Capítulo 12

Rafe tardó más de lo que pensaba. Una semana más tarde, sabía que estaba siguiendo la pista correcta. Había ido a todos los sitios, desde Corpus Christi a Beaumont y a Tyler. La pista lo llevó finalmente a un pequeño pueblo escondido entre pinos al este de Texas, llamado Edén.
Qué ironía.
Aparcó la camioneta de Dan frente a un dúplex muy arregladito. El césped estaba recién cortado, y había flores al lado del camino que iba hasta el porche.
Antes de llamar a la puerta, se detuvo y miró a su alrededor. Después, dio unos golpes. No respondió nadie. No se oía nada dentro de la casa. Aquello era bastante extraño.
Al cabo de los pocos segundos se oyeron unos pasos y se abrió la puerta. Una mujer pequeña, de pelo blanco, lo miró, sonrió y le dijo:
—¿Sí?
No había pensado en cómo se iba a sentir en ese momento de su búsqueda. De hecho no había esperado nada. Lo cual demostraba lo poco que conocía sus emociones.
Rafe se quedó de pie, tratando de decir algo. Cualquier cosa. Al cabo de un rato, cuando se le pasó el nudo en la garganta, dijo:
—Hola, madre. Tienes buen aspecto.
Se quedaron mirando el uno al otro. Dieciséis años habían estado separados.
—Pasa —le dijo la mujer.
Rafe entró en la casa que le resultaba familiar, porque reconocía algunas posesiones de la familia. Los muebles eran nuevos y muy cuidados.
También había fotografías, grandes y pequeñas, en todas las paredes de la habitación. En las ventanas había visillos, para que dejaran pasar la luz. Los cojines en los sofás daban un toque de color, como lo daba también la alfombra ovalada que cubría el centro de la habitación. Se quedó de pie, mirando todo lo que había a su alrededor.
—¿Has comido? —le preguntó y él sonrió. Su madre siempre mostraba su cariño a través de la comida.
—Sí, mamá, pero me tomaría una taza de café, si tienes.
—Siéntate, que te traigo una.
Era una mujer con mucha dignidad. Algo que no había perdido. La observó salir de la habitación, con la espalda recta como de costumbre.
Crenshaw Podría haber ido tras ella y haberla ayudado, pero la verdad era que no confiaba mucho en sus piernas. Después de tanto tiempo, había vuelto a su casa.
—Estás muy alto —le dijo ella, mirándolo de arriba abajo—. Si te hubiera visto por la calle, no te habría reconocido.
—Yo sí te habría conocido a ti, madre. Sigues tan guapa como de costumbre.
Se sonrojó.
—Tengo tantas cosas que preguntar, tantas que intentar entender, tantas que explicar. No estoy segura... —no pudo continuar. Sin duda estaba pensando en todos los años que habían perdido.
—Me he preguntado muchas veces si estarías vivo. Eras tan joven y estabas tan...
Rafe se mantuvo a la espera, pero al ver que no continuaba, le ofreció él la palabra.
—¿Enfadado?
Ella asintió.
—¿Dónde te fuiste?
—Terminé cerca de Austin. Me fui a casa de un amigo del colegio, cuando vivíamos en Wimberley. Su familia me contrató para trabajar en su rancho. Seguí yendo al colegio y me gradué.
Su madre sonrió.
—Qué alegría me das al saber que terminaste tus estudios.
—Sí los terminé —miró a su alrededor y se fijó en las fotos. Reconoció las sonrisas de sus hermanas—. Cuéntame algo de Carmen y Selena. ¿Dónde están?
—Viven en Edén, también. Carmen se casó hace seis años. Su marido es de aquí. Toda su familia es de la zona. Les va muy bien. Hace un par de años me compraron esta casa. En esa época vivíamos en Corpus Christi. Selena y yo nos trasladamos aquí. Selena conoció a un primo de Timothy, que es el marido de Carmen, y se casó con él hace seis meses.
—¿Así que al final dejaste a mi padre?
No le respondió de forma inmediata. Pero cuando lo hizo, no fue la respuesta que él se esperaba.
—Tu padre murió en un accidente de coche. No iba conduciendo él. Un compañero y él volvían de trabajar en Corpus. Murieron los dos.
—¿Cuándo ocurrió eso?
—Hace diez años, en mayo.
Crenshaw Su padre había muerto cuando Rafe tenía veinte años. Aquello era una realidad.
Había muerto cuando Rafe estaba en el extranjero y lo odiaba. Porque lo había odiado durante todos aquellos años.
Aquel odio le había impedido ir a ver a su madre y a sus dos hermanas.
—Entonces debiste irte a Corpus al poco tiempo de que yo me marchara.
Su madre asintió.
—Al año siguiente —se miró las manos, que las tenía en su regazo—. Tu padre no volvió a ser el mismo desde que te fuiste. Sabía que no había actuado bien, pero ya sabes cómo se ponía cuando estaba borracho —hizo una pausa y se quedó pensativa—. Después se encerró en sí mismo y parecía que nada le importaba.
—Y os trasladasteis muchas veces.
—Sí. No podía estar mucho tiempo en un mismo sitio.
—Y seguro que tampoco podía mantenerse en un mismo trabajo.
Su madre lo miró, con los ojos arrasados de lágrimas.
—Traté de buscarte, pero no sabía por dónde empezar.
—¿No se te ocurrió mirar en los colegios? Yo pensaba que sabías dónde estaba, pero que te daba igual.
—¡No digas eso Raphael! —exclamó su madre—. No, no se me ocurrió ir a ver a los colegios. Y lo que no sé es por qué ellos no nos dijeron nada.
—Pues porque a lo mejor pensaron que os habíais ido.
—¿Todos estos años has estado pensando que nos dabas igual?
—Yo estaba cansado de la forma que me trataba papá.
—Ya sé que no debía haberte tratado así. Lo siento.
—Lo que siento yo es haberlo tenido como padre.
—Veo que todavía sigues furioso.
—No se me ha pasado, no.
Su madre se levantó y se dirigió a una de las paredes, donde había más fotos.
—Me arrepiento de muchas cosas que me han ocurrido. He tenido años para reflexionar sobre mis errores —se dio la vuelta y lo miró—. Perdí a mi hijo, que es un precio muy alto que tuve que pagar.
—Y yo perdí una familia.
—Sí, pero tú fuiste el que decidiste marcharte. Yo siento que tu padre te tratara de aquella manera. Pero cuando bebía no sabía lo que hacía, no era el hombre con el que yo me casé. Cuando descubrió que te habías ido, perdió todo su interés por vivir.
Crenshaw Sabía que yo estaba furiosa, tanto con él como conmigo misma. Yo tenía que haberte protegido, cuando él se metía contigo.
Rafe movió en sentido negativo la cabeza.
—Ya has aprendido la lección. Yo tampoco he olvidado cómo te trataba cuando yo era pequeño. Me imagino que era mejor para él, era más cómodo descargar su ira sobre mí y no sobre ti y mis hermanas —miró hacia otro lado—. Pero me di cuenta de que si me quedaba lo iba a matar —volvió a mirarla—. Por eso me fui. En lo único que confiaba era en que no se metiese contigo, ni con mis hermanas.
—No lo hizo.
—Me alegra oírlo.
—Continuó bebiendo, pero no tanto. A su manera, sé que le apenó la pérdida de su único hijo.
Rafe trató de recordar el hombre que había sido su padre cuando estaba sobrio.
Porque no se acordaba de él nada más que cuando estaba borracho. Aquellos recuerdos estaban grabados en su cabeza. Pero en lo más recóndito de su memoria estaba un hombre que iba con él a todas partes, que presumía de sus hijos y amaba a su mujer.
—Es extraño recordar el pasado —comentó Rafe.
—El pasado es lo que te condiciona el presente.
—Siento mucho haber estado tanto tiempo sin verte, madre.
—Y yo también, Rafe.
Se levantó, se acercó a ella y la abrazó. Cuando la soltó, ella retrocedió unos pasos. Tenía los ojos arrasados de lágrimas.
—Eres muy alto, como tu padre. Seguro que si te viera, estaría orgulloso de ti.
—¿Me podrás perdonar el que no te haya venido a ver hasta ahora?
—Ya has sufrido más de lo que tenías que sufrir, hijo mío. Ya es hora de que aceptes el amor que ha estado esperándote todo este tiempo. Bienvenido a casa, Raphael.
Dos semanas después de que hubiese dejado a Dan recuperándose en el hospital, Rafe regresó al rancho. Miró el sitio en el que se había criado de joven.
Cuando la percepción de una persona cambia, toda su vida cambia. Nunca más iba a ver su vida como la veía antes.
Estaba deseando ver a Mandy y contarle lo que había aprendido desde la última vez que estuvo con ella.
Nada más aparcar la camioneta, Rafe vio a Tom saliendo del granero. Los dos se dieron la mano.
—Me alegra verte de nuevo —le dijo Tom.
—Y yo también. Espero que Dan ya esté en casa.
Tom se echó a reír.
—Sí, ya ha vuelto. Las enfermeras le pidieron a los médicos que le dieran el alta cuanto antes. No es muy buen paciente.
—Ni yo tampoco —le respondió Rafe. Miró en dirección a la casa—. Supongo que Mandy lo está cuidando.
—Pues lo estuvo cuidando hasta hace tres días. Kelly y ella se fueron a Dallas.
Me dijo que tenía que volver a su trabajo, que ya había estado demasiado tiempo fuera.
—Es normal, si Dan ya se ha recuperado.
Tom le puso una mano en el hombro.
—Dan está deseando verte.
Rafe levantó su bolsa y se fue hacia la casa. ¿Qué otra cosa podría esperar? No le había hecho ninguna promesa, por lo que era normal que Mandy se hubiera ido.
Abrió la puerta de la cocina y entró. Oyó que la televisión estaba puesta. Dejó la bolsa en el suelo y se fue al salón, donde estaba Dan con el mando en la mano, cambiando los canales.
—¿No puedes hacer otra cosa mejor que ver la televisión?
Dan lo miró y sonrió.
—¡Mira quién aparece! ¡Ya era hora de que se te viera el pelo!
—¿Es que ya ibas a denunciar que te había robado la camioneta?
—Vaya, había olvidado que tenías mi camioneta. Anda siéntate un rato.
Rafe se sentó en el sofá.
—Tienes buen aspecto. ¿Qué tal el hombro?
—Va bien, pero un poco lento.
—Tienes suerte de no haber perdido el brazo. La infección era grave.
—Eso me dijeron los médicos, por eso estoy descansando para recuperarme. De todas maneras he vuelto al trabajo —le dijo señalándole el móvil—. Aunque de momento no salgo mucho de viaje.
—¿Me puedes explicar entonces cómo te hiciste esa herida?
Dan frunció el ceño.
—No sé todos los detalles, pero le he contado a la policía todo lo que sé y están trabajando en el caso.
—¿Cómo se llama el hombre que nos trajo en avión hasta aquí?
—Carlos Felipe Cantu.
—No me suena.
—Por lo que yo sé, el señor Cantu es un intermediario. Por una comisión se encarga de llevar los productos del vendedor al comprador.
—¿Qué clase de productos? —preguntó Rafe.
—Pues creo que lo que pida el mercado. Por el momento lo que se pide es la más avanzada tecnología. Y alguien en esta zona está proporcionándole esos productos.
—¿Y sabes quién?
—Ojalá lo supiera. Pero tengo mis sospechas.
—¿James Williams, quizá?
Dan se quedó mirándolo sorprendido.
—¿James? ¿Mi socio? ¿Estás bromeando?
—Pues no le preocupaba mucho tu desaparición. A mí me pareció curioso, al menos —miró a Dan durante unos segundos—. ¿Y qué hacías en la pista de aterrizaje aquella noche?
—Uno de mis clientes de Dallas había programado una reunión para esa noche.
Le dije que lo iba a ir a buscar con el Jeep. Pensaba dormir aquí y marcharse por la mañana.
—¿Y nunca apareció?
—No. Creo que me estuvo intentado localizar para decirme que no venía.
—Así que te quedaste esperando en la pista, y...
—Y un avión aterrizó. Pero en vez de parar los motores, dos hombres se bajaron, con el motor en marcha.
—¿Hablaste con ellos?
—Sí. Cuando les dije que aquellos terrenos eran míos, ellos se echaron a reír.
Me dijeron que ya conseguía un pellizco por dejarles utilizarlo. Y luego ya casi no recuerdo nada. Creo que intenté pegarle un puñetazo a uno de ellos. Luego recuerdo que sacó una pistola y sentí un dolor muy intenso en el hombro. Después ya no me acuerdo de nada.
—Espera un momento. Voy a hacer café. Esto cada vez se pone más interesante.
Dan se incorporó.
—Mejor será que vayamos a la cocina. Porque estoy cansado de estar aquí —
apagó la televisión y levantó el teléfono móvil.
Crenshaw Estaban sentados en la cocina con dos tazas de café delante de ellos, cuando Rafe le preguntó:
—¿Y qué es lo siguiente que recuerdas?
—Pues que me desperté en una casa en la que una mujer me estaba vendando el hombro. Carlos estaba detrás de ella, observando. Cuando la mujer se fue, me preguntó si yo era de verdad Dan Crenshaw. Dado que llevaba mi pasaporte y mi foto, no podía negar la evidencia. Me dijo que yo no era el hombre que él había visto en Laredo y que le había dejado utilizar mi rancho.
—¿Describió a ese hombre?
—No era ninguno de los que yo recordaba.
—¿No era Williams?
—No. Carlos se disculpó por mi herida. Me decía una y otra vez que encontraría a un médico. Al ver que la herida no cicatrizaba, me dijo que haría los preparativos para traerme a casa. Pero yo pensé que no quería que saliera de aquel sitio vivo.
—Eso era lo que yo temía —dijo Rafe—. No sé por qué cambió de opinión.
—Pues entonces es que no sabes lo que puedes intimidar con tu traje de campaña. Yo pensé que me había muerto y me estaba visitando el diablo.
—Eso fue lo que dijiste.
—Supongo que pensó que lo más sensato era sacarnos a los dos de allí. No tiene mucho personal trabajando en la hacienda. Pensaría que era lo más seguro. Lo que está claro es que conoce a los peces gordos, y no creo que los nuestros le puedan sacar mucha información. Y sabía que yo no les podía dar mucha información. Ni siquiera sabía dónde estábamos.
—Ni yo.
—Carlos me dijo que también averiguaría quién se había estado haciendo pasar por mí, porque me gustara o no me gustara, estaba implicado hasta las cejas.
—Eso era lo que yo me temía. ¿No me has dicho que has llamado a la policía?
—Sí, antes de salir del hospital. Me dijeron que ya llevaban trabajando en el caso tiempo.
—Entonces no te han retenido.
—¿A mí? Pero si me secuestraron. Yo no he hecho nada malo.
—A excepción de poseer el rancho que estaba siendo utilizado para quién sabe qué.
—Eso es cierto.
—¿Y por qué me escribiste para que viniera?
Crenshaw Dan se rió.
—No tiene conexión alguna —le dijo—. O eso creo.
—Cuéntamelo.
—Te llamaba para consultarte el plan de seguridad de la fábrica. No sé lo que está pasando pero desaparecen componentes.
—¿Desaparecen los microprocesadores?
—¿Te lo ha contado James?
—No. Leí un artículo en el periódico. Parece un pasatiempo muy beneficioso.
Cuando lo leí, me pregunté si no sería eso lo que se estaba traficando.
—Quién sabe. Si es así, yo soy el máximo sospechoso, porque es mía la fábrica
—Dan se puso las manos en la cara—. He estado hablando con los que se encargan del caso, contándoles todo lo que sé. Cuanto antes se aclare todo esto, mejor.
—¿Y cómo te imaginabas que yo te podía ayudar?
—Pues porque necesitaba la opinión de un experto en quien poder confiar. Y
pensé en ti.
—¿En mí? ¿Es que me ibas a ofrecer un trabajo?
—Más o menos.
Rafe se rascó el mentón.
—Creo que has perdido la cabeza.
—Bueno, pero por lo menos ya que estás aquí puedes dar tu opinión —miró el reloj—. Por cierto, Mandy dejó comida hecha y la congeló. Podemos descongelarla y comer algo. Así podrás contarme lo que no me contabas en las cartas.
Dan abrió el frigorífico y sacó un par de platos de comida.
Horas más tarde, Rafe mencionó en la conversación a Mandy.
—Siento no haber podido ver a Mandy. No pensaba quedarme tanto tiempo por ahí.
—Sí, hay cosas que están cambiando bastante últimamente —dijo Dan sentado en su sillón preferido—. Tanto que uno no sabe lo que pensar.
—Está asumiendo muchas responsabilidades con Kelly.
—Pero no sólo con Kelly. ¿Es que no te lo ha contado Tom?
Rafe sintió que el estómago se le revolvía.
—¿El qué?
—Pues que reunió el valor suficiente y le dijo lo que sentía por ella. Y se está pensando su oferta. A lo mejor deja su trabajo y se viene a vivir al rancho. ¿No crees que es maravilloso?
—Sí claro.
—A lo mejor no se viene inmediatamente. Me ha dicho que tiene que arreglar muchas cosas. Pero cree que Kelly estaría mejor aquí.
—Es cierto.
—¿Sabes una cosa? Durante todo el tiempo que he estado en el hospital, me ha dado tiempo a pensar mucho.
—Es normal.
—Y he pensado en algo que Mandy y yo hablamos cuando empezó a trabajar con niños. Este rancho es muy grande y podría edificar un centro para niños como Kelly, que no tienen un sitio decente donde crecer.
Hizo una pausa y después continuó.
—Con la experiencia de Mandy y el dinero que he conseguido hacer en el negocio de ordenadores, podría construir un hogar para esos niños, ¿qué te parece?
—A mí me parece una idea estupenda. A mí me valió de mucho el vivir aquí en mi juventud.
—La cosa es, Rafe, que podrías ayudarnos con los niños, aparte de con el sistema de seguridad de la fábrica. Tú entiendes a esos chicos. Mandy me ha contado lo bien que trataste a Kelly y lo mucho que lo ayudaste para que confiara en los adultos de nuevo. Creo que podrías hacer lo mismo con otros.
Rafe se quedó pensando en la posibilidad de ver a Mandy todos los días, sabiendo que era la mujer de otro hombre. Imposible.
—No puedo, Dan. Tengo mi vida en otra parte. Mandy, Tom y tú podréis hacer todo eso sin mí.
—Será mucho trabajo —le dijo Dan—. Necesitaremos que alguien nos ayude a decidir cuántos niños podemos albergar y ese tipo de cosas. Y luego está la construcción del centro. Y habrá que construir una casa para el capataz y su familia.
—¿Es que ya han fijado una fecha, Mandy y Tom?
Dan se encogió de hombros.
—Eso se lo tendrás que preguntar a ella. No me lo mencionó.
—La verdad es que estaba pensando en ir a Dallas a verla.
—Seguro que se alegra de verte. Y Kelly también.
—Sí, yo también los he echado de menos.
—Creo que el sentimiento es mutuo.
Rafe se fue a la cocina por otra cerveza, mientras se intentaba convencer de que lo mejor tanto para Mandy, como para Kelly, era que se casara con Tom.