CAPÍTULO IX

El monstruo se prepara

LL encuentro entre el millonario y Vera fue algo patético que conmovió a todos y llenó de orgullo a Stella por lo que significaba como éxito para su prometido. Vera que más mejorada desde que supo noticias de su padre se levantaba ya del lecho, corrió vacilante a su encuentro y abrazándose a él convulsa, sollozó:

—¡Padre!

—¡Hija mía! ¡Por fin! ¡Te estoy abrazando y creo que lo hago por primera vez en mi vida! ¡Eres para mí un muerto resucitado cuando ya no lo esperaba!

—Así es, padre… y todo se lo debemos al hombre más bueno del mundo; al que tratamos de combatir fieramente y que ha sabido pagarnos bien por mal.

Texas intervino para decir:

—Basta de recuerdos retrospectivos, Vera, mi lealtad me obliga a declarar que fue usted la primera en salvar mi vida cuando la tenía a su merced.

—Quizá, pero antes usted se había portado noblemente conmigo cuando me tuvo presa en el rancho de su amigo… Nada le impedía entonces cobrarse los ataques recibidos.

Stella a su vez intervino para advertir:

—No insistas, Vera, la cuestión es una, que todos estamos reunidos de nuevo y esta vez bajo el signo de la más completa lealtad. Lo pasado, pasado. Todos sufrimos quebrantos por ello y estamos compensados con el resultado final.

—Tienes razón Stella y sólo espero que mi padre tan convencido como yo de que hemos obrado mal y de que debemos eterno agradecimiento a tu prometido, renuncie a esta lucha estúpida y jure como yo estar siempre al lado del bien y de la justicia.

—Hija mía, esa promesa se la hice a Texas el día que nos enfrentamos por última vez y lo he cumplido. No sólo renuncio a luchar con él, sino que le he rogado que acepte cuanto soy y cuanto tengo si lo necesita para proseguir la lucha. Aún no ha concluido ésta, hija mía. Durante un momento, creímos haberla puesto fin entregando en manos de la justicia al monstruo que inspiró nuestros actos y arruinó moralmente nuestras vidas, pero la fatalidad hizo que se fugara cuando ya tenía la soga al cuello. Yo le conozco bien y sé que ahora más que nunca usará de todo su poder para vengarse de lo que él considerará una traición y que nuestras vidas estarán en constante peligro, pero así como Dios ha estado hasta ahora del lado de quien luchaba por el bien, confío en que de aquí en adelante nos proteja a todos y por fin logremos salir victoriosos.

Vera, angustiada, le hizo sentar a su lado pidiendo ansiosamente detalles de lo ocurrido en ausencia de Texas y el millonario modestamente, quiso que fuese el propio Jim quien hiciese el relato.

Cuando el osado aventurero dio fin a él, las muchachas tenían los ojos llenos de lágrimas de angustia y un estremecimiento de pavor agitaba sus cuerpos. El relato macabro de la muerte de la infeliz muchacha del bar y la audacia y sangre fría de Zenker para llevar adelante su trágica comedia, les horrorizó.

—Esto da la medida de lo que es capaz ese reptil —dijo angustiada Daphne, abrazando amorosamente a su hijo—. Jamás me consolaré que este dulce retoño lleve en sus venas sangre de ese malvado.

—Procuraremos que jamás lo sepa —dijo Stella—. Algún día encontrará usted un hombre bueno y leal que sepa amarla como merece y vea en él un verdadero hijo.

—¡Oh, no! —afirmó ella suspirando—. El amor me está ya vedado para toda la vida. Con salvar a mi hijo me daré por satisfecha.

—¡Bah! Nada se puede asegurar en la vida —afirmó Stella— no me las doy de pitonisa, pero abrigo la certeza de que mi profecía se verá cumplida.

Pasados los primeros momentos de exaltación febril, y calmados los nervios, la alegría se adueñó de los espíritus. La vida en el rancho sana, agradable, amable, amenizada por la hidalguía y generosidad de Texas, parecía más grata a todos y los odios, los rencores, los recelos y el miedo, habían huido de sus almas como aventados por un huracán milagroso.

Vera en un esfuerzo de voluntad suprema, había sabido matar el amor imposible que sintiera por Jim. Ya no odiaba a su prima por la suerte que el destino le había deparado al ser elegida por él para compañera de su vida y la alegría de tener a su padre a su lado sano y salvo, había contribuido a disipar la melancolía que le había embargado. /

Texas se entregaba al amor con toda intensidad y trataba con Stella todo lo concerniente a la boda. Habían decidido no demorar más esta, desdeñando las posibles reacciones de su brutal enemigo, al que cada día temía menos por considerarle más aislado y acorralado.

Ahora, al ser alcanzado de lleno por la Ley, su campo de acción se vería más limitado. Ya no podía ser Oliverio Zenker y tendría que ocultar su personalidad en lo más profundo de su negra alma. Su intervención en los negocios fabulosos en que tenía parte, quedaría paralizada e intervenida por la Ley y a menos que contase con reservas ocultas, el dinero se le iría acabando y no contaría con lo suficiente para manejar las cuadrillas de indeseables que le ayudaban. Por su parte Daphne, entregada al amor de su hijo, había encontrado un valioso colaborador en Nino. Este desde el primer momento, se sintió atraído por la belleza de la joven y por la simpatía del niño y era quien se cuidaba de montarle a caballo paseándole por la hacienda y el que en unión de la madre pasaba muchas horas del día distrayendo su melancolía con sus dichos pintorescos, que poseían la virtud de hacer florecer en los exangües labios de la joven una sonrisa de dulce alegría.

Stella perspicaz, no dejaba de observar la atracción que Daphne sentía por el mejicano y de la complacencia con que este se desvivía por serla útil y obligarla a sonreír y un día abordó a Jim diciendo:

—¿Que te parecería una nueva boda entre ese cafre con corazón de Nino, de tu perro fiel y Daphne?

—¡Oh! Pues… no sé… si crees que se pueden entender un elefante y una mariposa, harían una pareja digna de ser exhibida por el mundo.

—No te burles, que hablo en serio.

—Y yo también. No trato de echar por tierra a Nino. Le conozco como me conozco yo y sé que es un niño con un corazón que no le cabe en la armadura, pero no te hagas muchas ilusiones. Nino se enamora de unas faldas colgadas en un espantapájaros.

—Sí, pero esta vez da la casualidad, que esas faldas están colgadas de un cuerpo muy grácil y les acompaña un rostro muy lindo y me parece que Nino ha picado un anzuelo del que no se escapa.

—Bueno, pero ¿y ella?

—No lo sé, pero te habrás fijado que es la única persona que le hace sonreír. Eso es un tanto. Si a ello unes que a Nino le gusta el chiquillo y que se desvive por él, me parece que lleva así todos los triunfos en su mano.

—Bien, pues deja que la semilla florezca. Si así es, ya nos ocuparemos de proporcionarles algo que les asegure el porvenir. Nino se lo ha ganado por perro fiel a mi lado y si ella posee la virtud de cortarle la espita del whisky, acaso le nombre capataz general de mi hacienda, o les entregue una parcela de tierra con un pequeño rancho y una punta de ganado. Quizá esto sea lo mejor para obligarle a trabaja y que pierda peso. Tendré que acostumbrarle a que deje colgado el revólver de la pared algunos ratos.

—Creo que será lo mejor, Jim. Esto colmaría mi dicha y haría de Daphne otra mujer.

—Sí, lo malo es, que no encuentro la misma solución para tu prima. Preferiría que fuese ella la que se hubiese dejado prender en las redes de algún hombre. Quedaría más tranquilo sobre su porvenir y sobre su tranquilidad.

—Quizá un día encuentre el que verdaderamente le haga feliz. Soy muy optimista y creo que así como yo he logrado hallar el ideal de mi vida, todas podrán conseguirlo.

Después de estos breves diálogos, continuaron ocupándose de los preparativos de la boda. Spack se había ofrecido a ser el padrino, pero antes había requerido a Texas para hacer una liquidación honrada de las cuentas de su sobrina y devolver a esta el último centavo que le pertenecía.

El millonario que al principio estaba encantado con que el mundo creyese que había muerto en aquel imaginario accidente de Texas, ahora sentía angustia por su situación equívoca, pues era un vivo sin condición legal en el mundo, pero Jim después de estudiarlo encontró una solución.

—Lo arreglaremos muy bien —dijo—. Fingiremos que se ausentó usted de Norte América por aquella fecha y que marchó a Europa de donde acaba de regresar.

Mientras se confeccionaban las ropas para Stella y Jim y se reunía la documentación necesaria para el enlace, Texas escribió una larguísima carta a su amigo el secretario de Estado, dándole cuenta de todos los acontecimientos sucedidos desde que recibiera las anteriores noticias de él y al tiempo, le informó de su deseo de resucitar legalmente al millonario Snock le contestó congratulándose del éxito. Con la atracción a su bando de Spack, se terminaban sus inquietudes por la serie de negocios contra el Estado que tanto le habían preocupado y con la carta, le adjuntó dos diarios de Washington en los que se publicaban dos noticias relacionadas entre sí:

Una de ella decía:

UN REGRESO SORPRENDENTE

En el transatlántico «Oregón», han llegado a San Francisco de California varios ilustres viajeros, entre los que se encuentran el conocido hombre de negocios Claudio Spack y su bellísima hija Vera.

»La llegada de tan destacadas personalidades ha causado honda sorpresa, pues ignoramos por qué error de información, se publicaron las noticias de que el señor Spack había muerto en un accidente en Texas y su hija en otro en Carson City.

»Lo cierto fue que ambos decidieron inopinadamente realizar un crucero de placer por Europa y esta ausencia sin previo aviso, hizo volar la fantasía, dando al mundo la noticia de su trágica muerte, para así justificar su ausencia.

»Celebramos que tan dolorosas noticias no se hayan confirmado y damos la bienvenida a tan ilustres viajeros.

»Éstos completan sus vacaciones en este momento, figurando como huéspedes de honor en el rancho del conocido capitán Jim Texas, y según nuestras fidedignas noticias, el señor Spack se detendrá en la hacienda una temporada, para apadrinar la boda del capitán Texas con una bella sobrina del acaudalado financiero. Más tarde, éste regresará a Washington a reanudar sus actividades bursátiles».

La otra noticia publicada en distinto diario, decía textualmente:

10 000 DÓLARES DE PREMIO

»La policía federal ofrece 10 000 dólares como premio, a quien proceda a detener o facilite alguna pista que haga posible la detención de Oliverio Zenker, acusado de asesinato en Carson City.

»Dicho individuo, con fines tenebrosos, asesinó a una infeliz muchacha que prestaba sus servicios en un cabaret de la localidad y más tarde, después de detenido, se fugó de las oficinas del sheriff, atacando a éste por sorpresa y robándole las armas y el caballo.

»Los informes pueden facilitarse a toda la policía y a los sheriffs y sus comisarios y el premio será entregado por el jefe Superior de Policía de Washington, tan pronto, como se haya verificado la captura de tan indeseable elemento».

En, contraste con esta noticia, fue publicado otra en todos los periódicos de California. En ella se anunciaba el próximo enlace de Jim Texas con Stella.

* * *

La noticia, publicada con quince días de antelación, fue leída con interés en toda California. Texas gozaba de una enorme popularidad en todo el Estado y mucha gente se consideraba de antemano invitada al enlace.

El anuncio se dio a conocer, como era lógico, en los periódicos de Sacramento y entre los muchos habitantes del poblado que la leyeron, figuraba un viajero que se hospedaba en el Hotel Nevada, desde hacía bastantes días, y que a juzgar por su aspecto parecía un misionero.

Dicho viajero, que había dado por nombre el de Joe Smith, vestía severamente de negro, tocaba su cabeza rapada con un sombrero también negro, aplastado y de amplias alas, y siempre caminaba con la cabeza baja y las manos entrelazadas, como si se dedicase a la oración perpetua.

Pero aquel disfraz no ocultaba un redentor de almas, sino la odiosa figura de Oliverio Zenker, quien tras una fuga accidentada cuando ya se veía colgado de una rama, había decidido esconderse en una población tan populosa como Sacramento.

Allí no sólo podía pasar más desapercibido, sino que se encontraba no muy lejos del lugar donde moraba su implacable enemigo.

Zenker no renunciaba ni mucho menos a vengarse cumplidamente de Texas y de Spack, sino que estaba dispuesto a jugárselo todo a una carta decisiva con tal de poder llevar adelante sus siniestros proyectos.

El osado ex secretario rechinó los dientes con ira al leer la noticia y estrujando el periódico nerviosamente, murmuró:

—Bien, veremos si consigues gozar de esa felicidad con que tanto sueñas. Yo aún no he muerto y tengo que darte mucha guerra.

Al día siguiente tomó el tren y se dirigió al lugar donde debía celebrarse la ceremonia. Quería estudiarlos sobre el terreno para sí se le ocurría algo diabólico, asentar los cimientos en base segura.

La iglesia, fuera del poblado, había sido levantada al borde de un terreno abrupto y rocoso.

Él lugar era pintoresco y selvático a la par y se prestaba a ocultar entre sus riscos y vericuetos a quien tuviese interés en no ser visto.

Zenker paseó con un libro de oraciones en la mano por la hosquedad del lugar y hasta penetró en la vetusta iglesia que no ofrecía nada de particular y cuando tuvo bien estudiado el terreno, volvió a montar en el tren para dirigirse a Sacramento.

Su fértil imaginación acababa de idear un plan audaz y peligroso, qué podía tener algunos fallos, pero si podía solventar éstos, la sorpresa que iba a dar a su enemigo sería terrible.

Ya en Sacramento, telegrafió a Jack para que se reuniese con él. Estaba gastando bastante dinero en mantener reunida la cuadrilla del sanguinario pistolero que le había servido con acierto y le necesitaba como nunca le había necesitado.

Jack acudió a la llamada un poco escamado. No ignoraba la situación de su jefe y temía que si él era detenido rechazase en la cuadrilla el peligro.

Pero Zenker, sonriente, le advirtió:

—No te preocupes. Aún vamos a dar mucha guerra. Te necesito y espero que esta vez me secundes con acierto. Si lo haces así, nuestro peligroso enemigo va a sufrir un golpe de muerte.

Zenker se pasó una hora encerrado con él en su habitación, desarrollando teóricamente el inverosímil plan que había concebido.

Unos días más tarde, un gran carretón cargado de madera se detuvo en Newville, casi junto a la iglesia, y de él fue descargado un buen cargamento de tablones, que quedaron amontonados junto a la pared rocosa.

Después de señalado el lugar, varios obreros que portaba el carro empezaron a trabajar ardorosamente.

Los tablones fueron elevándose hasta formar las cuatro fachadas de la barraca que mediría aproximadamente unos cinco metros de fondo, pero el hueco interior fue dividido por un grueso tabique de madera más ancha, en cuyo centro quedó el hueco para una pequeña puerta.

Cuando el barracón quedó cubierto de techo, otra carreta porteó diversos materiales, entre ellos un tupido almohadillado de varios centímetros de grueso, que fue clavado cuidadosamente en la pequeña estancia que formaba la parte posterior.

Luego, el almohadillado fue recubierto con una tela floreada que lo ocultó a la vista de cualquier visitante y a un lado, se instaló, un bonito tocador con espejo y útiles de aseo.

La parte anterior de la barraca, fue también adornada con tela y por último, en el centro se instaló una enorme máquina fotográfica, montada sobre un trípode y con un gran paño negro para aislar de luz al fotógrafo y evitar que las placas pudiesen velarse.

Varios bancos adosados a las paredes completaron el barracón fotográfico y más tarde, se dio una mano de pintura roja a las tablas, colocando sobre la puerta un gran rótulo que decía:

FOTOGRAFÍA

Todos estos preparativos consumieron bastantes días, pues al parecer el dueño no tenía prisa en empezar a funcionar y quería realizar la instalación meticulosamente.

La voz se corrió por el pueblo y muchos curiosos acudieron a contemplar el barracón, preguntándose qué gran negocio podía hacer aquel fotógrafo despistado, en un pueblo que contaba con un centenar de vecinos.

Por fin, dos días antes de la fecha anunciada para la boda de Texas con Stella, el barracón estuvo en condiciones de funcionar y en el poblado aparecieron por las paredes unos anuncios, ofreciendo magníficas fotografías al precio de dos dólares la media docena.

Algunos elementos destacados acudieron a posar el día de la apertura y el fotógrafo, un tipo alto y barbudo, muy locuaz y nervioso, les recibió con grandes reverencias. Les mareó durante muchos minutos buscando las posturas más favorables y se escondió muchas veces debajo del negro paño, hasta que dio por concluida la operación, asegurando que las copias serían entregadas media docena de días después, pues era un fotógrafo de conciencia y trabajaba despacio, pero bien.

La gente desfilaba por el barracón, admiraba las cartulinas rojizas que se exhibían como muestra clavadas en la madera de la puerta y algunos se decidían a penetrar en el interior.

La víspera de la boda, hubo una animación inusitada en el poblado. Algunos peones del rancho de Texas habían acudido con órdenes precisas para el adorno de la vetusta capilla y pronto empezaron a llegar calesines portando flores, una larga alfombra que sería colocada hasta la puerta, para que no se manchase el bellísimo traje de la novia y al tiempo, se visitaron las tabernas del poblado para advertir a los dueños que al siguiente día debían servir bebidas a todo el que las solicitase, corriendo el gasto por cuenta del rumboso novio.

Nino, que había asumido las funciones de mayordomo mayor, acudió al frente de los peones, vestido de manera detonante y al descubrir el barracón, exclamó:

—¡Repinto! Esto es formidable o así. Manito Texas y manita Stella podrán hacerse una linda fotografía cogiditos del brazo y con los ojos aborregados mirándose como si se fuesen a derretir.

Luego sintió envidia al pensar en ello y, decidido, penetró en el barracón, pidiendo que le retratasen.

—Bueno, manito —dijo— a ver qué estampa me sacan o así, que hay una rechula allá arriba que me tiene sorbido el seso y quiero darle una con un marco que parezca un espejo de lindo.