21
Thorn se amilano al verse descubierto. Se aparto y fijo la mirada en los mejicanos agrupados en torno a la fogata en un esfuerzo por mantener el control. No tenia intención de reconocerlo.
No quería ser tan vulnerable.
Pero lo era, y ella lo sabia. Trilby se acerco a el, aturdida, tendió las manos y se aferró a su brazo, largo y musculoso. Lo llevo hasta sus pechos y lo mantuvo allí, instándolo a mirar su rostro arrobado.
—¿Tan difícil te resulta admitirlo? —pregunto ella.
El semblante de Thorn se ensombreció, y sus ojos contemplaron, indefensos, los dulces rasgos de la muchacha.
—Tu no me amas —acuso con aspereza—. ¡Nunca me has amado! No soy culto y tierno como ese tipo del Este de quien estas enamorada.
—No, tu no eres tierno —acordó ella, sonriendo, radiante—. Eres como el desierto, Thorn; duro como la piedra y a veces muy severo. Sin embargo eres dos veces mas hombre que Richard.
El ranchero había bajado la vista, pero esa ultima observación hizo que volviese a mirarla, pendiente de cada una de sus palabras.
—Thorn, yo me negaba a reconocerlo, pero lo supe cuanto Richard me beso el día en que Sissy y yo salimos a buscar restos arqueologicos —explico Trilby de manera desapasionada—. No sentí nada, nada en absoluto. Cuando me abrazo yo solo pensaba en como me sentía en tus brazos. —El entreabrió los labios, como si le costase respirar—. ¿Como no te diste cuenta? —prosiguió ella con voz ronca, mirándolo embelesada—. Me entregue a ti una docena de veces. ¿Como no lo advertiste aquella vez en que pedí tener las luces encendidas para ver cuanto me deseabas?
Thorn enrojeció.
—¿De verdad?
—Oh, si —susurro ella—. Incluso la ultima vez —añadió, ruborizándose mientras clavaba la vista en el pecho del hombre—. Sobre todo la ultima vez, cuando me deseaste con tanta desesperación que no pudiste contenerte. Creí que moriría, tan intenso era el placer.
Thorn se estremeció. Vacilante, peso la mano en la mejilla de Trilby y la acaricio.
—Nunca pretendí hacerte daño —murmuro agitado—. Estaba celoso y temía perderte. No pude controlarme.
—Lo se.
Ella se aproximo a el e impulsivamente abrazo el cuerpo poderoso del hombre y lo sintió trémulo.
—No lo hagas —dijo el, tratando de separarse.
—Esta bien —susurro ella—. También yo estoy temblando. ¿No lo notas?
Thorn lo notaba, y eso aumentaba su deseo hasta hacerlo insoportable. La cogió por los hombros.
—Trilby, no puedo permitir que te quedes conmigo si no eres feliz. Bates te ama...
—No, el no me ama. Solo se quiere a si mismo. Yo te amo a ti —dijo ella, alzando la mirada hasta el rostro pálido del hombre.
Eso era lo que ella había estado diciéndole y e1 nunca había comprendido. Gimió ligeramente y se incline para besar los párpados cerrados de la muchacha.
—¡Oh, Dios! —musito, con voz ronca.
—¿De verdad no te habías dado cuenta? —pregunto ella, estrechándolo mas.
—No. Parecías quererme, pero yo creía que simplemente intentabas sacar el mayor provecho de nuestro matrimonio. Lo pensé incluso cuando me pediste un hijo.
—Quería darte un hijo porque te amo —dijo ella, sonriendo contra el amplio pecho del hombre—. Thorn —susurro, acariciándole el torso con ternura—, estoy embarazada de ti.
El se quedo paralizado.
—¿Que estas... que? —pregunto, conmocionado.
—Estoy embarazada —repitió ella, exultante de felicidad.
Thorn recordó entonces la noche anterior a su partida hacia Tucson. Dejo escapar un quejumbroso gemido.
—¿Estas embarazada... y yo te tome... de aquel modo? —Parecía horrorizado—. ¡Dios mío, Trilby! ¡Dios mío, debí haberte hecho mucho daño! Y el niño... —Se mostraba desesperado.
Ella lo tranquilizó, tapándole la boca con una mano y acariciándolo.
—Thorn, no ocurrió nada. No nos hiciste daño a ninguno de los dos. Escucha, por favor. Me encuentro muy bien.
El ranchero temblaba, mirándola con ojos húmedos.
—Trilby, lo siento.
—Te amo —dijo ella, con fervor—, y tu a mi. No hay nada que perdonar. Yo te herí sin proponérmelo, y tu solo tratabas de demostrarme lo que sentías, pero yo no lo entendí. Ahora se cuales son tus sentimientos. ¡Thorn, tu eres mi vida! —susurro ella.
Estremecido, Thorn la atrajo mas hacia si, invadido por el espanto cuando se dio cuenta de lo que pudo haber costado a ambos su violento ardor.
—Oh, querido —dijo ella con dulzura—, por favor, no te pongas así. Te aseguro que no nos has causado ningún daño ni a mi ni al niño.
—Nunca volveré a hacerlo —dijo el, avergonzado — Nunca volveré a tratarte de ese modo.
—Si, lo harás, porque el modo en que nos amamos es apasionado, desenfrenado y glorioso.
—Se alzo y besó con avidez la boca del hombre—. Te adoro, te idolatro..
Los besos de Trilby borraron el dolor del hombre La estrecho en sus brazos hasta que besarla ya no fu( suficiente. Gimió cuando la fiebre del deseo palpito dentro de el.
—¡Ejem!
La seca interrupción los devolvió a la realidad. Ambos miraron hacia la puerta donde se hallaba Naki.
—Perdonad, pero ¿estáis sordos?
Thorn frunció el entrecejo. Cuando recobro la cordura, oyó fuertes cañonazos y de repente, mas cerca, un silbido seguido por un sordo impacto.
—¿Habéis oído eso? Son cañones que disparan, balas que rebotan —anuncio Naki—. Pistolas, rifles y ese condenado canon que capturaron. Si no queréis que os alcance una bala, será mejor que os apartéis de la línea de fuego.
—Maldita sea, por que no nos has avisado antes? —reprocho Thorn, furioso, conduciendo a Trilby al interior—. ¡Esta embarazada!
—Si, lo se. —Naki rió con ironía—. Todos lo sabemos. Nos hemos turnado para cuidarla. Juan cree que se ha enamorado.
Thorn dirigió una mirada iracunda al hombrecito sonriente.
—Puede besar a su caballo. Ella es mía.
—Se lo diré. ¡Al suelo!
Empujo al matrimonio al suelo, mientras los vidrios
estallaban en mil pedazos alrededor.
—Creo que será un día muy largo —predijo Naki con los labios a escasos centímetros del suelo.
Y lo fue. Por la tarde todos estaban muertos de sueno y con los nervios destrozados. Por fortuna el tiroteo había cesado, pero, según los informes que recibían, un cuerpo de federales se acercaba a Agua Prieta, por lo que seguramente pronto se reanudarían los combates. La violencia se cernía sobre ellos, aguardando la oportunidad de desatarse.
Como Trilby no conocía a Red López, Juan se lo señalo desde lejos. Ella había supuesto que el héroe de la revolución seria alto, guapo y garboso; un personaje salido de un folletín.
Sin embargo se trataba de una persona de aspecto corriente, que se dirigía a sus hombres con deferencia y serenidad, e hizo gala de unos modales corteses cuando mas tarde, ese mismo día, fue presentado a Trilby. Como muchos de los oficiales rebeldes, tenia la mente despierta y una gran sagacidad para planear estrategias y tácticas militares. Era como un mosquito; picaba y echaba a volar, una y otra vez. Esa capacidad para escabullirse después del ataque irritaba al enemigo.
Poco después, el general que había hablado al principio con Trilby volvió para dialogar con el pequeño grupo de estadounidenses.
—Debemos devolverlos a Estados Unidos —dijo—. Tendremos que actuar con prudencia, porque su capitán, al otro lado de la frontera, ha jurado que haría prisioneros de guerra a todos los insurrectos que atrape en suelo norteamericano. Es una situación peligrosa.
Trilby sonrió.
—Creo que voy acostumbrándose al peligro, señor. Thorn la miraba conmovido, tan orgulloso de ella que apenas podía contenerse. Su dulce y mimada Trilby había cambiado de la noche a la mañana para transformarse en una verdadera pionera.
—Mi esposa esta embarazada —anunció Thorn al general, preocupado.
Juan acaba de comunicármelo —replico el general, quitándose el sombrero para saludar a la mujer—. Felicidades, señora —añadió con una sonrisa—. Será un placer para mi escoltarla hasta la frontera.
—Es usted un caballero, señor —dijo ella, devolviéndole la sonrisa.
—Lamento que se marche —dijo el general—. Se ha convertido usted en una de mis mejores médicos. ¿Quien atenderá ahora a mis pobres hombres?
—Los hospitales al otro lado de la frontera —ofreció Jack Lang—. Se han instalado clínicas provisionales por todas partes, y mucha gente cuida de los heridos y los moribundos. Se ocuparan de los rebeldes, de los federales; no importa en que bando luchen.
El general asintió.
—Así es como debería ser.
Hizo una indicación a Juan y, minutos mas tarde, después de que Trilby se hubiese despedido del doctor, emprendieron la marcha en dirección a la aduana.
El general los escoltó, ondeando una bandera de tregua, hasta que traspasaron la línea de los rebeldes, que se extendía a lo largo del terraplén de la frontera. El oficial rebelde mejicano saludó al capitán del ejercito estadounidense al mando del destacamento, quien devolvió el saludo con el debido respeto y regresó junto a sus hombres. Jack Lang suspiró aliviado.
—Gracias a Dios —dijo—. ¡Suelo patrio!
—Si —dijo Thorn, abrazando a Trilby—. Gracias a Dios. Naki, vienes con nosotros?
—preguntó al ver que Naki permanecía en la línea de la frontera, observando al oficial americano, que se aproximaba a ellos.
El apache negó con la cabeza, esbozando una sonrisa. —He llegado a formar parte de la revolución, amigo.
Mi pueblo perdió la oportunidad de recuperar su libertad, pero esta gente todavía tiene posibilidades de conseguirla. Hay muchos como yo que, sin ser mejicanos, luchan por su causa. No puedo abandonarlos, ahora, cuando estamos tan cerca de la victoria.
—¿Y que hay de Sissy? —preguntó Trilby con tristeza. El semblante de Naki se ensombreció.
—No le digáis nada.
—McCollum le informó que te hallabas en México—dijo ella, angustiada—. ¡Sissy cree que has muerto! Los oscuros ojos de Naki se cerraron, y un estremecimiento recorrió su cuerpo.
—Entonces, que siga creyéndolo —dijo con voz ronca—. Es lo mejor.
—Sissy te ama.
Naki abrid los ojos, y Trilby vio en ellos el calvario que sufría en su interior.
—Lo se—dijo el con fiereza—. ¡Desde luego que lo se! —Ella renunciaría a todo.
—Igual que yo. En realidad ya lo he hecho —dijo
Naki, sereno. Logró esbozar una sonrisa—. Cuando esto acabe, tal vez encuentre una salida.
Trilby no replico. No tenia ningún derecho a decir al hombre como debía vivir. Estaba preocupada por el y Sissy.
—Cuídate —dijo Thorn—. Procura que no te maten.
—Prometo intentarlo. Vaya con Dios.
—Si. Y tu también.
Naki saludó agitando una mano y se reunid con su grupo al otro lado de la frontera; se parecía mas un soldado revolucionario que a un apache.
Thorn, Jack y Trilby continuaron avanzando y, en cuanto llegaron a las líneas estadounidenses, fueron rodeados por reporteros y un airado oficial.
Thorn vislumbro una salida para escabullirse. Alzo una mano pidiendo que los dejasen pasar.
—Mas tarde, por favor —dijo—. Mi esposa se encuentra en un estado delicado. Se siente débil, y debo llevarla a casa.
Al oír aquello los hombres, que eran caballeros, adoptaron una actitud protectora, y Trilby se encamino a toda prisa hacia el coche de su padre a través de la multitud.
—¿Le han hecho daño los endemoniados latinos? —pregunto un hombre encolerizado cuando llegaron al coche.
Trilby se detuvo en seco y le dirigió una mirada fulminante.
—Son soldados rebeldes mejicanos, no —Latinos endemoniados>>. En realidad, me atrevería a asegurar que me han dispensado un trato mucho mas amable y considerado del que hubiese recibido de un ciudadano estadounidense en las mismas circunstancias.
El hombre se aclaro la garganta y, aunque tarde, se quito el sombrero.
—Idiota —dijo Trilby, lo bastante alto como para que la oyesen. Cogió la mano de Thorn entre las suyas después de que el cerrase la portezuela del automóvil—. «Latinos!> Thorn dirigió una mirada a Jack Lang y sonrió con indulgencia. Después de prometer al oficial americano que le facilitaría tantos detalles como pudiese recordar en cuanto Trilby se hallase en casa, abandonaron la ciudad dejando tras ellos una nube de polvo amarillento.
Agua Prieta permaneció en manos de los maderistas solo unos pocos días. Tres de los lideres rebeldes se rindieron a las tropas de Estados Unidos. Cuando una columna de doce mil federales, al mando del coronel Reynaldo Díaz,
llego a Agua Prieta, los soldados encontraron las trincheras abandonadas y la ciudad saqueada.
El sitio había terminado, y, afortunadamente para ambas naciones, se había evitado la intervención y con ella la guerra.
Poco después de que los federales conquistasen de nuevo Agua Prieta, dos oficiales rebeldes maderistas, Francisco Pancho Villa y Pascual Orozco, lanzaron sus fuerzas contra Juárez, y Madero asumió la presidencia de México. Los rebeldes y quienes habían luchado en favor de Madero celebraron el acontecimiento.
Red López murió de forma trágica no mucho después de la batalla por el control de Agua Prieta. Un periódico publico una historia ocurrida antes del sitio de Agua Prieta según la cual, mientras estaba siendo entrevistado, el efe rebelde había cedido su cama a un reportero, sin importarle dormir en el suelo. Posiblemente muchas de las cosas nada halagadoras que se comentaban de el fuesen ciertas, pero Trilby, que lo había conocido y había oído a sus propios hombres hablar de el, sospechaba que el rebelde debía de poseer algunas virtudes ocultas para inspirar tal devoción a sus seguidores.
López había muerto, pero Orozco, Obregón, Villa, Zapata y muchos otros lideres rebeldes se sentían exultantes por la victoria. Las fiestas se prolongaron durante días, incluso en la parte estadounidense cercana a la frontera. La primera fase de la Revolución Mejicana finalizó el 26
de mayo de 1911, con la renuncia y la partida de Porfirio Díaz. En noviembre del mismo ano se celebraron elecciones, y Francisco Madero se convirtió en presidente.
En esos momentos Trilby, ya reintegrada en el hogar, confeccionaba un vestido para Samantha y disfrutaba de la recién recuperada felicidad de su matrimonio. Ella y Thorn estaban cada vez mas compenetrados. No surgieron mas dudas ni pesares. Se amaban, y el hijo de ambos crecía en el vientre de Trilby mientras los días se hacían mas largos y calurosos a medida que avanzaba el verano. Habían desaparecido los secretos y las incertidumbres. Cuando Thorn miraba a su esposa, el amor que irradiaban sus ojos casi lo cegaba. En esos días se sentía mas un rey que un salvaje. Se lo dijo a Trilby, quien rió y se puso de puntillas para besarlo con ternura.
—Lo único salvaje que hay en ti, querido, es el modo en que me amas —murmuro—. Y espero que nunca cambie.
Thorn sonrió sin apartarse de sus labios acogedores. Mientras la besaba, le prometió en un susurro que nunca cambiaría.
Jorge se repuso y regreso para reanudar sus obligaciones en Los Santos. Sissy enviaba regularmente a Trilby cartas tristes y breves, en las que nunca mencionaba a Naki Tampoco lo hacia Trilby cuando la escribía. Había oído rumores de que Naki había sido uno de los prisioneros rebeldes norteamericanos ejecutados en México No habían recibido ninguna noticia de el en Los Santos, y hasta Thorn había acabado por convencerse de que había muerto.
El otoño igual que a Arizona llego a Luisiana. Alexandra Bates estaba bebiendo té con su madre en el salón cuando la mucama anuncio la visita de un caballero.
—Me temo que será ese Harrow otra vez —dijo la señora Bates con resignación, dirigiendo a Sissy una sonrisa melancólica—. Tendremos que hacer algo respecto a el, Sissy, o de lo contrario seguirá viniendo. Bien, hazlo entrar —ordeno a la sirvienta, quien hizo una reverencia y salió del salón—. ¿Por que tu padre participa tan a menudo en cacerías, dejándome sola para enfrentarme a tus insistentes pretendientes?
Sissy sonrió sin alegría. Todavía Lloraba la desaparición de Naki. En el transcurso de los meses, su animo había decaído y ya nada le interesaba. Había abandonado los estudios y casi la vida misma. Entretanto, Richard había madurado y se había comprometido con una joven dulce y buena. Ben se había marchado a Texas para convertirse en un ranger. Sissy, la única que quedaba en casa, se preguntaba si volvería a ser capaz de amar. El señor Harrow al que se refería su madre era un viudo que sentía afecto por Sissy, quien no le correspondía. Estaba harta de inventar excusas para eludirlo. Quería a un solo hombre, y ese había muerto. A veces pensaba que siempre llevaría luto por el.
La señora Bates saludo al visitante antes de que Sissy lo viese. Evidentemente no se trataba del señor Harrow. El recién llegado era alto y vestía con elegancia. Con el cabello negro pulcramente cortado y peinado y los ojos como perlas negras, tenia una apariencia ligeramente europea, como la de un francés. Era increíblemente guapo y refinado, y el traje que lucia estaba tan inmaculado como sus relucientes botas negras.
—¿La señorita Bates? —pregunto a la madre de Sissy, sonriendo—. Me dijeron que podría encontrar a Alexandra aquí. Ah, si. ¡Alli esta! —añadió, mirando por encima de la mujer hacia el sofá en que la muchacha estaba sentada.
Alexandra Bates dio un respingo y se quedo mirándolo fijamente, con el rostro demudado.
—¡Dios mío, va a desmayarse! —exclamo la señora Bates.
Naki se acerco a Sissy a toda prisa, y sus poderosos brazos recibieron el peso del cuerpo de la muchacha; la fragilidad de Sissy le desgarro el corazón. La tendió con delicadeza sobre el sofá y la señora Bates, sofocada, llamo a la mucama y la envió a buscar salas aromáticas.
—Oh, por amor de Dios, ¿que le ocurre? —Gimió la señora Bates, preocupada.
—¿Sufre estos desmayos a menudo? —pregunto Naki, sin apartar la vista del rostro amado.
—No. Pero no ha vuelto a ser la misma desde que regreso de Arizona hace varios meses.
Llora a ese hombre... —Se interrumpió al darse cuenta de que estaba hablando a un extraño y sonrió—. No tiene importancia. Todavía no se ha presentado, joven.
—¿No lo he hecho? —murmuro el, ausente, porque Sissy comenzaba a moverse. Le tomo la mano y se la apretó—. Sissy —dijo con gran ternura.
Ella abrió los ojos y le dirigió una mirada sorprendida. Un escalofrió recorrió su cuerpo.
—¡Tu estas muerto! —dijo con voz ahogada—. ¡Naki, tu estas muerto, estas muerto!
—No —musito el, sonriendo—. ¿Como podía morir y dejarte sola?
—¡Naki! —La emoción le quebró la voz.
Sissy tendió los brazos, y el la alzo, estrechándola ardientemente contra su corazón. Con los ojos cerrados, la meció en sus brazos, apretándola con un poco de rudeza cuando los meses de soledad lo desbordaron. La emoción que ilumino su semblante sereno hubiera sido evidente incluso para un ciego, lo que sin duda la señora Bates no era.
—Bueno —dijo esta, entrelazando las manos y sonriendo cuando comprendió de quien se trataba—. Debo decir, joven, que no se parece en nada a la imagen que de usted me había formado.
Naki la miro por encima de la cabeza de Sissy con una sonrisa dulce.
—Me atrevería a decir que esperaba verme con plumas y pintura de guerra.
La señora Bates soltó una risita nerviosa.
—Así es. ¿Le apetece un poco de te?
—Con mucho hielo, por favor —respondió el—. Es algo que no tenemos en México.
Mientras la señora Bates se retiraba discretamente para disponer que les sirvieran el te, Naki ayudo a Sissy a sentarse.
—He atravesado algunas situaciones de gran peligro, pero logre salir de ellas con vida y ahora estoy muy bien situado. He conseguido comprar un terreno, Alexandra, cerca de Cancún
—informo, sin preámbulos—. Me temo que a ambos nos resultara extraño al principio, pero nos adaptaremos y podremos vivir en paz y sin prejuicios.
Soy un apache y no pretendo negar mi raza ni ocultar mi orgullo por pertenecer a ella. Sin embargo la herencia cultural no depende de la geografía. Seré tan apache en México como en Arizona.
—¡Estas renunciando a todo! —protesto ella débilmente.
—No a demasiado —replico el, con serenidad—. Las otras alternativas son o bien llevarte a la reserva, donde sufrirías los prejuicios de mi gente, o bien tratar de integrarnos en la sociedad blanca y padecerlo yo. Considero que México es nuestra única opción. —Fijo la mirada en los ojos de ella con ansiedad—. Tienes que decidir si compartir la existencia conmigo merece que abandones tu casa y tu forma de vida.
Sissy comprendió la importancia de la propuesta de Naki y sonrió.
—Que sacrificio tan insignificante, cuando de buena gana renunciaría a mi vida por estar contigo —se limito a responder ella.
El entorno los ojos. El sentimiento de ambos era profundo. Naki imaginó a Alexandra en sus brazos en noches tropicales, poseyendo su cuerpo suave y virginal. Se estremeció al pensar en el éxtasis que compartirían. La miro y pensó que semejante sueno compensaba todos los sacrificios.
—Si —dijo el—. Yo siento lo mismo por ti. ¿Nos arriesgaremos?
Ella sonrió y sacudió la cabeza.
—No habrá ningún riesgo. —Alzo la cabeza y lo besó con pasión.
—Incluso amándonos de este modo no resultara fácil. —El intentaba hablar entre beso y beso.
Sissy sonrió y lo beso aun con mas pasión.
—Quiero tener hijos cuando nos hayamos casad o —dijo con tono solemne, tapándole la boca con la mano al ver que el se disponía a protestar—. Quiero un montón de hijos —repitió, pronunciando cada palabra con firme resolución.
El suspiro.
—Alexandra, ya hemos hablado de la mezcla de razas...
—Que pasara inadvertida en México —atajo ella. Luego sonrió—. Y nuestros hijos serán muy hermosos —susurro, imaginándolos.
Era difícil discutir con ella. Naki le enmarco el rostro con las manos y sonrió.
—¿Hijos hermosos?—susurro.
—Hermosos —enfatizo ella—. Les hablaremos de su herencia apache y haremos que se enorgullezcan de ella. Y los amaremos muchísimo —dijo con fervor, alzando el rostro hacia el—. Casi tanto como nos amamos el uno al otro...
Incapaz de hacer alguna objeción, comenzó a besarla, anhelando ya la dicha casi insoportable de un futuro compartido.
A finales de otoño Trilby y Thorn tuvieron un hijo que había heredado los ojos oscuros de su padre y la tez de su madre. Le llamaron Caleb, como su difunto abuelo paterno.
Naki y Sissy, por su parte, tuvieron cinco hijos, todos ellos parecidos a su guapo padre.
Richard Bates se caso con su prometida, quien lo amo toda su vida, a pesar de las excentricidades de su marido.
Teddy Lang creció y llego a ser sheriff del condado de Cochise, en Arizona, y la pequeña Samantha Vance contrajo matrimonio con un medico de Douglas.
Ben Bates alcanzo el grado de capitán en los rangers de Texas.
Caleb Vance se caso con una muchacha española, se presento a las elecciones para el Senado de Estados Unidos y resulto elegido.
En cuanto a Lisa Morris, se desposo con el capitán Powell y sorprendió a todos al quedar embarazada al ano siguiente.
Mientras tanto, Francisco Pancho Villa, muy popular en los círculos revolucionarios después de la batalla de Juarez, cayo en desgracia ante Madero y fue arrestado y encarcelado. Mas tarde logro escapar. A finales de noviembre de 1911, Zapata se alzo en armas contra Madero.
Orozco formo un ejercito para hacerle frente y fue derrotado por Huerta, quien había depuesto a Madero y ordenado su ejecución.
La noche del 6 de marzo de 1911, Pancho Villa abandono El Paso y cruzo la frontera hacia México, acompañado por ocho hombres y portando nueve rifles, quinientos cartuchos de munición, dos libras de café, dos libras de azúcar y una Libra de sal. En 1914 había conseguido reunir un ejercito, la División del Norte, que expulso a los federales de la ciudad de Chihuahua y el estado de Sonora. Varios anos después de la experiencia vivida por Trilby, se produjo una segunda batalla decisiva por la toma de Agua Prieta, habiendo iniciado el ataque Pancho Villa el 1 de noviembre de 1915. Esa fue la primera batalla que perdió Pancho Villa en el estado de Sonora frente a los federales.
En el transcurso de la revolución, y a pesar de los reveses, Villa encabezo diversas cargas con sus hombres y su canon, El Niño, y fue inmortalizado en un libro por el periodista de Harvard, John Reed, que acompaño a sus tropas. Entre los extranjeros que compartían los triunfos y las derrotas de Villa figuraba un norteamericano que mas tarde realizo una exitosa carrera como vaquero cinematográfico; un individuo conocido con el nombre de Tom Mix.
Villa se rindió finalmente en 1920, tres años después de que se promulgase una nueva constitución que establecía la reforma agraria y las nacionalizaciones. Zapata fue asesinado en 1919 y Villa en 1923. La revolución había terminado. El coronel Álvaro Obregón se convirtió en presidente de México en 1921.
A pesar de la revolución, nada cambio mucho en realidad. Si, se emprendieron reformas, pero los influyentes inversores extranjeros continuaron controlando gran parte de la riqueza de México, y la población rural mejicana siguió subsistiendo con salarios miserables. El único cambio real fue el nombre del hombre que ocupaba el sillón presidencial.
Sentados en el porche delantero de su casa varios anos después de la primera batalla de Agua Prieta, Trilby y Thorn observaban como el bimotor de un aviador de la zona surcaba el aíre en los primeros días de la Primera Guerra Mundial en Europa.
—Dicen que usaran esas máquinas en una guerra aérea al otro lado del mar —comento Thorn; sus bellos ojos oscuros brillaban—. Si fuese unos anos mas joven, probaría suerte en la aviación. Al parecer los aviones funcionaron bastante bien para Villa al final de la revolución.
—Los aviones y El Niño —dijo ella con tono reflexivo.
E1 se recostó en la mecedora, deslizando un brazo sobre los hombros de su mujer. Samantha se había trasladado al Este para estudiar, y el joven Caleb estaba fuera con Teddy, aprendiendo a arreglar arneses. La vida transcurría con placidez.
—¿Todavía añoras la vida del Este? —pregunto el de repente, mirándola—. Me refiero a Luisiana, las fiestas y la compañía galante.
Ella poso una mano sobre el pecho del hombre y apoyo la mejilla en su hombro para mirarlo con adoración.
—No —respondió, lacónica.
—¿Ni siquiera un lugar sin polvo? —insistió el.
—Me gusta el polvo. Es bueno. Beneficia a mi piel. —Le acaricio la nariz con el dedo índice y sonrió—. Te amo —susurro.
El suspiro y descanso la mejilla en el cabello de la mujer.
—Has cambiado.
—Oh, si. Se disparar un revolver, ensillar un caballo y manejar un hacha —replico ella con desenvoltura—. Además de coser heridas y participar en revoluciones.
Thorn rió entre dientes.
—Y yo por lo menos se aparentar que tengo buenos modales, por lo que Samantha no se avergonzara de mi cuando nos presente a su novio.
—Ninguno de nosotros se avergonzara nunca de ti, y yo menos que nadie, querido. —Ella se deslizo hacia el regazo de su esposo y reposo la cabeza en el hueco de su brazo—. Pero si quieres, puedo refrescar tu memoria sobre los buenos modales. Por ejemplo, un caballero siempre ayuda a una dama en peligro —susurro ella, inclinándole la cabeza para besarlo.
La respiración de Thorn se volvió agitada, y los latidos de su corazón se aceleraron. La habilidad de ella para excitarlo no había disminuido.
—¿Estas en peligro? —pregunto el.
—Oh, si —respondió ella con vehemencia—. En un gran peligro. ¿Podrías acompañarme hasta el dormitorio y ayudarme a acostarme?
El soltó una risita traviesa.
—Creo que si. —Se levanto, sin soltarla, y entro en la casa vacía—. Espero que a nuestro hijo le interese mucho la reparación de arneses.
—La puerta tiene cerrojo —murmuro ella, riendo y mordisqueándole la oreja mientras se aferraba a el.
Thorn se inclino y la beso, sonriendo ante sus labios receptivos.
Encima de sus cabezas, el bimotor daba una vuelta en el cielo y emprendía el regreso a Douglas. Balanceaba sus alas a la vista de un muchacho y un joven que lo observaban en medio del campo. Volaba como si tuviese las alas de un ángel, como una mariposa gigante. Y allí abajo, sobre el camino sinuoso, se levantaba el polvo amarillento.