Capítulo 10
Rafe estuvo a punto de gritar de rabia.
Agarró al hombre, dispuesto a cortarle el cuello, por lo que le
había hecho a Dan. Pero intentó controlarse.
De todas maneras sabía que no había muchas
posibilidades de que Dan hubiera sobrevivido. Pero no se lo había
querido creer.
No obstante, no estaba dispuesto a abandonar.
Había ido para llevarlo a casa y eso era lo que iba a hacer, aunque
lo tuviera que desenterrar con sus manos.
Poco a poco le fue soltando el cuello al
hombre, quien entró en el cementerio.
Rafe lo siguió. Oyó que abría una puerta que
salía del cementerio y continuó caminando por un sendero.
¿Qué estaba pasando? Rafe miró para atrás.
Habían seguido el camino más recto desde la hacienda, el cual
pasaba por el lugar de descanso eterno de la familia.
Aceleró un poco el paso. ¿Sería posible que
se hubiera confundido? Rezó a Dios para que así fuera.
Debieron caminar por lo menos un kilómetro,
antes de llegar a una casa en medio de un bosque. El hombre llamó a
la puerta.
Se vio que alguien encendía una cerilla y
después una lámpara. Una mujer de pelo gris y muy vieja la abrió.
Los miró con cara de asustada.
El hombre dijo algo en voz baja, que Rafe no
pudo entender. La mujer asintió varias veces, y abrió la puerta de
par en par. Rafe hizo un gesto al hombre para que entrase él
primero. Cuando estuvieron dentro, vio que había dos habitaciones y
pocos muebles. Había una cama en uno de los rincones de la
habitación. La mujer se dirigió allí, manteniendo la lámpara en
alto, para que pudieran ver.
Dan Crenshaw estaba tumbado en una cama, con
una sábana hasta la cintura, con el pecho desnudo y cubierto por un
vendaje. Uno de sus hombros también estaba vendado, aunque se podía
ver con claridad que estaba inflamado.
—¿Lo has dejado así durante semanas? —¿No ves
que esa herida está infectada? ¿No era suficiente con dispararle?
¿Querías dejarlo morir sufriendo? —
toco la cabeza de Dan y comprobó que tenía
fiebre. Estaba ardiendo.
—Me vas a ayudar a llevar a este hombre al
avión —le dijo al hombre—. Si intentas algo, te mato.
¿Entiendes?
El hombre asintió.
Rafe empezó a preguntar a la mujer y ella
respondió muy nerviosa. Había intentado cuidar de él. Le había
extraído la bala y limpiado la herida, pero se había infectado. Lo
había alimentado y cambiado el vendaje. Había hecho todo lo que
había podido.
Crenshaw Rafe indicó al hombre que se
sentara, en un lugar donde lo pudiera ver.
Después comenzó a hablar a Dan, para ver si
se despertaba.
Le tomó el pulso. Lo tenía muy acelerado,
pero por lo menos lo tenía.
Le pidió al hombre que lo ayudara y entre los
dos lo levantaron. La mujer se fue a la puerta y la abrió. Rafe lo
transportaba con mucho cuidado, para no hacerle más daño del que ya
tenía. Durante todo el camino hacia la hacienda, Rafe rezó a Dios
para que Dan no muriera. Había aguantado todo ese tiempo. Dan era
un luchador.
Siempre lo había sido.
Los dos hombres llegaron a la hacienda casi
sin respiración. Por primera vez desde que Rafe había llegado, el
hombre le habló.
—Podemos dejarlo ahí, mientras yo voy por el
avión —le dijo, señalando el sofá que había en el patio.
—Yo voy contigo —le dijo Rafe—. Los dos vamos
por el avión. Y le dices a tus hombres que lo traigan con cuidado.
Si intentan algo raro, estate seguro de que mañana no verás el sol,
amigo.
—Si hubiera querido matarlo, ya lo habría
hecho —le respondió el hombre, dándose la vuelta. Rafe lo agarró
del brazo y lo obligó a mirarlo.
—¿Por qué entonces no lo llevaste otra vez a
su casa?
—Tenía pensado hacerlo, cuando se pusiera
mejor.
—¿Lo conoces?
—Sí.
—¿Has estado haciendo negocios con él?
—Eso pensaba yo, hasta que le dispararon. No
es el hombre que yo conocía como Dan Crenshaw. Nunca antes había
visto a este hombre. Pero por su pasaporte he visto que estaba
equivocado.
—Y aun así querías dejarlo marchar, por
simple amabilidad.
—A mí no me gusta la violencia, a pesar de lo
que puedas pensar. El hombre que disparó a tu amigo ya no trabaja
conmigo.
—¿No tienes miedo de lo que Dan nos pueda
contar?
—No hay nadie que pueda acusarme de nada.
Estamos en México. Tu país no tiene jurisdicción aquí.
—Así que te sientes seguro.
—Si no me hubiera sentido seguro, habrías
estado muerto antes de entrar en el avión esta noche.
—¿Sabes cómo logré subirme?
—No cometas el error de pensar que soy
estúpido.
Rafe le soltó el brazo.
—Pensándolo mejor, vamos a llevar tú y yo a
Dan al avión. Creo que será mejor que vengas con nosotros.
—No creo que sea necesario.
—Yo creo que sí.
—Si crees que vas a poder retenerme allí,
estás muy confundido.
—Yo no estoy interesado en otra cosa más que
en llevarme a Dan. Y quiero estar seguro de llegar sano y salvo. Y
si te vienes tú en el avión, me da un poco más de seguridad.
El hombre se encogió de hombros y se puso al
lado de Dan. Una vez más lo levantaron y se dirigieron con él hacia
el avión. No había nadie cuando llegaron. El avión estaba
vacío.
—¿Sabes manejar este cacharro? —el hombre
asintió—. Entonces vamos a poner a Dan en la parte de atrás y
echamos combustible —observó al hombre hacer los preparativos.
Entraron en el avión y se dirigieron hacia donde estaba el
combustible.
Mientras estaban llenando el depósito, Dan
abrió los ojos. Se quedó mirando a Rafe, sin siquiera
pestañear.
—Bueno, veo que al fin has decidido
despertarte y unirte a la fiesta.
Dan cerró los ojos y los volvió a
abrir.
—¿Rafe? —susurró. Levantó una mano, para
intentar tocarle el rostro.
Rafe sonrió.
—Sí, soy yo, aunque no lo parezca con esta
pintura.
—Pensé que me había muerto y había ido al
infierno —murmuró Dan.
—Nuestro anfitrión nos va a llevar a casa.
¿Estás listo?
Dan asintió y cerró los ojos.
Cuando el avión aterrizó en el rancho, ya
había amanecido. Rafe no había dirigido la palabra al hombre que
los había llevado. Los dos se entendían perfectamente, sin
necesidad de dirigirse la palabra.
Cuando el avión se detuvo, Rafe abrió la
puerta. Sacó a Dan y empezó a correr hacia donde había dejado el
Jeep. Cuando el avión despegó de nuevo, Dan estaba ya en la parte
de atrás del Jeep. Arrancó el vehículo y salió disparado hacia la
casa.
Tom debió verlo en la distancia, porque
cuando llegaron estaba esperándolos en el camino.
—Dios mío, lo has conseguido —exclamó sin
acabar de creérselo.
—Necesita un médico de inmediato. Llévalo al
hospital más cercano, mientras yo me limpio un poco. Iré en cuanto
pueda —salió del Jeep y se dirigió corriendo hacia la casa.
Tom le dijo el hospital donde lo iba a
llevar. Cuando Rafe llegó a la casa, redujo un poco el paso e
intentó calmarse.
Pero no había nadie.
Se metió en la ducha y se quitó la pintura de
la cara. A los pocos minutos se había vestido y estaba listo para
marcharse. Le dejó una nota a Mandy y se llevó una camioneta.
Cuando llegó al hospital, ya habían ingresado
a Dan. Tom estaba esperándolo en el vestíbulo, con una sonrisa en
su rostro.
—Le están llenando de antibióticos. También
le han limpiado las heridas y le han puesto suero para
hidratarlo.
—¿Qué tal han dicho que está?
—Nadie ha comentado nada. Están haciendo todo
lo que pueden.
—¿Ha recuperado el conocimiento?
—Sí —le respondió sonriente—. Me ha
reconocido. Parecía sorprendido de verme. Luego me preguntó si
estaba alucinando, o si de verdad me estaba viendo.
Rafe se echó a reír.
—Me muero por una taza de café. ¿Sabes dónde
puedo conseguir uno?
—Sí. Por desgracia he tenido que venir aquí
bastantes veces. Siempre hay alguien que tiene algún accidente —Tom
le llevó a la cafetería, donde Rafe desayunó.
—Por cierto —dijo Rafe, cuando se sentaron,
¿dónde están Mandy y Kelly? No los vi cuando llegué a la
casa.
Tom movió la cabeza.
—Ese chico no sabía lo que hacía poniéndose
en manos de Mandy.
—¿Qué ha ocurrido?
—Pues que le ha estado sonsacando durante
toda la semana. ¿Te lo ha contado?
—No. No he podido hablar con ella. ¿Qué es lo
que ha ocurrido?
—Pues que consiguió que le contara dónde
vivían su madre y él. Luego se puso en contacto con los servicios
de asistencia social y le dieron toda la información que
necesitaba. Está tratando de conseguir su custodia. Le han dicho
que no creen que haya ningún problema, aunque lo tendrá que llevar
a Dallas de vez en cuando.
—¿Se han ido a arreglar los papeles?
—No. Se han ido de compras.
—¿De compras?
—Sí. Le ha dicho a Kelly que tenía que estar
guapo y limpio para poder conseguir la custodia. Así que se lo ha
llevado de compras. También se enteró de que fue su cumpleaños la
semana pasada. Tenías razón, tiene once años. Así que le dijo que
todo lo que le iba a comprar era el regalo de cumpleaños. El resto
lo podía pagar con su sueldo.
—Ya.
—Es una mujer formidable.
—Sí lo es.
—¿Qué tienes pensado hacer con ella?
Rafe se quedó con la taza de café en la
mano.
—¿Yo? Yo no tengo responsabilidad sobre
ninguna mujer —dio un sorbo de la taza y suspiró—. Gracias a
Dios.
—Está enamorada de ti —le dijo Tom.
—No lo está. Somos amigos desde hace
mucho.
—Yo también la conozco desde hace bastante. Y
veo la forma en que te mira y habla de ti. Y sé lo que veo.
Rafe movió la cabeza.
—Pienses lo que pienses estás confundido. ¿Me
ves a mí casado? —le preguntó, echándose a reír—. Y ahora está
pidiendo la custodia de Kelly. Tiene que encontrar una figura
paterna, un ejemplo para sus hijos. Y yo no soy así.
—Si tú lo dices.
—Vamos, quiero ver a Dan.
Los enfermeros por fin lo dejaron entrar a
ver a Dan un par de horas más tarde después de asegurarle que Dan
estaba respondiendo satisfactoriamente a la medicación. Cuando
entró en su habitación, Dan estaba dormido. Le daba igual. Se sentó
a observar a su amigo, a oírlo respirar. Las maravillas de la
tecnología moderna habían salvado a su amigo. De haberlo dejado en
aquel poblado mexicano habría muerto.
De haber pasado otro día, o quizá dos, los
médicos no habrían podido hacer nada. La misión que acababa de
realizar había sido bastante difícil, porque le había costado mucho
concentrarse en lo que estaba haciendo.
Había perdido la concentración durante unos
minutos en el cementerio. Cerró los ojos. Casi dispara al hombre
que él consideraba responsable de todo aquello.
Sonrió para sus adentros.
Crenshaw Rafe no se dio cuenta de que se
había quedado dormido hasta varias horas más tarde, al oír la voz
de Mandy. Abrió los ojos y la encontró pegada a la cama de Dan,
abrazándolo.
—Oh, Dan, no pudo creérmelo. Temía que
estuvieras muerto.
Rafe se estiró y se puso en pie, al otro lado
de la cama. Dan lo vio y estiró su mano.
—Tienes que agradecérselo a él, el que no lo
esté —le dijo Dan a Mandy—. O
por lo menos eso es lo que me han dicho,
porque yo no me acuerdo de mucho.
Mandy miró a Rafe y después otra vez a
Dan.
—¿Qué es lo que te ha pasado? ¿Por qué estás
en el hospital?
—Porque se me infectó una herida, nada más
—le respondió Dan. Miró a los dos—. No puedo creerme que estéis los
dos aquí. Ni tampoco que esté en un hospital de Austin. Nadie ha
sabido decirme cómo he llegado aquí.
Mandy sonrió a Rafe.
—Rafe te encontró y te trajo.
—Parece que sigues jugando a ser héroe, ¿no?
—le dijo Dan, apretando la mano de Rafe. Rafe notó que le
temblaba.
—¿Cuándo has venido, Mandy? —le preguntó
Dan—. Pensé que no ibas a tomarte las vacaciones hasta el mes que
viene.
—¿Piensas que podía trabajar sin saber dónde
estabas, ni lo que te había pasado? Llevo en el rancho más de una
semana.
—¿Qué es lo que hiciste, llamar a Rafe y
decirle que había desaparecido?
—No me llamó ella. Vine en cuanto recibí la
carta, aunque la recibiera tarde.
Dan lo miró como si todavía no se creyera que
estaba allí.
—Me alegro de que estés aquí.
—Y yo también.
—Dan —le dijo Mandy—, hay alguien ahí fuera
que quiere conocerte. ¿Te importa que le diga que entre?
—No, claro que no. No me digas que te has
comprometido otra vez. Si no estoy encima de ti constantemente,
puedes hacer cualquier locura.
Mandy bajó la mirada.
—La verdad es que le he pedido que se quede a
vivir conmigo.
—Por Dios bendito, Mandy, ¿cuándo vas a
aprender? ¿Cuánto hace que lo conoces?
—No mucho. De hecho, Rafe fue el que me lo
presentó.
Crenshaw Dan los miró a los dos como si
estuviera convencido de que habían perdido la cabeza.
—Yo pensaba que tú estabas más cuerdo, Rafe.
En mi ausencia lo que tenías que haber hecho era cuidarla y no
dejarla que se metiera en un callejón sin salida.
Rafe todavía sostenía la mano de Dan. Le dio
unos golpecitos y le dijo:
—Creo que mejor será que lo conozcas, antes
de empezar a emitir juicios.
—Bueno, dile que pase —respondió Dan,
frunciendo el ceño.
Mandy abrió la puerta, se asomó al pasillo y
volvió a entrar sonriente.
Rafe se quedó boquiabierto cuando Kelly
apareció por la puerta. Se había cortado el pelo, casi al estilo
militar. Llevaba una camisa nueva, unos vaqueros y unas botas
altas. Vio a Rafe y se fue a su lado.
—Mira qué botas tengo Rafe. Mandy me las ha
regalado para mi cumpleaños.
—Son muy bonitas, hijo. Sólo te falta el
caballo.
—Tom me ha dicho que me va a enseñar a
montar, pero que primero tengo que aprender a cuidar el caballo
—miró a Dan—. Hola —le dijo poniéndose muy tímido.
—Dan, quiero presentarte a Kelly. Fue él el
que me dijo dónde estabas. Si no hubiera sido por Kelly, no creo
que te hubiéramos encontrado.
Dan había estado mirando boquiabierto al niño
desde que entró en la habitación. A continuación miró a Mandy y a
Rafe.
—Está bien, me habéis engañado por
completo.
—Te has engañado tú mismo, Dan —le respondió
Mandy—. Tú fuiste el que sacaste conclusiones.
—Bueno Kelly, encantado de conocerte —le
ofreció la mano, que era la izquierda, y Kelly se la
estrechó.
—Los vi dispararte —le dijo el niño.
—¿Qué? —exclamó Mandy—. ¿Te dispararon? ¿Y
nadie me ha dicho nada?
—No fue nada grave. El problema fue que se
infectó. Pero me voy a poner bien
—le dijo Dan.
Mandy miró a Kelly.
—¿Lo sabías y no me lo dijiste?
Fue Rafe el que salió en su defensa. Veía la
ira y la confusión en su mirada.
—Fui yo el que le dije que no te lo contara,
Mandy. No quería que te preocuparas.
Dan miró a Kelly.
—¿Y tú dónde estabas? Porque yo no vi a nadie
por allí.
—En una cueva.
—¿Y no se lo dijiste a nadie?
—No. Tenía miedo. Nadie sabía que yo estaba
allí. No sabía lo que me podían hacer si me encontraban.
—¿Cuánto tiempo llevabas allí?
—No lo sé. Mucho, supongo.
Rafe intervino.
—Yo me lo encontré por casualidad en la
cueva.
En esos momentos, Kelly se dio la vuelta y
miró a Rafe.
—¿Sabes una cosa? Mandy me ha dicho que me
puedo ir a vivir a Dallas con ella. Le han dicho que puede ser
responsable de mí.
—Mandy es muy generosa —le dijo Rafe.
—Sí. Le he dicho que la podría ayudar a pagar
alguna factura, si encuentro un trabajo. Pero me ha dicho que lo
que tengo que hacer es ir al colegio. Dice que no hay muchos
ranchos en Dallas.
—Es posible que Dan te contrate para que
trabajes en el rancho los veranos. Así podrías conseguir algo de
dinero.
—¿Y tú dónde vas a ir, Rafe?
—Pues yo volveré a mi trabajo, en otro
país.
Kelly se puso muy triste.
—Oh.
Mandy habló por primera vez, desde que se
había enterado de la herida de Dan. Rafe comprobó que todavía
estaba enfadada con él, por no haberle contado lo de Dan.
—Será mejor que nos vayamos y te dejemos
descansar, Dan. ¿Te han dicho cuándo te van a dar el alta?
Dan frunció el ceño.
—Cuando deje de tener fiebre —le
respondió.
—Me quedaré en el rancho, hasta que te puedas
valer por ti mismo.
Dan miró a Rafe.
—¿Y tú?
—Tú fuiste el que me llamaste.
—Está bien. Ya veremos todo eso cuando salga
de aquí.
Rafe miró a Kelly y le preguntó.
—¿Quieres venirte al rancho conmigo? Seguro
que Tom te tiene preparado un montón de trabajo.
—Vale —le respondió el niño.
Se dieron la mano y los dos juntos salieron
de la habitación.
Mandy notó que Dan la estaba mirando. Se dio
la vuelta y sonrió.
—Poco a poco me estoy tranquilizando. Me
asusté tanto cuando desapareciste.
Después encontré la nota de Rafe diciendo que
estabas en el hospital. No sabía qué pensar —le agarró la mano
entre las suyas—. ¿Seguro que estás bien?
—Lo estaré pronto —movió su cuerpo, con la
intención clara de cambiar de asunto—. ¿No te alegras de ver de
nuevo a Rafe? Hacía ya mucho tiempo que no lo veíamos.
—Sí.
—Y parece que está bien.
—Sí.
—¿Todavía sigues enamorada de él? —le
preguntó Dan.
—No seas tonto.
—¿Es que crees que no me doy cuenta de lo que
hay entre los dos?
Mandy le puso la mano en la frente.
—Veo que todavía tienes fiebre y ves
visiones. Rafe es sólo un amigo y tú lo sabes.
—Sí lo es —le respondió—. Me ha salvado la
vida.
—Yo siempre le querré por lo que ha
hecho.
—¿Por qué no lo convences para que se quede y
te ayude con el niño?
Durante las últimas semanas había estado en
una fuerte tensión emocional y no pudo contener las lágrimas,
—¿De verdad ves a Rafe viviendo en los
Estados Unidos, Dan?
—En cuando se enfrente a sus demonios, creo
que sí. No puede estar huyendo toda la vida. Este viaje a Texas ha
sido el principio. ¿No ves que está deseando tener un hogar y una
familia? ¿No viste cómo miraba al niño? Por lo que respecta a
Kelly, Rafe es su héroe. Casi camina igual que él, ¿no te has dado
cuenta?
—Sí —dijo con lágrimas en los ojos.
—¿Qué vas a hacer entonces, hermanita? ¿Vas a
dejar que se vaya otra vez, como hiciste hace doce años, sin
decirle lo que sientes por él?
—Yo lo quiero tanto que lo único que me
importa es verlo feliz. Y parece que lo es haciendo lo que
hace.
—Porque ése es el único estilo de vida que
conoce. Está solo. Él piensa que su vida es así. Eres tú la que
tienes que demostrarle que existe otra vida para él.
—Lo intentaré.
—Si lo intentas, no lo conseguirás. No lo
intentes. Hazlo. Da todo lo que tienes dentro. No estoy ciego,
Mandy. Ese hombre te quiere. Tienes que convencerlo de que puede
ser tu marido y padre de tus hijos. Porque ahora mismo ni él mismo
se da cuenta.
—¿Cómo puede estar tan ciego? —le preguntó
sonriendo.
—Porque en cierto modo todavía sigue estando
convencido de lo que le decía su padre, que era un inútil. Ha
tenido que pasar mucho tiempo para darse cuenta de que su padre
estaba confundido. Y ahora tienes que ayudarlo a dar el siguiente
paso.