CAPÍTULO 6.

 

 

 

A finales de la década de los setenta, los vecinos que recibían anualmente una indemnización generosa por parte de la Riotinto Company se habían reducido en su número, pues fueron muchos los que optaron por vender sus terrenos a la Compañía. Aún así, pese a los infructuosos esfuerzos por parte del marqués y, para intranquilidad de los ingleses, algunos vecinos se mostraban reacios a negociar con ellos.

Baltasar Espinosa fue convocado con carácter de urgencia a una reunión a la que habían sido citados numerosos directivos de la Riotinto Company. El presidente, Hugo Matheson había acudido en persona a la reunión, aunque delegó todo el protagonismo en Richard Svenson, que era la persona que mejor conocía el asunto y mejor trato tenía con el marqués.

–Antes que nada señor Espinosa, permita que una vez más le agradezca la labor que ha desempeñado para la Riotinto Company Limited a la hora de interceder ante los vecinos en el asunto de los humos. Pese a los esfuerzos realizados, no hará falta que le diga que aún hay ciertos personajes que se oponen al desarrollo industrial de la provincia y que hacen todo lo posible por enfrentarnos con los vecinos, nos gustaría que nos pusiera al tanto de eso a lo que han dado por llamar “liga antihumista”. Parece ser que entre las personas que la han constituido hay algunos que tienen ciertas influencias y el tema de los humos está llegando a Madrid incluso.

Baltasar sabía que se referían a José María Ordoñez Rincón, oriundo de Higuera de la Sierra y yerno de Lorenzo Serrano, había conseguido ser elegido diputado provincial.

–…la compañía necesita que su imagen no se vea perjudicada por estos asuntos, y está claro que las críticas de ciertos vecinos no ayudan a ello, le necesitamos en Madrid señor Espinosa, ¿preparado para dar el salto a la política nacional? El camino está allanado, ahora es usted el que tiene que tomar la decisión…

Espinosa se sentía abrumado, los directivos le estaban proponiendo si estaba dispuesto a ser Diputado en las Cortes. Siempre había soñado con ello y ahora su sueño estaba al alcance de su mano.

–…también hay otro asunto del que queríamos tratar con usted –continuó hablando Richard Svenson–, si estamos correctamente informados, su hijo Nicolás lleva un tiempo ejerciendo de periodista para distintas publicaciones ¿no es así?

–Así es señor Svenson, aunque no ha terminado aún sus estudios de Derecho, compagina sus estudios con alguna que otra publicación en diarios de Huelva y Sevilla.

–Queremos a su hijo trabajando en el diario “La Provincia”, mientras usted vela por los intereses de la Compañía en Madrid, su hijo será la voz de la Compañía en la provincia de Huelva. Gracias al trabajo de su hijo conseguiremos que los vecinos se den cuenta, de una vez por todas, de lo que significa la industria minera para el futuro de esta provincia…

 

A finales de 1879, Baltasar Espinosa estaba a punto de ser nombrado Diputado en las Cortes por la provincia de Huelva. Su hijo, Nicolás Espinosa Camporredondo, se había convertido en un férreo defensor de las calcinaciones desde las páginas de “La Provincia”, a la vez que llevaba y defendía sin ningún tipo de consideración las demandas que los ingenuos propietarios iniciaban contra la Compañía. El marqués y su hijo cada vez estaban más integrados en la Riotinto Company, hasta el punto de que el joven Espinosa se había encaprichado de una joven inglesa, hija de uno de los ingenieros ingleses. Sabía que el presidente de la compañía no veía con buenos ojos que sus empleados flirtearan con las españolas, aunque este caso era distinto, se trataba del futuro Marqués de Valencina quien pretendía cortejar a la joven y hermosa inglesa.

Las protestas por las calcinaciones al aire libre no tardaron en llegar a Madrid. Los “antihumistas” habían nombrado una comisión para que defendiera en las Cortes un manifiesto en el que se exponían los perjuicios que el sistema de calcinación utilizado por las compañías mineras en la provincia de Huelva ocasionaba tanto en la agricultura, como en las aguas y en la salud de la población. Lo que realmente perseguían no era otra cosa que conseguir que el gobierno dictara una ley en la que se prohibiera el uso de las teleras como sistema de beneficio del material extraído. El asunto parecía tomar un cariz que comenzaba a preocupar a los dirigentes británicos. Había que actuar con rapidez y contundencia si no querían que el asunto se les fuera de las manos.

–…no hace falta que le diga qué ocurriría con estas minas si el gobierno dictara la prohibición de las teleras… Ante las quejas de la comisión que defiende los intereses particulares de los caciques de la región, pedimos al gobierno que enviara a una comisión para inspeccionar la zona y hacer una evaluación del efecto que los humos tienen sobre la salud de las personas. Hemos conseguido que la evaluación resultara favorable para los intereses de las empresas mineras de la provincia que, al fin y al cabo, no son otros que el desarrollo de la provincia y de su gente. Acompañamos informes que elaboraron ingenieros de las corporaciones y de las autoridades provinciales y otros estudios elaborados por diferentes técnicos y sanitarios, así como un listado de los municipios que se muestran a favor del progreso de la minería en la provincia. El resultado de la inspección ha sido la Real Orden que el Ministerio de Fomento dictó a finales del pasado mes de julio, en la que mantiene que las calcinaciones no producen daño alguno a la salubridad pública por lo que no existe fundamento alguno para prohibirlas. Ahora que usted va a ser nombrado Diputado y, teniendo en cuenta la buena relación que siempre mantuvimos con usted, hemos decidido dar un paso más en el asunto de los humos y zanjar de una vez por todas este tema que tantos quebraderos de cabeza nos ha estado ocasionando en los últimos años...

Baltasar Espinosa no tenía ni la menor idea de adónde quería llegar Svenson.

–…hemos elevado al gobierno nuevos informes en los que además de avalar el elaborado por la comisión de julio, se pone de manifiesto lo que la industria minera representa para la provincia frente a la agricultura y la ganadería. Lo que hemos enviado, junto con la Real Orden dictada a mediados de año confiamos que sirva para que las calcinaciones sean declaradas de utilidad pública, dado que proporcionan puestos de trabajo y promueven la riqueza de la provincia. Es un tema que será debatido en la próxima reunión de las Cortes, a la que asistirá usted en representación de la provincia de Huelva. Y será usted, desde su flamante cargo, el que presente el proyecto de ley de utilidad pública Nuestros contactos en Madrid nos aseguran que el proyecto de ley tiene todas las garantías de éxito ya que la comisión antihumista no ha obtenido el apoyo necesario entre los miembros de la Cámara. Una vez que las teleras sean declaradas de utilidad pública ya no tendremos que enfrentarnos a los vecinos de los alrededores ni hacer frente a las indemnizaciones que continuamente nos reclaman.