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Viernes, 26 de agosto
–Quiero el primer capítulo encima de mi mesa en una semana. El lanzamiento de tu nueva novela es para navidades y aún no tengo nada, ni siquiera un indicio de la trama. Anya, te has convertido en una escritora de best-sellers en Europa y al otro lado del charco, en Sudamérica y Centroamérica te adoran. Y en Norteamérica te estás labrando una reputación. Ya no eres una don nadie. Se ha anunciado el próximo lanzamiento de tu nueva novela para dentro de menos de cuatro meses, no puedes fallar a todos tus seguidores. –Se encargó de remarcar ‘nueva novela’ cada vez que mencionaba ambas palabras.
Anya miraba a su editora, no sabía ni qué decir, pero estaba bloqueada, no se le ocurría nada para su siguiente historia. Estaba en blanco.
Nada más salir de la Facultad de Periodismo, había escrito su primer libro basado en un caso real de asesinato. Siempre le había llamado la atención la investigación, disfrutaba obteniendo pequeñas piezas de un puzle para luego reconstruir los hechos. El resultado había sido una novela de misterio con una nota de terror, que resultó ser un bombazo.
Vio la luz en Internet. Entre tantos libros en español publicados en formato digital, nunca pensó que el suyo fuera a destacar. Pero el primer día vendió uno, el segundo dos, y cada día vendía más. De repente, su novela se había colocado entre las cien más vendidas en español. Cuando poco tiempo después alcanzó el top diez, no se lo podía creer, era su sueño haciéndose realidad. Un par de meses más tarde, se convirtió en el libro digital más vendido en el mundo en español, vendía más que muchos escritores consagrados y que los escritores, que como ella, se habían autopublicado.
Esto llamó la atención de algunas editoriales, que se pusieron en contacto con ella para publicar su primera novela. Al principio, flotaba en una nube, hasta que puso los pies en la tierra y se centró. Tenía grandes editoriales que le ofrecían publicar su novela, pero hasta que no llegó Carmina Sánchez, no se decantó por ninguna. Ella le contó que se había leído su novela del tirón, le había encantado, y que su editorial quería apostar fuerte por ella. Carmina Sánchez y su marido habían creado una pequeña editorial que gestionaban, ambos llevaban toda la vida en ese mundo. Habían empezado en una de las grandes, encargándose de las obras de importantes autores, hasta que decidieron formar la suya propia. Anya, finalmente, confió en ella, sentía que había hecho la elección correcta.
Y ahí estaba, cinco años después, convertida en una famosa escritora, escuchando la bronca de su editora y sin ninguna idea sobre la que escribir para tranquilizarla. ¿Cómo iba a tranquilizar ella a nadie cuando empezaba a sentirse desesperada? Apenas le quedaba tiempo para escribir un libro, ¿cómo podría hacerlo sin tener un bosquejo para comenzarlo?
–Quizás, podrías utilizar alguna de esas ideas que no has llegado a utilizar nunca en tus novelas. –Le había leído el pensamiento.– Tenías un montón, a lo mejor alguna de ellas... –Carmina dejó inconclusa la frase, ya no sabía qué decirle. Siempre había sido muy prolífica, antes de terminar un libro ya tenía tramas para dos más, era impresionante. Sin embargo, esta vez estaba en dique seco. Nunca le había pasado algo parecido.– Quizás te vendría bien salir de la ciudad, irte a un sitio apartado. Desconectar. A lo mejor así te viene la inspiración. ¿No habías heredado una casa en un pueblo? ¿Apartada del mundo? –En la cara de Anya se pudo apreciar la sorpresa al escucharla. Es verdad que hacía unos meses había heredado la casa de su abuela, una casa que se debía de estar cayendo en pedazos, puesto que hacía diez años que nadie vivía en ella. Su abuela se había venido a vivir a Madrid más de quince años atrás, para que sus hijas la cuidaran, ya no estaba para vivir sola tan lejos de su familia. Siguió siendo independiente, se había comprado un pequeño piso situado cerca de donde vivían las tías de Anya y había alquilado su casa en el pueblo. Entonces, se le ocurrió una idea, volvería a sus orígenes, al principio.
–Eres un sol. ¡Ya sé de qué voy a escribir! En una semana no voy a tener el primer capítulo, necesito algo más de tiempo. Pero no te preocupes, para antes de navidades tendrás la novela. –Se levantó, dio un beso en la mejilla a su editora y salió a toda prisa del restaurante en el que se encontraban, en pleno centro de Madrid, en la Gran Vía, muy cerca de las oficinas de la editorial.
Carmina se quedó muy sorprendida viendo cómo se iba Anya, pero en el rostro se le formó una suave sonrisa, parecía que volvía a ser la de siempre, le había parecido ver en sus ojos un brillo especial, un brillo que no creía haber visto desde que escribió sus primeras novelas. Ya llevaba un par de años escribiendo lo que su público quería, no lo que ella quería, lo cual no era malo para la editorial, las ventas eran estables y potentes, pero así no conseguirían el gran éxito obtenido con la primera. Dio un sorbo a su Martini, disfrutando el momento.
Anya salió muy contenta del restaurante, ya tenía una idea para su nuevo libro. Pero necesitaba investigar. Todo esto le llevaría un tiempo que no tenía, aunque era un caso que conocía, lo conocía demasiado bien, se dijo, más de la mitad del trabajo ya lo tenía hecho, o eso esperaba. Sólo tendría que desempolvar sus recuerdos. Nunca se había atrevido a utilizar un hecho real en sus novelas, siempre había publicado ficción. Excepto con la primera. Y aquella había resultado un acierto, disfrutó escribiéndola, descubriendo la verdad.
Llegó andando a Callao y entró en el metro. Seguía sin coger el coche por el centro de Madrid, no había nunca sitio para aparcar, ni siquiera en los parkings. A veces, se movía en taxi, pero seguía prefiriendo el metro, donde se sentaba, abría un libro y se olvidaba de todo, era un tiempo dedicado a ella en exclusiva.
Pero esa tarde no encendió su ebook para leer, esa tarde estaba demasiado excitada. Tenía que hacer muchos preparativos. Lo primero era la maleta, pero eso no le preocupaba lo más mínimo. Lo peor sería irse a vivir a la casa del pueblo, no se podía ni imaginar cómo estaría por dentro. Su abuela, la había adecentado un poco después de lo que ocurrió, pero desde entonces nadie había vuelto. Sólo esperaba que únicamente necesitara una mano de pintura, sino, tendría que alquilar alguna habitación en algún hotel rural de la zona, y esa idea no le apetecía demasiado.
En cuanto entró por la puerta de casa llamó a Gonzalo, quien cogió el móvil en el segundo tono.
–Hola cariño. –Sonaba alegre, eso quería decir que la presentación que había tenido que hacer en su oficina esa mañana, había ido bien. Era editor de una gran multinacional, se habían conocido en una de esas fiestas a las que van todos los editores y todos los escritores que son alguien en la profesión. De hecho, cuando Anya recibió la invitación, se sorprendió gratamente de haber sido tenida en cuenta. De eso ya hacía más de tres años, y desde entonces no se habían separado.
–¿Les ha gustado tu proyecto?
–Eso es decir poco, les ha encantado. Creo que me van a promocionar, mi jefe me lo ha insinuado. –Anya sonrió, era muy ambicioso, al contrario que ella. Eso le había atraído mucho al principio, cuando se conocieron, aunque ahora implicaba que apenas se vieran, su máxima prioridad era el trabajo, y parecía que al final tendría su recompensa, su sueño también se iba a convertir en realidad.
–Enhorabuena. ¿Vas a venir pronto a cenar?
–En cuanto acabe con esto voy para allá. Creo que en una hora podré estar en casa. ¿Te parece?
–Perfecto. Yo también tengo algo que contarte.
–¿Qué ha ocurrido? ¿Has tenido algún problema con Carmina? –Sabía que Anya había quedado con ella, y sabía que estaba pasando un bache, no tenía ninguna idea que mostrarle para su siguiente novela.
–Una buena bronca. Pero no es eso lo que quiero comentarte.
–¿No me vas a dar una pista?
–Tiene que ver con mi nueva novela. Se me ha ocurrido algo.
–Eso es fantástico Anya. Compraré un buen vino de camino a casa para celebrarlo.
–Genial. Entonces voy a hacer la cena ¿Te apetecen tagliatelle con tomates cherry y champiñones? –Disfrutaba cocinando, se entretenía y relajaba al mismo tiempo, lavando y cortando verduras, mezclando los ingredientes en la olla, notando el apetecible olor de la comida casera, era otro breve momento sólo para ella.
–Se me hace la boca agua.
Anya se puso manos a la obra, mientras preparaba la cena, le daba una vuelta a cómo contarle su idea a Gonzalo sin que se alterase. Llevaban viviendo juntos desde poco después de conocerse, tenían tantas cosas en común que todo había ido muy deprisa, no estaba segura de cómo se iba a tomar que se fuera durante unos meses.
Pasadas las once de la noche, decidió cenar sola, así que metió un poco de pasta en el microondas, y cenó mientras veía la televisión.