Capítulo XIII
TERUEL POR EL «PASILLO EXTREMEÑO»
Durante los días siguientes a la pérdida del territorio republicano del Norte, Castro apareció muy poco tiempo y muy pocas veces por su despacho del Comisariado General de Guerra. Su preocupación eran dos hombres: el general Rojo y el general ruso Stern. Y cuando podía y como podía hablaba con ellos todo el tiempo que le era posible. Comprendía perfectamente todos los cambios que se habían operado en la situación. Y recordaba las palabras de Kleber: «Tu informe será necesario leerlo muchas veces durante la guerra». Y recordaba que había hablado ante el Pleno de los posibles propósitos de Franco de aislar Cataluña de la zona republicana Centro-Sur. Y se sentía terriblemente inquieto cuando ya en la noche se encerraba en la habitación de aquella casita frente al mar y rodeado de silencio analizaba la situación.
En una de las visitas al general Rojo le hizo solamente una pregunta:
—¿Romperemos la tregua?
—Creo que sí.
Desde el despacho del genera] Rojo se fue a ver al general ruso Stern. Primero tomaron te en silencio. Luego el general puso en un gramófono los últimos discos que le habían enviado de Moscú. Escucharon durante algún rato. A Castro le gustaron aquellos discos: eran discos de revolución y guerra, con el estruendo de una gran tormenta.
—Maravillosos, Stern.
—Sí.
Y se miraron.
—¿Hablamos de la guerra, camarada?
—Sí.
—Creo, camarada Stern, que la situación se ha complicado extraordinariamente con la pérdida del territorio del Norte. Franco ha logrado no sólo la superioridad de fuerzas sino un cambio favorable en la situación estratégica… No sé qué pensarás tú… ¡No lo sé!… Pero, creo que ha llegado la hora de la movilización general, creo que hoy más que nunca necesitamos que la Unión Soviética nos ayude con armas para compensar nuestra inferioridad numérica y nuestra difícil situación estratégica, creo también, que hay que ayudar a Rojo a elaborar un plan y a ponerlo en práctica rápidamente… ¿Qué piensas, camarada?
—Sí… Estoy pensando en lo que has dicho… Interesante sin duda, muy interesante…
—¿Nada más?
—No resuelvo solo, camarada.
—Me lo figuro… Pero tú puedes saber si recibiremos pronto el suficiente material que necesitamos; tú puedes pegarte un poco más al general Rojo; tú puedes hablar con el Partido y plantearle, si es que estás de acuerdo, que ha llegado la hora de la movilización total…
—¿Y tú no puedes hacerlo?
—Puedo y no puedo… Puedo hablar con el Partido. Y cada vez que yo plantee un problema que no sea del Comisariado Político me preguntará: «¿Cómo va el Comisariado, camarada Castro?»… Porque yo soy solamente eso, el hombre del Partido en el Comisariado… Pero, tú eres algo más que eso: tú eres el representante militar del camarada Stalin; tú mes, además, un general soviético que sabe mucho de cómo hay que hacer la guerra… ¿Comprendes, camarada Stern?
—Sí.
—Y…
—¿No será,, camarada Castro, que te estás dejando dominar un poco por el pesimismo de esta hora desafortunada?… ¿Acaso no sabes que la guerra, por lo general, es un conjunto de victorias y derrotas?… ¿Qué gran caudillo militar de todos los tiempos no ha sido derrotado alguna vez?… ¿Comprendes, Castro?… ¿Una derrota?… ¿Acaso no la ha tenido Franco en Madrid?… ¿Acaso no la ha tenido Franco en Guadalajara?…
—¡Dos!
—Cierto, dos.
—Pero la victoria del Norte le compensa por esas dos derrotas… Sí, las derrotas que le ocasionamos a Franco fueron derrotas parciales… Tú lo sabes bien… No alteraban en lo más mínimo la situación estratégica en general ni cambiaron la relación de fuerzas… ¡Ahora es distinto!…
—¿Quieres más té, Castro?
—No… Me olvidé que tenía mucho que hacer y me he entretenido demasiado.
Y se puso en pie.
—No dejes de venir, camarada… Té, discos… Y una conversación agradabilísima de ni parte, en la que me demuestras que si yo soy un general soviético, tú eres un general español, un general comunista… Con la ventaja sobre mí de que, además, eres un gran comisario…
—Muy diplomático tu final.
—Salud.
—Salud, camarada Stern.
Ya en la calle pensó en que no tenía ganas de ir al Comisariado. Ni a su casa tampoco. Quería andar. Mezclarse con la gente. Mirar a los ojos de los demás. Escuchar con un gesto indiferente lo que se hablaba entre la gente simple, entre esas gentes que no eran comunistas, ni comisarios, ni generales… Y comenzó a caminar… Lentamente, como un hombre cualquiera… Y se alegró de no andar de uniforme en la retaguardia: tenía sus grandes ventajas… Pero se notaba extraño… Había perdido la costumbre de andar por la calle sin pensar en nada, había perdido la costumbre de ser un «hombre cualquiera»… Entró en la calle de la Paz, Y comenzó a buscar un café en el que hubiera gente y ruido. Y al fin uno. Era un café del que se contaba que en él el general Asensio cuando estaba borracho se meaba en sus distintivos de general. Se sentó en un sitio apartado. Y procuró dar la espalda al resto de las gentes. No quería que le conocieran. No. Él quería ser un «hombre cualquiera». Y poder hablar con esos «hombres cualquiera» que son, por lo general, la columna vertebral de los pueblos.
Encendió un cigarro y probó el café.
«No está mal… Mejor que el de mi casa».
Y a escuchar… La gente hablaba de la guerra… Y reía. Y fumaba cigarros americanos… Y vestían los militares con tal elegancia que hacían recordar a los oficiales de casta… Y mujeres con los ojos pintados… Con algunas de sus carnes al aire… Y bebiendo y bebiendo, que aún había buenas bebidas en Valencia. Aquellos tampoco eran «gentes cualquiera».
Comenzó a cansarse.
Y a pensar en irse.
Pero, alguien le tocó en el hombro… Se volvió lentamente…Y soltó una carcajada… Y se puso en pie… Y se abrazaron… Fuertemente… Porque Castro estaba viviendo uno de esos momentos de inmensa soledad, de esa soledad que envuelve al hombre en una angustia indescifrable…
—¡Sendín!
—¡Castro!
Y se sentaron… Y mientras el camarero servía a su acompañante, Castro estuvo observando al viejo camarada de los tiempos puros, de los tiempos en que se vivía para hacer la revolución, una revolución que pareciera una primavera, una revolución que hiciera reír alegremente a millones de hombres y mujeres, que hiciera a las gentes bailar en las calles… Y gritar… Sendín había envejecido. Era una vejez extraña… Una vejez más de pena que de cansancio y tiempo. El otro como siempre echó un terrón de azúcar en el café y el otro se lo metió en la boca… Y comenzó a sonreír…
—¿Qué cuentas, jefe?
—No seas cabrón, Sendín…
Y rieron los dos… Y se olvidaron de todo… Y poco a poco comenzaron a hablar en voz baja, que era grave lo que iban diciendo, mientras miraban el entrar y salir de la gente…
—¿Y la revolución, Castro?.
—Bien.
—¿Y la guerra?
—¡Bien!
—Tú siempre has sido un hombre desconfiado, Castro… Yo no sé si por prudencia o por cobardía de decir la verdad sobre algo… ¡No temas!… ¡No desconfíes!… El Partido te creería a ti y no a mí… ¿Castro?… ¿Sendín?… Castro es un militante ciento por ciento… ¿Sendín?… Sendín uno de esos madrileños a los que les gusta el vino y la juerga, las mujeres y el trasnochar… Una mezcla de golfo y revolucionario… Puedes hablar… Yo a cambio te diré tanto que podrías mandarme fusilar en unas horas…
—¿Qué quieres saber?
—Tres cosas, Castro. Primera y perdóname que no te lo haya preguntado antes ¿qué tal está la camarada Esperanza, esa maravillosa camarada convertida en la «esclava» del camarada Castro?… Después… ¡Dime, Castro!… Dime: ¿cómo van las cosas?… ¿Qué piensan los rusos de la guerra?… ¿Qué piensa el Partido de la guerra?…
—Esperanza está bien, aunque no muy bien… Está enferma, pero de una extraña enfermedad… Los médicos la inyectan calcio… Y muchas cosas más… ¿Pero tú crees que el calcio cura la pena?
—Perdona, Castro.
—¿Que cómo va la guerra?… ¿Por qué en vez de preguntármelo tú, no me lo pregunta el camarada José Díaz, o el camarada Pedro Checa?… ¿Por qué?… Porque yo te lo voy a contar a ti porque necesito desahogarme… Pero ¿qué gano, qué gana el Partido y la guerra misma con contártelo a ti?
—Comprendo, Castro.
—Yo no sé qué está pasando, Sendín… Hablo a los generales rusos de mis preocupaciones y sonríen, mientras me dan una y otra taza de té y me hacen escuchar unos discos rusos maravillosos… Y nada más… Y de vez en cuando llamo a Checa con cualquier pretexto para ver si me invita a tomar café con él… Pero me saluda muy cariñoso, me pregunta, como tú, por la camarada Esperanza y al final me recuerda que el Partido está contento conmigo, muy contento… Y me tengo que encerrar en el Comisariado a firmar nombramientos o comunicados… Y tengo que subir a ver al imbécil de Álvarez del Vayo y esperar a que comience a hablarme en inglés, a que me hable después de sus ropas «Made in Manchester»… Y a que me recuerde que es amigo de Blum y Spaak y de todos los grandes hombres de la pequeña y acobardada Europa…
—Comprendo.
—Y si me encierro en mi casa es peor… La presencia de Esperanza, pálida y triste me ablanda, me hace ser compasivo, cariñoso, humano… ¿Te das cuenta?… ¡Humano!
—¿Van mal las cosas, verdad?
—Acércate más a mí.
El otro corrió la silla hasta tocar la de Castro… Y acercando su cabeza cuanto pudo habló.
—Di.
—Desde hace tiempo me vengo haciendo algunas preguntas: Primera. —¿Por qué la poderosa Rusia no nos envía más armamento para que podamos poner en pie de guerra a millares y millares de hombres nuevos?… No lo comprendo… A veces para consolarme un poco o para acabar con mis dudas pienso que la URSS tiene que ser muy prudente… ¡No enredarse en España!… Porque para ella España no es la batalla decisiva… Pero, inmediatamente pienso ¿por qué a los alemanes e italianos no les importa comprometerse?… Y, naturalmente las dudas surgen con más fuerzas que antes. Segunda. —Me pregunto el por qué el Partido no se concentra más en la guerra en vez de estar enfrascado en la lucha contra Prieto o contra los anarquistas o contra el P. O. U. M… ¿Acaso si ganamos la guerra no podremos desprendernos de esas gentes rápidamente y en cierta forma «legalmente»?… Pienso también que el Partido confía demasiado en Juan Negrín. Y créeme: Juan Negrín es más dinámico, comprende mejor los problemas de la guerra, pero ¿hace por la guerra cuanto se necesita?… Sí, mil veces mejor que los otros… Pero esto no es todo… Ser mejor que lo malo no significa ser todo lo bueno que es necesario ser… ¿Comprendes?
—¿Y a qué conclusiones has llegado, Castro?
Castro hizo como que no había oído.
—Castro… Y…
—A una terrible y brutal que comenzó a nacer en el Norte cuando el Partido me envió allí… ¿Interesa que ganemos la guerra?… ¿O solamente interesa que prolonguemos la guerra?
Sendín le miró fijamente, con los ojos un poco desorbitados y rojos, que hacían más expresivos el aumento de los amables de sus gafas. Y apuró el poco de café que le quedaba en la taza… Y alargó un cigarro a Castro… Y encendieron… Y fumaron durante unos segundos sin mirarse, como si cada uno de ellos quisiera olvidarse de lo que allí se había dicho…
—¿Nos vamos, Castro?
Y salieron a la calle. La ciudad vivía a oscuras. Y las gentes parecían personajes de una extraña misa negra. Sendín tomó a Castro de un brazo. Después miró hacia atrás para asegurar que nadie estaba cerca de ellos. Y luego habló.
—Puede ser, Castro… Puede ser… Pero a ti y a mí y a muchos más no nos queda más que una cosa: obedecer al Partido, luchar por el Partido, morir por el Partido… «¡El Partido sabe lo que hace!»… «Vale más equivocarse con el Partido que tener razón contra el Partido»… ¿Te has olvidado de esto, querido Castro?… Ja… Ja… Jaaaa. Increíble… Tú, un hombre de tan buena memoria olvidándose de nuestros innumerables y maravillosos mandamientos…
Y se calló.
—¿Tienes coche, Castro?
—Sí.
—Entonces, hasta que nos veamos… Saluda a Esperanza… Y dame la mano fuerte, muy fuerte… Y sigamos caminando en la guerra… Y fieles a la consigna de los comisarios: «Los primeros en avanzar y los últimos en retroceder»… ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Y a morimos sin remedio para que todos vean que la consigna del Comisariado, que salió de tu Quinto Regimiento, es maravillosa, maravillosa… ¡Y justa!… ¡Adiós, Castro!
—Salud, Sendín.
Y los días continuaron pasando…
* * *
El resultado de la batalla del Norte imponía al Estado Mayor Central republicano algunos cambios en el plan general de la campaña a que obligaba la nueva situación general estratégica creada por la pérdida del Norte y la nueva relación de fuerzas.
Las líneas generales del nuevo plan trazado eran las siguientes:
a) Como operación fundamental de carácter decisivo: cortar las comunicaciones de Andalucía y Castilla por el pasillo extremeño apoyándose en la frontera portuguesa y el río Guadiana y, dirigiendo el esfuerzo principal sobre el Sur, derrotar al ejército enemigo de Andalucía y ocupar la base enemiga de Sevilla y Andalucía para volverse luego sobre el Norte.
b) Como operaciones auxiliares:
1. Contragolpe estratégico para responder a una ofensiva enemiga sobre Madrid por Guadalajara o Aragón por Montalbán: ocupación de Teruel, envolviéndolo con tropas de montarla y explotando el éxito al Norte o Noroeste para amenazar el flanco y la retaguardia de la agrupación atacante enemiga.
2. Operación auxiliar o demostrativa: ocupación de Huesca, envolviéndola y explotando el éxito en caso de convenir hacia el Sur.
3. Operación auxiliar o demostrativa: ocupar Córdoba y explotar el éxito con un golpe sobre Peñarroya para abrir brecha en el frente enemigo y amenazar Sevilla y Cádiz.
4. Contraatacar sobre el flanco enemigo que se dirigiere sobre Guadalajara y Jarama para cortar la comunicación de Madrid. Tal contraataque partiría de la región de Tarancón.
5. Golpe sobre Granada para fijar fuerzas y cooperar a la ejecución de la maniobra principal.
Estas eran las líneas generales del plan elaborado por el general Rojo.
El plan sin duda tenía un carácter ofensivo y buscaba la solución de la guerra por medio de operaciones decisivas.
Esta operación, corte en Extremadura y aniquilamiento del Ejército enemigo de Andalucía, que se denominaba plan «P», respondía efectivamente:
1. Carácter decisivo, condición fundamental.
2. Posibilidades de realización: profundidad del golpe para realizar el corte no mayor de 75 kilómetros, frente enemigo débil por su fortificación y guarnición, apoyo sólido en el flanco defensivo (río Guadiana).
3. El golpe se dirigía sobre la parte más débil del enemigo (Andalucía), donde tenía el grupo más reducido y menos aguerrido de sus tropas y cortaba su comunicación con Marruecos e Italia, sus bases principales.
4. El golpe se dirigía sobre una zona con población favorable: Extremadura muy castigada por la represión, con antecedentes revolucionarios y combativos muy recientes, Sevilla con una fuerza base proletaria revolucionaria y Huelva donde se mantenían partidas de guerrilleros.
5. Si se lograba realizar la primera parte, el corte hasta la frontera portuguesa, la solidez del apoyo del Guadiana permitía economizar fuerzas, lo que era muy necesario para la realización del plan, dada la escasez de fuerzas republicanas e incluso su inferioridad general.
El mérito principal del plan consistía en que buscaba con fuerzas inferiores resultados decisivos.
El plan se parece al que proyectara el general Asensio y anunciara Largo Caballero, pero para poner las cosas en su lugar (pues sobre esto han especulado bastante los amigos de Asensio pretendiendo mostrárnosle como un estratega genial, pero incomprendido) conviene señalar las diferencias fundamentales siguientes:
a) Cuando Asensio proyectó su plan, el frente Norte existía y tenía casi tantas posibilidades de acciones ofensivas como la zona central (por su mayor rapidez de movilización).
b) El plan de Asensio despreciaba la cooperación necesaria con el frente Norte, prescindía de ella, que era la ventaja estratégica fundamental de aquella situación y al mismo tiempo la condición obligada pata consolidarla.
c) El centro de gravedad enemigo entonces no estaba tan alejado: Andalucía y Extremadura tenían en proporción mayores efectivos y por tanto, la proyección de las fuerzas en aquella dirección no era favorable.
El plan «P» tenía un fallo: era la poca garantía que ofrecía la neutralidad portuguesa. Nada aseguraba que aun llegando a la frontera portuguesa la comunicación entre Andalucía y Castilla estuviera cortada. Portugal podía ser terreno favorable para el paso de tropas de Franco y de aviones y material de guerra extranjero.
¿Qué exigencias imponía el plan «P» a los republicanos?
1. Fuerzas no menores de 5-7 Cuerpos de Ejército para lograr la superioridad de fuerzas suficientes para romper y penetrar en una zona de 40-50 kilómetros, que defendían aproximadamente hasta 15 batallones enemigos. Por lo tanto no menos de 1-2 Cuerpos de Ejército para este golpe teniendo en cuenta la desproporción de armamento.
2. Defender sólidamente la línea del Guadiana, asegurando los pasos de Badajoz y Mérida especialmente. Teniendo en cuenta la extensión a cubrir (50 kilómetros) necesitarla 1-2 Cuerpos (4-6 divisiones).
3. Dirigir sobre Sevilla y Andalucía fuerzas superiores a las que allí tenía el enemigo. Si calculamos éstas en 4-5 divisiones, se necesitaban no menos de 8-9 divisiones (teniendo en cuenta la posibilidad de refuerzos de África).
4. Para asegurar la penetración rápida y profunda hasta la frontera con el fin de ocupar Badajoz, se necesitaba una unidad motorizada y de caballería. Para ir rápidamente sobre Sevilla se necesitaba de otra unidad rápida.
5. Era necesario poder concentrar aviación suficiente para poder asegurar, por lo menos, la superioridad en el aire durante la primera fase de la operación: ruptura, corte y organización del frente defensivo del Guadiana para defenderse del contragolpe desde el Norte. Esto es, en un plazo de 6-7 días.
6. Era necesario conseguir la sorpresa más absoluta.
De las condiciones necesarias para realizarlo se estaban creando:
1. Los 5 Cuerpos de Ejército (Ejército de Maniobra). De ello el 1.° de diciembre de 1937 faltaban armas para 3 divisiones (66, 67 y 73) y complemento para otras 3,(45, 70 y 34).
2. Unidades rápidas. Se trataba de organizar una división mixta de Caballería e Infantería motorizada, para ello faltaba aún material técnico (tanques) y la caballería estaba sin organizar aún.
El Estado Mayor del Ejército de Maniobra había efectuado reconocimientos llegando hasta Almendralejo y la carretera de Mérida por el cruce, entonces seco, del río Palomas, que se comprobó que permitía el paso de tanques. Esto ocurrió en noviembre de 1937.
A fines de noviembre el ministro de Defensa a consecuencia de informes recibidos de «su» servicio de Información, según los cuales el enemigo preparaba la operación sobre Madrid por Guadalajara, dispuso poner en práctica el contragolpe estratégico.
Así nació la operación de Teruel. Al planearla el general Rojo no renunciaba a su idea fundamental, el plan «P», por ello llevó a Teruel las fuerzas mínimas necesarias para el contragolpe, sin hacer concentración de fuerzas superiores que serían necesarias para la explotación del éxito en profundidad.
El general Rojo quería, una vez frustrado el golpe enemigo sobre Madrid, lanzar sus fuerzas a Extremadura, por ello, la operación de Teruel se montó sobre la base de objetivos limitados.
De acuerdo con esta idea el general montó y mantuvo el dispositivo siguiente:
1. Para la operación de Teruel se atraen 5 divisiones de las 14 que tenía el Ejército de Maniobra.
2. El V Cuerpo de Ejército (3 divisiones) queda en Tarancón, orientando el contraataque sobre el enemigo, que lograra penetrar por Guadala-jara y al mismo tiempo en camiones para poder desplazarse a la zona de concentración extremeña. Del XX Cuerpo, sólo se lleva una división (68), el resto queda en Ciudad Real (región) orientado hacia Extremadura. Del XXI Cuerpo se acerca una división hacia Extremadura (la 45) el resto (la 35) se acerca a Montalbán y más al sur (Alliaga). La 27 división seguía en Aragón. Así de los 5 Cuerpos de Maniobra, dos quedan sin actuar en absoluto y de los 3 restantes, 2 actúan con 2 divisiones (el XXII con la 11 y 25 divisiones), el XVIII con la 70 y 34 y otro (el XX) con la primera división (la 68).
Este esquema de despliegue es un claro exponente de la idea de maniobra. El general Rojo no quería volcar sus reservas en Teruel, las reservaba por el contrario para el plan «P», pero tal idea no estaba en relación con el tiempo ni con los medios existentes.
¿Qué conclusiones se desprendían de todos estos hechos?
1. Que el enemigo tenía una superioridad de fuerzas importante como se desprende del siguiente cuadro:
Republicanos: 45 divisiones; 540 batallones: 270.000 hombres; 208.000 fusiles; 4.000 fusiles ametralladoras; 2.600 ametralladoras; 30 cañones; 520 tanques y blindados y 175 aviones.
Franquistas: 49 divisiones; 588 batallones, 470.000 hombres; 318.000 fusiles; 15.364 fusiles ametralladoras; 5.724 ametralladoras; 2.544 cañones; 1.122 tanques y blindados y 700 aviones.
2. Por su mayor rapidez en la organización de su masa de maniobra y por su superioridad el enemigo obligaba por su amenaza sobre Madrid a prescindir del plan «P» y a orientarse sobre el contragolpe estratégico de Teruel.
3. La persistencia por el general Rojo en su idea de realizar el plan «P» sin tener en cuenta sus posibilidades reales, le llevó a mantener inactivas sus reservas generales con la ilusión de emplearlas en Extremadura, renunciando a la realización de nuevas acciones de características idénticas a las de Teruel, que mantuvieran la iniciativa en sus manos e impidieran al enemigo la concentración de sus fuerzas principales en una sola dirección.
4. Las ventajas de los rebeldes en la organización y explotación de los recursos industriales de su territorio, planteaba ante los republicanos el problema de los ritmos como una cuestión fundamental si querían impedir que el tiempo trabajara para el enemigo.
Tales eran los rasgos de la nueva situación militar creada por la pérdida del Norte.
* * *
Paralelamente a la concentración de fuerzas por el mando republicano para la realización del plan «P», Franco realizaba, al menos así se creía, la concentración de sus fuerzas y medios para su operación sobre Madrid por Guadalajara.
Estos hechos confirmaban una vez más que en la estrategia el éxito es en mucho una cuestión de rapidez adelantarse al adversario antes de que éste haya tenido tiempo de concentrar sus fuerzas. Esto es lo principal. ¿Conocía Franco las líneas generales del plan «P»? No se sabía. Pero lo que si era claro es que al concentrar sus fuerzas en los primeros días de diciembre en la zona Jadraque-Alcolea del Pinar-Medinaceli-Almazán-Atienza en condiciones de poder iniciar su ofensiva en los primeros días de la segunda quincena de este mes, se había adelantado a los republicanos obligándoles, por su inferioridad de fuerzas que no les permitía hacer frente con posibilidades de éxito a la ofensiva enemiga sobre Madrid al mismo tiempo que realizar su propia acción ofensiva sobre Extremadura-Sevilla, a renunciar al plan «P» que podía haber producido cambios profundos, de carácter decisivo en la guerra.
El alto mando republicano que había recibido informaciones del general Miaja sobre la próxima ofensiva franquista sobre Madrid decidió montar rápidamente el contragolpe estratégico sobre Teruel, aunque sin renunciar, una vez desmontada la ofensiva franquista, a la realización del plan «P».
El día 24 de diciembre los republicanos habían terminado la concentración de sus fuerzas.
El XXII Cuerpo de Ejército al mando del comandante Ibarrola compuesto por las Divisiones 11 al mando del comandante Líster y la 25 al mando del comandante Vivancos partirían de la zona de Tortajada en dirección a Concud. Después de romper el frente enemigo la 11 División avanzaría hasta San Blas y pasaría a la defensiva hacia el Occidente. La 25 División atacaría Teruel desde el Norte.
El XX Cuerpo de Ejército al mando del teniente coronel Menéndez compuesto por las Divisiones 68 al mando del comandante Trigueros y la 40 mandada por el comandante Nieto desde la zona de Aldehuela deberían atacar Teruel desde el Sureste al Este.
El XVIII Cuerpo de Ejército al mando del teniente coronel Heredia compuesto por las divisiones 34 del comandante Etelvino Vega, la 64 mandada por el comandante Martínez Cartón, la 70 al mando del comandante Toral y dos Brigadas de la 41 división en la zona de Villel, tenía como misión romper el frente en la dirección Campillo-San Blas. Después de esto la 64 División estableciendo el frente hacia el Oeste pasaría a la defensa en el frente San Blas-Lahoz. La 34 División continuando la ofensiva se dirigiría hacia Teruel desde el Occidente llevando en segundo escalón la 70 División.
Los tanques de apoyo de la infantería fueron divididos entre la 11 y la 64 divisiones. Los tanques rápidos y los autos blindados actuarían con misión independiente en la dirección del XX Cuerpo de Ejército.
El mando de las fuerzas republicanas estaría a cargo del coronel Sarabia, jefe del Ejército de Levante.
Franco había dado orden de comenzar su ofensiva sobre Madrid el día 16, pero el día 15 los republicanos se adelantaron comenzando la batalla de Teruel que había de durar 70 días.
En las primeras horas del día 15 comenzó la ofensiva del Ejército Regular Popular. El enemigo sorprendido no tuvo tiempo de reaccionar.
La 11 División rápidamente cubrió sus objetivos. A las 9 de la mañana alcanzaba San Blas en la región de los Morrones cortando las comunicaciones de Teruel con Zaragoza. A las 16'15 del mismo día ocupaba Concud. La 25 División que comenzó su avance con gran lentitud se limitó después de avanzar 2 kilómetros por la tierra de nadie a detenerse al contacto con el enemigo sin intentar ir más lejos.
La 34 y 64 Divisiones ocuparon a las 16'30 la Punta del Zorro, las cotas 1.015 y 1.028 y las fortificaciones de las cotas 1,164 y 1.101 de la Pedrera, el barrio de la Guea y las cotas 1.942 y 1.043 de la casa del Cura. A las 19 horas ocupaban Campillo.
Este mismo día Franco que se preparaba para comenzar su ofensiva por Guadalajara, temeroso de que la operación de los republicanos sobre Teruel estuviera combinada con un ataque en la región Montalbán-Aliaga que abriera en el frente una brecha de 50 kilómetros, dio orden de suspender la operación sobre Madrid y de dirigir inmediatamente sobre Teruel los Cuerpos de Ejército de Galicia, bajo las órdenes del general Aranda, y el Cuerpo de Ejército de Castilla, mandado por el general Varela. El Cuerpo de Ejército Marroquí, bajo la dirección del general Yagüe recibió orden de con la artillería del Cuerpo Italiano y todas las baterías de la Reserva General de Artillería estar dispuesto para intervenir rápidamente.
La zona de concentración de las fuerzas rebeldes se hizo en Santa Eulalia Villarquemada - Cella - Gea de Albarracín - Albarracín -Porrendón. El Cuartel General del Cuerpo de Ejército de Castilla se estableció en Albarracín. El mando del Ejército que Franco dio al general Dávila, teniendo como jefe de Estado Mayor al coronel Vigón uno de sus hombres de confianza, se estableció en Ojos Negros. Los movimientos de tropas comenzaron el día 17 de diciembre bajo una violenta nevada y un frío intensísimo.
El día 16 los republicanos continuaron su ofensiva. Durante la madrugada las fuerzas de la 64 División efectuaban su enlace con el flanco izquierdo de la 11 División en la posición de los Marrones quedando definitivamente las líneas en esta cota y cerrándose el cerco a Teruel. El Frente Republicano quedaba de esta manera establecido desde las alturas de Celadas por el Norte de Concud, San Blas, Pedraza, Campillo y enlazado con las posiciones del XIX Cuerpo de Ejército en la parte Norte de la provincia de Cuenca.
El día 17 la 34 División ocupa la Muela de Villaestar, las Hoyadas y la Rocosa. Por la tarde ocupó los Altos Marimézquita.
El día 18 la misma División conquista la Granja y aniquila el grupo rebelde que se defendía en La Galiana. A las 16 horas conquista la Muela de Teruel.
El día 19 la ofensiva republicana adquiere mayor violencia. La 34 División llega hasta el campo de fútbol de Teruel. Las fuerzas del XX Cuerpo ocupan Castralvo, el Castellar y la 25 División ocupaba por el Norte el cementerio viejo para llegar al final de la jornada a ocupar algunas casas de los arrabales de Teruel. Este mismo día se ocupaba el Puerto Escandón.
El día 20 las primeras fuerzas enviadas por Franco para auxiliar a los sitiados entraron en acción violentamente. Uno de sus ataques fue dirigido sobre el frente de Los Morrones entre Campillo y San Blas apoyada por una fuerte preparación artillera pero fue totalmente rechazado. El segundo ataque se produjo en los Altos de Celadas y posición del Corralejo y revistió extraordinaria violencia pero no obtuvo ningún éxito. El tercer ataque tuvo por teatro la parte central en dirección San Blas y Concud apoyada por una importante base artillera. Las fuerzas republicanas combatieron con gran intensidad y el enemigo no logró avanzar.
El día 21 las fuerzas republicanas ocupan Villaespesa que había quedado a su retaguardia, al mismo tiempo que estrechaba el cerco sobre Teruel con la ocupación de la plaza de toros y algunos barrios extremos.
* * *
Desde el mismo momento en que comenzó la concentración para la operación de Teruel, Castro se desplazó al frente. La retaguardia le ahogaba. Era un ver atinares de ojos enfermos de inquietud y escepticismo.
Y no quería ver la duda en nadie, que bastante tenía con las suyas. Salió de Valencia al amanecer. Y horas después su automóvil tenía que detenerse: los tanques que habían de apoyar la penetración de Líster subían por un estrecho camino, cubierto de hielo y bordeando una profunda cañada que parecía esperar con la paciencia de la muerte una falsa maniobra de los tanquistas. Se bajó del coche para presenciar las penosas maniobras de los tanquistas.
—A tus órdenes, Castro —le saludó un viejo camarada, ayer metalúrgico y hoy capitán de una compañía de tanques rusos.
—Hola, camarada.
Y en silencio, clavaban sus miradas en las orugas de los tanques que patinaban y acercaba aquellos monstruos de hierro y muerte al borde del camino. Blasfemias y órdenes se mezclaban. Y ellos mirando sentían que el frío comenzaba a clavarse en sus carnes.
—Pasa ahora, camarada Castro.
—Gracias, Capitán.
Y continuó su camino despacio, sintiendo como el coche coleaba, acercándose peligrosamente al borde del abismo.
—Despacio, camarada… Trabaja en segunda… Y no frenes por nada del mundo… A tu derecha la muerte acecha.
—Sí, camarada.
Y poco a poco hasta que llegaron a unos trescientos metros de donde el comandante Líster había establecido su observatorio y puesto de mando.
Y Castro, después de andar un poco, se hundió con los demás en aquella trinchera hecha precipitadamente.
—¿Cómo van las cosas, Líster?
—Bien, Castro… Pero ¿por qué me miras con ojos de duda?
—No dudo… Pregunto nada más.
—Me cago en… Castro… ¿Por qué no dices de una vez lo que piensas?… Tú sabes bien que te queremos y te creemos… Que aquí se escuchan siempre tus consejos… Tú eres un comisario-soldado, tú no eres un comisario señorito, eres, además, el Partido en primera línea…
—Gracias, Líster… Ahora te diré lo que pienso… De camarada a camarada… ¿Te acuerdas Líster de Brunete?… ¿Te acuerdas Líster de Fuentes de Ebro?…
—Sí, Castro.
—Entonces ¿para qué preguntarte más?… Cuando un comunista recuerda sus errores de ayer, está libre del peligro de volver a cometerlos… ¡Me has dado una gran alegría, Líster!… Porque hoy de ti dependen muchas cosas… Muchas… Más de las que tú te figuras… Tantas, camarada Líster, que para el subcomisario Castro no existen hoy más que dos preocupaciones: Líster y las comunicaciones de Zaragoza-Teruel… ¿Me has comprendido?
—Sí, Castro.
Y Castro sintió ganas de hacer sus necesidades. Abandonó la trinchera… Y cruzó las alambradas… Y en la tierra de nadie se bajó los pantalones… Escuchó carcajadas y el estallido de algunas bombas de mano cerca de él… Reconoció las risas de Líster… Y la voz de López Iglesias… Y continuó… Y continuó mientras miraba el valle al que había que llegar; y al pueblecito de Concud que había que tomar… Y un poco más lejos las crestas de una sierra, la sierra de Albarracín que parecía mirar todo o mirarle a él… Y se subió los pantalones… Y las risas y las bombas de mano estallando cerca de él.
Y rompió a reír.
«¡Cabrones!»
«¡Ja… Ja… Ja… Jaaaa!» Y sus carcajadas se sumaron a las de los otros y cuando se dejó caer suavemente en la trinchera habló sin dejar de reír…
—¡Cabrones!… ¿Qué creíais?… Un comisario hace lo que tiene que hacer, todo lo que tiene que hacer pase lo que pase… ¿Lo habéis comprendido así?… He hecho cuanto he querido… Y he visto dos cosas de las que vuestros ojos no deberían separarse ni para cagar: Concud y la carretera… ¿Me comprendéis?
—Eres implacable, Castro…
—No lo creas, Líster… No lo creas… Estoy a tu lado… Estoy a tu lado dispuesto a ser tu comisario, tu consejero, tu asistente o un soldado más de la 11 división… ¿Te das cuenta?… No soy implacable… Hoy se me ha olvidado todo… ¡Todo, Líster!… Hoy no odio más que desde esta trinchera para allá… ¡Nada más!… Y sólo vivo para tres cosas: para ti, para Concud y para las comunicaciones Zaragoza-Teruel… ¡Lo demás no importa!…
—Sí —dijo Líster mirándole fijamente.
—Sí, Líster… Realiza tu misión y para mi serás un gran soldado…
—Sí.
Y se frotó las manos. Tenía frío y hambre. Pero no dijo nada. Después vio que alguien llevaba coñac a Líster… Se interpuso.
—No… Hoy le está prohibido beber al comandante Líster.
El otro hizo ademán de seguir hacia delante. Castro sacó la pistola. Y apuntó.
—Hoy le está prohibido beber al comandante Líster… Y si alguien intentara emborrachar al camarada Líster, al comandante Líster, alguien ¿qué importa quién sea?, el subcomisario Castro disparará su pistola contra dos cosas: contra una botella de coñac y contra quien intentara acercar la botella de coñac a nuestro comandante…
—Llévate la botella… ¡El camarada Castro tiene razón!
—Después podrás beber cuanto quieras… ¡Hasta caerte!… Pero ahora no, Líster… ¡Ahora no!… Te lo ruego y te lo ordeno…
Y las horas siguieron pasando.
Y la noche.
Y el nacimiento del día.
«¡Ya!»… «Ya»… «¡Ya, camaradas, yaaaaaaa!»
Y Castro enloquecido comenzó a caminar con los que avanzaban… Pero alguien le agarró de un brazo y tiró de él.
—¿Qué?
—Tú, no, camarada.
Y se quedó quieto a pesar de que sentía unas ganas inmensas de correr… De correr con aquellos hombres que avanzaban hacia Concud, que avanzaban hacia las comunicaciones entre Zaragoza y Teruel… Y los vio dejarse caer desde las alturas. Y los vio desplegar… Y llegar a la carretera… Y envolver a Concud…
Y regresó a la trinchera.
Líster le miró.
—Bebe, Líster… Un poco, nada más que un poco Y si te sobra algo dámelo… Castro, Castro… el puritano, quisiera emborracharse… Para sentirse contento… Para reír de verdad…
—Toma.
Y bebió de la botella que había bebido el otro Y sintió calor y náuseas. Y después se recostó al borde de la trinchera y se dedicó a mirar a los hombres que avanzaban sobre la nieve y bajo una temperatura de 18 grados bajo cero.
—¡Hemos cortado las comunicaciones!
—Si…
—Hemos tomado Concud…
—Si…
—Y mis hombres te traen un perro lobo que venía en el camión de Zaragoza.
Castro hizo un esfuerzo… Porque él hubiera querido llorar en aquel momento… ¡Llorar!… ¡Desahogarse!… ¡Ser un hombre como los demás, hombres!… Pero no lloró…
—¿Dónde está el perro?
Alguien se le acercó… Era un lobo legítimo… Grande… De grandes colmillos y de mirar dulce.
—¿Cómo le llamaremos?
Nadie habló… Miró al perro. Se acercó a él. Le pasó la mano por la cabeza…
—¿Cómo te llamaremos?… ¿Di?…
El perro no respondió. Se limitó a mirar a Castro y a mover el rabo. Castro pensó unos minutos…
—Te llamarás «Concud». Y siempre que te mire, siempre que te cruces en mi camino me acordaré de estos héroes conquistadores de una gran victoria…
Líster le miró.
—Siempre estás en comisario…
—No… Esta vez no…
Y pasó la mano por la cabeza de «Concud»… Y «Concud» le miró… Y después meneó el rabo… Y en su boca entreabierta unos colmillos largos y blancos se mostraban a los ojos de todos.
* * *
El general ruso Stern le miró.
—¿Está contento el camarada Castro?
—Sí.
—Con esta serán tres las derrotas infligidas a Franco.
—Sí… Pero, aún le quedará mucho de lo ganado en el Norte.
—¿Por cuánto tiempo?
—No sé.
Y se fue de allí… Y en su coche, con su chófer y «Concud» se dirigió a Teruel.
Y la plaza de la ciudad. Y unos soldados que le ofrecen algo que comer. Y come… Y come «Concud»… Y come su chófer… Y después alguien le invita a ver al obispo de Teruel y a un coronel que actuaba como comandante militar de la plaza. Él había visto a muchos coroneles… Pero nunca en su vida había visto un obispo… Los miró a los dos… Pero ¿qué importa un coronel?… ¿Qué importa un obispo?… Y los miró y se volvió de espaldas… Y seguido de «Concud» subió a su coche que comenzó a marchar sobre el camino.
—Vamos a ver al general Sarabia.
El día terminaba de vivir. Paisaje de nieve y frío. De silencio y dudas. Y «Concud» acostado en el asiento trasero. Y el chófer mirando el camino. Y Castro encerrado en sí mismo.
Y el coche se detuvo.
Y frente a su coche otro coche.
Y el general Stern y él en el camino, en medio de los dos coches. Y «Concud» a su lado inmóvil y vigilante.
—¿Qué cuentas, Castro?
—Que ha terminado la primera fase de la operación, no la operación en sí… Y que Rojo ha comenzado a retirar fuerzas, mientras que Franco las está concentrando.
—¿Y qué más, camarada?
—Que si no se modifica el criterio de Rojo puede producirse una catástrofe.
—¿Eres partidario de mantener Teruel a toda costa?
—No… Creo que los propósitos se han conseguido… Pero considero que el retirar las mejores unidades con vistas al plan «P», que ya no se puede realizar, puede convertir nuestra victoria de Teruel en nuestra derrota de Teruel.
El otro guardó silencio.
Y viendo que Castro tiritaba bajo una manta que un soldado le habla prestado le ofreció su abrigo; después una botella de vodka.
Castro sonrió.
—Lo has adivinado… Tengo frío, sed, hambre… Pero ¿qué piensas de lo otro?
—No estamos en condiciones de librar la batalla decisiva.
—De acuerdo… Pero ¿acaso es justo dejar una batalla a medio terminar?… Franco va a contraatacar… ¿No es posible, general Stern, que sin comprometer nuestras fuerzas, que sin perder la victoria aunque se pierda Teruel provoquemos una batalla de desgaste que impida a Franco conservar la iniciativa por más tiempo?
—No lo sé… Contra lo que cree mucha gente vuestro general Rojo sí dirige la guerra… La dirige él y no nosotros.
—Pero él os acepta como consejeros.
—Fíjate bien, camarada Stern, en lo que te voy a decir: Rojo ha sacado las mejores unidades del frente de Teruel, mientras que Franco concentra sus mejores unidades…
—Y…
—¿No puedes cambiar la decisión de Rojo?
—Veamos, Castro… ¿Podrías tú quedarte aquí, mantener la resistencia mientras que convenzo a Rojo y mientras éste envía refuerzos?
—Haré lo que pueda hacer.
Y se estrecharon las manos… Y el otro se dirigió hacia Valencia… Y
Castro hacia Teruel… Con «Concud» a su lado. Con hambre, con sed y frío… Y en un atardecer que empapaba a los hombres de tristeza… de pena, de afanes de morir más que de luchar… Porque bajo aquel cielo gris no era posible reír, ni sonreír… Se pensaba en la guerra… Y en la muerte.
* * *
El 22 de diciembre Franco da la primera directiva de «Atacar Teruel a fondo».
Para ello las fuerzas se dividían en dos grupos I y II Cuerpos de Ejército. El I Cuerpo al mando del general Aranda con las divisiones 62 y 84 reforzado con 15 baterías de la R. G. A. El II Cuerpo de Ejército al mando del general Varela se componía de las divisiones 54, 61, 81, 82 y 17 baterías de la R. G. A.
En total atacarían 6 divisiones con una masa artillera de 68 baterías (27 el I Cuerpo, 41 el II Cuerpo).
El esfuerzo principal lo realizaría el II Cuerpo al sur de Turia con el objetivo inmediato de Los Morrones-La Pedriza que habría de ser la base de partida para ocupar la Muela de Teruel (cota 1.052). Al mismo tiempo el I Cuerpo de Ejército avanzaría su izquierda para apoderarse de Concud y alturas de Santa Bárbara al noreste de Teruel.
Se consideraba por el mando rebelde que una vez en posesión de las alturas de la Muela de Teruel y Santa Bárbara, Teruel debía quedar necesariamente liberado.
Mientras tanto en Teruel continuaba, bajo la dirección del comandante Marquina, comandante general de la plaza, el asedio al Gobierno Civil y al Seminario en donde el Teniente Coronel Rey D'Arcourt y el coronel Barba se defendían con la esperanza de que Franco pudiera romper el cerco.
El día 29 de diciembre el II Cuerpo de Ejército fascista ocupa Los Morrones-La Pedriza.
El día 30 los rebeldes ocupaban la Muela de Teruel.
El 31 el general Aranda después de combates encarnizados ocupa Concud pero no puede prolongar su avance por el fuego de la artillería republicana emplazada en el Muletón.
Con ello se podía dar por terminada la primera fase de la contraofensiva de Franco sobre Teruel. Las causas de sus reducidos éxitos respondían a la resistencia enérgica de los republicanos y a los propios errores del plan de los rebeldes. Los errores fueron:
1. Creer que la ocupación de la Muela de Teruel había de traer consigo el abandono por los republicanos de la ciudad.
2. Llevar el esfuerzo principal al sur del Turia, sin vías de comunicación, que no amenazaba las comunicaciones republicanas y sin perspectivas posteriores, ya que la dirección quedaba cortada por el paso del Valle del Turia, accidente importante.
3. Debilitar excesivamente la izquierda del Cuerpo de Ejército de Aranda y
4. No dar la debida importancia a la dirección que amenazaba más directamente las comunicaciones republicanas («El Muletón»).
La lucha adquiría en su prolongación un carácter de mayor intensidad y dureza. Desde el 18 al 29 de diciembre los rebeldes habían realizado 20 contraataques que empezaron con dos batallones y seis baterías y que habían llegado hasta dos Divisiones y 16 baterías.
En la primera decena del mes de enero de 1938 el Estado Mayor Central puso a la disposición del Ejército de Levante el V Cuerpo con las Divisiones 46 y 47 y la 27 que se mantenía en Aliaga… Mientras tanto el día 3 los republicanos conquistaban la iglesia de Santiago.
El día 7 capitularon los últimos reductos rebeldes. Este mismo día la 47 División contraatacaba la Muela de Teruel sin lograr éxitos importantes y sufriendo grandes pérdidas.
Caído Teruel, Franco consideró que no era necesario precipitar los acontecimientos. Desde el día 22 de diciembre al 7 de enero había sufrido importantes pérdidas. Esto aconsejaba obrar con cierta cautela para evitar que la batalla de Teruel se pudiera convertir en un campo de destrucción de su Ejército de Maniobra. Para ello empezó a tomar ciertas medidas de seguridad para asegurar el éxito de su contraofensiva.
De sus Cuerpos de Ejército que mantenía en reserva en la región de Zaragoza (marroquí e italiano) encargó a las Divisiones IV y V del Cuerpo Marroquí que estaban situadas en la retaguardia del Cuerpo de Ejército de Varela, que aseguraran la vigilancia al norte de Santa Eulalia para evitar un golpe de los republicanos sobre la única vía de comunicaciones del Ejército.
El 14 de enero de 1938 dio instrucciones al general Dávila para que el Cuerpo de Ejército de Aranda se extendiera desde Concud hasta el Alfambra cuyo curso inferior debía ocupar; el Cuerpo de Ejército de Varela, debía ocupar el Turia extendiendo su derecha hasta Villastar. La maniobra tendía así a una mayor amplitud y daba la posibilidad de actuar por las alas.
Quieto el centro frente a Teruel y el Turia, el esfuerzo principal se llevaría por la izquierda en dirección a Santa Bárbara actuando por la derecha en dirección de Villel. Con ello Franco rectificaba los errores de su primer plan. Pero para hacer posible la maniobra era necesaria una acción preliminar que diera la posesión del Alto de Celadas y del Muletón. Esta operación fue ejecutada el 19 de enero a base de la 84 División y numerosas baterías, lográndose los objetivos propuestos.
Entonces el ataque sobre Teruel fue fijado para el 25 de enero. Para defenderse de cualquier amenaza de los republicanos sobre las comunicaciones de Zaragoza-Teruel se creó un sector especial para la vigilancia de Villanueva de Huerva donde terminaba la 15 División (sector de Zaragoza). Este sector especial bajo el mando de Yagüe disponía de cuatro Divisiones (52, 54, 105 y 108). El sur de la línea Singra-Mamanes correspondía al Cuerpo del general Aranda. El general Yagüe debía por lo tanto atender con cuatro Divisiones un frente de 80 a 100 kilómetros que cubría la línea de Teruel-Calatayud.
En la tarde del 24 de enero los informes de los rebeles sobre una acción de los republicanos eran tan precisos que el jefe del Estado Mayor, coronel Vigón pidió por teléfono a Franco que aplazase el ataque del día 25 sobre Teruel, que según él no debía iniciarse antes de alejar definitivamente el peligro de flanco sobre la línea de comunicaciones del Ejército. Franco dio orden de aplazar la operación 24 horas.
Los republicanos se adelantaron. Del 25 al 30 la 27 División al mando del comandante Del Barrio desembocó de Sierra Palomera, ocupó Singra y avanzó hacia Buena. A pesar de que el ataque no encontró gran resistencia se agotó rápidamente por la insuficiencia de fuerzas, Paralelamente el Estado Mayor republicano creyendo que la contraofensiva enemiga sobre Teruel había terminado retiró las fuerzas de los Cuerpos de Ejército X, XXI y XVIII y concentró la aviación en las regiones de Albacete y Valencia con vistas a poner en ejecución el plan «P». El frente republicano quedó guarnecido por los Cuerpos de Ejército XIII, XIX y XX.
Franco comprendió lo que como síntoma representaba la acción de la 27 División y dio orden de aplazar el ataque a Teruel y ocupar la región al oeste del Alfambra.
Así se inicia la batalla del Alfombra que no constituía en el fondo otra cosa que una acción complementaria y obligada de la contraofensiva sobre Teruel.
La maniobra de Franco fue simple, envolver por el norte y por el sur; desde Portalrubio por el norte y buscando por el sur lo antes posible el curso del Alfombra… Para esto reunió un Cuerpo de Ejército bajo el mando del general Yagüe que debía atacar en la dirección Norte-Sur, en tanto que el Cuerpo de Ejército de Aranda actuaría hacia el Norte para encontrarse en la región de Alfambra-Perales de Alfambra, Un destacamento de enlace salido de Monreal del Campo marcharía entre ellos en la dirección de Aliaga.
La entrada en posición de las fuerzas duró 10 días y esto reforzó la creencia del alto mando republicano de que la acción sobre Teruel había concluido.
El Cuerpo de Ejército de Yagüe lo integraban las Divisiones 1ª, 4ª y 82, El Cuerpo de Ejército de Aranda lo formaban las divisiones 13, 83, 84 y 102. El destacamento de enlace al mando del general Monasterio lo formaban la 5ª División, la 1ª División de Caballería, tres batallones de infantería sobre camiones y un Batallón ciclista.
El general Yagüe aprovechando el codo que formaba el frente buscó por eje de marcha la carretera Canminreal-Portalrubio. Sus tres Divisiones escalonadas se detuvieron y dieron frente al Sur con los siguientes objetivos: 4ª División (izquierda) Loma Carbonera y después Pedracho; la 1ª División (centro) Esquinazo y el kilómetro 42; la 82 División (derecha) Pedrizas y Camanas.
El general Aranda debía, en principio, cubrir su derecha con un destacamento sobre el Alfambra hacia Tortajada. Con el grueso de las fuerzas desde la base de partida Celadas-Villarquemada, debía avanzar por todos los caminos sobre el río Alfambra, entre Tortajada y Alfambra
Las fuerzas del general Monasterio procurarían llegar lo antes posible sobre Pedralbes de Alfambra por el Argente y Visiedo.
El ataque se inició simultáneamente el 5 de febrero y el frente fue roto por todos los rumbos. El día 7 era ocupado Alfambra y el río Alfambra bordeado por el general Aranda hasta su confluencia con el Turia. El Alfambra vino a ser el frente entre su confluencia con el Turia; entre Gálvaez y la Muela del Rambla donde se hacía el enlace con el viejo frente, el nuevo pasaba por la Cantera (cota 1400); Mezquita de Jarque (cota 1478); San Darve (cota 1322); Loma Carbonera (cota 1400). Las fuerzas de Yagüe y Aranda cogieron gran número de prisioneros. Con el propósito de debilitar la acción de los rebeldes los republicanos trataron de contraatacar en la región del Vivel del Río, pero no tuvieron éxito.
Terminada la rectificación del frente, Franco ordenó al general Dávila terminar con Teruel cuya conquista ya resultaba fácil. El general Dávila tomó todas las disposiciones para desbordar Teruel por el norte y por el sur y envolverlo por completo.
El movimiento por el norte lo dirigió el general Aranda; previos cinco escalones, cada uno de ellos empezado por la izquierda, debía apoderarse de un punto y establecerse sólidamente. El primer escalón desde Tortajada ocupó El Torón (cota 1245) y El Chopo (1222). El segundo escalón a la derecha del primero se apoderó de Valdecebro. Más a la derecha del segundo, el tercer escalón se apoderó de Sierra Gorda y el Mansueto y se estableció hacia la Casilla de las Lomas (cota 985), el cuarto ocupó Castralvo y el Castelar, por fin, el quinto se apoderó de Santa Bárbara, entró en Teruel y lanzó un destacamento sobre Villaespesa. Entretanto Varela partiendo de la Muela llegaba a Teruel por el sur. Desbordado Teruel por el norte y por el sur las fuerzas de Franco avanzaron hacia Puebla de Valverde con un intento audaz de explotación del éxito. El Batallón de ametralladoras del V Cuerpo y la 11 División en un esfuerzo supremo cortaron el intento.
A través de estos combates el enemigo corregía los errores del primer plan de conquista de Teruel y los errores que se pusieron de manifiesto en la ejecución duraron desde el 17 al 22 de febrero.
Los republicanos cuando se convencieron que el enemigo no había renunciado a la conquista de Teruel empezaron de nuevo a acercar reservas, pero ya era tarde. La superioridad lograda por el enemigo, así como la iniciativa jugaron un papel extraordinario en el resultado de la batalla. El heroísmo de las fuerzas republicanas y principalmente de la 46 División que se mantuvo en Teruel hasta que el cerco del enemigo se realizó y que se vio obligada a romper éste a fuerza de tenacidad no fueron suficiente para corregir los errores cometidos anteriormente.
Así terminó la batalla de Teruel. Era el primer hecho de armas de los republicanos después de la pérdida del Norte. En él se empezaron a poner de manifiesto las consecuencias de aquella derrota. Las fuerzas franquistas lograron entonces la superioridad absoluta de fuerzas y empezaban a imponer este factor en el campo de batalla.
* * *
—¿Se perdió la batalla?
—Se perdió, Esperanza.
Y se quedaron en silencio frente el mar… Y el silencio se prolongó durante mucho tiempo. Como si ella tuviera miedo a preguntar más; como si él tuviera miedo a tener que contestar.
—Hasta mañana, Enrique.
—Hasta mañana, Esperanza.
Y continuó mirando al mar. Sin verle. Porque ante él sólo estaba la figura del general Stern, como una estatua de carne y hueso, que le decía lentamente: «Castro: si no comprendes que para los comunistas lo más importante es salvar al país del socialismo, no comprendes nada… Se puede perder una guerra, puede fracasar una revolución… Y no se habrá perdido todo… Se habrá simplemente aplazado la victoria de esa guerra y de esa revolución… Pero si la URSS desapareciera ¿quién podría decirnos cuándo surgiría nuevamente un país socialista que fuera la garantía del triunfo del socialismo en el mundo?… Las democracias están dispuestas a claudicar porque quieren vivir aunque sea agonizando. Y con tal de vivir no tendrían inconveniente en ayudar al fascismo a volverse contra el Este… ¿Comprendes?…»
«Sí, comprendo… ¡Comprendo, camarada Stern! ¿Qué comunista no lo comprendería?… Pobre España!… Y pobre de este pueblo al que tendremos que seguir engañando con la esperanza de la victoria».
Blasfemó.
Y se puso en pie. Cerró la ventana… Y lentamente llegó hasta la alcoba. Esperanza era insomnio. Él pena. Y se acostó. Y la oyó suspirar.
—¿Qué tienes?
—Nada.
—Es difícil hoy no tener nada, Esperanza… Duerme… Duerme…
—Si…
—Y procura ser fuerte, Esperanza… Lo terrible no es hoy… Lo terrible será mañana cuando hasta la esperanza muera. Pero, nadie quiere comprender. ¿O soy yo el que no comprende nada?
Y el silencio.
Un silencio que duró hasta el amanecer.