CAPÍTULO 14
Se ha observado que no se siente el éxito hasta que no se da el golpe en Nueva York. Paul King casi lo hace. Casi va a dar contra la vereda, desde un balcón, fuera de un bar, que estaba a unos treinta pisos de altura. Ésta es la principal razón para recordar brevemente la visita.
Yo casi lo asesino en Nueva York. Deliberadamente, a sangre fría. La reconstrucción del hecho fue la que Migue.
Konsakis y Tony llegaron a Nueva York, a tiempo pura la premiére de Young Apollo. Todos estaban allí pura promover el producto y proteger la inversión.
Dos días después de las disparatadas noticias, Tony irrumpió en la oficina que tenía yo en el hotel, cerró lu puerta de un golpe y dijo:
¿Te das cuenta de que Konsakis le ofrece a Paul «•lento cincuenta mil libras por su próxima película?
Sonaba irritado por eso.
—Es bueno recibir un aumento —dije. Estaba sentarlo frente a mi máquina de escribir, terminando un par de notas para la Press de Londres.
—¡No acepta!
Esto no me sorprendió.
—Paul dijo que no era suficiente, y se fue a Connecticut por el fin de semana. Se está poniendo imposible.
Pobre viejo Tony. Se lo veía pálido y atemorizado, v se volvió contra mí.
—Ciertamente me pasaste un problema cuando me entregaste a Paul.
También le pasé un montón de comisiones, pero no dije nada. ¿De qué sirve?
—¿Con quién se fue?
—Creo que se fue con Stella, para quedarse en casa de gente conocida de ella, cerca de Poundrige. Así dice. ¡Una gente que vivía cerca de Poundrige! ¡Si crees esto, puedes llegar a creer cualquier cosa!
Un lindo fin de semana en el campo con ese pelo rojizo ondulando contra el marco de una casa blanca, uno o dos paseos entre los florecientes abedules plateados, y todo el asunto se afianzaría. Una vez que estuviera bien cómoda y a salvo, en la cama de Paul, no la veía a Stella abandonando la situación.
Me equivoqué. Paul estaba de muy mal humor cuando volvió a Manhattan el lunes. Hay que llamarlo “Manhattan” para demostrar que uno ha estado allí.
Mi dormitorio oficina era contiguo a la sala de Paul, y pude oír que levantaba la voz mientras discutía con Tony. Las respuestas de Tony eran un leve murmullo. No decía mucho. Puedo decir que se estaba poniendo nervioso con respecto a Paul. No hay nada tan consumible como un representante. Y nada tan desastroso como mostrar que uno es consumible. Después del altercado, Paul abrió de golpe mi puerta.
—Le dije a Tony que no sabe hacer las cosas bien. ¡Puede conseguir para mí más que eso! Mucho más.
Estábamos exprimiendo la naranja hasta que las semillas chillaran, si es que se podía convertir a Konsakis en algo tan fragante como una naranja.
Paul tenía una linda pila de ofertas en su plato. Todos le ofrecen a uno comida, cuando no tiene hambre. Mi oficina estaba llena de manuscritos, y yo me había convertido en un tamiz para los llamados telefónicos, y Paul quería escuchar mi honesta opinión. Sin duda, esto volvía a nuestros días juntos en Durrington. Más bien que el haber estado en el mismo colegio. Él sabía que podía confiar en que el bueno viejo Charlie, tenía su mejor interés en el corazón. Demasiado bien podía hacerlo, el desgraciado. ¿Debía hacer una obra en Londres? ¿Debía aceptar la película en Hollywood? ¿Una obra en la TV norteamericana, sería sensata antes de volver a su país? Recuerdo cómo hablamos de estos problemas, en un bar en el último piso de un edificio de Nueva York. Había una plataforma de cemento armado alrededor del bar, con una pared de seguridad. Parte de la pared faltaba, una cuestión de pocos centímetros de reparaciones pendientes. La abertura estaba protegida con unos tablones y un cartel de advertencia. Nos detuvimos junto a la abertura, la que estaba oculta del interior del bar por una esquina del edificio. Estábamos solos y no nos podían ver. Paul estaba parado mirando la gran ciudad allí abajo, su perfil contra el cielo nocturno. Las estrellas del cielo rivalizaban con los ríos de luces que llevaban a Harlem.
¿Qué piensas, Charlie? Konsakis me ofrece medio millón de dólares.
Así fue. A pesar del matiz de blasfemia, repentinamente me di cuenta que estábamos parados en una montaña excesivamente alta, y que todas las ciudades del mundo estaban allá abajo, iluminándose y ofreciendo contratos. Era una perspectiva agradable para él, las ciudades del llano que se le ponían en el camino, ofreciendo su tributo.
Creo que sería un error volver al teatro, justo en este momento. El teatro es una cosa que se puede hacer en cualquier momento, Paul.
Me gustaría creer que la voz de la tentación era suave, agradable y razonable para él. Estaba tomando jugo de tomate. Una sustancia espesa de aspecto desagradable. Miró dentro de su vaso.
—Es una cantidad de dinero, una cantidad de dinero.
Pareció muy serio y sincero cuando dijo esto. Como ya lo he dicho antes, el dinero es un asunto muy serio y sincero. Y yo era un muy serio y sincero amigo. Si Paul había alcanzado la cúspide de su carrera en la muy alta montaña, creí que yo podía ver el descenso al llano.
—Además —seguí hablando en el tono de voz bajo, del viejo bueno de Charlie—, nadie te va a dar una jubilación. Si aceptas, ¿qué te propone Konsakis? —pregunté.
—Ha estado hablando de seguir con Shelley después de Brooke.
Si Paul se iba a abrir camino, a través del Oxford Book of English Verse, lo tenía hecho, podía llegar a hacer de Tennyson a los ochenta años, con una barba gris. Pero yo todavía me mostraba reflexivo sobre los problemas de Paul. Dije:
—Una historia muy dramática, Shelley, las dos mujeres, y por supuesto, tiene connotaciones modernas.
Buena palabra, connotaciones, cubre una multitud de basura.
—¿Quieres significar los ángulos sexuales?
—Eso, y la parte atea.
—Me había olvidado de eso.
Todavía se lo veía indeciso. Levantó la cabeza, su pelo rubio se le iluminó por detrás, como una aureola. Se lo veía muy noble, con esa expresión reflexiva, las profundidades en sus ojos, y la larga columna de su cuello. Sólo necesitaba una música de fondo de Chopin. Nadie hubiera soñado que estaba rumiando sobre dinero.
—¿Qué piensas honestamente, Charlie? Tú sabes lo que pasa con la profesión de actor, fácilmente se puede hacer el movimiento equivocado.
—Demasiado bien lo sé.
—Después de todo, es fácil embarcarse en las grandes sumas de dinero, y encontrar un día que uno no tiene ninguna carrera.
—Todo eso lo puedo ver —dije—, pero una vez que tienes un nombre, y todo el dinero, estás en el control de la situación.
Le gustó ese trozo, “en el control”, sonaba dominante.
—Eso es verdad.
Se quedó callado por un rato, reflexionando profundamente sobre su tema favorito, para sí mismo.
—Sí, estaría en el control —estuvo de acuerdo.
Miró por sobre la rica ciudad, las altas torres hechas por el hombre, los autos que se movían rápidamente, como caballos de carrera mecánicos. Él estaba realmente en la cima del mundo.
Desde muy abajo, llegó el grito de las sirenas de policía. Miré por encima de la pared, muy abajo hacia las distantes calles, notando cómo una corriente de autos comenzaba a dejar paso a los autos de policía que pasaban.
—Allí están —dije, desinteresadamente y señalé abajo.
Paul King obedientemente se acercó a la pared de seguridad, sobre los tablones que cruzaban la abertura. Se inclinó cautelosamente por sobre el tablón de la punta, luego se retiró apresuradamente, y se dio vuelta, una mano delante de los ojos.
Dijo que se sintió mareado y se quedó parado tambaleando levemente. Yo también me sentí mareado, pero no a causa de la altura.
Mientras él estaba allí parado, virtualmente indefenso, yo le puse una mano en el hombro. Él pensó que yo había hecho eso para afirmarlo.
Se puede pensar que antes de matar a un hombre que se odia, antes de incrustarlo hasta los dientes, treinta pisos más abajo, se siente una repentina ola de emoción, una oleada de excitación, de inminente triunfo, y un rápido latido del corazón; una atávica exultación, basada en la mezcla de lujuria de sangre, y el pensamiento de matar al enemigo.
Estoy capacitado para afirmar que éste no es siempre el caso. La respuesta a la ocasión, puede ser casi automática.
No sentí ninguna emoción. Era como si otra persona tuviera puesta la mano en el hombro de Paul King, y yo fuera un mero espectador, personalmente desliando e indiferente a los dictados de la ley, orden y civilización.
El bueno del viejo de Charlie, observaba casi desinteresadamente como Charles Maithers movía la mano hacia el hombro de Paul King.
No resultó nada de ello. No lo empujé a la muerte, treinta pisos abajo. Lo empujé hacia la salvación.
Todavía no sé si esto fue porque una puerta que llevaba al bar se abrió repentinamente y hubo un estallido de música y sonido de voces, mientras un hombre y una mujer salían.
Almorcé con Tony, un par de días más tarde. Me olvido del nombre del restaurante. Nueva York se ha convertido en un borrón para mí, un lugar de restaurantes caros, ascensores con música funcional, cuartos de altas temperaturas, y bebidas con hielo. Tony enseguida se había familiarizado con los mejores lugares para comer en Nueva York. Tenía esa instintiva intuición para los pequeños lugares snob, en los países de otra gente, exactamente como la tenía en el propio. Algunas personas tienen nariz para esas cosas.
—¿Qué piensas del manuscrito? —preguntó.
—Es bueno.
Era bueno, en partes. Es difícil recrear una figura nacional. Sabía que lo habían logrado con Rupert Hrooke, pero la Gran Guerra todavía estaba en las mentes y la memoria de la gente. La muerte de Rupert Hrooke está ligada con la muerte de una civilización v el asesinato de la flor de la juventud europea. Es solo cuestión de terminar con una instantánea de amapola creciendo en esos chatos campos hundidos de Flandes, y la audiencia recibe el mensaje. Sus abuelos habían peleado allí.
Sólo hay que citar:
...y esa desesperanzada sirena,
Que la gente llama edad; y esos que hubieran sido
Sus hijos, ellos dieron su inmortalidad...
Era fácil con Brooke. La audiencia proveía la emoción. Shelley era un problema diferente. Un buen poeta, pero un infierno lidiar con él. Un problema con el material de época es que el libretista cae fácilmente en la impaciencia, mientras la cámara sigue a los muchachos que corren con flameantes antorchas, y loa pechos de las damas sobresalen de los vestidos Imperio, Hay una cantidad de trampas en las obras de época, y esta vez el libretista parecía haber caído en la mayoría de ellas.
—¿Te gustó, realmente te gustó?
—Uno no se puede equivocar con la época de la Regencia, ¿no? —dije evasivamente—. ¿En quién piensa Konsakis para las dos esposas, Harriet Westbrook y Mary Shelley?
—La está consiguiendo a Stella para Hamlet.
Como se muere ahogada en la primera secuencia, Konsakis no se corría un gran riesgo, pero ella estaba progresando. No la había visto demasiado, desde nuestra llegada a Nueva York. Los muchachos norteamericanos de Konsakis la habían tomado, pero a juzgar por los recortes, lo estaba haciendo bien.
—Ella hará una buena Harriet —dije—, ese pelo rojizo debería lucir bien, ondulando en la Serpentine.
Harriet Westbrook había sido rubia, pero algunas veces hay que valerse de alguna pequeña licencia. Tony me miró, su grandes ojos tan problematizados como lo habían estado los de Paul.
—La cosa es, que Paul no ha firmado todavía.
Pude darme cuenta de que tenía razón para parecer preocupado. El diez por ciento de medio millón de dólares vale la pena de tener.
—Yo creo que va a firmar —dije.
—¿Conmigo también?
Me mostré tranquilizador, e hice un ruido reconfortante.
—No tengo ninguna garantía de que no me deje, Charlie.
Es duro ser un muchacho de éxito, y para asegurarse el asiento en la camioneta de la banda, hay que agarrarse el cinturón de seguridad con una mano y tomar tranquilizantes con la otra.
—He oído rumores —continuó Tony—, quiero que tomes esto confidencialmente.
Puso una pesada cara de negocios, que no le quedaba bien. Lo tranquilicé en cuanto a mi discreción.
—Algunas de las cosas que ha dicho sobre mí...
Lo que quería decir era “algunas de las cosas que me ha estado gritando”. Yo había escuchado el tono de voz a través de la pared. La humillación es dura de recibir, pero si uno ayuda a fabricar un monstruo, hay que exponerse a sentir sus dientes, dije:
No sería el fin del mundo si te deja. Hay otros ¡««•lores, y tú eres un agente muy conocido ahora.
Él significa mucho para mí.
Tuve lástima del pobre desgraciado. Pude ver que no era el dinero lo que le importaba. Le estaba dando una importancia supersticiosa a Paul, como si fuera una pata de conejo de la suerte, para él.
—No te preocupes —dije—. Le diré lo mejor, —el—agente—en—el—que—puedes—confiar—más—que—el—incisivo—hombre—que—maneja—el—escoplo—quien—te puede—llevar—a—una—rutina—de—bajo—nivel—.
Qué bueno de tu parte, Charlie. Has sido un buen amigo para mí.
El amigo de todos, el bueno del viejo de Charlie.