3
Después de la actitud ofensiva de Thorn la noche anterior, Trilby se sintió escandalizada cuando a la mañana siguiente el hombre se presento en el rancho y le propuso dar un paseo por el desierto.
Con su sonrisa burlona, daba la impresión de esperar que ella declinase la invitación.
—No a caballo, Trilby —dijo, arrastrando las palabras—. Como ve, he traído el coche.
Trilby lanzo una mirada recelosa al gran automóvil —No me gustan los coches —replico—. Teníamos un en Luisiana, y nuestro chófer estaba siempre arreglando la correa de transmisión y los neumáticos pinchados, resbalaba en las cunetas y los caminos enfangados. Y que poseemos ahora me parece demasiado veloz —añadió, dirigiendo una mirada cargada de reproches a su padre, que sonreía con ironía.
—La calesa es menos cómoda, se lo aseguro.
—Ve, Trilby —la animo su madre con dulzura—. Te distraerás.
—Desde luego —acordó Jack Lang.
Trilby no se atrevió a contarles lo que Thorn le había dicho la noche anterior, ni a acusarlo de tratar como a una perdida. Su orgullo no le permitía divulgar la opinión que él tenia de ella.—¿Que hay del doctor McCollum? ¿No esta desatendiéndole? —pregunto Trilby, amarrándose a un clavo ardiendo.
—Craig se marcho a El Paso en tren —respondió Thorn, desafiándola con su sonrisa burlona a buscar otra excusa.
Pero ella no se arredraba fácilmente.
—Muy bien —dijo con aplomo—. Iré con usted, señor Vance.
Se puso un vestido azul, se calzo unos zapatos con cordones y se cubrió la cabeza con un sombrero muy adornado. Por ultimo se echo un chal sobre los hombres, por si cambiaba el tiempo, y se dirigió hacia Thorn.
El hombre, que había impresionado a sus padres con el evidente cortejo a Trilby, lucia un serio traje gris que acentuaba la imagen de pilar de la comunidad que se empeñaba en proyectar. Jack y Mary estaban encantados con el y demostraban que aprobaban la relación de forma tan descarada que resultaba vergonzoso. Solo Trilby sabia que fuesen cuales fuesen las intenciones de Thornton Vance sin duda no eran tan respetables como quería aparentar.
—Regresaremos antes del atardecer —aseguro Thorn— No se preocupen, cuidare de ella.
—Por supuesto que si, muchacho —replico Jack Lang, como si fuese una conclusión indudable y no necesitase ser expresada.
Trilby permaneció sentada en silencio mientras Thorn arrancaba el motor del coche y luego tomaba asiento junto a ella. La muchacha observo con amargura que no se había pasado media hora sudando y blasfemando entre dientes para poner el automóvil en marcha, como le ocurría a Richard cuando llevaba a ella y a Teddy a dar un paseo. Tal aptitud diferenciaba a Thorn de la mayoría de los hombres.
Saludo a su familia con la mano mientras se alejaban por el camino ancho y polvoriento que conducía a las montanas. No se había quitado el sombrero y agradecía el parabrisas que protegía su rostro del polvo. El coche de su padre carecía de parabrisas, pues Teddy lo había roto accidentalmente jugando a béisbol.
—¿Voy demasiado rápido? —pregunto Thorn, mirando a Trilby—. Conduciré un poco mas despacio.
Levanto el pie del pedal del acelerador. El vehículo traqueteaba produciendo tanto ruido que resultaba casi imposible mantener una conversación aunque alguno hubiese deseado hacerlo. Thorn contemplaba la tierra de color marrón, debajo de la cual dormía la hierba, pues se hallaban en otoño, y los árboles de paloverde que salpicaban el paisaje, preguntándose si Trilby sabia donde se encontraban. Se desvió del camino principal hacia uno mas estrecho que conducía un canon bastante apartado. Mientras se dirigían hacia allí, Trilby advirtió que la vegetación era mas abundante y diviso al fondo unas montanas imponentes y de aspecto espectral.
—¡Oh! —exclamo, deleitándose con la visión del canon boscoso.
Thorn estaciono el coche a un lado del camino y desconecto el motor.
—¿Le gusta?
—Es magnifico —comento, admirada. Sus grandes ojos eran muy expresivos—. No tenia idea de que existiesen lugares así en Arizona. Creía que no había mas que cactus y arena.
—Lo habría sabido antes si alguna vez hubiese acompañado a su padre y a su hermano
—recrimino Thorn.
—Gracias, ya trago bastante polvo en la casa —replico ella.
—El polvo no la enterrara, bombón —dijo el, sarcástico.
—Tampoco temía que lo hiciese. Y por favor, ¿podría abstenerse de llamarme de ese modo?
Thorn se volvió en el asiento para contemplarla al tiempo que liaba un cigarrillo con movimientos lentos. Estaban ellos dos solos en el mundo, en aquel bello paisaje desierto.
Trilby era intensamente consciente de la masculinidad de el y luchaba para no demostrarlo.
Recordaba muy bien que había sentido cuando el la había besado la noche anterior. Era demasiado vulnerable a el, y el hombre tenia una mala opinión de ella; debía tenerlo presente.
Se irguió mas en su asiento mientras se esforzaba por no revelar la excitación que aquel hombre despertaba en ella.
Sin embargo el advirtió su turbación y la interpreto muy bien.
—Se muestra muy arrogante y formal conmigo, Trilby. Por que?
La muchacha enfrento con valentía la mirada inquisidora del hombre.
—No soy yo lo que le interesa, señor Vance —dijo ella, con dureza—. No soy estúpida.
Sus palabras sorprendieron a Thorn, lo que no solía sucederle con las mujeres. Sally había sido hermosa, pero no particularmente inteligente. En cambio Trilby silo era.
—Entonces, si no es usted lo que me interesa, ¿en que estoy interesado?
—En el agua que hay en la propiedad de mi padre —replico ella, sin arredrarse.
Thorn sonrió con cierta admiración.
—Bueno, bueno. ¿Y que le hace pensar eso?
—Usted necesita agua. No tiene suficiente y nosotros si. Mi padre no se la vendería ni se la arrendaría a usted —repuso—. El ni siquiera sospecha que usted podría estar adulándome por motivos ocultos, pues le considera una persona maravillosa, al igual que el resto de mi familia. —Lo miro con ojos centelleantes—. En cuanto a mi, señor Vance, pienso que es un pirata de tierra adentro.
Thorn rió entre dientes.
—Bueno, al menos es sincera.
Se llevo el cigarrillo liado a los labios y saco una cerilla para encenderlo. El humo acre ascendió por el aire.
—En realidad, no le culpo —dijo Trilby al cabo de un rato, manoseando, nerviosa, su bolso de tela—. Supongo que aquí el agua es la vida.
—Realmente lo es. —Dio otra calada al cigarrillo—. ¿Se anima a pasear un poco?
—Por supuesto —se apresuro a responder ella, contenta de escapar de ese espacio limitado.
Thorn se apeo del coche, abrió la portezuela del acompañante y la ayudo a bajar. Al contacto de sus dedos, a Trilby le dio un brinco el corazón. La muchacha se aparto de el y comenzó a caminar. Era una tarde apacible. Se oía el silbido del viento y se percibía en el aire tonificante olor a tierra. La joven diviso las formaciones rocosas en las colinas lejanas y admiro los árboles de paloverde, que contrastaban, dorados y magníficos, con el amarillo rojizo de las hojas de arce.
—¿Que clase de árboles son aquellos? —pregunto ella.
—Los de color dorado? Son árboles de paloverde. En primavera sus largas ramas se llenan de pimpollos dorados que en otoño ofrecen un aspecto espléndido. Me gustan mas que los arces.
—Aquellos otros son robles, ¿no es cierto?
—Algunos. Ese es un álamo —dijo el, señalando un árbol enorme con el tronco inclinado—. Hace unas décadas la gente solía descortezarlo y raspar el tronco para obtener su savia, que es dulce como una confitura.
—¡Oh, que curioso! —exclamo, encantada.
—Y aquellos son sauces —añadió Thorn, señalando una hilera de árboles que se extendían a lo largo de las orillas del arroyo.
De repente, ella miro en derredor.
—¿Es un lugar seguro? Quiero decir si hay indios por los alrededores.
Thorn sonrió.
—Muchísimos. Sobre todo apaches mescalcros mimbréenos. Solía haber muchos chiricahuas, pero cuando Jerónimo fue capturado, el gobierno embarco a too: su banda, la envió a Florida y encero a todos sus integrantes en un fuerte en la bahía de St. Augustine durante mucho tiempo. Por ultimo, volvieron a llevarlos a Nuevo México. Jerónimo asesino a muchos blancos, pero luego los blancos también mataron a muchos apaches. El general George Crook consiguió que se rindiese. Fue un gran hombre el viejo Nantan Lupan.
—¿Que?
—Lobo Gris. Así llamaban los apaches a Crook. le respetaban porque se mantenía fiel a su palabra, ale, extraño en un hombre blanco. Después de la rendición de Jerónimo, ayudo durante el resto de su vida todo, que pudo a los apaches. Jerónimo murió en febrero del año pasado.
—Lo ignoraba.
Thorn la miró.
—Ustedes, los del Este, no saben mucho sobre los indios ¿verdad? Los apaches son interesantes. Llamaba: Cochise al viejo jefe chiricahua, cuyo nombre apache el Chefs, que significa <<roble>. Solo Dios sabe como transformo en Cochise. Era un demonio viejo y taimado, astuto como un zorro, que llevo de cabeza a la caballería de Estados Unidos hasta que llego la paz. Jerónimo se negó a rendirse y vivir en una reserva a merced dL hombre blanco.
Hubo una época, no muy lejana, en que bastaba con mencionar la palabra <<apache> para hacer temblar a un hombre adulto.
Trilby guardaba silencio, esperando que el continuase. Le fascinaba su conocimiento sobre los indios.
Thorn sonrió, satisfecho, al advertir su interés.
—Los indios no son ignorantes. Dos apaches trabajan para mi; uno de ellos es chiricahua y no cuadra en absoluto con la imagen que los del Este tienen de un indio —añadió secamente—. Entenderá a que me refiero cuando lo conozca. Se llama Naki.
—¿Que significa? —pregunto ella, con curiosidad.
—En realidad se llama Dos Puños. Como la lengua apache tiene sonidos nasales y oclusivos, y tonos agudos..., no se pronunciar su segundo nombre. Naki quiere decir «dos>>.
—¿Usted es... tiene algo de sangre india?
Thorn negó con la cabeza.
—Mi abuela era una hermosa dama española. Mi abuelo se harto de asumir la responsabilidad de la familia y abandono a su esposa y su hija. —La confesión se le escapo.
Nunca se lo había contado a nadie.
—¿No la amaba lo bastante para quedarse junto a el a?
Hablar de ese tema incomodaba al hombre.
—Por lo visto no. Mi abuela murió de inanición, y, de no haber sido por mi abuelo, el dueño de Los Santos, también mi madre habría muerto de hambre. Ella y mi padre heredaron el rancho cuando falleció mi do abuelo. Yo tenia dieciocho anos cuando los mejicanos hicieron una incursión y los asesinaron.
—¿Tenia hermanos o hermanas?
—Yo era el único varón. Tenia dos hermanas que murieron de cólera.
—Lo lamento.
—Yo era un niño en aquella época y apenas las recuerdo. —Fumaba mientras caminaban, con la cabeza enseguida, sin detenerse, con una postura perfecta. Para ser un vaquero, le sentaba muy bien el traje.
—Dijo que su abuela era española...
—Y usted se pregunta por que los mejicanos atacaron a su hija y a su yerno —adivino el.
—Si.
—¿Acaso ignora que los mejicanos odian a los españoles? Es un de las razones por las que luchan ahora. Han vivido bajo la dominación española desde los tiempos de Cortes y ya han tenido bastante —añadió—. Quienes mataron a mis padres no eran revolucionarios, sino bandidos.
—Siento lo de sus padres.
—Yo también.
Sus palabras rezumaban dolor, y Trilby recordó como su mirada le había dicho como se vengo de los asesinos. Clavo la mirada en el suelo arenoso y pregunto:
—¿Crecen muchas cosas aquí?
—Los hohokam, los indios que en un tiempo habitaron esta tierra antes de la era cristiana, fueron un pueblo agrícola. Aprendieron a cultivar maíz y a regar la tierra. Tenían un sistema de gobierno y una religión muy avanzados para su época. Podían haber perdurado como cultura durante miles de anos.
Trilby lo miraba con creciente respeto.
—¿ Como sabe todo eso?
Thorn rió entre dientes.
—Por McCollum —respondió—. Vale la pena tener por amigo a un profesor de antropología.
Es muy bueno en su trabajo. Se aloja en mi casa cuando realiza excavaciones en la zona.
Viene varias veces al ano cuando esta enseñando.
—Me gusta ese hombre. No sabia que fuera profesor.
—Si. Imparte clases de antropología y arqueología en una importante universidad del norte.
—Debe de ser una tarea interesante. ¿Usted le acompaña cuando busca ruinas?
—Si dispongo de tiempo, si. —Metió una mano en el bolsillo de los pantalones y miro a la muchacha de soslayo por debajo del ala ancha de su sombrero—. ¿Le gusta la arqueología?
—Se muy poco sobre eso —admitió ella—. Sin duda es fascinante, ¿verdad?
—Mucho. —De pronto, el tendió una mano delgada y tostada por el sol y detuvo a Trilby—. Quédese quieta un minuto. No hable. Mire allí.
Thorn señalo hacia los arbustos y ella sintió que el corazón se le desbocaba. ¿Era una serpiente de cascabel? Quiso echar a correr, pero en el instante en que sus pies recibían el mensaje de su cerebro, un curioso pájaro de color marrón y cuerpo alargado salió correteando desde debajo de los arbustos y se lanzo veloz hacia el otro lado del camino.
Trilby echo a reír.
—¿Que pájaro es ese? —exclamo.
—Un correcaminos —respondió el—. Cazan y matan
serpientes.
—Bien, vaya bravucón.
—No sea boba, las serpientes son beneficiosas —la reprendió el— y no causan daño a nadie.
Se alimentan de ratas y ratones. Y una serpiente real mata y come a las de cascabel.
—No suelo mirarlas el tiempo suficiente como para llegar a identificarlas —dijo ella.
Thorn sacudió la cabeza.
—Vamos.
La aparto del sendero y la condujo hacia una zona sombreada del bosque por donde discurría un arroyo junto al cual se alzaban unas enormes rocas alisadas por la erosión que se extendían en dirección a las montanas.
—Este es un antiguo campamento apache —informo el—. Por supuesto, no pertenece a la reserva, pero los apaches continúan viniendo aquí. A Naki le gusta acampar en este lugar cuando sale en busca de animales perdidos. Es muy hábil a la hora de encontrar caballos.
—¿Usa pintura de guerra y penacho de plumas? —pregunto ella, inocentemente.
El le clavó una mirada desaprobadora.
—Es un apache —dijo—, y los apaches no utilizan penachos de plumas como los indios de las praderas. Se ponen una cinta de tela de colores alrededor de la frente y llevan el cabello largo hasta los hombros. No viven en tiendas como los indios de las praderas, sino en una especie de choza redonda u oblonga llamada wickup.
—¿La gente de aquí odia a los indios? —inquirió ella.
—Algunos si. En el pasado nos aliamos con ellos, e incluso con los mejicanos, para luchar contra los comanches cuando estos decidieron bajar de su territorio para conquistarnos.
—¡Oh, Dios mío!
—Y en un tiempo la bandera de la Confederación flameo en Tucson, durante la guerra civil —explico el, sonriendo—. Muchos colonos procedentes del Este se instalaron aquí, en Arizona.
Usted debería sentirse como en casa.
—Me gustaría que así fuera —replico ella, y era sincera. Se quedo observando el suelo—. Aquí no hay cactus.
—Abundan en el desierto, principalmente los saguaros y los cánones de órgano. Los saguaros son enormes y pesados y albergan en su interior una especie de esqueleto de madera.
Uno de ellos puede matar a un hombre si le cae encima.
—¿Que son aquellos árboles altos y delgados?
—Ocotes —respondió el—. Los mejicanos los utilizan para construir cercados espinosos.
—En Luisiana hay cactus espinosos —dijo ella.
—¿De veras?
—No en Baton Rouge —aclaro, sonriendo con nerviosismo.
Él se detuvo y se volvió para mirarla.
—¿Habla usted francés?
—Solo un poco —respondió ella—. Mama lo habla con fluidez. —Miro con fijeza los ojos oscuros del hombre—. ¿Y usted?
—Hablo español —contesto— y chapurreo el alemán.
Ni Thorn ni ella desviaron la vista. El mantuvo la mirada durante unos instantes que se prolongaron en una dulce tensión. Los labios de Trilby se entreabrieron mientras su corazón comenzaba a desbocarse. Pensó que el hombre ejercía sobre ella un efecto nocivo.
La mirada de Thorn se deslizo hacia sus senos, lo que nunca se atrevería a hacer un caballero. Ella contuvo la respiración.
—Trabas —susurro el—. Ustedes, las mujeres del Este, no pueden vivir sin ellas. Aquí, cuando un hombre ve algo que desea, simplemente lo toma.
—¿Incluyendo a las mujeres? —pregunto ella, secamente.
—Depende de la mujer —replico el—. Mi esposa era como usted, Trilby —añadió con amargura—; una orquídea de invernadero trasplantada a un suelo caliente y arenoso. Odiaba esta tierra tanto como a mi. Nunca debió casarse conmigo y no lo hubiese hecho, de no haber sido porque le atraía mi dinero —agrego, con una sonrisa cínica.
Tales recuerdos le produjeron irritación. Prefería olvidar a Sally, y Trilby hacia que la recordase.
—¿Usted la amaba? —pregunto la muchacha.
—Si —contesto el, con aspereza—, la amaba. Pero ella deseaba poesía y rosas todas las mañanas y doncellas que la atendiesen. Quería un caballero que la acompañase a las reuniones sociales.
Detestaba mi rudeza, mi soledad, y cada vez me aborrecía mas; a mi y a cuanto me concernía
—continuo, desviando la mirada—. No es necesario que me diga que soy un salvaje. Sally me lo decía dos veces al día.
La muchacha sintió piedad por el hombre al observar que sus rígidos rasgos se endurecían aun mas. Que terrible amar a alguien que te odia...
Thorn bajo la vista al captar su mirada compasiva. Le enfureció que Trilby sintiese pena por él. Y le enojaba que la muchacha comenzase a gustarle, que el empezase a disfrutar con su compañía. No era mas que una ramera, y el estaba dejándose arrastrar hacia sus redes. ¡Se comportaba como un imbécil!
Arrojo el cigarrillo al suelo y cogió a la muchacha del brazo.
—No necesito su compasión —dijo, tajante, con la mirada fija en sus labios—. ¡No cuando usted es mas despreciable que yo!
Su boca cubrió la de Trilby, retorciéndose contra ella, haciéndole daño. La muchacha se quedo sin aliento y trato de resistirse, pero el era mucho mas fuerte. Sus brazos la sujetaban como tenazas, y su boca sabia a tabaco y a hombre de verdad. Utilizaba su cuerpo como un arma para humillarla. Sus manos se deslizaron ansiosas por las caderas de Trilby, atrayéndola hacia sus muslos.
Esa acción dejo perpleja a la mujer, que apenas había sido besada antes. El cuerpo de la muchacha se encendió ante la impactante sensación de los contornos novedosos del cuerpo del hombre contra su estomago. Comenzó a gritar furiosamente, ultrajada y avergonzada por las incalificables libertades que se tomaba el hombre, golpeándole con los puños e intentando darle patadas.
Sorprendido por la reacción de Trilby, Thorn la soltó. Ella se quedo mirándolo furiosa, con el rostro enrojecido, mientras los mechones de su cabello escapaban del pulcro mono en que se lo había recogido. De repente le propino una bofetada con todas sus fuerzas.
—¡Salvaje! —exclamo, temblando de rabia—. ¡Sabia que... no era... un caballero!
—Y usted no es una dama, ramera de Luisiana —espeto el, sin que el cachete le hiciese recular—. Si fuese un poco menos civilizado de lo que soy, la tumbaría sobre el camino polvoriento y la violaría aquí mismo.
El rostro de Trilby se encendió aun mas. Los labios le temblaban y los ojos se le llenaron de lagrimas ante el
insulto descarado. Pensar que Richard nunca había hecho mas que cogerle la mano, y aquel salvaje había... Había...
—¡Como me ponga una mano encima... le fustigare con una rama! ¿Como se atreve? —dijo con voz ahogada, casi sollozando de ira—. ¡Se lo contare a mi padre!
—Hágalo —replico el con seriedad—, y yo le hablare de la aventura que tiene con mi primo, ¡un hombre casado!
Trilby lo miro como si se hubiese vuelto loco.
—¿De que esta hablando?
—Es demasiado tarde para mentir al respecto —dijo, con voz fría y desdeñosa—. Sally la vio besándose con Curt. Me lo explico varias semanas antes de morir.
El rostro de Trilby palideció. Se tambaleo y a punto estuvo de caer. La mano del hombre la sujeto, y ella se soltó, mirándolo con odio.
—Eso es mentira —susurro—. ¡Una mentira perversa!
—¿Por que había de mentir mi esposa? —pregunto el, pausadamente—. Y el hecho de que ella este muerta resulta muy conveniente para usted, pues no podrá contradecirla, ¿no es así?
Trilby trago saliva un par de veces, temiendo desmayarse. Era consciente de que no quedaba una gota de sangre en su rostro. Por la expresión del hombre concluyo que de nada servia discutir, pues Thorn había resuelto que la calumnia de su esposa era una verdad indiscutible y por tanto nada de lo que ella dijese le convencería de que simplemente se había limitado a hablar con su Primo Curt.
Con manos frías y trémulas, se recogió ligeramente la falda para poder caminar mas deprisa y avanzo en dirección al coche. El la siguió y le abrió la portezuela con cortesía exagerada.
Trilby no lo miro cuando subió al automóvil; no hubiese podido soportarlo. Se sentó erigida como una estatua mientras el hacia arrancar el motor Y conducía de regreso a la casa.
Thorn no hablo hasta que se detuvo delante de la vivienda de los Lang.
—De nada le servirá hacerse la mártir conmigo —dijo con absoluta desconsideración—. Se quien es usted.
—Si yo fuese un hombre le descerrajaría un tiro en el corazón —aseguro ella con voz entrecortada, temblando de indignación y rabia—. ¡Cuando diga a mi padre de que me acusa, probablemente el si le disparara! ¡Espero que lo haga!
El arqueo las cejas.
—Es posible que no tenga usted intención de contárselo —replico Thorn con insolencia—. Destruiría sus ilusiones.
La joven reprimió el impulso de volver a abofetearle.
—Señor Vance —dijo, exasperada—, para mantener una relación clandestina con su primo me vería obligada a abandonar la casa después del atardecer.
—Eso no le supondría ningún problema. Dispone de un coche —le recordó el.
—No se conducir ni montar a caballo —repuso ella.
él vacilo.
—Entonces, tal vez alguien la lleve.
Ella asintió.
—Oh, por supuesto. Mis padres comprenderían que quisiese salir de casa por la noche, y sola, ¡algo que no he hecho jamás en mi vida!
Aquello desmontaba la teoría de Thorn, quien frunció el entrecejo; le disgustaba la fría exposición de los hechos que ella planteaba.
—El incidente de que me hablo Sally sucedió en una fiesta a que asistieron sus padres —dijo el, apartando la mirada con creciente malestar.
—Comprendo. He sido prejuzgada sin tener oportunidad de defenderme. —Se quedo con la mirada perdida, estremecida al surgir en su mente un pensamiento inquietante—. Supongo... que su esposa no se limitaría a explicárselo solo a usted.
—Se lo contó a Lou, la esposa de Curt —dijo el.
La muchacha cerro los ojos. Eso explicaba las miradas furiosas que le dirigía la esposa de Curt. Probablemente el perverso rumor había circulado por toda la comunidad. Y todo porque Curt le agradaba y disfrutaba con su compañía. Su relación había sido perfectamente inocente.
—¿Por que no pregunta a su primo si ha tenido una aventura conmigo? —inquirió ella, con voz débil.
—¿Y obligarle a mentir para salvar la reputación de usted? —Thorn rió—. Eso seria inteligente, ¿no le parece?
—Señor Vance, nunca se me ocurriría atribuirle un acto inteligente —afirmo con aspereza—. Y en cuanto a su repugnante calumnia le diré que es infundada y sumamente injusta. Si, lo contare a mis padres. —Se volvió y lo miro con fijeza—. Se que la verdad es la mejor arma. Y usted, señor, lamentara haber creído una mentira sin cuestionarla, aunque la formulara su difunta esposa.
La indignación se reflejaba en su rostro. Se apeo del coche, rechazando la ayuda del hombre, y se encamino hacia su hogar, seguida por el.
Como los padres de la muchacha y Teddy no se hallaban en la casa, el no tuvo necesidad de explicar la hostilidad de Trilby. La joven se dirigió directamente a su dormitorio, cerro la puerta de un golpe y echo el cerrojo sin decir una Bola palabra a Thorn.
El hombre permaneció ante la puerta cerrada. ¿Por que actuaba como si el le hubiese dicho algo incalificable cuando solo estaba refiriendo la verdad?
—¡Oh, malditas mujeres! —exclamo con violencia mientras avanzaba hacia la puerta para salir de la casa.
Cuando Jack y Mary regresaron, Trilby acababa de lavarse la cara y las manos con agua fría. Sin embargo, sus ojos continuaban enrojecidos, al igual que su graciosa nariz.
—Querida —exclamo Mary—, que ha sucedido?
—Tu héroe se ha mostrado tal cual es en realidad —dijo Trilby a su padre, con voz trémula—. Su esposa le explico que me había visto besando a su primo Curt, un hombre casado, y cree que mantengo una aventura con ese hombre.
—¡Como se atreve! —rugió Jack, irritado—. ¡Como se atreve a acusarte de algo semejante!
—No quiero volver a ver al señor Vance dijo Trilby con resolución, entrelazando las manos—. Desde el principio te dije que lo consideraba un salvaje incivilizado. Tal vez ahora comprenderás por que.
—Estoy indignada —dijo Mary, apesadumbrada. Tomo a Trilby de la mano y, llevándola hasta el salón, la hizo sentar en el sofá—. Gracias a Dios Teddy sigue arreglando los arneses con el señor Torrance. Seria muy duro para e1 enterarse de esto.
—Si —dijo Jack, tajante—. Idolatra a Thorn.
—El señor Vance es un gran hombre de negocios —dijo Trilby, incapaz de ocultar su ira—. Es muy rico y no deberías enemistaros con el. Pero ¿dejareis ahora de empujarme hacia el? El cree que soy... que soy una mujer fácil, y cuando esta a solas conmigo se comporta de un modo muy... poco caballeroso. —Se apretó las manos. Le resultaba doloroso explicar esas cosas a sus padres—. No deseo verme obligada a estar en su compañía.
—¡Nadie te obligara! —aseguro Mary, tajante, desafiando a su marido.
—No, desde luego —murmuro Jack. Suspiro con pesar y se mesó sus cabellos entrecanos—. Trilby, me equivoque respecto a el. Lo siento mucho.
—También yo, padre, porque se que tu le admiras.
—¿Como puede creer eso de ti? —Gimió Mary—. ¿Y por que su mujer le contó semejante mentira? No tiene sentido.
—Tiene sentido si invento la mentira para apartar las sospechas de si misma —afirmo Jack, tenso—. Mas vale que no repitamos esto fuera de esta casa —advirtió a las mujeres—. No quiero una demanda por calumnias contra nosotros cuando debemos afrontar serias dificultades financieras.
—No deseo causar ningún problema al señor Vance —dijo Trilby con dignidad—, sino mantenerlo alejado de mi.
—Puedes estar segura de ello —le garantizo Jack—. Si surge algún asunto relacionado con el ganado que requiera su presencia aquí, te avisare con tiempo, querida. Lamento mucho haberte colocado en una posición tan incomoda.
—No tenias por que saber cuanto me desagrada ese hombre —dijo a su padre con amargura—. ¡Ojala no nos hubiésemos marchado de Luisiana! Richard pronto regresaré...
—Y tu quieres verlo —continuo Mary. Sonrió a su hija y le dio una palmadita en la mano—. Bueno, puede visitarnos. ¿Te gustaría? Y quedarse tanto tiempo como desee.
—¿Lo dices en serio? —pregunto Trilby, entusiasmada—. ¿De veras?
—De veras. —Mary rió y abrazo a su hija—. Nos vendrá bien la compañía de un hombre joven.
—¿Podrían acompañarle Sissy y Ben? —pregunto Trilby, refiriéndose a los hermanos de Richard—. ¿Y quizá su prima Julie?
—Claro.
—Un momento —intervino Jack, riendo—. ¿Como voy a dar de comer a esos viajeros?
—Podemos matar un novillo, por supuesto —replico Mary—. Y hay abundancia de verduras y hortalizas.
—Me rindo. Adelante, podéis invitarlos.
—Eres un encanto, padre —dijo Trilby.
había olvidado la dura experiencia de la mañana gracias a la alegría que le producía el hecho de que le hubiesen concedido lo que mas deseaba. ¡Volvería a ver a Richard! Eso casi compensaba la angustia del día.