papaíto, qué poco conoces la naturaleza humana! La fábrica de la familia tenía por nombre comercial La Estrella del Sur. No es que el padre procediese de una provincia de Andalucía, o de la Argentina, como podría suponerse por aquella firma, pues pertenecía a una estirpe leonesa establecida de muy antiguo en Madrid, sino que mediante la marca de sus sombreros el fabricante había querido plasmar su entusiasmo, su incondicionalidad hacia las novelas de Julio Verne. Pero lo que nunca supo aquel empresario, bien se guardó su hija de desvelárselo, es que La estrella del Sur era una de la varias novelas que Verne había firmado sin ser su autor. En el dibujo de las etiquetas que llevaban sus sombreros, salía representado un hombre con salacot corriendo a lomos de un avestruz, inspirado en el frontispicio original de la obra.
Cuando Maruja advirtió que se acercaban a la era que se extendía cerca de la casa del médico don Enrique, tiró de la manga de Reposiano y le hizo cambiar el rumbo.
El maestro se sintió inspirado y habló con vehemencia.
Todos estos autores, Maruja, se dedican a entretener, y eso es maravilloso; pero a mí no me entretienen. A lo mejor es que estoy demasiado resabiado. Lo que sorprende a la gente, a mí me aburre. El nunca lo había visto de los demás tengo que traducirlo como otro que llega tarde. Sin embargo es el delirio, el disparate, lo que más me divierte. Tanto como las ocurrencias de Fu-Manchú, me pirran las ocurrencias del padre Herrera Oria. Me fascina, por ejemplo, hojear El Debate y el Ya para leer que la coeducación es un crimen tremendo contra las mujeres decentes. En El Debate, día sí día no piden la supresión de gastos innecesarios como los de las Misiones, La Barraca, los Consejos regionales de primera y segunda enseñanza de Cataluña, la Inspección central, las revistas inútiles y buena parte del presupuesto de la Universidad Internacional de Verano de Santander. El diputado Ibáñez Martín ha censurado en las Cortes las subvenciones a los profesores Menéndez Pidal y Asín Palacios para dedicarse a la investigación fuera del recinto universitario. Y Romualdo de Toledo, que es otro diputado de los tradicionalistas, ha exigido que se retire en lo posible la ayuda a la Universidad Internacional de Verano, porque en unas conferencias que se han dado en ella se atacó el dogma católico. Dicen como argumento principal que con el paro y la crisis que hay en España sólo cabe imperiosamente pensar en el primum vivere. Que, en boca de ellos, significa vivir de los primos.
Pero esas cosas no te las puedes tomar a chunga, contestó Maruja. El Gobierno ha dejado de crear plazas de educación primaria. En las facultades, los falangistas vacían los libros para meter las pistolas. Una bala vale para ellos más que una página. Una pistola, más que una pluma. Tu cinismo es una risa de superioridad. Sólo se puede ser cínico cuando se sabe que no le va a faltar a uno un plato de comida. Los monstruos existen, Reposiano, pero dan miedo, no dan risa.
El maestro se mordió los labios para no estamparle un beso de sopetón a su acompañante. Cuando pudo contenerse, retomó la palabra.
Por otro lado, Maruja, a todos los autores que hemos dicho les tengo en mucha consideración por un motivo trascendental. Porque sus novelas vienen para popularizar la lectura, y sobre todo porque estoy antes con Fu-Manchú que con los mandarines de la cultura.
Ya te veo, tú con tal de fastidiar..., la muchacha enrolló el ejemplar de las aventuras de Fu-Manchú y le atizó a su amigo en el hombro. El maestro le arrancó la novela de las manos, y la abrió al azar. Salió una ilustración con una mujer y un hombre tendidos sobre un charco de sangre.
No, Maruja. De verdad, lo que admiro de estos autores dedicados a la literatura popular es eso, lo que tienen de popular más que lo que tienen de literatura, dijo Reposiano señalando el dibujo. Hay algo en ellos de poetas malditos. También en éstos su literatura tiene un gran valor de uso, pero ningún valor de cambio.
¿Estás defendiendo que cien novelas de Sax Rohmer leídas por miles de lectores no valen lo que un soneto de Shakespeare?
¡Eso es!, el maestro le devolvió la revista a la muchacha, y ella la volvió a enrollar y contempló a su acompañante a través del canutillo como si fuese un catalejo.
Y sin embargo, insistió Maruja, Shakespeare es el más popular autor de teatro.
El más valorado, matizó Reposiano, el más reconocido, pero no el más visto. En España, la obra más representada de nuestro tiempo es el Juan José de Dicenta, y ¿quién crees que se acordará de ella cuando nuestro tiempo se haya muerto?
Pues si no me la recuerdas ahora, ni hubiera pensado en ella.
Sí que creo ciegamente en una cosa, Maruja. Y por eso estoy aquí, en este pueblo perdido. Creo radicalmente en la cultura. Menéndez Pidal ha dicho que el lema de la República tendría que ser Cultura. ¡Y tiene más razón que un santo! No hay esclavitud peor que la de la ignorancia. Y te lo digo como esclavo que soy de unas cuantas cosas, y Reposiano guardó silencio varios segundos. De entre todas, mi mayor esclavitud es la de la lectura, y como esclavo de la lectura necesito desesperadamente que la sociedad sea culta, como los esclavos del trabajo necesitan que la sociedad sea justa.
Sin dejar de andar, el maestro arrancó un tallo de correhuela y se lo dio a Maruja.